por Jano Ramírez
Hoy, a 53 días de la desaparición de Julia Chuñil, nos encontramos no sólo ante un caso de injusticia, sino frente a un símbolo de la opresión estructural que enfrenta el pueblo mapuche y los sectores populares de Chile. Julia no está con su pueblo, no está con su comunidad, y el silencio de las instituciones del Estado es el eco de una historia larga de invisibilización y violencia hacia los pueblos originarios.
La desaparición de Julia no es un hecho aislado ni una simple negligencia: es el resultado de un sistema que prioriza los intereses de los poderosos por sobre la vida de quienes habitan en resistencia. Julia, como tantas mujeres mapuche, representa una amenaza para un modelo que explota la tierra, el agua y la dignidad de los pueblos, todo en nombre del lucro.
El pueblo mapuche no solo ha enfrentado siglos de despojo territorial y cultural, sino que hoy carga con el peso de ser criminalizado por defender su vida, su historia y su conexión con la Ñuke Mapu (Madre Tierra). La desaparición de Julia Chuñil ocurre en un contexto de militarización de los territorios, represión sistemática y un Estado que permite la explotación extractivista de las forestales y empresas transnacionales, mientras ignora las demandas básicas de justicia.
La lucha por Julia es la lucha por todas
El caso de Julia Chuñil debe entenderse como parte de una política de silenciamiento. Las mujeres indígenas son quienes sostienen las comunidades, quienes defienden el territorio con sus cuerpos, quienes preservan la lengua y la cosmovisión. Su desaparición no sólo arrebata una vida, sino que busca desarticular la resistencia colectiva que ellas representan.
No podemos dejar de vincular esta desaparición con la violencia estructural de género que atraviesa a las comunidades. Las mujeres trabajadoras, y en particular las mujeres indígenas, son quienes más sufren la explotación en todos los niveles: en sus territorios, en sus hogares, en sus trabajos precarios. Julia no está con nosotras porque este sistema necesita silenciar a quienes resisten, a quienes sueñan con un futuro distinto.
Un llamado al pueblo: ¡No al silencio!
A 53 días de su desaparición, el llamado es claro: no podemos permitir que la desaparición de Julia quede en el olvido. Alzar la voz por Julia es alzar la voz contra la injusticia, la explotación y el racismo que sufren nuestras comunidades.
Es urgente que las organizaciones sociales, sindicatos, colectivos feministas y comunidades mapuche se unan en esta lucha. Debemos exigir respuestas, justicia y garantías de no repetición. Pero esto no será suficiente si no cuestionamos el sistema que permite y perpetúa estas violencias.
¿Cómo responder?
1. Movilización: Convocatorias en las calles, manifestaciones y actividades públicas que visibilicen el caso de Julia Chuñil y lo conecten con las demandas más amplias del pueblo mapuche y los trabajadores.
2. Organización: Crear redes de solidaridad entre pueblos, sindicatos, comunidades y colectivos para denunciar no solo este caso, sino la estructura que lo permite.
3. Educación: Generar conciencia sobre las raíces estructurales de la opresión hacia los pueblos indígenas y mujeres, vinculando la lucha mapuche con la lucha de todos los pueblos explotados.
La desaparición de Julia Chuñil no puede ser tratada como un caso más. Es un llamado a todos quienes vivimos en resistencia, quienes soñamos con una sociedad donde la vida valga más que el capital, donde el pueblo sea el protagonista y donde la Ñuke Mapu sea respetada.
«Küme Mogetun tami ad-mongen Julia, nor fachi ka che ñi kimeltuwün» (Luchar por la justicia de Julia es defender la sabiduría y vida de los pueblos).
Por Julia, por el pueblo mapuche, por todos los desaparecidos: ¡Marrichiweu! (Diez veces venceremos).