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CHE GUEVARA, SÍMBOLO DE LUCHA – PARTE 4

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EN EL PODER, CUBA VERSUS

«LOS GRINGOS»

La caída de la dictadura de Batista no puso fin al proceso revolucionario que se había desarrollado en Cuba. La entrada triunfal de Castro en La Habana representaba el fin del capítulo primero. Una combinación de factores se aunaron e impulsaron la revolución más allá de lo que sus dirigentes inicialmente pretendían.

Se designó un Gobierno Provisional, que incluía a Pazos, uno de los firmantes del Pacto de Maestra, bajo la presidencia del juez Manuel Urruita. Todos estaban aglutinados bajo el Movimiento 26 de Julio y la influencia rectora de Castro. Se trataba precisamente de lo que su nombre designaba, de un movimiento y no de un partido político disciplinado con una ideología y política claras. La parálisis de la Cuba capitalista ‘liberal’ se vio reflejada en su aceptación de este ‘Gobierno Provisional’. El gobierno rápidamente anunció que las elecciones serían pospuestas dieciocho meses. Los reconocidos representantes capitalistas ‘liberales’ carecían de visión o iniciativa para entrar con audacia en la refriega política. No les quedó otra alternativa que dejar que Castro tirara de las cuerdas.

Durante los primeros días de enero, Castro hizo los típicos malabarismos bonapartistas. Por un lado, incorporó en el gobierno a sectores de la clase capitalista ‘liberal’ cubana e intentó v tranquilizarlos verbalmente y, hasta cierto punto, también al capitalismo norteamericano, de que sus intereses no estaban en peligro por la revolución contra Batista. Castro seguía estando motivado por las ideas radicales de Martí más que por ninguna otra cosa. La revolución que prometió era genuinamente “cubana, nacional y democrática”. El 16 de enero habló en la tumba de Eduardo Chibas (anterior dirigente del Partido Ortodoxo) negando que fuera comunista y alabando a Chibas. Chibas siempre había sido un fuerte oponente a las ideas socialistas. A finales de enero, cuando estaba en Venezuela, Castro prometió elecciones al ‘congreso’ en el plazo de dos años.

A la vez, los trabajadores, campesinos, jóvenes e incluso la clase media se habían radicalizado por la caída de Batista. Castro se basó en este movimiento de masas cuando se dispuso a introducir medidas que reafirmaran la independencia de Cuba. También estaba influenciado por él, empujándole a una dirección incluso más radical.

Una combinación de estos procesos en el interior y de la reacción del imperialismo norteamericano a estos acontecimientos tuvieron como resultado que la revolución fuera más allá y evolucionara más rápidamente de lo que sus protagonistas centrales habían originariamente pretendido. El imperialismo norteamericano se sentía horrorizado por los acontecimientos y comenzó a desplegarse en su antiguo salón de juegos.

Los turistas norteamericanos que quedaban alojados en el Habana Hilton se encontraban sin duda algo contrariados cuando este lujoso hotel fue transformado en una de facto, aunque no oficial, sede del gobierno. Cuando terminaron prematuramente sus vacaciones se vieron obligados a mezclarse con los “sucios” y barbudos guerrilleros armados, obreros y jóvenes que ahora vagaban por los corredores. Entre ellos se encontraba la figura que crecientemente se convertía en su bestia negra, el Che Guevara.

El Jurado de un Millón

Durante enero Castro, en gran parte bajo la dirección del Che, empezó a tomar medidas que levantaron la ira del imperialismo norteamericano. Para protegerse de la amenaza de una contra-revolución por parte de los residuos del régimen de Batista, comenzó a implementarse una purga del viejo aparato estatal represivo. Conocidos simpatizantes y partidarios de Batista fueron arrestados, conocidos torturadores y matones fueron ejecutados. Durante meses, varios cientos de ellos fueron ejecutados.

El Che tuvo una influencia crucial en promulgar estas medidas justificables para salvaguardar la revolución. A mediados de enero, el Che estableció la Academia Militar-Cultural para dirigir un programa educativo entre el ejército en La Cabaña. Desde aquí se dirigieron dos aspectos críticos del trabajo. Se lanzó un programa de educación política. Unos 1.000 prisioneros de guerra del ejército derrotado de Batista fueron detenidos.

El Che intentaba con estas medidas reconstruir el ejército y, haciendo esto, construirlo como un pilar firme para la revolución. Las unidades guerrilleras y sus dirigentes fueron incorporados en él junto a cada vez más miembros del PSP con los que el Che estaba estableciendo relaciones más estrechas.

Desde La Cabaña, el Che supervisó los Tribunales Revolucionarios que fueron usados como medios para purgar el ejército de sus elementos más pro-Batista. Los juicios se centraron en aquellos que habían dirigido torturas y asesinatos bajo la dictadura de Batista. Gran parte de la población cubana estaba dispuesta a desatar grupos de linchamiento contra todos los que hubieran estado asociados con la dictadura. Los tribunales provocaron duras críticas del imperialismo norteamericano que denunció tales medidas como criminales. Sin embargo, las represalias contaban con el apoyo de las masas de los cubanos, en especial de los pobres, que habían padecido horribles crímenes de manos de los matones de Batista.

Los tribunales no fueron comités votados de trabajadores, soldados y representantes de la comunidad local, como los marxistas habrían defendido durante esas condiciones revolucionarias.

Sin embargo, las medidas tomadas por los Tribunales se hicieron para defender la revolución e intentar arrancar alguna justicia para las víctimas de los sádicos torturadores de Batista. A los acusados se les designaron abogados defensores y el derecho a desmentir o justificar sus acciones. Según los que participaron, en general, nadie fue fusilado por golpear a un prisionero del anterior régimen. Sólo en casos de tortura brutal o muerte, que implicaba cientos de casos, fue la ejecución el veredicto. A los antiguos prisioneros y las familias de los muertos o desaparecidos se les pidieron que mostraran pruebas y enseñaran las cicatrices que tenían grabadas de por vida.

