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El Manifiesto Comunista y su relevancia Hoy

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  1. Introducción
  2. Génesis
  3. Los países “comunistas”
  4. El Manifiesto Comunista Hoy
  5. Las ideas del Manifiesto
  6. Las Crisis Económicas
  7. La Clase Obrera
  8. El Partido Revolucionario
  9. ¿Una clase trabajadora fragmentada?
  10. La transformación socialista de la sociedad

 


Introducción

Vivimos un tiempo de enormes convulsiones sociales y políticas; donde las guerras, la  destrucción medioambiental y las crisis económicas frecuentes revelan al sistema capitalista como incapaz de responder a las  necesidades de la población.  

Ante esta situación, muchos trabajadores y  jóvenes, en particular, se preguntan – ¿cuál es la alternativa al capitalismo? De  allí la importancia de estudiar El Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels, que resume las ideas básicas del socialismo científico; explicando el papel fundamental de la clase trabajadora y los oprimidos para transformar revolucionariamente la sociedad.

El Manifiesto del Partido Comunista, redactado por Marx y Engels en 1848 comienza con la frase: «Un fantasma recorre  Europa, el fantasma del comunismo». Hoy en día este espectro, o fantasma, se está levantando una vez más.

 

A través del presente texto examinamos brevemente algunos de los temas más importantes del Manifiesto. Tratamos de abordar las cuestiones que han surgido en el curso de las luchas modernas contra el capitalismo, contra la opresión y las brutales guerras que inevitablemente surgen de este sistema.

Proporcionamos respuestas a algunas preguntas frecuentes sobre las ideas marxistas proclamadas en el Manifiesto.

Por nuestra parte, siempre estaremos dispuestos a responder cualquier duda que tengas sobre estos documentos.

Contáctate con nosotros escribiéndonos a nuestro email: srcitchile@gmail.com

Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.


  • Citas: Donde las citas tienen enlaces en este texto, enlazan con su lugar en el texto del Manifiesto Comunista. Para volver a su lugar en la Introducción,  utilice la flecha hacia atrás de su navegador. 

 

 

Génesis

El Manifiesto Comunista se publicó en vísperas de una gran agitación revolucionaria que se extendió por Europa en 1848. Fue escrito 70 años antes de que la Revolución Rusa de 1917 derrocara por primera vez al capitalismo. Y, por cierto, fue escrito 100 años antes de la Revolución China de 1949 y la propagación del llamado comunismo a Europa del Este; abarcando la mitad del mundo entero.

 

 La revolución surgió en París en 1848, sólo unos pocos días después de la publicación del Manifiesto, extendiéndose en una oleada masiva por toda Europa. Marx y Engels, de 29 y 27 años respectivamente, desempeñaron su papel en esta revolución, y no sólo a través de la agitación escrita. Marx había escrito «Los filósofos sólo han interpretado el mundo de varias maneras; el punto es cambiarlo»(Tesis sobre Feuerbach). Cuando surgió la revolución, ellos participaron plenamente.

 

Pero Marx y Engels rechazaron el método del terrorismo y los métodos conspirativos de algunos grupos revolucionarios contemporáneos que buscaban dar un golpe de estado. Descubrieron el papel especial que la clase obrera (a veces llamada «proletariado») estaba destinada a desempeñar en el derrocamiento del capitalismo.

 

Trabajaron continuamente para llevar sus ideas a los miembros más políticamente avanzados de la clase obrera. Para Marx y Engels, la proclamación de las ideas que iban a revelar en el Manifiesto Comunista tenía que estar íntimamente ligada a las luchas de la clase obrera.  Buscaron la liga revolucionaria secreta «más extrema, principalmente proletaria» – la ‘Liga de los Justos’. A partir de 1843, Engels explica que él y Marx siguieron adelante:

               «la continua correspondencia… influyó en los puntos de vista teóricos de los miembros más importantes de la Liga, de boca en boca, por carta y a través de la prensa… también hicimos uso de varias circulares litografiadas…» (Sobre la historia de la Liga Comunista, Obras selectas de Marx y Engels, p. 440)

 

Convencieron a la Liga de sus ideas en 1847 e inmediatamente se unieron a la Liga. La Liga cambió su nombre por el de Liga Comunista. Marx fundó una rama de la Liga Comunista en Bruselas, Engels asistió a las tres ramas de París, y Marx y Engels fueron comisionados para redactar el Manifiesto Comunista, para proclamar estas ideas al mundo.

 

Los dos primeros capítulos del Manifiesto, Burgueses y Proletarios; Proletarios y Comunistas, se reproducen aquí, junto con el breve cuarto capítulo.

Esta introducción trata principalmente del primer y segundo capítulo. El tercer capítulo, que plantea demandas y critica las tendencias políticas actuales en 1848, aunque todavía sirve de guía para el método del marxismo, dependía de las condiciones históricas de la época. 

 

Algunas frases de esta famosa traducción desde el inglés se han vuelto anticuadas. Por ejemplo, la traducción «¡Trabajadores de todos los países, uníos!» hoy se traduce más exactamente como «¡Trabajadores del mundo, uníos!»

 

Los países «comunistas»

La palabra ‘comunista’ ha cambiado su significado desde que Marx y Engels escribieron el Manifiesto Comunista hace más de 150 años. La palabra ‘comunista’ suele asociarse con los regímenes que tomaron ese nombre, como los que gobernaron la antigua Unión Soviética y sus satélites de Europa del Este.

Aunque el capitalismo y latifundismo feudal fueron abolidos en esos países, esos regímenes «comunistas» representaban una grotesca caricatura de las genuinas ideas del Manifiesto Comunista, y eran una colección de despiadadas dictaduras basadas en economías burocráticamente planificadas.

Lenin y Trotsky, los líderes de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, siempre explicaron que el socialismo «requiere los esfuerzos conjuntos de los obreros en un número de países avanzados» (como Lenin lo expresó repetidamente), lo que significa, en particular, Europa Occidental. Tanto económica como políticamente, Rusia era una sociedad feudal relativamente atrasada, abrumadoramente campesina. No era una economía capitalista avanzada, donde los procesos descritos en el Manifiesto estaban preparando el terreno para una transformación exitosa en una sociedad socialista. El verdadero socialismo no podía crecer en su suelo.

En el prefacio de la edición rusa del Manifiesto Comunista de 1882, Marx y Engels reconocieron que (en ese momento) más de la mitad de la tierra de Rusia era «propiedad común de los campesinos». ¿Estaba Rusia destinada a emular al Occidente y a pasar por un desarrollo capitalista antes de que pudiera volverse hacia el socialismo?

 

«La única respuesta posible a eso  hoy es ésta: Si la Revolución Rusa se convierte en la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambos se complementen, la actual propiedad común rusa de la tierra puede servir como punto de partida para un desarrollo comunista».

