“Las mujeres son las proletarias del proletariado”
(Flora Tristán)
por Catalina Cienfuegos
Luego del llamado “estallido social” iniciado el pasado 18 de octubre 2019, y mantenido por más de 4 meses, el país, la clase trabajadora, la vida cotidiana, nada ha vuelto a ser lo mismo, y no puede volver a ser lo mismo.
La opresión y desigualdad social de más de 40 años, acumula por generaciones un sentimiento de profunda injusticia social, sentimiento que hoy es incontenible y se expresa en este movimiento de furia, que grita claramente todo el descontento y frustración de la clase proletaria. Este sentimiento es producto del sistema económico productivo y social del país, el capitalismo más extremo del mundo, en donde tenemos por un lado un grupo de familias que significan alrededor del 1% de la población , donde se concentran todos los privilegios; para ellos, la oligarquía, asociada con la casta política en turbios negocios, hacen “sus leyes” que les permitan, en total impunidad, evadir impuestos, apropiarse de los recursos naturales, lucrar con los derechos básicos como la salud, la educación, las pensiones, coludirse para fijar los precios de productos elementales como remedios y alimentos, dueños de las carreteras, puertos y aeropuertos, medios de transporte, todo, todo privatizado y caro, mientras la clase trabajadora presenta los más altos índices de enfermedades mentales por estrés y depresión, las tasas de suicidios en adolescentes y adultos mayores más altas de América latina, explicado según los expertos, por las presiones que exige el sistema de vida que llevamos chilenas y chilenos, con largas jornadas de trabajo, para quienes lo tienen, alta cesantía y trabajos altamente vulnerables, con un sueldo mínimo incapaz de cubrir las necesidades básicas de una persona, menos aún para una familia, sumado a los altos costos que significan el transporte, la vivienda, medicamentos, colegios, un medio ambiente saqueado y contaminado, personas altamente endeudadas. De todo esto Chile ha tomado conciencia y ha dicho basta.
Es en este contexto político y social, complejo, de alta represión y violencia por parte del gobierno, que nos encontramos ad portas de un nuevo 8 de Marzo, día de las reivindicaciones de los derechos de la Mujer, cuando conmemoramos todas las vidas entregadas por la conquista de espacios para el desarrollo y participación de la mujer, derecho a la educación, al voto, al trabajo, a la libertad. Nos encontramos en un 8M histórico: Chile 2020, un sistema capitalista colapsado, incapaz de responder a la necesidades sociales, a una vida digna para la clase trabajadora; en respuesta, observamos sin lugar a dudas un proceso revolucionario donde se exige, no solo modificar los pilares del sistema productivo, político y económico, se impone derribarlos e iniciar un nuevo orden, una nueva sociedad, un sistema totalmente diferente, así lo dice este estallido social en su máxima expresión.
El capitalismo es un sistema estructuralmente patriarcal, y de eso debemos hablar, debatir, y reflexionar como clase en esta oportunidad. El Feminismo es Socialista, y el socialismo no será mientras no considere al 52 % de la población que significan las mujeres. Porque el feminismo no busca otra cosa más que la igualdad de oportunidades y de derechos para todas las personas, reconociendo las diferencias biológicas de cada sexo, y que no existe en la naturaleza solo hombres y mujeres, construcción binaria, constructo social, no natural, que discrimina y castiga a todo lo que no sea HOMBRE.
Una de las grandes dentro del desarrollo del feminismo, Flora Tristán (1803 – 1844), declaraba hace más de un siglo, “las mujeres son las proletarias del proletariado”. Si analizamos hoy la relación entre los sexos y los roles y oportunidades asignados a cada uno, vemos una historia de sombras, desigualdades, atropellos, abusos, doble explotación, desmerecido desplazamiento de los espacios de toma de decisiones, de dirección, de poder, así como también de participación en los espacios de la cultura, la ciencia, artes, política.