Estos derechos elementales se encuentran en marcado contraste con la “justicia” dada durante los años 80 por toda Latinoamérica cuando los regímenes militares cayeron uno tras otro por todo el continente. A diferencia de Cuba tras la caída de Batista, los nuevos gobiernos pro-capitalistas han permitido una conspiración de silencio para proteger a los militares y a la policía en sus respectivos países. A pesar de los cientos de miles de personas que han sufrido la tortura y la muerte, pocos procesos se han realizado contra los responsables de esos crímenes en Argentina, Chile, Brasil, Perú y otros países. A las víctimas se les ha negado la oportunidad de declarar.

Los amigos y familiares de los desaparecidos siguen sin tener respuesta a la pregunta simple portada en las pancartas de todo el continente: “¿Dónde están?” En Argentina, tras más de una década de protestas semanales frente al Palacio Presidencial, las madres de los desaparecidos siguen haciendo la misma pregunta y siguen sin tener respuesta. Incluso los cuerpos de los seres queridos no han sido devueltos para permitir su entierro y sepelio.

El silencio del imperialismo norteamericano hacia estos crímenes, en los que él y sus agentes como la CIA están directamente implicados, ha sido ensordecedor. Esto se encuentra en marcado contraste con su reacción con el tribunal dirigido por el Che en Cuba.

Un terrible cuadro fue descrito por el imperialismo norteamericano de los acontecimientos de La Habana. El “terror” del nuevo régimen fue hipócritamente denunciado y el Che fue presentado como el enemigo público número uno. La ira del imperialismo norteamericano se había desatado ahora que la revolución tomaba represalias contra los lacayos a sueldo de Washington.

El Che estaba determinado a llevar a cabo esta política. La herida de la historia reciente seguía abierta, agravada por la experiencia durante la guerra. El Che repetía sin cesar a sus camaradas cubanos durante este periodo que Arbenz había fracasado en Guatemala porque no logró purgar las fuerzas armadas y dejó que la CIA penetrara y derrocara su gobierno. Estaba determinado a no dejar que la historia se repitiera en Cuba.

El 22 de enero se convocó una concentración de masas en La Habana para apoyar la política de “tribunales de guerra” del gobierno. Las estimaciones varían pero algo así como entre medio millón y un millón participaron en esta manifestación de masas, mayor quela concentración que acogió a Castro cuando llegó a La Habana el 8 de enero. La revolución estaba cobrando impulso.

Las pancartas denunciaban al imperialismo norteamericano por su doble criterio, comparaban los juicios de los asesinos de Batista con los juicios de Nuremberg de los nazis declarados culpables después de la Segunda Guerra Mundial y exigieron “justicia revolucionaria”.

Castro pidió que todos aquellos que estuvieran de acuerdo con la justicia revolucionaria levantaran la mano. Más de un millón de manos se levantaron al grito de “sí”.

Castro comentó: “Caballeros de los cuerpos diplomáticos, caballeros de la prensa de todo el continente, el jurado de un millón de cubanos de todas las ideas y todas las clases sociales ha votado.”

Hubo un apoyo masivo a las medidas llevadas a cabo por el gobierno. Castro descansaba en este apoyo y ahora lo movilizaba para responder a los ataques y amenazas de los “gringos imperialistas” de EE.UU. Estaba siendo llevado por la presión del movimiento de masas que ahora estaba inmerso en un fervor revolucionario. A la vez, la respuesta y las exigencias arrogantes de los Estados Unidos exacerbaron esto. En cuestión de pocos meses la revolución había ido más lejos de lo que ninguno de sus protagonistas centrales había anticipado.

El Che había escrito en 1958: “… comencé la lucha con ese espíritu: honestamente sin ninguna esperanza de ir más allá de la liberación del país; y plenamente me preparé para irme cuando las condiciones de la lucha cambiaran la dirección del Movimiento hacia la derecha (hacia todo lo que vosotros representáis).” (Carta al coordinador del Movimiento 26 de Julio en Oriente, ‘Daniel’).

La Muerte de la Cuba Capitalista

Aunque Castro se basaba en las masas y defendía los “tribunales revolucionarios” continuaba sin propagar la idea de una “revolución socialista”.

Toda la propiedad perteneciente a Batista y sus compinches pasó a manos del estado durante los primeros días de la revolución. Sin embargo, Castro aún negaba que existiesen objetivos “comunistas” y declaraba su apoyo al establecimiento de una “democracia” capitalista en Cuba.

El imperialismo norteamericano estaba aterrorizado de los acontecimientos que se desarrollaban a tan sólo 100 millas de sus costas. Aunque sus temores tenían justificación, muchos de sus representantes políticos padecían una crisis severa de “paranoia comunista” y veían un “complot comunista” en cada movimiento político radical al sur de Río Grande que ellos no controlaran o influenciaran directamente.

No confiaban en Castro pero aún quedaba mucho de él por conocer, así que fue invitado a Norteamérica por un grupo de editores de periódicos con vistas a “sondearle”. Su visita tuvo lugar en abril y evidentemente también pretendía poner presión en él para que siguiera los deseos de Norteamérica. Mientras estuvo en Washington Castro se reunió, entre otros, con el Vicepresidente Richard Nixon para “discutir”.

Nixon exigió el fin de las ejecuciones resultantes de los tribunales “revolucionarios” y una ruptura de relaciones con los “comunistas”. Le presentó a Castro un archivo de “conocidos comunistas” dentro y en torno a su gobierno. Además, estas exigencias se vincularon a la cuestión de la ayuda económica. Después del encuentro, Nixon concluyó que Castro o bien era “… increíblemente ingenuo sobre el comunismo o estaba bajo disciplina comunista y que tendríamos que tratarle en consecuencia.”