          (Prefacio a la edición rusa del Manifiesto Comunista, 1882)

 

La idea de que la Revolución Rusa podría saltar sobre la necesidad de un largo desarrollo capitalista y pasar directamente al socialismo, sólo en la medida en que tal revolución se convierta en una señal para una revolución proletaria en el Occidente, donde las condiciones para el desarrollo socialista estaban madurando – una revolución europea que a su vez podría proporcionar una base de apoyo para la revolución rusa – esta era la perspectiva de Lenin y Trotsky.

Esto no era sueño de un día. La Revolución Rusa de 1917 inspiró revoluciones y levantamientos en toda Europa, incluyendo a Alemania en 1918, 1919 y 1923. Pero con una pobre dirección, estas no lograron derrocar al capitalismo. Como se explica en el artículo ¿Qué fué de la Revolución Rusa? publicado en este sitio web, el continuo aislamiento de la Revolución Rusa en los territorios económicamente atrasados de la Unión Soviética condujo a la inevitable destrucción o degeneración de los genuinos ideales socialistas de la revolución rusa. Los líderes del Partido Bolchevique en el momento de la Revolución Rusa declararon esto:

«… sin una revolución en Occidente, el bolchevismo será liquidado ya sea por la contrarrevolución interna o por la intervención externa, o por una combinación de ambas. Lenin enfatizó una y otra vez que la burocratización del régimen soviético no era una cuestión técnica u organizativa, sino el comienzo potencial de la degeneración del estado obrero». (Trotsky, El Estalinismo y el Bolchevismo)

 

El capitalismo y el latifundismo fueron posteriormente derrocados en varios otros países del mundo, como China y Cuba. Pero estos países también eran principalmente de base campesina, y establecieron regímenes siguiendo el modelo de la Unión Soviética bajo Stalin. Ninguno de los regímenes llamados comunistas representa las verdaderas aspiraciones señaladas en el Manifiesto Comunista.

Hoy en día nosotros utilizamos la palabra «socialista» en lugar de «comunista», para evitar cualquier confusión con los regímenes estalinistas o la ideología estalinista.

En el Prefacio de la edición inglesa del Manifiesto de 1888, Engels explica que cuando el Manifiesto fue publicado por primera vez, la palabra ‘socialista’ se refería a los utópicos y a los charlatanes, mientras que aquellos trabajadores que querían «un cambio social total» se llamaban a sí mismos «comunistas». Pero cuando Engels escribió el prefacio de la edición alemana de 1872, pudo declarar que el Manifiesto se había convertido en un «documento histórico que no tenemos derecho a alterar».

 

 

El Manifiesto Comunista Hoy

El Manifiesto Comunista es «casi misteriosamente previsor sobre los costos y beneficios de la globalización», admitió repentinamente la revista Time Magazine, un día a principios de 2009. La crisis crediticia que comenzó  a mediados de 2008 ha vuelto a levantar el espectro del socialismo. «La nueva era de rebelión acecha a Europa» anunció The Times el mismo día, llevando imágenes gráficas de las manifestaciones en toda Europa desde Grecia hasta Islandia. (22 de enero de 2009, p. 29)

 

La revista Time se ve obligada a informar sobre varias admisiones reveladoras. «Nadie nunca afirmó que la economía de mercado produciría justicia social» – pero por supuesto, lo hicieron. Y a medida que los mercados se derrumban en todo el mundo, Pascal Lamy, que dirigía  la Organización Mundial del Comercio, se ve obligado a admitir que el capitalismo globalizado «crea mayores desigualdades». La defensa que hace la revista Time del capitalismo no es convincente.

 

Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, fue considerado una especie de oráculo moderno por las elites gobernantes del mundo. «Los legisladores lo consideraban un sabio económico”, como dice el New York Times. Sin embargo, en su testimonio ante el Senado de los Estados Unidos en octubre de 2008, Greenspan admitió:

 

ALAN GREENSPAN: Encontré una falla… La falla en el modelo que percibí es la estructura de funcionamiento crítico que define cómo funciona el mundo [capitalista]…

 

REP. HENRY WAXMAN: En otras palabras, usted encontró que su visión del mundo, su ideología, no era correcta, no funcionaba?

 

ALAN GREENSPAN: Eso es… precisamente.

 

Alan Greenspan declarando ante el Senado

En otras palabras, Greenspan ha descubierto que el capitalismo es críticamente defectuoso, como señaló el Manifiesto de 1848. El Manifiesto fue escrito cuando el capitalismo moderno y la clase obrera estaban en su infancia – en Alemania, por ejemplo, la clase obrera comprendía menos del 5% de la población.

 

En su simpática biografía de Karl Marx, publicada en 1999, el periodista y escritor Francis Wheen es otro comentarista que se dio cuenta de que la «visión del Mercado Global de Marx y Engels era extrañamente previsora». (Karl Marx, publicado en 1999 por Fourth Estate, Londres, p. 122) Marx y Engels proporcionaron a los socialistas una comprensión de cómo los procesos del capitalismo global conducen a las guerras, la ruina de las naciones y la inanición de millones de personas hoy en día. Al comentar el colapso de los mercados de valores, la caída del sector de la alta tecnología y la propagación de la recesión, en 2001 Larry Elliott comentó en The Guardian:

«La interpretación marxista de la globalización aún puede probarse correcta. Su análisis de los acontecimientos de los últimos años ha tendido a ser más coherente que las tonterías que emanan de aquellos que creen que la economía mundial nunca ha estado en mejor forma». (2 de julio de 2001).

 

Es verdaderamente notable que más de 150 años después de que se publicara el Manifiesto, Marx fuera votado como el «Pensador del Milenio» por un «claro margen» en una encuesta en línea de la BBC realizada en octubre de 1999.

 

 Las ideas del Manifiesto

La «lucha de clases» es la fuerza motriz del cambio histórico, explica el Manifiesto. Desde los primeros comienzos de la historia registrada, las sociedades han sufrido cambios fundamentales porque las diferentes clases de la sociedad están en «constante oposición». Estas clases representan al «opresor y al oprimido» y la lucha entre ellos eventualmente resulta en «una reconstitución revolucionaria de la sociedad en general» – o en la destrucción mutua.

 

Las sociedades de clases anteriores estaban divididas en muchas clases diferentes que luchaban entre sí, pero la sociedad capitalista ha «simplificado los antagonismos de clase». Ahora solo hay dos clases principales, la clase obrera (el proletariado) y la clase capitalista (la burguesía). La clase capitalista dominante representa a los que poseen y controlan los medios por los cuales se crea toda la riqueza (llamados «fuerzas de producción»), mientras que la clase obrera «no tiene medios de producción propios».

 

El Manifiesto explica por qué el «modo de producción» capitalista debía barrer con el feudalismo – describe a grandes rasgos el proceso de globalización. El capitalismo significa la…

«constante revolución de la producción, perturbación ininterrumpida de todas las condiciones sociales, incertidumbre y agitación eternas… 

La necesidad de un mercado en constante expansión para sus productos persigue a la burguesía en toda la superficie del globo… 

Obliga a todas las naciones, bajo pena de extinción… …a introducir lo que llama civilización en su medio».

