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A 55 años del triunfo de la Unidad Popular

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Por Jano Ramírez

  Cuando la izquierda supo conquistar el poder

(Imagen: Marcha en apoyo a la UP pasa por Alameda frente al edificio de la Unctad III. Fuente : Biblioteca Nacional Digital. Autor: Armindo Cardoso)

Septiembre no es solo el mes de la memoria del golpe militar. También es el mes en que recordamos el triunfo histórico de la Unidad Popular en 1970. Ese 4 de septiembre, por primera vez en la historia de Chile, la izquierda unida lograba conquistar el gobierno por la vía electoral, apoyado en una movilización popular que ya venía en ascenso desde hacía años.

No fue un milagro ni una jugada de marketing electoral. Fue el fruto de décadas de organización de los trabajadores, los campesinos, los estudiantes y los pobladores. Fue la expresión de huelgas obreras que exigían mejores salarios y control sobre la producción, de tomas de terreno donde miles de familias levantaban campamentos desafiando a las autoridades, de la reforma agraria que abría un horizonte para los campesinos pobres, y de un ambiente cultural y político en que amplias masas soñaban con un Chile distinto.

 

El triunfo de un proyecto común

La Unidad Popular fue posible porque la izquierda supo unirse en torno a un programa común. El Programa de la UP hablaba de nacionalizar el cobre, el hierro y el salitre, de profundizar la reforma agraria, de planificar la economía en función de las necesidades del pueblo y de avanzar en derechos sociales básicos. Aunque limitado y reformista, representaba un cambio real frente a la dominación de la oligarquía y el imperialismo.

Ese programa generaba ilusión y entusiasmo en millones. Los comités de la Unidad Popular, las brigadas muralistas, las juventudes políticas, los sindicatos, todos empujaban en una misma dirección. El pueblo sentía que había una alternativa al dominio de la derecha y la DC. Por eso, a pesar de que la UP solo alcanzó un 36,6% de los votos, logró imponerse, porque detrás de esa votación había un pueblo en movimiento.

 

El contraste con el presente

Hoy, el panorama es muy distinto. La izquierda institucional ha renunciado a la tarea de levantar un proyecto transformador. El Frente Amplio, el Partido Comunista y el Socialismo Democrático administran sin pudor el modelo neoliberal heredado de la dictadura. Casos como el de Jeannette Jara, que gira a la derecha buscando acuerdos con empresarios y políticos conservadores, muestran hasta qué punto se ha perdido la brújula.

Mientras tanto, la derecha se fortalece. No porque tenga un proyecto mejor ni porque represente realmente a las mayorías, sino porque la izquierda gobernante se ha dedicado a decepcionar y a gestionar lo mismo que antes criticaba. Hoy vemos al gobierno preocupado por tranquilizar al gran empresariado, mientras los problemas del pueblo trabajador como sueldos bajos, deudas impagables, salud colapsada, vivienda inaccesible; siguen sin solución.

En los años 70, a pesar de todas las limitaciones de la UP, la izquierda se mostraba como alternativa real al dominio de los patrones. Hoy, en cambio, la izquierda oficial es vista como parte del mismo sistema que oprime y explota.

 

Las lecciones del 70

La experiencia de la Unidad Popular nos deja una enseñanza central. Cuando la izquierda logra unirse alrededor de un proyecto que interprete las necesidades de las grandes mayorías, puede conquistar el poder político. No porque las elecciones por sí mismas cambien la sociedad, sino porque detrás de ellas hay un proceso de lucha y organización popular.

El triunfo de Allende fue posible porque había huelgas generales, tomas de fábricas, luchas campesinas y poblacionales que empujaban hacia adelante. La gente no esperaba pasivamente, se organizaba y presionaba. Ese clima de movilización fue el que dio vida a la victoria electoral de la UP.

Hoy, si queremos volver a ver una izquierda capaz de disputar realmente el poder, no podemos conformarnos con administrar lo que hay. No basta con ganar elecciones si es para aplicar el mismo programa de la derecha. Necesitamos un proyecto revolucionario que apunte a terminar con el poder de los grandes empresarios, de la banca y del imperialismo.

 

Un desafío para el presente

Recordar septiembre no puede ser solo un acto de memoria o de nostalgia. Debe ser un llamado a la acción. Debemos rescatar lo mejor del espíritu de la Unidad Popular, la unidad, la organización, la esperanza de un Chile distinto; pero también implica aprender de sus errores. No basta con un reformismo limitado, necesitamos un proyecto socialista revolucionario que no se detenga a medio camino.

En este septiembre, cuando la derecha avanza y la izquierda institucional se acomoda al sistema, el mejor homenaje al triunfo de la Unidad Popular es retomar la tarea de construir una alternativa desde abajo, enraizada en la lucha de las y los trabajadores, los estudiantes, las mujeres, los pensionados y la gente de a pie. Un Chile pensado para la mayoría trabajadora, y no para una minoría privilegiada.

 

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