‘En consecuencia’, Nixon apoyó al Jefe del Buró Federal de Investigación (FBI), J. Edgar Hoover, en exigir que Estados Unidos armara inmediatamente a los exiliados cubanos con vistas a derrocar a Castro. La eliminación forzosa de Castro se convirtió en una cuestión de prestigio para la clase dominante norteamericana y esto ha determinado su política desde entonces.

Castro intentó explicarle a Nixon que cualquier medida que su gobierno tomara contra los intereses norteamericanos era justa y pasó su gira americana defendiendo que él no era comunista, que los intereses extranjeros serían respetados y que su corazón estaba “en occidente”. Durante tres horas se reunió con el “experto” en comunismo de la CIA en Latinoamérica, que concluyó que “Castro no sólo no es comunista, es un fuerte anti-comunista.”

El imperialismo norteamericano no estaba dispuesto a aceptar ningún desafío a sus intereses en Cuba o en la región en su conjunto. Ciertamente no estaba dispuesto a permitir una relajación de su dominio en su antiguo casino por la emergencia de un régimen más independiente de inclinación más reformista “liberal” y “nacional”. El resultado fue que Castro, también bajo presión de la revolución en Cuba, se vio encerrado en un conflicto con los EE.UU y el capitalismo.

El Che, durante estos procesos, le exigía a Castro que se radicalizara contra el capitalismo en cada momento. La revolución ahondó raíces cada vez más profundas y ganó impulso. Los golpes que el imperialismo propinó contra ella sólo sirvieron para fortalecerla y empujarla aún más en una dirección más izquierdista y socialista. En su artículo de 1963, Construyendo un Partido de la Clase Obrera, el Che escribió: “El imperialismo ha constituído un factor muy importante en el desarrollo y profundización de nuestra ideología. Cada golpe propinado por el imperialismo ha tenido una respuesta. Cada vez que los Yankis reaccionaron con su habitual arrogancia, tomando alguna acción contra Cuba, tuvimos que adoptar las contra-medidas necesarias, y de ahí la revolución se profundizó.”

Cuando Castro regresó de su visita norteamericana, el gobierno anunció un programa de reforma agraria. Este programa había sido redactado bajo la influencia del Che y su primer artículo proscribía las fincas de más de 100 acres y apoyaba la formación de cooperativas. Se permitieron excepciones y las compañías extranjeras podían incluso tener tierras si el gobierno consideraba que esto favorecía los intereses nacionales. De hecho esta ley no fue mucho más allá que la Constitución de 1940 pero permitió que el gobierno confiscara tierras y la nueva legislación afectó a un 40% del total de tierras de labranza.

El programa de reforma agraria iba a ser promulgado mediante el Instituto de Reforma Agraria, INRA, que designaba a los gerentes agrarios y pagaba a los jornaleros $2.50 diarios durante todo el año. Aunque la reforma agraria propuesta pueda haber diferido poco de la Constitución de 1940, fue suficiente como para levantar la oposición de los terratenientes cubanos y sus amigos en los Estados Unidos, desde donde se formuló el espectro del “comunismo en Cuba”.

El precio del azúcar cubano en la Bolsa de Nueva York cayó. Las compañías norteamericanas con inversiones en Cuba comenzaban a sentir pánico por sus temores a no recibir indemnizaciones si sus valores bursátiles pasaban a manos del nuevo gobierno.

EE.UU orquestó una campaña para desbancar a Castro exigiendo que convocara elecciones. La respuesta fue una manifestación masiva de cientos de miles de personas el 1º de Mayo, de cubanos armados coreando “Revolución, sí; elecciones, no.”

Dentro de la propia Cuba se estaba dando una radicalización de obreros, campesinos pobres y jóvenes junto a una polarización dentro del gobierno. Los vendedores ambulantes vendían zumo de frutas en las calles para conseguir fondos para el estado y la revolución. Durante el verano de 1959 Castro aún vacilaba y hablaba de una revolución nacional “humanista” que no era ni “capitalista” ni “comunista”.

Los ‘liberales’ abiertamente pro-capitalistas en el gobierno carecían de figuras carismáticas sobre las que pudieran concentrar sus limitadas fuerzas. Sin embargo, cada vez protestaban más contra las acciones del Che en las fuerzas armadas y la promoción de conocidos socialistas y partidarios del PSP. Estos liberales se oponían a las medidas radicales que Castro consentía en implementar, tales como un decreto que recortaba las rentas un 50% anunciado en marzo. Una polarización creciente se desarrollaba dentro de los círculos gobernantes reflejando la presión de la revolución por debajo y la serie de golpes y contra-golpes que tenían lugar entre EE.UU y Cuba.

Manuel Urruita, el Presidente, se vio obligado a dimitir en julio por las masivas protestas contra su oposición a los pasos radicales implementados por el gobierno. Para noviembre, los ministros liberales habían sido despedidos u obligados a dimitir conforme se unían al coro de Washington contra la política “comunista” del gobierno de Cuba.

El Che, durante estos meses, seguía exigiendo medidas más radicales. Desde enero había estado abogando por una política de rápida industrialización de la economía basada en la nacionalización de la riqueza mineral, la electricidad, la compañía de teléfonos (subsidiaria de la multinacional norteamericana ITT) y otros sectores de la economía.

El Capitalismo se Hunde

Más que nadie en Cuba, el Che causaba terror al imperialismo norteamericano con lo que predicaba. El Che anticipó la invasión del gobierno norteamericano tras la adopción de políticas más radicales. El 27 de enero pronunció un discurso, ‘Los Proyectos Sociales del Ejército Rebelde’, donde proclamó: “Nuestra revolución está íntimamente vinculada a todos los países subdesarrollados de Latinoamérica. La revolución no está limitada a la nación cubana porque ha tocado la conciencia de (Latino) América y ha alertado seriamente a los enemigos de nuestros pueblos. La revolución ha puesto a los tiranos de Latinoamérica en guardia porque estos son los enemigos de los regímenes populares, como lo son las compañías extranjeras monopolistas … … Hoy, todo el pueblo de Cuba está en pie de guerra y debería seguir así, para que la victoria contra la dictadura no sea pasajera sino que se convierta en el primer paso para la victoria de (Latino) América.”