El ex presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y el ex primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, afirmaron precisamente que estaban defendiendo la «civilización» tras el ataque a las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Pero al bombardear, invadir y ocupar Afganistán e Irak, en realidad estaban defendiendo el prestigio y el poder de la clase capitalista estadounidense. Al mismo tiempo, estaban tratando de controlar la producción de esa mercancía capitalista esencial, el petróleo, como admitió Alan Greenspan en su autobiografía. (Alan Greenspan afirma que la guerra de Irak fue en realidad por el petróleo.( The Sunday Times, 16 de septiembre de 2007) Pero su sistema capitalista está en profunda crisis.

El análisis de las crisis capitalistas en el Manifiesto, la «epidemia de sobreproducción», podría haberse escrito hoy:

«La industria y el comercio parecen estar destruidos; ¿y por qué? Porque hay demasiada civilización, demasiados medios de subsistencia, demasiada industria, demasiado comercio».

 

Cuando estalló la burbuja «punto.com» de 2001, un preludio lejano de la crisis crediticia del 2008, Marc Andreessen, uno de los «dioses de la red», se hizo eco sin saberlo de las mismas cadencias del Manifiesto en una entrevista para una revista. Dijo que el boom de las puntocom se fue a pique porque la gente estaba construyendo «demasiados interruptores, demasiados routers y demasiado todo lo demás». (Revista de Internet, enero de 2002).

Y así como, cuando se escribió el Manifiesto Comunista, los trabajadores que fabricaban camisas en Inglaterra no podían permitirse comprar una camisa nueva, hoy se producen disturbios por la comida por todo el mundo mientras los capitalistas se quejan de que no pueden vender sus productos.

 

 

Las Crisis Económicas

El Manifiesto describe cómo los períodos de recesión destructivos son inherentes al capitalismo. Parece que se produce «demasiado», pero la clase obrera recibe mucho menos en salarios que el valor de los bienes que produce. Los «consumidores» de hoy ya no pueden comprar los productos que ellos mismos, como trabajadores, produjeron sólo ayer!

 

El Manifiesto explica que el anárquico sistema de mercado del capitalismo se vuelve cada vez más incapaz de desarrollar la sociedad. La competencia conduce a cierres, al desempleo y a la recesión, a la depresión y a la guerra. Una economía socialista y democráticamente planificada, liberada de los grilletes del mercado capitalista, podría ajustar la producción y los recursos a las necesidades de la sociedad.

 

De manera distorsionada, el colapso de los llamados países «comunistas» de Europa del Este y de la Unión Soviética confirmó esto. En el décimo aniversario de la caída del Muro de Berlín en 1989, Socialism Today, la revista mensual del Socialist Party, explicaba que, aunque las sociedades que se derrumbaron eran una grotesca caricatura del socialismo, no obstante:

«Hasta principios de los años 70, no debemos olvidar que las economías nacionalizadas produjeron avances impresionantes, especialmente en las industrias pesadas, aunque los bienes de consumo eran generalmente escasos y de mala calidad. Sin embargo, a pesar de muchas deficiencias, esas antiguas sociedades también proporcionaron educación básica, atención sanitaria y otros servicios sociales a la mayoría de la población, que ahora se echa mucho de menos, ya que han sido destruidas por el mercado capitalista emergente».

    (The Wall Comes Tumbling Down, número 42, octubre de 1999)

 

El plan de producción en esos países tomó la forma de un mando central desde arriba, con una mala gestión burocrática a gran escala, privado de una democracia obrera completa. Los regímenes estalinistas ya no podían desarrollar la sociedad. Pero el retorno al capitalismo significó un devastador declive en el nivel de vida de la masa de la población, así como el estallido de guerras, terrorismo y gangsterismo.

 

Un informe del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas llamó al período de restauración capitalista una «Gran Depresión que sumió a más de 100 millones de personas en la pobreza». (Transición del PNUD 1999, según informó The Times, 23 de agosto de 1999)

 

 

La clase obrera

Con notable presciencia, entonces, el Manifiesto demuestra que el capitalismo, debido a sus contradicciones internas, se mueve inevitablemente de crisis en crisis. «¿Y cómo hace la burguesía para superar estas crisis?» pregunta el Manifiesto. Mediante la conquista de nuevos mercados, que sólo allana el camino para crisis «más extensas y destructivas».

 

Pero en una frase crucial el Manifiesto dice:

«Pero la burguesía no sólo ha forjado las armas que le traen la muerte, sino que también ha llamado a la existencia a los hombres que deben empuñar esas armas -la clase obrera moderna- los proletarios».

 

Por un lado, el poder de la burguesía, la clase capitalista, proviene principalmente de su propiedad de los grandes negocios. Pero por otro lado, las grandes empresas no pueden operar sin los trabajadores. Así como la clase capitalista se ha desarrollado históricamente, así inevitablemente la clase obrera se ha desarrollado proporcionalmente.

 

En una nota al pie de página insertada al principio del Manifiesto Comunista, Engels afirma que la clase obrera se define como:

 

«la clase de asalariados modernos que, al no tener medios de producción propios, se ven reducidos a vender su fuerza de trabajo para poder vivir».

 

Aunque la clase obrera en los tiempos de Marx y Engels eran grandes obreros de fábrica, hay una diferencia importante entre la manera en que los marxistas definen a la gente de la clase obrera y la definición popular pero estrecha de clase obrera que significa aquellos que hacen sólo trabajo manual, o aquellos que son empobrecidos más generalmente. Hay dos puntos simples pero esenciales que Marx y Engels entendieron.

 

En primer lugar, a diferencia de los miembros de otras clases, incluyendo tal vez incluso el agricultor o campesino más empobrecido, la clase obrera no es propietaria de sus medios de vida, de la misma manera que los propietarios de fábricas son dueños de las mismas y viven de las ganancias del trabajo de otros, los banqueros son dueños de los bancos y viven de los intereses que la gente paga por sus préstamos, o los terratenientes son dueños de la tierra y viven de la renta que extraen. Esto esencialmente diferencia a la clase obrera, incluso, en sentido estricto, de los pequeños y empobrecidos propietarios de granjas, comerciantes y taxistas, que a menudo luchan para ganarse la vida pero son dueños de sus productos, tiendas y taxis, desde un punto de vista marxista.

 

En cambio, en segundo lugar, la clase obrera sólo puede vender su propia capacidad de trabajo, su «fuerza de trabajo», sus músculos y su poder cerebral, por una suma más o menos fija cada semana o mes, pagada como salario o sueldo. La competencia entre las empresas significa entonces que el patrón debe intentar extraer tanto trabajo como sea posible de esos trabajadores por ese sueldo o salario.

