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¿Puede China desafiar al imperialismo estadounidense como potencia militar?

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Lence Law

Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.

 

La elección de Trump como presidente de EEUU está acelerando las tendencias ya existentes hacia la recesión económica mundial, la polaridad multinacional en las relaciones geopolíticas y el aumento de las tensiones militares. A pesar de haber sido elegido prometiendo desentenderse de la participación estadounidense en guerras internacionales como la de Ucrania, Trump, en realidad, aumentará el gasto militar, siendo la esfera de influencia de China en el Mar de China Oriental y el Mar de China Meridional, en particular, una preocupación para el imperialismo estadounidense.

 

Los gobiernos capitalistas internacionales también se están volcando en reforzar sus aparatos militares. El primer ministro laborista Keir Starmer en el Reino Unido se ha comprometido a aumentar el gasto en defensa en 13.400 millones de libras adicionales al año. Donald Tusk, primer ministro polaco, ha pedido a Polonia que se convierta en una potencia nuclear. Alemania, Francia, Canadá, etc. tienen previsto gastar miles de millones más en armamento. Starmer ha declarado que si se llega a un acuerdo con Ucrania, está «listo y dispuesto» a poner «botas» británicas sobre el terreno.

En el contexto de este mundo capitalista cada vez más desordenado, los recientes avances que está realizando China, capitalista de Estado, en tecnología militar suponen una amenaza más para el imperialismo estadounidense. En este artículo, Lence Law plantea la pregunta: ¿Es capaz China de desafiar al imperialismo estadounidense como potencia militar?

 

El 26 de noviembre de 2024, dos nuevos tipos de aviones militares sobrevolaron Chengdu y Shenyang. Estas aeronaves eran de mayor tamaño que el actual caza de «quinta generación» más avanzado de China, el J-20, con un par de amplias alas en delta y un característico diseño furtivo «sin cola». Aunque el gobierno chino no ha hecho ninguna declaración oficial, su diseño general es similar al modelo de «caza de nueva generación» presentado por China en el Salón Aeronáutico de China 2023 en Zhuhai. También son similares a las imágenes conceptuales publicadas por el ejército estadounidense para el programa «NGAD» (Next-Generation Air Dominance, Próxima Generación de Dominio Aéreo).

 

Como resultado, los dos aviones que realizaron sus vuelos inaugurales ese día fueron ampliamente considerados por la mayoría de los medios y observadores militares como prototipos de un «caza de sexta generación». Es la primera vez que las Fuerzas Aéreas chinas «toman la delantera» a las estadounidenses en materia de experimentación tecnológica, ya que estas últimas aún no han revelado ningún avión físico para su programa NGAD.

 

Más tarde, en diciembre, China también desveló su nuevo buque de asalto anfibio pesado y un nuevo tipo de avión de «alerta temprana aérea» (AEW). Si además tenemos en cuenta el auge de China en la fabricación de vehículos eléctricos, la nueva industria energética y la inteligencia artificial DeepSeek, recientemente presentada, parece que el ascenso tecnológico chino es cada vez más agresivo.

 

Expansión geopolítica y militar de China

 

El desarrollo militar de China ha progresado paralelamente a su rápido crecimiento económico, pero su planificación estratégica a largo plazo comenzó generalmente tras la influencia de la Crisis del Estrecho de Taiwán y la Guerra del Golfo en la década de 1990. Antes de eso, durante la oleada de privatizaciones y reformas capitalistas de la década de 1980, el gobierno del PCCh había abandonado o dejado en suspenso una gran cantidad de proyectos de desarrollo militar y tecnológico. Como resultado, cuando se produjo la crisis, la sociedad china volvió a encontrarse bajo la amenaza de ser invadida y derrotada por el vasto sistema de alianzas militares formado por Estados Unidos, la OTAN y sus aliados del Pacífico Occidental, por ejemplo Japón.