Esto fue un toque de rebato para los revolucionarios de toda Latinoamérica y una declaración de guerra contra los intereses norteamericanos. EE.UU estaba adoptando una política destinada a estrangular las medidas tomadas por el nuevo régimen. La importación de azúcar de Cuba fue drásticamente reducida debido a la reforma agraria y a la nacionalización de las compañías de petróleo extranjeras en junio. A esto siguió la importación de petróleo ruso que las compañías norteamericanas en Cuba se habían negado a refinar. El gobierno cubano designó a administradores en todas las refinerías propiedad de Texaco, Esso y Shell y luego las nacionalizó.

Castro respondió al recorte en las importaciones de azúcar con un decreto legalizando la nacionalización de todos los activos extranjeros. En octubre, 383 grandes industrias cubanas y los bancos fueron puestos a manos del estado. El capitalismo fue hundido. En abril de 1960 Castro, por primera vez, proclamó la revolución en Cuba como “socialista”.

UNA NUEVA CUBA

Mientras el imperialismo norteamericano se sentía horrorizado por los acontecimientos que estaban sucediendo en La Habana, la dictadura burocrática que gobernaba en Moscú en nombre del “socialismo” observaba inicialmente los acontecimientos desde la distancia. Los líderes del Kremlin fueron, en todo caso, tomados por sorpresa por el giro que habían tomado los acontecimientos. Es completamente falso afirmar, como algunos apologistas del régimen de Moscú han hecho, que la revolución cubana se llevó a cabo con el apoyo de la URSS desde el mismo comienzo y que Castro estaba colaborando con ellos.

Se había dado algún contacto limitado entre miembros individuales del Movimiento 26 de Julio y los oficiales soviéticos en Méjico anteriores a la expedición del Granma. Aparte de la militancia en las Juventudes Comunistas de Raúl Castro, el Che también había mantenido discusiones con un oficial soviético.

A lo sumo, el contacto que había tenido lugar fue de carácter investigador. El Che, durante el tiempo que estuvo en Méjico, veía la Unión Soviética como una manifestación del “socialismo”. Además, como muchos otros en el mundo colonial y semi-colonial, la URSS se veía como un atractivo contrapeso al imperialismo,- en Latinoamérica especialmente al imperialismo norteamericano.

En una carta a ‘Daniel’ escrita en 1958, el Che había explicado que él “…pertenecía a aquellos que creen que la solución a los problemas del mundo está detrás del llamado telón de acero…” Más tarde, cuando el Che hubo de ver Rusia de primera mano, se hizo más crítico y hostil en su actitud hacia la burocracia privilegiada que gobernaba allí en nombre del “socialismo”, sin perder su odio por el capitalismo y el imperialismo.

Si existió una conspiración en la que estaban implicados Castro y la burocracia del Kremlin para tomar las riendas de Cuba, entonces los dirigentes de la Unión Soviética no tenían conocimiento de ella. Cuando las noticias de los turbulentos acontecimientos de La Habana llegaron a Moscú en enero de 1959, estaba teniendo lugar un encuentro del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética). Anderson detalla en su biografía del Che Guevara los hechos tal y como les fueron relatados por Giorgi Kornienko, oficial de alto rango que trabajaba en el Departamento de Información del PCUS. “Kruschev preguntó, ‘¿qué clase de tipos son éstos?¿Quiénes son?’ pero nadie sabía la respuesta a su pregunta…En realidad no sabíamos quiénes eran estos tipos de La Habana.”

Sin embargo, una vez confrontados con la revolución social, la burocracia de Moscú estuvo dispuesta a intervenir y usar la oportunidad que se le había presentado. Al abrazar al régimen cubano bajo Castro, Kruschev logró hacer valer la influencia y el prestigio internacional de la burocracia.

Esto pudo verse durante la crisis de los misiles cubanos en 1962 cuando, temiendo los planes de una intervención norteamericana, los cubanos hicieron un llamamiento a favor de la ayuda militar. La burocracia soviética lo acordó y envió armas capaces de transportar cabezas nucleares. Esto se hizo, en primer lugar, para potenciar el prestigio de la burocracia a nivel internacional al vérsela “plantándole cara” a EE.UU. Se hizo, en parte, como una medida de ojo por ojo y diente por diente contra la acción que EE.UU. había tomado antes. Al instalar armas nucleares en Cuba Kruschev afirmó: “Podemos pagarles con la misma medicina que ellos nos dieron en Turquía (EE.UU. había instalado misiles nucleares apuntando a la URSS)… Es sólo para asustarles un poco… Hay que hacerles sentir lo mismo que nosotros… Tienen que tragarse la píldora al igual que nosotros nos tragamos la de Turquía.”

A la vez que utilizaron la situación en Cuba para potenciar su prestigio internacional, la burocracia rusa también utilizaría su influencia y músculo económico para controlar a los dirigentes cubanos que eran considerados como comodines. La burocracia que gobernaba la URSS en 1960 tenía confianza y firmeza en la situación mundial, en marcado contraste con la camarilla desmoralizada que promulgó la restauración del capitalismo en 1989/92.

Conquistas Sociales

La Cuba revolucionaria estableció acuerdos comerciales extremadamente favorables con la URSS y el Este de Europa. El 85% del comercio cubano tenía lugar tras el ‘telón de acero’ puesto que el azúcar cubano se compraba a tres e incluso cuatro veces el precio en su mercado mundial. El 95% del petróleo cubano procedía de la URSS. Verdaderamente la ayuda económica rusa superaba en exceso el millón de dólares americanos diarios. Sin ese apoyo, la economía y la revolución cubana habrían colapsado. Como dice un viejo dicho, “Quien paga al flautista elige la melodía”. Con esa dependencia, el Kremlin tenía al régimen de Castro firmemente agarrado.