 

Tradiciones

La clase obrera surgió históricamente como una clase bastante separada en este sentido, y puede llegar a ser muy consciente de que es una clase explotada, explotada por los patrones, los propietarios y, en diversos grados, por aquellos que actúan como sus agentes y sus ejecutores.

 

La clase obrera se desarrolla entonces históricamente como una formación económica y social en la sociedad, con sus diversas tradiciones. Entonces abarca no sólo a los que trabajan, sino también a sus familias y a los que no pueden o no trabajan.

 

Abarca a los desempleados, a los discapacitados y a las personas que cuidan de los niños o de sus familiares, por ejemplo, o a los estudiantes de la escuela y a los que cursan estudios superiores.

 

Y si los trabajadores desempleados toman taxis u otras posiciones de autoempleo, pueden seguir siendo parte de la clase obrera desde este punto de vista social, especialmente si continúan adhiriéndose a su conciencia de clase y apoyando sus luchas, incluso si, nominalmente, ahora son dueños de los medios para ganarse la vida.

 

Actitudes sociales

La definición de Engels es muy amplia. A finales de 2007, el 57% de las personas se consideraban de clase trabajadora en el Reino Unido (encuesta sobre Actitudes Sociales Británicas del Centro Nacional de Investigación Social) y el porcentaje está aumentando. Este punto de vista está completamente en desacuerdo con las mediciones sociológicas convencionales que clasifican a la gente de la clase trabajadora según sea «blue collar» (cuello azul) o de  ocupaciones manuales y han tendido a sugerir que alrededor del 30% al 35% de la gente es de clase trabajadora.

 

Claramente, los marxistas están más en sintonía con la percepción popular como se muestra repetidamente en las encuestas de actitudes sociales. La definición marxista de la clase obrera en el Manifiesto Comunista abarca mucho más que los trabajadores puramente de fábrica e industriales, como se define convencionalmente, aunque, debido a su posición en el proceso de producción y distribución, los trabajadores manuales (incluyendo no sólo los trabajadores de fábrica, por supuesto, sino una amplia variedad de ocupaciones desde enfermeras hasta conductores de trenes) siguen siendo un sector clave de la clase obrera. De hecho, la clase obrera, desde el punto de vista esbozado por Engels, abarca la gran mayoría de la sociedad en Gran Bretaña hoy en día, al igual que en otros países capitalistas económicamente avanzados.

 

Fundamentalmente, desde el punto de vista del Manifiesto Comunista, los trabajadores son aquellos que «deben venderse a destajo» por un sueldo o salario, como dice el Manifiesto Comunista. En el sentido más amplio, esta definición se aplica igualmente hoy en día al trabajador del automóvil, al oficinista, al funcionario y al maestro.

 

Por supuesto, no todos los que reciben un salario pueden ser considerados simplemente como miembros de la clase obrera. Aquellos atados por mil cuerdas a la clase capitalista – las capas superiores de la administración, y los altos cargos del ejército, la policía, el servicio civil, el servicio de salud, etc. – aunque sean asalariados y no capitalistas, no pueden, desde la perspectiva de la naturaleza de clase de la sociedad, ser considerados como parte de la clase obrera.

 

La clase media

Desde un punto de vista marxista, el término ‘clase obrera’ no se refiere en ningún sentido simplemente a cualquiera que este empobrecido. Este es un concepto erróneo común, particularmente en los EE.UU., donde el término «clase media» es a menudo utilizado por los políticos para agrupar a los trabajadores cualificados y semicualificados, junto con los comerciantes y pequeños empresarios sin discriminación. Un cierto nivel de riqueza ha llegado de vez en cuando históricamente a muchos sectores de la clase obrera, especialmente a sus sectores más cualificados y más educados, como resultado de su propia organización sindical y política.

 

Los trabajadores de cuello blanco, por supuesto, son comúnmente percibidos como parte de la clase trabajadora en el Reino Unido, especialmente desde la segunda mitad del siglo pasado, como muestran las encuestas de actitudes sociales. Los modernos propietarios de los «molinos satánicos iluminados» del centro de llamadas de veinticuatro horas, situado en el norte de Inglaterra, donde trabajan los hijos e hijas de los mineros despedidos, utilizan hoy en día métodos de fábrica, imponiendo contratos de cero horas, aplastando a los sindicatos – en una palabra – enseñando de nuevo la lucha de clases.

 

Aún así, algunos sectores de trabajadores con buenos ingresos se consideran a sí mismos como clase media – si no fuera así, el porcentaje de la población que se considera a sí misma como clase trabajadora sería mucho más alto todavía. Pero desde una perspectiva marxista, tomada en el sentido más amplio, aquellos que trabajan por un sueldo o salario son en su mayoría parte de la clase obrera. Y esto se está demostrando, no sólo en las encuestas, sino en la acción.

 

Muchos trabajadores que una vez tuvieron ocupaciones relativamente privilegiadas han sido forzados, durante las últimas décadas, a jugar un papel activo en huelgas y manifestaciones, como una especie de bautismo en la lucha de la clase obrera. Los funcionarios, maestros y profesores, por ejemplo, se están convirtiendo cada vez más en una parte integral de la clase obrera desde el punto de vista de la lucha de clases.  Socialmente, algunos individuos de estos diferentes sectores de la clase obrera pueden parecer mundos aparte, pero la clase obrera se dibuja, señala el Manifiesto, desde fuentes dispares.

 

Muchos de la vieja clase media ‘baja’ de los días de Marx y desde entonces fueron forzados a las filas de la clase obrera, trabajando como apéndice de algún vasto conglomerado. Muchos que alguna vez fueron orgullosos ‘comerciantes’ autoempleados, aquellos que no trabajaban directamente para un jefe, y que no eran empleados asalariados o asalariados, fueron forzados por la competencia de las grandes compañías a perder su independencia y a buscar trabajo asalariado – un proceso que continúa hasta hoy.  Con gran previsión, el Manifiesto explica:

 

«Las capas inferiores de la clase media -los pequeños comerciantes, los tenderos y los comerciantes jubilados en general, los artesanos y los campesinos- se hunden gradualmente en el proletariado… Así, el proletariado se recluta de todas las clases de la población».

 

El marxismo sostiene que la posición económica en que se encuentra la gente, por ejemplo como trabajadores asalariados o asalariados que solo pueden, en última instancia, utilizar los métodos de la lucha de clases colectiva para obtener mejores salarios, desempeña un papel muy importante en su desarrollo de conciencia.

 

Empobrecimiento

Ahora bien, el Manifiesto no argumenta simplemente que el empobrecimiento cada vez mayor lleva a los trabajadores a rebelarse. Este error común se repite en la introducción de la edición Verso de 1998 del Manifiesto Comunista, que celebra los 150 años de la publicación del Manifiesto, escrito por Eric Hobsbawm. La «inevitable pauperización» de la clase obrera, afirma, era «el mecanismo que debía asegurar» la caída del capitalismo y la victoria de la clase obrera.