 

Desde finales de la década de 1990 hasta principios del siglo XXI, las reformas de Jiang Zemin frenaron la ulterior neoliberalización económica, reorganizaron la fuerza de los burócratas capitalistas y restablecieron el control sobre las industrias estatales. Este periodo marcó el inicio de los esfuerzos de China por ponerse a la altura de las ventajas tecnológico-militares occidentales. Muchos proyectos militares que se completaron después de la década de 2010 -ejemplificado por el portaaviones «Liaoning», el primer portaaviones de la Armada del Ejército Popular de Liberación (EPL), que fue comprado a Ucrania y modificado, así como el programa del caza furtivo de «quinta generación» J-20 de la Fuerza Aérea del EPL- se iniciaron e investigaron durante las décadas de 1990 a 2000.

A medida que la economía china crecía y los presupuestos gubernamentales se ampliaban, Pekín mantuvo un gasto militar constante a un nivel ligeramente inferior al 2% del PIB, por ejemplo el 1,4% en 2010. Aunque la proporción era relativamente baja -significativamente inferior a la de potencias militares como Estados Unidos (4,9% en 2010) y Rusia (4,0% en 2010)- durante el mismo periodo, el rápido crecimiento de la economía china provocó un aumento sustancial del importe total del gasto militar. Desde 2009, el gasto militar chino se convirtió en el segundo mayor del mundo, lo que refleja el ascenso económico de China.

 

En la década de 2010, China empezó a mostrar una clara ambición de alcanzar y desafiar a Estados Unidos tanto en tecnología militar como en competencia geopolítica, lo que está estrechamente relacionado con el cambio de relaciones económicas y los intereses de la clase dirigente china. Empezaron a sentirse insatisfechos con su posición inferior en la cadena de producción mundial. La clase dominante estadounidense comenzó a adoptar una opinión más hostil hacia el desarrollo económico chino, en lugar de «acoger con satisfacción el ascenso de China», como declaró el Gobierno de Obama en 2012.

 

El desarrollo militar chino también se aceleró como reacción a los desafíos políticos. Esto se reflejó no sólo en la puesta en servicio de nuevos equipos militares, sino también en la modernización general del EPL, incluida su mecanización e informatización. A medida que mejoraba el poderío militar, la posición geopolítica de China adquiría una forma más asertiva.

 

Esto fue especialmente evidente en la influencia militar y geopolítica de China en el Mar de China Oriental y el Mar de China Meridional. Por ejemplo, ante las tensiones con Japón por el intento de Tokio de «comprar» las islas Diaoyu (Senkaku en japonés), Pekín no sólo alentó fuertes protestas, sino que inició la normalización de las patrullas navales y aéreas chinas en torno a las islas. Además, China empezó a reivindicar las islas y arrecifes del Mar de China Meridional, que habían estado controlados de hecho por varios países, como Vietnam y Filipinas.

 

Estados Unidos lanzó su estrategia «Pivot to Asia» en 2011, destinada a reforzar su presencia militar en la región. Como parte de esta política, EE.UU. planeaba desplegar el 60% de sus fuerzas en la zona de Asia-Pacífico, principalmente en la primera y segunda cadenas de islas para contrarrestar las crecientes capacidades militares de China e intervenir en posibles conflictos en la periferia china. Lo interesante es que, esta estrategia se anunció un año antes que su declaración de «bienvenida al ascenso de China». Reflejaba que el enfrentamiento geopolítico entre China y Estados Unidos era complejo y contradictorio y cambiaba gradualmente, en lugar de un giro repentino hacia una postura hostil.

 

La estrategia de China para enfrentarse a Estados Unidos se ha descrito como estrategia «Anti-Acceso/Denegación de Área» (A2/AD), que sigue siendo un componente central de su estrategia militar incluso en la actualidad. La esencia de este enfoque es aprovechar las «ventajas asimétricas» -como la capacidad de desplegar un número significativo de misiles terrestres de medio y largo alcance y mantener una fuerte presencia aérea en tierra firme- frente a Estados Unidos, cuyos despliegues militares en Asia-Pacífico están más limitados geográficamente.

 

La flota naval china aún no puede igualar en fuerza a la estadounidense, pero sus capacidades militares regionales integradas, no sólo el poder naval, le permiten desafiar la presencia militar estadounidense en Asia-Pacífico. Esta «zona de ventaja militar» se centraba inicialmente en torno a China continental y a un espacio marítimo y aéreo próximo a ella, pero se ha ido ampliando gradualmente hasta abarcar el estrecho de Taiwán y el mar de China Meridional. Hasta ahora, esta zona de «A2/AD» podría incluir ahora toda la zona de la primera cadena de islas, que incluye Taiwán.