Se llevó a cabo una inversión en la industria y se enviaron técnicos a La Habana. Basándose en el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una economía planificada con el apoyo económico de la URSS, la vida de las masas cubanas se transformó. Las conquistas logradas como consecuencia de la revolución contrastaban con el océano de miseria del ‘mercado libre’ en el que el resto de la población del continente se ahogaba.

En dos años el analfabetismo fue abolido. Antes de 1959, el 50% de los niños en edad de escuela primaria no recibía ningún tipo de educación; después de la revolución estaba al alcance de todos. Se enviaron profesores y estudiantes a organizar clases en las fábricas y en las granjas. Cuando todos en un centro de trabajo aprendían a leer y escribir, se hacía ondear una bandera roja en la entrada.

Se desarrolló la atención sanitaria gratuita y a disposición de todos, que finalmente, sobresaldría entre las mejores del mundo. El empleo, la comida y la vivienda estaban al alcance de todos. La mortalidad infantil se redujo al 10.6 por mil y la esperanza de vida se incrementó a los 74 años a finales de los 70. Estos niveles de expectativa de vida se comparaban favorablemente con los de los principales países imperialistas. En esa época se comparaban con los 45 años en Bolivia, unos 60 años en Brasil y 58 en Colombia.

El gobierno de Castro fue el primero en el continente en proclamar abiertamente su tributo al “socialismo”. Inclusiones anteriores de partidos socialistas o comunistas en el gobierno en Latinoamérica se habían realizado mediante coaliciones con una serie de partidos capitalistas. Cualquier adhesión a construir el socialismo se desvanecía rápidamente y se abandonaba. Sólo hasta la elección de Allende en Chile en 1970 no hubo otro gobierno latinoamericano que proclamara su intención de construir el socialismo.

Además, la victoria en Cuba se logró aparentemente por la revolución. El efecto por todo el continente fue electrizante. Trabajadores, campesinos y jóvenes de toda Latinoamérica comenzaron a contemplar Cuba como un ejemplo que aspiraban emular. Cuba se convertía ahora en el modelo para las masas explotadas. El entusiasmo que habían generado los acontecimientos de La Habana por todo el sur tenían sólo reflejo en el horror con el que fueron acogidos por los gobernantes capitalistas al norte de Río Grande.

Bahía de Cochinos

Desde lo que José Martí describió como el “interior del monstruo” del imperialismo norteamericano, se establecieron planes para derrocar la “amenaza comunista” de Castro. En abril de 1961, aviones de los EE.UU bombardearon la ciudad de Santiago en Cuba. Fue en respuesta a este ataque que Castro proclamó el “carácter socialista” de la revolución. Este ataque fue el preludio a una invasión el mismo mes en Playa Girón (Bahía de Cochinos) por fuerzas merccnarias organizadas por EE.UU. El asalto se convirtió en una farsa cuando EE.UU retiró el ataque total en suelo cubano, repelido por las milicias armadas.

Cada intento de asalto del imperialismo norteamericano servía meramente para fortalecer el apoyo a la revolución y al régimen de Castro. El Che, justificadamente, envió un mensaje escrito al presidente Kennedy después de la invasión de Playa Girón: “Gracias por Playa Girón. Antes de la invasión, la revolución era poco firme. Ahora, es más fuerte que nunca.”

Al fracaso de esta invasión le siguió una campaña para aislar Cuba a nivel internacional. La expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) se llevó a cabo el 31 de enero de 1962. Esto fue seguido de un embargo comercial total de EE.UU que aún persiste hoy.

El 4 de febrero Castro devolvió el golpe en un prolongado discurso, ‘La Segunda Declaración de La Habana’, pronunciado ante una audiencia de un millón de personas (una de cada siete de la población total). Se trató de un destacado resumen de la historia de Latinoamérica, denunciando el capitalismo y el imperialismo y haciendo un llamamiento a la revolución y el socialismo por todo el continente.

Castro tenía más que motivos para proclamar “Cuba, la nación latinoamericana que ha hecho terratenientes de más de 100.000 pequeños agricultores, asegurado el empleo para todo el año en las granjas y cooperativas estatales para todos los jornaleros, transformado fuertes en escuelas, concedido 70.000 becas a estudiantes universitarios, de escuelas técnicas y secundarias, creado salas de conferencias para toda la población infantil, liquidado por completo el analfabetismo, cuadruplicado los servicios médicos, nacionalizado los intereses extranjeros, suprimido el sistema abusivo que convertía la vivienda en vehículo de explotación de la gente, eliminado virtualmente el desempleo, suprimido la discriminación por motivos de raza o sexo, que se ha deshecho del vicio del juego y de la corrupción administrativa, armado al pueblo…es expulsada de la Organización de Estados Americanos por gobiernos que no han logrado para su pueblo uno sólo de estos objetivos.”

Refiriéndose a la ira despertada entre los defensores del capitalismo, la declaración afirmaba: “Lo que lo explica es el miedo. No miedo de la revolución cubana, sino miedo de la revolución latinoamericana…miedo de que los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los intelectuales y los sectores progresivos de las capas medias tomen, por medios revolucionarios, el poder en los países oprimidos y hambrientos explotados por los monopolios yankis y las oligarquías reaccionarias de América, miedo de que el pueblo saqueado del continente le vaya a arrebatar las armas a sus opresores y, como Cuba, se declaren como pueblo libre de América.”

Los logros de la Revolución Cubana junto con estas declaraciones aseguraron que ésta ganara el apoyo masivo tanto en el interior como fuera. Sin embargo, a pesar de la popularidad del nuevo régimen y los enormes logros hechos por la revolución, no resultó en el establecimiento de un sistema genuino de democracia obrera.

Una Nueva Cuba, pero,¿Gobernada por Quién?