 

El profesor Hobsbawm, el historiador (y una vez líder teórico del Partido Comunista Británico) que declaró en 2009 que el socialismo había fracasado y estaba en bancarrota (Guardian, 10 de abril de 2009), representa a muchos intelectuales que desafían la vanguardia del pensamiento marxista. «Lo que está mal en el Manifiesto», prosigue Hobsbawm para concluir, es la afirmación de que la clase obrera debe ser considerada la única «clase realmente revolucionaria». (Manifiesto Comunista, Edición Verso 1998, p. 21)

 

Hobsbawm echa de menos la dinámica (o «dialéctica») del Manifiesto. Lejos de contemplar puramente la «inevitable pauperización» de la clase obrera, el Manifiesto presenta una batalla entre la clase obrera y los patrones, «una guerra civil más o menos velada» con sus victorias y derrotas, en la que la clase obrera puede desarrollar una creciente conciencia de su papel en la sociedad:

 

«El verdadero fruto de la batalla no está en el resultado inmediato, sino en la unión cada vez más amplia de los trabajadores».

 

Se forman sindicatos, primero a nivel local y luego a nivel nacional, y se superan las divisiones entre los diferentes oficios y sectores de la clase obrera, y los sindicatos se fusionan y actúan juntos. Se forman partidos de la clase obrera. La clase obrera «pasa por varias etapas de desarrollo».

 

«Esta organización de los proletarios como clase, y por consiguiente en un partido político, se trastorna continuamente… Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme, más pujante».

 

La lucha de los trabajadores «obliga al reconocimiento legislativo». El Manifiesto da el ejemplo del «proyecto de ley de las diez horas en Inglaterra», legislación gubernamental para limitar la duración de la jornada laboral. De esta manera, episódicamente, la clase obrera en Europa se levantó en los últimos dos siglos, colectivamente, utilizando cada vez más su fuerza colectiva, formando partidos políticos que -por un período- promulgaron legislación a su favor. Pero mientras el capitalismo permanezca, cada victoria es sólo temporal, y debe ser recuperada una y otra vez. Este proceso continuará hasta que el capitalismo sea eliminado.

 

Es cierto, por supuesto, que esta batalla ha continuado durante mucho más tiempo del que Marx anticipó. La clase obrera – especialmente en Europa, al menos por períodos temporales – ha ganado innumerables concesiones de los capitalistas, tal vez mucho más grandes que las anticipadas en el Manifiesto, aunque Marx iba a vivir para ver a los representantes de la clase obrera entrar en un parlamento burgués. (Los socialdemócratas alemanes, considerados en ese momento como un partido marxista, ganaron doce escaños en el Reichstag en 1881, a pesar de la enorme persecución).

 

También es cierto que el capitalismo ha empobrecido a los pueblos oprimidos de continentes enteros del globo. Los escritores socialistas y antiglobalización han descrito con gran detalle cómo las multinacionales y las instituciones capitalistas como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han reducido a los pobres y a los oprimidos de un país tras otro a la más desesperada pobreza.

 

Sin embargo, de manera increíble -reflejando su existencia consagrada- Hobsbawm afirma que el capitalismo no trajo el empobrecimiento: «esto no tenía que suceder – y de hecho no sucedió.» (p. 22)

El papel central de la clase obrera

Pero, ¿es la clase obrera la «única clase realmente revolucionaria» que puede lograr una sociedad socialista, como sostiene el Manifiesto? ¿Por qué el Manifiesto señala a esta clase y no, por ejemplo, a los pobres rurales (entonces) mucho más numerosos y en muchos casos más oprimidos?

 

El Manifiesto explica muy claramente que el papel de la clase obrera está determinado por su posición material en la sociedad. A medida que se desarrolla la industria «el proletariado no solo aumenta en número, sino que se concentra en mayores masas, su fuerza crece y siente más su fuerza».

 

La posición única que tiene la clase obrera, en el centro de la producción y distribución de bienes y servicios, la abrumadora mayoría en los grandes pueblos y ciudades, la hace especialmente capacitada para hacerse cargo de la dirección de la sociedad. Sus luchas se convierten inevitablemente en «luchas políticas». Como dijo Lenin, líder con Trotsky de la Revolución Rusa de 1917: «La fábrica los unió, la vida del pueblo los iluminó, la lucha común en las huelgas así como la acción revolucionaria los endureció(El Servicio Histórico de Marx y Engels)

 

El Manifiesto resume:

«Todos los movimientos históricos anteriores fueron movimientos de minorías… El movimiento proletario es el movimiento independiente y consciente de la inmensa mayoría, en interés de la mayoría inmensa. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.  El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta arriba, todo ese edificio que forma la sociedad oficial”.

 

Ni el trabajador del automóvil, el trabajador de un taller, el oficinista o el maestro son dueños de su propio lugar de trabajo, ni de las herramientas que usan, ni son dueños del producto de su trabajo. Es absurdo incluso pensarlo. El hecho de tener una casa, un coche o sólo la camisa en la espalda es irrelevante. No poseen propiedades con las que puedan ganarse la vida – no son terratenientes, ni capitalistas, ni tenderos, ni prestamistas. No prosperan con los dividendos de las acciones y los títulos.

 

La mayoría de nosotros -la gran mayoría- vive para trabajar y trabaja para vivir. Para nosotros no hay ganancia, sólo el mismo sueldo o salario, con quizás un escaso bono, o quizás un recorte de sueldo. Por muchos pequeños agravios que se interpongan entre nosotros de vez en cuando en nuestra rutina diaria, nuestro esfuerzo es esencialmente colectivo, ya sea en la industria o en el sector de los servicios, con el fin de terminar nuestro día de trabajo.

 

En comparación, el campesino y el pequeño empresario o comerciante de clase media están en competencia con sus pares, al igual que el capitalista.

 

El ex-marxista Hobsbawn argumenta que la clase obrera en Europa no ha demostrado ser históricamente la clase revolucionaria que Marx y Engels anticiparon en el Manifiesto Comunista. Al argumentar esto él, y otros llamados marxistas como él, denigran las muchas luchas heroicas de la clase obrera en Europa a lo largo de las décadas y esencialmente niegan la posibilidad de la revolución socialista.

Por el Manifiesto, por otra parte, ya que los patrones no pueden crear capital sin la clase obrera:

«Lo que la burguesía, por lo tanto, produce, por encima de todo, son sus propios sepultureros».

 

El Partido Revolucionario

¿Por qué la clase obrera no ha logrado hasta ahora acabar con el capitalismo, de modo que ya no pueda volver a amenazar la vida y los medios de subsistencia? El Manifiesto fue escrito antes de que Marx y Engels tuvieran la ventaja de conocer la experiencia de la Comuna de París de 1871, que les proporcionó a ellos, y a los futuros marxistas, muchas ideas sobre la dinámica de la revolución. Como dice Trotsky:

«La Comuna de París demostró que el proletariado, sin tener un partido revolucionario templado a la cabeza, no puede arrebatar el poder a la burguesía.»