 

Desde 2016, el poderío militar de China no ha dejado de crecer y, en múltiples dimensiones, ha alcanzado gradualmente el mismo «nivel generacional» que Estados Unidos, en términos de tecnología. Por ejemplo, en 2017, el caza furtivo de «quinta generación» de China, el J-20, entró oficialmente en servicio, y en 2024, su segundo caza furtivo, el J-35, también estuvo operativo. Esto convirtió a China y EE.UU. en los dos únicos países del mundo en obtener dos tipos de cazas de quinta generación. En términos de poder naval, de 2012 a 2022, la cantidad total de buques construidos de la Armada china, en términos de tonelaje de desplazamiento de agua, aumentó cinco veces. Durante este período, China amplió su flota a un ritmo de 100.000 a 150.000 toneladas de desplazamiento de agua al año.

 

China no sólo ha reforzado su presencia militar en las regiones más próximas, sino que también ha intentado ampliar su proyección de poder a escala mundial. En 2024, China contaba con dos portaaviones operativos y había finalizado la construcción de su tercer portaaviones. Además, en 2022, China firmó un acuerdo de cooperación en materia de seguridad con las Islas Salomón, con lo que China pudo extender su influencia fuera de la primera y la segunda cadena de islas, lo que suscitó preocupación entre países como Australia y Japón.

Aunque China todavía no es una superpotencia con una proyección de poder global como Estados Unidos, su creciente influencia militar es ahora capaz de desafiar a Estados Unidos a intervenir en cualquier conflicto que se produzca dentro de la «primera cadena de islas», que es la zona naval que va desde Japón hasta el Mar de China Meridional. La creciente posibilidad de que los militares chinos operen en torno a Australia y el Océano Índico también refleja que China no está satisfecha con su actual influencia geopolítica regional. El creciente papel imperialista de China se está convirtiendo gradualmente en el objetivo del desarrollo militar chino.

 

¿Cuánto cuesta?

Desde 2009, China y Estados Unidos son los dos países del mundo que más gastan en armamento. Sin embargo, aunque Estados Unidos sigue manteniendo un presupuesto militar mayor que el total combinado de los siguientes nueve países que más gastan, no ha establecido un dominio absoluto sobre el resto del mundo. Por el contrario, China le ha alcanzado rápidamente tanto en tecnología como en escala.

 

En 2024, el presupuesto militar oficial de Estados Unidos ascendía a 806.000 millones de dólares, mientras que el gasto oficial en defensa de China era de 1,67 billones de yuanes, equivalentes a unos 231.400 millones de dólares. Sin embargo, es importante señalar que una parte significativa del presupuesto militar estadounidense se destina a mantener su presencia militar global, incluido el mantenimiento de armas nucleares, el despliegue global de tropas y los sistemas de defensa aérea en Europa, así como las operaciones militares y de seguridad en Irak y otras regiones.

Los costos operativos de los despliegues en el extranjero son sustancialmente superiores a los de las fuerzas nacionales. En consecuencia, la rentabilidad del gasto militar estadounidense podría ser inferior a la del gasto chino, que sigue centrado en la defensa nacional y la denegación de zona. Y podría haber un mayor coste en inversión en tecnología militar, ya que China ha jugado en gran medida a «ponerse al día», lo que conlleva un menor coste en exploración tecnológica.

 

Sin embargo, a pesar de las enormes inversiones en programas como el destructor DDG-1000, el caza F-35 y la iniciativa NGAD, el ejército estadounidense se ha enfrentado repetidamente a excesos presupuestarios, retrasos en los proyectos e incluso cancelaciones. Además, la corrupción y la ineficacia en la compra de armamento debilitan aún más la eficacia general de su gasto en defensa.