Sin embargo, en contraposición a condición de inferioridad asignada a la Mujer, por el solo hecho de ser mujer, observamos la trascendencia que han tenido ellas en los procesos sociales históricos, su activa participación en alcanzar una sociedad distinta, lo vemos con nitidez en la Revolución Francesa y Revolución Rusa, y para no ir tan lejos en el tiempo y la geografía, también recordamos la labor que tuvieron las mujeres durante la última dictadura en Chile (1973 -1990). Por lo tanto, la condición de inferioridad y dominación de la mujer, es una construcción machista y patriarcal, cuyos orígenes se explican inicialmente con la opresión de clase que requiere el sistema capitalista para su desarrollo: reproducción de mano de obra, diferencias de clases, reproducción de pobreza, mano de obra barata; para que todo eso exista se requiere a una gran población sometida, sin desarrollo de sus capacidades intelectuales, ni acceso a la educación e información, por lo tanto, todo el desarrollo de la conciencia y de la fuerza e influencia de la mujer, para sistema capitalista, es un estorbo. Pero por otra parte vemos, con bastante incomodidad para algunos, que la lucha anticapitalista y la construcción del socialismo se ha visto fuertemente entorpecida por el patriarcado, y nosotras las feministas socialistas lo sabemos, tenemos absoluta claridad que sin feminismo no hay socialismo, por lo que, más allá del análisis de los orígenes de esta discriminación y opresión del sexo femenino, cabe hacer la reflexión sobre el por qué el socialismo y el feminismo no han podido recorrer el mismo camino, o mejor dicho aun, por qué no se ha concretado el socialismo en la historia de la humanidad…? Ejemplo de esto lo podemos explicar en alguna medida, con lo que nos informa la historia sobre Olympe de Gauges (1748 – 1793); dos años después de la Revolución Francesa, la Asamblea General redactaba la Constitución de 1791, donde se reconocía los “Derechos del hombre y el ciudadano”, este mismo año Gauges redactó la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”. El argumento de esta feminista socialista se centraba, al igual como lo reclamamos hoy día en pleno siglo XXI, en que las mujeres nacen libres y por lo tanto permanecen iguales a los hombres en capacidades, ya que no existen en la naturaleza condiciones que las haga inferiores, las diferencias se originan en criterios sociales o económicos. La lucha abierta de Olympe de Gauges contra el machismo jacobino la llevó a la guillotina en 1793. Es difícil, aun hoy día ser mujer, feminista y socialista. El machismo y el patriarcado han sido y es un gran escollo para la evolución de la humanidad, y de esto debemos hacer los debates pertinentes, reflexionar al respecto y dar las luchas que sean necesarias, porque la emancipación de la Mujer, la igualdad en todos los planos, es lo único que garantiza la trasformación social y productiva, que cada día se hace más urgente.
El feminismo marxista lo considera claramente, declara que la desigualdad de género está determinada en último término, por el modo capitalista de producción en la división de clases sociales. La subordinación de la Mujer es mantenida, la opresión, porque sirve a los intereses del capital y de la clase dominante. Las personas más desposeídas, vulnerables, y oprimidas son, como decía Flora Tristán, las mujeres obreras, una problemática que persiste en nuestros días y debe ser resuelta. El paradigma patriarcal se empecina en exiliar de los espacios políticos a la mujer, por prejuicios clasistas y sexista, porque temor a la disputa del poder, así, tanto en los varones proletarios, como burgueses, el eje de poder es igual, y ven a la mujer siempre como “lo otro”. El feminismo socialista saca a la luz estas realidades de manera crítica, para poner en cuestión los intereses políticos, económicos, culturales y sociosexuales que rigen “el orden” del mundo. La pluma androcentrista ha sido eficiente en su trabajo de expulsar de la historia el aporte y las voces de mujeres, al mismo tiempo que le asigna estereotipos “femeninos” como condición, dibujada con la misma pluma de la misoginia, artífice de todo constructo no natural. Este vínculo de sometimiento es lo que ha impactado fuertemente, profundamente en todo el desarrollo de la sociedad, porque paraliza las capacidades intelectuales, polémica de los paradigmas que sostiene la inferioridad de la mujer “por naturaleza” y voluntad de un dios misógino, que han puesto al “segundo sexo”, o “sexo débil” como objeto de piedad, al borde del desprecio. Todo esto, aunque nos parezca arcaico y no vigente, se mantiene en total ejercicio, y por esto no ha sido posible construir un sistema socialista exitoso, permanente.
Este 8M 2020 será histórico. Así como Chile despertó, la Mujer también lo ha hecho, y ha tenido, como antes, un rol protagónico en esta transformación social, nos hemos reconocido, unido y articulado, pero también reconocemos que para el desarrollo pleno, la evolución a una sociedad sin segundas clases, es necesario el aporte y trabajo de hombres y mujeres. La tarea que nos reclama este momento histórico nos exige lo más grande de cada uno y de cada una de nosotras, los socialistas y sobre todo los revolucionarios y revolucionarias debemos entender esto, superar esta mala historia de injusticias. Nos convocamos a luchar sin tregua por una país, y un mundo en donde cada uno y cada una, pueda desarrollar al máximo sus capacidades, nacidas desde la libertad y la igualdad, no cercenada por la discriminación de clases privilegiadas. Nos convocamos a construir un país nuevo, a construir socialismo, al gobierno de la clase trabajadora, donde la mujer tenga el espacio que le ha sido negado por siglos, permitir la evolución de la humanidad, permitir la vida plena.