 

Trotsky añade que el prolongado período de prosperidad económica que siguió a la Comuna de París convenció a la dirección de la clase obrera, los líderes a la cabeza de los partidos socialdemócratas de Europa, de que el capitalismo podía proporcionar un crecimiento constante de la riqueza, o por lo menos concedería constantemente un mejor nivel de vida a la clase trabajadora.

 

Esta dirección, en cada país de Europa, al enfrentarse a los horrores de la Primera Guerra Mundial, decidió apoyar la guerra de su propia clase capitalista particular. ¿Qué había sucedido con el grito del Manifiesto Comunista: «Trabajadores del mundo unidos»? Ocurrió que esta dirección «se convirtió en el principal freno de la revolución proletaria«.                      (Trotsky, El Manifiesto Comunista hoy)

No es que la clase obrera no vaya a luchar por un mundo mejor, argumentaba Trotsky. Es la falta de un partido revolucionario, o el fracaso de ese partido revolucionario, lo que ha llevado a la supervivencia del capitalismo.

 

A finales del siglo XX, los modernos partidos laboristas y socialdemócratas de la posguerra de la mayor parte del mundo, que las clases trabajadoras han llevado al poder, han sufrido una nueva «degeneración burguesa». Ellos, como el Partido Laborista en Gran Bretaña, se habían convertido en partidos capitalistas de principio a fin. Sin siquiera un partido político de masas para llamar como suyo, la clase obrera ha sido desarmada temporalmente en la arena política.

La clase trabajadora ha demostrado su potencial revolucionario más veces en el siglo y medio desde la publicación del Manifiesto, que cualquier otra clase en toda la historia de la humanidad. La historia de la clase obrera ha sido una historia de lucha revolucionaria desde su nacimiento.

 

 La clase trabajadora en acción

Pongamos las cosas en claro, tomando sólo los últimos años como ejemplo. En Argentina, las protestas de los trabajadores destituyeron a un presidente tras otro a finales de 2002. En su guerra contra Serbia, las bombas de la OTAN no sacaron a Milosevic del poder, lo reforzaron. Fue un posterior levantamiento revolucionario de los trabajadores, que asaltaron el parlamento, tomaron las calles, permanecieron vigilantes durante las noches siguientes.

 

Tras el colapso económico de mediados de 2008, una creciente marea de ira derrocó a los gobiernos de Europa oriental: Letonia, República Checa, Estonia y Hungría. La cólera en los Estados Unidos es tan grande, que un amigo del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, comentó: «Hay momentos, hoy en día, en los que piensas que Hugo Chávez podría ganar unas elecciones» en los EE.UU.

 

Aún más impresionante fue la escala de los movimientos que pusieron fin a los regímenes opresivos de la Europa del Este comunista. El 9 de noviembre de 1989, fueron los trabajadores y los estudiantes los que derribaron el Muro de Berlín en una ola de lucha imparable que se extendió por toda Europa oriental.

Estos regímenes fueron derrocados con muy poco derramamiento de sangre, porque hoy en día la clase obrera puede moverse en cantidades tan abrumadoras que los soldados enviados a defender a la clase dirigente pueden perder la moral, verse afectados por el ánimo insurreccional y hacerse a un lado o unirse a la multitud.

Estos movimientos desde abajo demostraron el poder de la clase obrera, pero no hubo una dirección marxista revolucionaria para completar el derrocamiento del capitalismo. Inevitablemente, entonces, los líderes esencialmente pro-capitalistas tomaron el control, o encontraron el poder cayendo en sus manos. Siguiendo los dictados del capitalismo, a veces actuando con extrema precaución, estos líderes provocaron entonces una contrarrevolución, para arrebatar a los patrones su dictadura diaria sobre sus empleados, y para establecer gobiernos que hicieran la voluntad de las finanzas internacionales.

 

Sin embargo, como predijo el Manifiesto, dondequiera que el capitalismo se ha extendido en busca de mano de obra barata, se ha desarrollado una clase obrera urbana, alcanzando cifras tan masivas -como en Sudáfrica o Corea del Sur- que, a pesar de la represión más feroz, los sindicatos han crecido y los dictadores han sido derrocados.

 

El mito de una clase trabajadora fragmentada

Aquellos, como el activista antiglobalización George Monbiot, que dan crédito al mito de la «atomización de la sociedad», de una clase obrera «fragmentada», parecen estar ciegos a estas luchas de clase fundamentales.

 

Escribiendo el día de Año Nuevo de 2002, Monbiot dice: «puede que tengamos que abandonar casi todas las estrategias que han funcionado en el pasado». (Guardian, 1 de enero de 2002) Estos y muchos otros mantras similares se dirigen particularmente contra la estrategia fundamental esbozada en el Manifiesto Comunista, que tiene sus raíces en las luchas de la clase obrera. Sin embargo, a pesar de las dudas de Monbiot, casi sin excepción, las únicas luchas realmente decisivas, que hacen época o revolucionarias son aquellas en las que la clase obrera desempeña un papel central.

 

Apenas tres semanas después del sombrío mensaje de Año Nuevo de Monbiot, el semanario del Partido Socialista, The Socialist, informó que «más de 60.000 miembros del PCS en las oficinas de beneficios» iban a hacer otra huelga de dos días, coincidiendo con la huelga de «miles de miembros del sindicato ferroviario RMT». Además, «140.000 trabajadores del Royal Mail» serían votados para la acción laboral. (The Socialist, 25 de enero de 2002)

 

Los periódicos nacionales temían un «regreso a los años 70», refiriéndose a la militancia industrial de esa década, que derribó un gobierno Tory. Se están eligiendo nuevos líderes sindicales más militantes, lo que refleja los ataques más severos que la clase obrera enfrenta ahora de la clase capitalista, en este período de crisis para el capitalismo.

 

Pero la militancia no es suficiente. El Manifiesto Comunista apoyó las luchas de la clase obrera y de los pobres de su tiempo que desarrollaron la unidad y la combatividad de la clase obrera.

 

Hoy los marxistas abrazan la creciente marea de huelgas y ocupaciones, protestas y luchas contra los despidos y los recortes salariales. Apoyamos las luchas antiglobalización, las luchas de los ecologistas, las protestas anticapitalistas, las protestas contra la guerra – todas las luchas contra las injusticias que afectan a la vida de los trabajadores.