 

En abril de 2024, durante una audiencia en el Congreso sobre el presupuesto de defensa estadounidense para el año fiscal 2025, el Secretario de las Fuerzas Aéreas fue interrogado por un congresista sobre por qué las Fuerzas Aéreas habían comprado una bolsa de casquillos metálicos ordinarios por 90.000 dólares, cuando el precio de mercado era de sólo unos 100 dólares. Estos casos de costos de compra «por las nubes» no son un caso aislado. En 2018, Popular Mechanics informó que la Fuerza Aérea de los Estados Unidos gastó 32.000 dólares en 25 tazas de café de acero, con un precio medio de más de 1.200 dólares cada una, simplemente porque sus asas de plástico se rompían con frecuencia, y los procedimientos de compra militares no permitían comprar asas de repuesto por separado. A raíz de la reacción de la opinión pública, las Fuerzas Aéreas adoptaron la solución alternativa de imprimir las tazas de café en 3D, lo que redujo considerablemente los costos.

 

El aumento de los costos del equipamiento militar estadounidense en los últimos años se debe principalmente a la manipulación del «complejo militar-industrial» (MIC). Se trata de un término acuñado por el presidente estadounidense Eisenhower a principios de la década de 1960 que admite los intereses creados que sectores de la clase capitalista tienen en los altos niveles de gasto militar debido a que aumentan la demanda de sus productos y, en última instancia, impulsan sus ganancias. En la década de 1990, la administración Clinton puso en marcha una iniciativa de fusión de las empresas de la industria de defensa estadounidense. Lockheed Corporation se fusionó con Martin Marietta, Northrop se fusionó con Grumman y Boeing adquirió McDonnell Douglas. En aquel momento, el gobierno estadounidense argumentó que unas empresas de defensa más grandes «eliminarían gastos de gestión innecesarios» y proporcionarían productos más baratos.

Sin embargo, el resultado fue el opuesto al previsto. En la actualidad, el mercado de aviones de combate de las Fuerzas Aéreas estadounidenses está monopolizado por Lockheed Martin, los bombarderos sólo los fabrica Northrop Grumman y los principales contratos de la Marina estadounidense para portaaviones y destructores se los reparten Huntington Ingalls Industries y General Dynamics. En este entorno monopolístico, el Pentágono carece de capacidad para negociar los precios, mientras que los «MIC» utilizan los grupos de presión política para presionar al gobierno estadounidense a fin de que apruebe presupuestos de emergencia adicionales o ayudas financieras para retrasar el desarrollo y la fabricación.

 

El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI) estima que el gasto real en defensa de China en 2024 puede superar el presupuesto oficial entre un 25% y un 50%, pudiendo llegar a superar los 300.000 millones de dólares. Las investigaciones de la Corporación RAND y del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) sugieren que ciertos gastos relacionados con el ejército y la defensa -como los costos de seguridad, las subvenciones a empresas de fusión militar-civil, los asuntos de veteranos, la investigación y el desarrollo en materia de defensa- no se reflejan plenamente en el presupuesto oficial de defensa. En su lugar, estos gastos suelen distribuirse entre instituciones de investigación y gobiernos locales.

Sin embargo, incluso con un aumento potencial del 25% al 50%, el gasto militar de China como porcentaje del PIB sigue siendo relativamente bajo, del 1,7% aumentado al 2,6%, en comparación con Estados Unidos, donde el gasto en defensa representa el 3,4% del PIB. Esto indica que, a pesar de su creciente presupuesto de defensa, el gasto global de China sigue siendo significativamente inferior al de Estados Unidos. En consecuencia, según la RAND Corporation, el «índice de equipamiento de armamento avanzado» de China es sólo aproximadamente el 40% del de Estados Unidos.

 

Más allá de las diferencias en los cálculos del presupuesto militar, China ha reducido significativamente los costos de defensa de diversas maneras, haciendo que sus gastos sean muy inferiores a los de EE.UU. y otros países occidentales. Por ejemplo, las adquisiciones de defensa chinas están controladas por el Estado, lo que evita los grupos de presión de los «MIC». En China, las empresas militares estatales operan con márgenes de beneficio regulados por el gobierno, lo que garantiza la estabilidad de los precios.

 

China también ha desarrollado el mayor sistema industrial del mundo y una cadena de suministro altamente integrada, lo que permite a su industria de defensa producir internamente casi todos los componentes clave de los principales sistemas de armas.