Después de la Revolución Rusa de 1917 se estableció un sistema de democracia obrera mediante la elección de soviets(consejos obreros). Estos se componían de delegados elegidos en las fábricas, lugares de trabajo y unidades militares. La clase trabajadora ha establecido formas similares de organización en otras revoluciones, como durante la Comuna de París de 1871. Después de la Revolución Rusa los soviets locales habrían de elegir a los delegados regionales y nacionales de los que se formaba el gobierno.

Todos esos delegados elegidos podían ser revocados por los que los elegían en cualquier momento. A los representantes del gobierno no se les pagaba más del salario medio de un trabajador cualificado. Lenin defendió que el diferencial máximo en sueldos y salarios debería ser de cuatro a uno. Mediante este sistema de democracia obrera la clase trabajadora, con el apoyo de los campesinos pobres y otros sectores explotados, ejercía el control y la administración democrática sobre el gobierno y la planificación de la sociedad.

Debido a esto, la Revolución Rusa tuvo un impacto masivo a nivel internacional. Fue como John Reed tituló su vibrante relato de la revolución, Diez Días que Estremecieron al Mundo. Los trabajadores del mundo no sólo apoyaron la revolución sino que lucharon para emular un sistema similar de democracia obrera en sus propios países. Su impacto fue incluso mayor y más práctico internacionalmente que la simpatía que despertó la Revolución Cubana.

El sistema de democracia obrera que se estableció durante la Revolución Rusa se construyó tomando como base a la clase obrera que, conscientemente, tomó las riendas del gobierno de la sociedad. Con el proletariado a la cabeza del proceso revolucionario se estableció un estado obrero que reflejaba el carácter de clase de la revolución. Fue esto lo que tuvo tanto impacto en los trabajadores por todo el mundo.

La clase obrera finalmente perdió el poder político a favor de una élite burocrática debido al fracaso de la revolución internacional y a la intervención militar de 21 ejércitos del imperialismo que fortalecieron a las fuerzas de la contrarrevolución en Rusia. La guerra civil encarnizada que se dio entre 1918 y 1921 provocó una catástrofe social y económica devastadora. Debido a la hambruna que se extendió en las zonas rurales se dieron incluso casos de canibalismo. Estos acontecimientos y el fracaso de la victoria de la revolución internacional acabaron agotando a la clase obrera, en especial a los trabajadores más experimentados y políticamente activos. Emergió una casta privilegiada y burocrática que tomó el poder político. Un represivo régimen burocrático gobernó en nombre del “socialismo” hasta 1989/91.

En Cuba, el nuevo régimen que llegó al poder en 1959 fue tremendamente popular y disfrutó del apoyo masivo de la población. Pero el carácter del estado que se estableció reflejaba la base predominantemente rural y campesina de la revolución. Debido a esto no se estableció una democracia obrera similar a la que tomó el poder en Rusia en 1917.

A pesar de su apoyo y popularidad, el régimen cubano fue desde el comienzo no una democracia obrera, sino lo que el CIO caracterizaría como un estado obrero deformado. Es decir, un estado donde el capitalismo y el feudalismo fueron derrocados y reemplazados por una economía planificada estatalizada pero dirigida y controlada por una casta burocrática. No hubo un sistema de soviets o consejos obreros a través de los que el proletariado pudiera gobernar la sociedad.

El gobierno gobernaría principalmente mediante el Partido Comunista y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) que el nuevo régimen creó en septiembre de 1960. Estos comités no eran cuerpos elegidos con bases en los centros de trabajo a través de los que la clase obrera pudiera iniciar sus propuestas o revisar y enmendar las que provenían del nivel regional y nacional. Esto es esencial para permitir que la economía planificada centralizada se desarrollara de manera más eficaz y controlara posibles tendencias burocráticas.

Cada calle tenía un CDR al que cualquiera podía inicialmente unirse y, consecuentemente, llegó a contar con 3 millones de miembros. Estos actuaban como un cinturón de transmisión para las decisiones del gobierno que se les comunicaban a través de los miembros del Partido Comunista. Funcionaban como el mecanismo mediante el que la dirección del partido realizaba los plebiscitos locales para aprobar sus decisiones. No existía un canal efectivo mediante el que los trabajadores y la población pudieran debatir y cambiar las decisiones tomadas arriba.

Este método de gobierno fue frecuentemente utilizado por Castro. Se convocaban concentraciones de masas y se presentaban las propuestas a los asistentes a los que se les pedía que las aprobaran “sí” o “no”. No había debate ni discusión, ni revisión y control.

En el fervor inicial de la revolución se ejerció un elemento de control mediante los CDRs principalmente en los temas cotidianos. Sin embargo, nunca funcionaron como mecanismo mediante el cual pudiese llevarse a cabo la planificación y control democrático de la economía y la sociedad en su conjunto por parte de la clase trabajadora.

Aunque eran muy populares en el periodo inicial de la revolución entre muchos trabajadores, desempeñaron crecientemente el papel de informar sobre las actividades de la población local.

Los sindicatos, mediante el CTC, se convirtieron rápidamente en poco más que una agencia supervisora del ministro de gobierno pertinente.

También existieron casi 300 consejos municipales pero tenían poco poder. Todos los candidatos debían cumplir los criterios establecidos por el Partido, que también designaba a los presidentes.

El Partido Comunista Cubano es el principal instrumento por el que la burocracia dirige su gobierno.El propio partido basa su funcionamiento en las designaciones hechas en cada nivel desde la dirección hacia abajo. El Partido fue formalmente fundado en 1965 bajo bases de control tras una purga que había tenido lugar en el ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas) de todos los miembros del PSP que habían participado en las elecciones amañadas que Batista convocó en 1958.

Con 70.000 miembros en 1959, era proporcionalmente el más pequeño per cápita de los “partidos comunistas” de los llamados países “comunistas”. Sus miembros eran seleccionados por comisiones designadas por el Comité Central y las fracciones estaban prohibidas. Estas comisiones seleccionaban a trabajadores “ejemplares” y especialmente a técnicos de los centros de trabajo. A pesar de formarse en 1965, el Partido Comunista sólo realizó su primer congreso en 1975, una década después. Los otros partidos políticos fueron prohibidos.