 

Trabajar con iniciativas genuinas de los trabajadores

Marx y Engels dejaron claro que su partido revolucionario no debía actuar independientemente de la clase obrera, sino al contrario, ser su expresión más concentrada en todo momento. De hecho, si no actúa de esta manera, fracasará. Trotsky explica…

“En la vanguardia revolucionaria, organizada en un partido, se cristaliza la aspiración de las masas a obtener su libertad. Sin la confianza de la clase en la vanguardia, sin el apoyo de la clase a la vanguardia, no se puede hablar de la conquista del poder. En este sentido, la revolución proletaria y la dictadura son obra de toda la clase, pero sólo bajo la dirección de la vanguardia”.      (Estalinismo y Bolchevismo)

 

En la segunda parte del Manifiesto Comunista, Proletarios y Comunistas; el Manifiesto comienza abordando esta cuestión. «¿Que relación guardan  los comunistas con  los proletarios en general?« .  Responde «No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado

 El Manifiesto anticipa que los marxistas trabajarían con cualquier partido obrero genuino, en lugar de oponerse a ellos.

En 2009 en Inglaterra, en ausencia de un partido de trabajadores de masas, esto significa estar hombro a hombro con las muchas campañas genuinas de la clase obrera, por ejemplo para salvar hospitales, escuelas y otras instalaciones de la comunidad local.

 

Significa apoyar sus campañas electorales si deciden presentarse a las elecciones. En general, los marxistas aspiran a reunir esas iniciativas en un partido obrero masivo, federal e inclusivo con derechos y representación para todos. Esto significa hacer campaña para el establecimiento de un nuevo partido de masas de la clase obrera, basado en los sindicatos y en tales organismos de campaña, o donde no exista uno.

 

El Manifiesto no alienta a quienes, desde los tiempos de Marx hasta el presente, intentan proclamar o crear partidos amplios con el objetivo de reclamar derechos exclusivos para representar a la clase obrera. El Manifiesto tiene un enfoque claramente inclusivo.

Y el Manifiesto añade una clara referencia a los llamados partidos revolucionarios (tanto de la época como desde entonces) que anteponen sus propios intereses seccionales a los intereses de la clase obrera.

Un partido revolucionario genuino no debe sermonear a la clase obrera y tratar de imponerle sus propios «principios separados… por los que se debe conformar y moldear el movimiento proletario».

Construir partidos genuinos de masas y hacer campaña por una dirección marxista consciente no es fácil, pero es necesario. No existe un camino más fácil. Trabajando junto a los partidos y campañas genuinas de la clase obrera en todo momento, el marxismo gana continuamente la confianza de los luchadores más activos y con visión de futuro a su lado.

 

La necesidad de un nuevo partido de masas de la clase trabajadora

El trabajo de Marx y Engels consistió en construir un partido internacional de masas de la clase obrera, que derrocara el capitalismo. Pero el Manifiesto difícilmente podía anticipar la futura degeneración de la dirección de los partidos obreros.

 

La traición a las luchas de los trabajadores conduce a períodos temporales de decadencia, división y confusión ideológica. El Partido Laborista en Gran Bretaña y muchos partidos obreros en todo el mundo hoy en día, que encuentran sus orígenes en la inspiración y las luchas de los primeros marxistas (y que generalmente todavía se llaman ‘laboristas’ o ‘socialistas’ o ‘socialdemócratas’), han abandonado su liderazgo de la clase obrera, y se han convertido definitivamente en representantes de la clase capitalista. Esto ha hecho retroceder momentáneamente la conciencia de las amplias capas de trabajadores que solían dirigir.

 

Además, en el mejor de los casos, los líderes de partidos como el Partido Laborista en Gran Bretaña consideraron que la clase capitalista internacionalmente les permitiría reformar el capitalismo pieza por pieza. Repudiaron el marxismo. Por esta razón los llamamos ‘reformistas’. Nacionalizaron sólo las industrias que el capitalismo no podía gestionar de forma rentable y que, sin embargo, eran dependientes del resto de la industria, por ejemplo, la energía barata, el transporte o las comunicaciones. Introdujeron reformas de bienestar para apoyar a los trabajadores que el capitalismo había arrojado a la pobreza por los bajos salarios, el desempleo, la discapacidad o la vejez. Arreglaron las cosas.

 

Pero esta llamada «economía mixta», donde algunas industrias fueron nacionalizadas, todavía funcionaba sobre la base del beneficio. Seguía siendo una economía capitalista, y la clase capitalista se apoderó de las industrias nacionalizadas y del sector servicios. Por supuesto, la clase capitalista prefiere la privatización de estas industrias nacionalizadas para tener un control total sobre ellas.

 

La clase capitalista, sin embargo, siempre defenderá su propiedad. Ninguna clase dominante sale de las páginas de la historia voluntariamente. Los antiguos dirigentes del Partido Laborista sufrieron la ilusión de que a través del control del Estado y la gestión económica de la «economía mixta», la sociedad avanzaría gradualmente hacia el socialismo, a través de una reforma paso a paso. (Los líderes actuales del Partido Laborista, por supuesto, no tienen tales ilusiones – sus ilusiones están en una visión totalmente capitalista de la sociedad).

 

En los cincuenta años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, el socialismo nunca se alcanzó en ninguna parte de Europa o del resto del mundo. Ahora los dirigentes laboristas de todas partes han abandonado el reformismo, y muchas de estas medidas «reformistas» se han invertido o están siendo socavadas de manera decisiva.

 

Sin embargo, la clase obrera construirá nuevos partidos obreros de masas. En Gran Bretaña, varios dirigentes sindicales ya se están viendo obligados a reflejar parcialmente la presión que los trabajadores más previsores están ejerciendo para romper los vínculos sindicales con el Partido Laborista, y financiar candidatos alternativos anti- políticas de austeridad.

 

La transformación socialista de la sociedad

Es necesario transformar la sociedad capitalista, impulsada por el mercado, en una sociedad socialista basada en satisfacer las necesidades y  no para la ganancia de unos pocos. Hay que  poner fin a la violencia perpetrada contra la clase obrera, los pobres y oprimidos del mundo, e introducir una sociedad socialista, de una vez por todas.

Es necesario eliminar la competencia de la producción a gran escala y sustituirla por una planificación cuidadosa y democrática de los recursos y las necesidades.

Por ejemplo, en el Reino Unido, nuestros compañeros del Socialist Party exigen una forma socialista de nacionalización de las 150 empresas, bancos y compañías de seguros más grandes. A saber, estas pocas empresas dominan completamente la economía británica.

En lugar de la millonaria compensación otorgada a los antiguos gerentes de los bancos en quiebra, la compensación sólo se pagaría a aquellos antiguos propietarios de acciones que sean trabajadores ordinarios y jubilados que puedan demostrar su necesidad.

La nacionalización socialista sacaría a los patrones de la industria completamente, no los mantendría o los reemplazaría por otros. En su lugar, los marxistas exigen un control y una gestión democráticos de los trabajadores como medida esencial para la creación de una sociedad en la que la gente común  tome finalmente el control de sus vidas.

 

Las primeras medidas de esta nueva sociedad serían reducir las horas trabajadas, mejorar los salarios y las condiciones, y convertir la producción en proyectos sociales sin necesidad de obtener ganancias. La nacionalización socialista es el primer paso en el camino hacia la elaboración democrática de un plan de producción de estas grandes industrias, necesario para acabar con la anarquía de la producción y que forma parte de un esfuerzo colectivo junto con los consumidores y un gobierno socialista.