 

Según Jane’s Defense Weekly, el suministro militar chino ha alcanzado una tasa de localización superior al 90%. En cambio, muchos sistemas avanzados de armamento estadounidense siguen dependiendo de cadenas de suministro extranjeras. Por ejemplo, los componentes críticos del caza F-35 proceden de Japón, el Reino Unido e Italia, mientras que en el caso del J-20, salvo sus modelos iniciales, que utilizaban motores rusos importados, el resto de los reactores fabricados dependen por completo de componentes de producción nacional. Este alto grado de autonomía de la cadena de suministro no sólo reduce los costes de producción, sino que también mejora la seguridad estratégica.

 

Las capacidades de fabricación a gran escala de China reducen aún más los costos unitarios, especialmente en la construcción naval. Para finales de 2025, se espera que la industria naval china represente casi el 70% de la producción mundial de buques. Con un gigantesco sector de construcción naval civil como base, China tiene unos costos de material significativamente más bajos para la construcción de buques militares, incluida la infraestructura de los astilleros, las grúas pórtico y la producción de acero especializado.

 

Además, China cuenta con un mayor número de astilleros capaces de construir grandes buques militares que Estados Unidos. Esta disparidad está profundamente ligada a las políticas económicas neoliberales estadounidenses y a la desindustrialización. En la década de 1970, EE.UU. contaba con 26 astilleros capaces de construir grandes buques de guerra, pero en 2017 ese número se había reducido a 4. Por el contrario, China mantiene 8 astilleros militares especializados, junto con 15 grandes astilleros civiles capaces de gestionar contratos de buques de guerra.

En general, aunque el gasto militar real de China puede superar con creces los informes oficiales, factores como la industria militar de propiedad estatal, una cadena de suministro integrada a nivel nacional y un enfoque estratégico en el desarrollo militar rentable pueden proporcionarle una eficiencia en el gasto de defensa mucho mayor que la de Estados Unidos En cambio, el «complejo militar-industrial» estadounidense da lugar a un despilfarro financiero generalizado, lo que hace que los gastos de defensa de Estados Unidos sean significativamente menos rentables.

 

Gracias a su enorme escala industrial y a las empresas de defensa controladas por el Estado, China ha conseguido mantener una rápida modernización militar a pesar de contar con un presupuesto de defensa comparativamente más bajo. Este modelo ha posicionado a China como una de las pocas naciones capaces de desafiar directamente la tradicional superioridad militar de Estados Unidos.

 

Lucha de poder

El juego militar entre ambas naciones es esencialmente una lucha entre el sistema imperialista estadounidense y un capitalismo burocrático de Estado chino que desempeña cada vez más un papel imperialista. Es un reflejo de la competencia estatal intercapitalista y de la crisis más amplia del capitalismo global.

 

Esta rivalidad no representa un auténtico progreso, ni debe malinterpretarse como una causa justa de «rejuvenecimiento nacional», en el caso de China, o de «defensa del mundo libre», en el caso de EEUU. Se trata más bien de una lucha por el poder dentro del sistema capitalista de Estados nación a escala mundial, impulsada por las clases dirigentes nacionales que buscan maximizar sus propios intereses.

Independientemente del bando que obtenga la ventaja, los trabajadores de a pie no obtendrán una paz o prosperidad reales. Los recursos consumidos en la construcción de máquinas de guerra podrían haberse utilizado para mejorar la vida de las personas y aumentar el bienestar social, pero en lugar de ello, se destinan a la expansión del armamento y al fortalecimiento de la maquinaria de violencia del Estado.

 

Para quienes se preocupan realmente por la liberación de la clase obrera mundial, la cuestión crucial es no apoyar la expansión militar de ninguno de los bandos, sino reconocer la naturaleza fundamental de este conflicto como una rivalidad militar imperialista que es una consecuencia inevitable del sistema capitalista.

 

Sólo trascendiendo este sistema y estableciendo un nuevo orden basado en los intereses de los trabajadores podremos evitar el continuo despilfarro del valor de los trabajadores en máquinas de guerra, diseñadas únicamente para la destrucción y no para una producción socialmente útil que satisfaga las necesidades humanas. Una economía socialista planificada dirigida democráticamente haría precisamente eso.

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