En Rusia, incluso durante las condiciones de guerra civil, el partido bolchevique realizaba un congreso cada año. Bajo Lenin y Trosky las fracciones dentro del partido sólo fueron prohibidas (y Lenin quiso esto como una medida temporal) cuando la revolución estuvo amenazada por la guerra civil y la intervención imperialista de 21 países. Los otros partidos sólo fueron prohibidos cuando recurrieron a tomar las armas contra la revolución y colaboraron con la intervención imperialista.

Planificación Burocrática

Se estableció un mecanismo de planificación central primero a través del INRA y luego el JUCEPLAN, que eran una imitación de los mecanismos de planificación burocrática que existían en la URSS. El Che jugó un papel dirigente en ambos y fue presidente del nacionalizado Banco Nacional Cubano.

Llegaron “consejeros” del otro lado del “telón de acero” que crecientemente influenciaron el mecanismo de planificación centralizada. Hacia 1961 más de 100 “consejeros” del Este de Europa se encontraban en La Habana. Las masas no ejercían el control de la planificación de la economía local o central. El control burocrático de la economía terminó en una serie de “zig-zags” económicos y en el establecimiento de objetivos inalcanzables conforme el régimen intentaba superar los problemas y la escasez. En 1960, Castro prometió que en 1965 se lograrían niveles de vida iguales a los de Suecia. En 1961 el Che Guevara declaró que Cuba se convertiría en un país industrializado en 12 meses. Ese mismo año se introdujeron racionamientos de alimentos que continuaron hasta los años 70.

Los objetivos excesivos y los zig-zags se pronunciaron en el importante sector agrícola al igual que en la industria. En países como Cuba es esencial un desarrollo armonioso de la agricultura y de la industria. Se necesita un alto grado de desarrollo industrial y mecanización para elevar al máximo la producción agrícola. Esto requiere que se establezca una correlación sintonizada entre la industria y la agricultura. No es posible lograr esto sin un sistema de democracia obrera ni donde exista una burocracia que gobierne la sociedad desde arriba. León Trosky planteó esto en su crítica a las políticas agrarias de Stalin en los años 30.

Castro declaró a finales de los 60 que la producción de azúcar de Cuba alcanzaría los 10 millones de toneladas para 1970. Esto sólo habría sido posible con el desarrollo de la industria y la mecanización de la agricultura. Sólo se recolectaron 8 millones de toneladas en 1970 y 5´4 millones en 1975. En una carrera desesperada para cumplir con el objetivo de 1970, 400.000 cubanos fueron movilizados desde las ciudades para hacer la recolección. Esta política de movilización de masas de mano de obra voluntaria (a veces de mano de obra forzada) constituía un intento de reemplazar la falta de mecanización. A su vez, esto tenía como consecuencia un trastorno de la producción en las ciudades agravando el problema que existía en la industria.

El Che y Castro intentaron resolver algunas de las dificultades económicas que surgieron debido a la burocracia. Se lamentaban de los síntomas pero no podían encontrar una cura. Incluso en 1963, el Che tenía que habérselas con problemas que se planteaban debido al sistema de gobierno burocrático. El Che pronunció un discurso secreto que era “para el uso privado de los dirigentes políticos y económicos” en el que criticaba duramente a los gerentes por la pobre calidad de los productos. Sin embargo, para remediar la defunción de la burocracia, se necesitaba un sistema de democracia obrera que permitiese la crítica de los que hacían las decisiones y la discusión y los cambios de planificación. Esto estaba ausente en Cuba.

En un pequeño país como Cuba, las dificultades que incluso se encontraría un régimen de democracia obrera demandarían la victoria de la revolución socialista a nivel internacional, especialmente por toda América Latina, para obtener los recursos y la técnica necesarios mediante la integración y la planificación de las economías. Por eso es por lo que la lucha por una Federación Socialista de Latinoamérica es de importancia crucial para la clase obrera y los pueblos oprimidos del continente.

El Che apoyó y luchó por la victoria de esa revolución internacional. Desgraciadamente, las ideas que defendió para lograrlo no se correspondían con las condiciones que existían en otros países de Latinoamérica más urbanizados.

La influencia burocrática de la URSS empeoró la situación. A nivel central intentó imponer su propio sistema presupuestario. Esta política absurda significaba que cada industria operaba a nivel financiero de forma separada sin tener en cuenta la contabilidad nacional. Una industria no podía, por lo tanto, ofrecer subvenciones a otra incluso cuando esto era globalmente deseable en términos económicos. El Che resistió los intentos de imponer esto en Cuba. Otros aspectos de la “ayuda” rusa eran casi cómicos, por no decir trágicos. Las viviendas designadas a condiciones de temperatura bajo cero en Serbia se construyeron en la soleada Cuba. 1.000 tractores rusos fueron enviados en 1963 para recolectar la caña de azúcar. Una vez descargados se descubrió que no podían emplearse para la tarea porque se requería una maquinaria especial.

Existieron diferenciales salariales desde el comienzo del nuevo régimen. K S Carol apunta en su obra Guerrillas en el Poder que hacia 1963 había conocido a un ingeniero en una fábrica que recibía 17 veces el salario de un obrero. Esto estaba muy lejos del diferencial máximo propuesto por Lenin de 4 a 1.

La burocracia cubana adquirió privilegios para sí misma aunque, debido al atraso de Cuba, éstos parecían ser menores que los adquiridos por los burócratas del Kremlin. Sin embargo, no por eso son menos significativos en dimensión social. En 1975, el Congreso del Partido Comunista votó para que se permitiera a los cubanos comprar coches. Hasta entonces esto había sido privilegio de los oficiales del estado y del partido. Durante el racionamiento de alimentos de 1961, los oficiales del gobierno tuvieron raciones más altas que los trabajadores y los campesinos. A la vez, los restaurantes más caros y de mejor calidad como ‘Torre’ y el ‘1830’ eran frecuentados por oficiales del gobierno y del partido. Para los trabajadores seguían siendo inaccesibles.