 

Por ejemplo, todas las empresas energéticas, las empresas de transporte e  industrias relacionadas  cooperarían en el paso a la producción de energía renovable, sin el obstáculo que existe bajo el capitalismo del miedo a la pérdida de beneficios, de cuota de mercado y de confianza de los accionistas. Este temor, por lo menos durante los últimos cuarenta años, ha socavado cualquier intención que las empresas energéticas y los gobiernos nacionales pudieran haber tenido bajo el capitalismo de salvar al planeta del desastre del calentamiento global que se avecina.

 

Para reorganizar la sociedad de esta manera contra la inevitable y decidida resistencia de la clase capitalista – se requiere un partido revolucionario de masas, que se haya ganado la confianza de la mayoría de la clase obrera. Por esta razón, Marx y Engels trabajaron sin cesar para ganar para sus ideas a los revolucionarios más decididos, «principalmente proletarios», y crear el Partido Comunista, y luego – y sólo luego – declarar este Manifiesto. El Manifiesto del Partido Comunista era una declaración abierta para unir a la clase obrera tras su bandera.

 

La planificación democrática

Aquellos (como Hobsbawm y Monbiot) que argumentan que la clase obrera no es la «sepulturera» de la clase capitalista, como afirma el Manifiesto, confunden las traiciones de los dirigentes obreros con una debilidad inherente a la propia clase obrera.

 

Después de la Segunda Guerra Mundial, la clase obrera en Gran Bretaña y en Europa – y en particular las tropas desmovilizadas – se habían radicalizado por sus experiencias y muchos abrazaron las ideas del socialismo. Con un liderazgo digno de sus aspiraciones, con una clara comprensión de las tareas, la clase obrera podría haber llevado a cabo una transformación socialista de la sociedad en Gran Bretaña rápida y pacíficamente. Pero la dirección del Partido Laborista, que la clase obrera llevó al poder en 1945, sólo esperaba hacer cambios dentro del sistema del capitalismo en una serie de «reformas». De esta manera, los capitalistas conservaron el poder.

 

La rápida transformación de la sociedad habría sido posible nacionalizando todos los «altos  mandos de la economía», alrededor de 750 o más grandes corporaciones en ese momento (ahora sólo 150). Dando compensación sólo a los accionistas con necesidades especiales, una sociedad socialista establecería inmediatamente un plan democrático de producción, puesto bajo el control y la gestión de la clase trabajadora.

Esta es una forma de expresar en el lenguaje de hoy la demanda del Manifiesto Comunista de la «abolición de la propiedad privada«, es decir, la abolición de la propiedad capitalista de la industria a gran escala, una frase que ha sido tan tergiversada.

 

Una sociedad socialista, explica el Manifiesto, «no priva a ningún hombre del poder de apropiarse de los productos de la sociedad». Todos pueden poseer, como posesiones privadas, los bienes producidos por una sociedad socialista. Pero una sociedad socialista acaba con el poder que los patrones tienen bajo el capitalismo «para subyugar el trabajo de otros» mediante la posesión de la «propiedad privada», ya sea en forma de corporaciones globales, grandes empresas o talleres de explotación; ya sea a través de la banca, la especulación de la propiedad o el terrateniente – o cualquiera de las otras estafas por las que la clase capitalista obtiene un ingreso directa o indirectamente de la clase trabajadora.

Dirigiéndose a la burguesía, el Manifiesto exclama:

«Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes!»

«Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad.  Pues sí, a eso es a lo que aspiramos.!»

 

En lugar de la anarquía por la búsqueda de ganancias, una sociedad socialista introduciría una planificación democrática. Un plan de producción terminaría con los ciclos anárquicos de auge y caída causados por el capitalismo – de sobreproducción, seguido de recesión, despido, cierres y quiebra.

 

En la agitación que siguió a la Segunda Guerra Mundial, tal movimiento podría haber inspirado movimientos similares en toda Europa y el mundo. Había muchas oportunidades, pero no había un partido revolucionario internacional con visión de futuro para llevarlas a cabo. Pero las lecciones de la historia no se han perdido, y nuevos partidos de masas, y una nueva dirección revolucionaria consciente pueden ser reconstruidos por la clase obrera.

 

Cuando los mercados bursátiles cayeron a un mínimo de cinco años en julio de 2002, el Daily Mirror declaró: «Karl Marx debe estar frotándose las manos con alegría y diciendo ‘Te lo dije’.» (30 de junio de 2002.) Al mismo tiempo The Independent comparó la preparación de la primera huelga total de más de un millón de trabajadores municipales con el «Invierno de descontento» de 1979, que derribó el anterior gobierno laborista, y la Huelga General de 1926, que tenía el potencial de acabar con el capitalismo en Gran Bretaña.

 

The Independent observa que en ambas ocasiones anteriores «sólo los trabajadores manuales estaban involucrados». (The Independent, 6 de julio de 2002.) Ahora los trabajadores de cuello blanco, arrastrados a la clase obrera propiamente dicha durante décadas por los procesos esbozados en el Manifiesto, y recientemente radicalizados por las privatizaciones, el pago de la pobreza y la explotación, han obligado a sus dirigentes sindicales a convocar una huelga. Sin ser observado por los comentaristas capitalistas y laborales, parece que el poder potencial de la clase trabajadora ha ido aumentando todo el tiempo. De hecho, ha habido una «constante expansión de los  sindicatos».

El mundo ha entrado en un período de guerra y depresión que posiblemente coincida con los años de entreguerras del siglo pasado, los años 20 y 30, cuando, inspirados por los objetivos socialistas de la revolución rusa, crecieron partidos comunistas de masas en todo el mundo.

 

El Estado

 Marx y Engels explicaron una segunda corrección al Manifiesto, después de la experiencia de la Comuna de París. En un prefacio a la re-publicación del Manifiesto en 1872, citaron un discurso hecho por Marx a la primera organización marxista internacional, la Asociación Internacional de Trabajadores:

«La clase obrera no puede simplemente apoderarse de la maquinaria estatal prefabricada y utilizarla para sus propios fines.» (La Guerra Civil en Francia)

 

Trotsky señala: «Marx  contrapuso más tarde al estado capitalista, el estado del tipo de la Comuna [de París]». Aquí todos los representantes eran elegidos, gente de la clase obrera, sujetos a revocación en cualquier momento, y sólo recibían el salario de un trabajador cualificado. Todo el edificio del establishment  fue desmantelado, como el poder judicial, y sustituido por personas elegidas con un salario ordinario sin privilegios ni pretensiones.

 

El Manifiesto es una de las explicaciones más influyentes y ampliamente publicadas de las ideas socialistas jamás escritas. El Manifiesto concluye proclamando que los comunistas rechazan los métodos conspirativos y…

«Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista.  Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas.  Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar.»

¡Trabajadores del mundo, uníos!»

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