No para el Che

Alguno de estos privilegios fueron literalmente tomados de lo que los ricos habían dejado detrás cuando huyeron de Cuba. El Che no iba a ser partidario de esas actividades y se sintió repelido por ellas. Cada vez se irritaba más por los rasgos burocráticos que emergían en la nueva Cuba.

Orlando Borrego trabajó con el Che en JUCEPLAN y rememora un incidente. Tras haber “intervenido” en un molino de azúcar, Orlando había tomado un coche Jaguar recién salido de fábrica que el anterior propietario había dejado y lo estuvo utilizando durante una semana. El Che le sorprendió dentro de él y corrió hacia él gritando: “Eres un chulo. Es el coche de un chulo. Ningún representante del pueblo debería conducirlo, deshazte de él. Tienes dos horas.” Borrego rememora “El Che era super estricto… como Jesucristo.”

El Che rechazó los privilegios para sí mismo y vivió una vida frugal. Como presidente del Banco Nacional rechazó el salario más alto que se le otorgó e insistió en vivir con el salario mínimo pagado a un “comandante”. Cuando se introdujo el racionamiento de alimentos en 1961 se sintió horrorizado al descubrir accidentalmente que su ración era más alta que la que se le estaba dando a la masa de la población e inmediatamente la recortó en consecuencia.

Incluso rechazó hacer uso del petróleo que el gobierno asignaba para los servicios oficiales para llevar a su mujer al hospital y quiso que su padre y familia pagaran su propio pasaje de avión desde Argentina cuando le visitaron en Cuba.

Su compromiso con la revolución y su estilo de vida le hizo ganarse un lugar especial en los corazones de las masas cubanas y de Latinoamérica.

Cada vez más, el Che reaccionaba con hostilidad a lo que veía en la Unión Soviética. En una visita, invitado a cenar al apartamento de un oficial del gobierno, tomó su cena en delicada porcelana importada de Francia. Durante la cena se volvió a su anfitrión y bromeó con sarcasmo: “Así pues, el proletariado aquí come en porcelana francesa, eh?”

De vuelta a Cuba, creció su frustración por la calidad de los suministros industriales enviados desde Moscú a los que denunció como “mierda de caballo”. En una ocasión, mientras sufría de un ataque de asma especialmente severo, fue visitado por su amigo Padilla que, tras acabar de regresar de la URSS, denunciaba lo que había visto. El Che le interrumpió : “Debo decirte que no necesito escuchar lo que tienes que decir porque ya sé que todo eso es una pocilga, lo he visto yo mismo.”

Aunque repelido por lo que había visto en la URSS y frustrado por los emergentes métodos y errores burocráticos en Cuba, el Che no tenía una alternativa clara. Su debilidad central, la carencia de una comprensión del papel de la clase trabajadora en la revolución y en la planificación y gobierno consciente de la sociedad, ahora le impedían desarrollar una política alternativa viable.

A esto debe añadirse su carencia de una explicación fundamentada sobre los estados stalinistas en la URSS y en el Este de Europa. Desde un punto de vista marxista ambas carencias en sus ideas habrían de conspirar contra él.

El Che correctamente aspiraba a extender la revolución más allá de las fronteras de Cuba pero no supo comprender cómo podía hacerse esto.

Política Internacional

Todo lo que pudo ofrecer fue un llamamiento a repetir la revolución y sus métodos de ‘guerrillerismo’. Debido a la autoridad de la revolución cubana, esto tuvo un enorme impacto en sectores de la juventud e intelectuales de toda América Latina y Europa. Sin embargo, a pesar de simpatizar con la Revolución Cubana y el Che, este método de lucha no se veía viable por la poderosa clase trabajadora que estaba creciendo en Chile, Argentina, Brasil, Bolivia y otros países. El Che no supo dirigirse a esta poderosa y potencialmente revolucionaria clase y ofrecerle un programa socialista revolucionario alternativo a las políticas de colaboración de clase, reformismo y frente populismo que se ofrecían desde los partidos socialistas y comunistas en la región.

Las ideas del Che sobre el internacionalismo tuvieron un apoyo de masas en Cuba y el nuevo régimen estuvo dispuesto a hacerse eco de ellas como contrapeso al bloqueo perverso del imperialismo. Bajo la influencia del Che, el régimen apoyó e inició organizaciones guerrilleras en muchos países.

Esto fue tolerado por un breve espacio de tiempo por la burocracia de la URSS a pesar de que le causaba algunos problemas al tratar con los partidos comunistas locales que rechazaban estos métodos. También se dieron conflictos y desacuerdos entre La Habana y Moscú. Desde el punto de vista del Kremlin era un precio que merecía la pena pagarse ya que la ayuda económica que Moscú le daba a Cuba fortalecía su prestigio internacional, especialmente en los países coloniales y semi-coloniales.

Aunque el apoyo que el régimen de Castro prestó a las numerosas fuerzas guerrilleras de Latinoamérica era fuente de irritación para la burocracia de Moscú, ésta no se sintió amenazada por él. Pudieron tolerarlo durante un periodo de tiempo e incluso utilizarlo para su propio beneficio contra el imperialismo norteamericano. La actitud diferente mostrada por Kruschev hacia los acontecimientos de Hungría en 1956 y los que se desarrollaban en Cuba ilustraba la naturaleza del régimen de La Habana.

En el levantamiento de Hungría de 1956 se formaron consejos obreros. El poder estuvo en manos de la clase obrera y las masas, lo que planteaba una amenaza mortal para la burocracia. Una revolución victoriosa en Hungría amenazaría con extenderse en una serie de levantamientos por el Este de Europa y la URSS. La burocracia no iba a transigir con esta amenaza. Kruschev ahogó la revolución húngara en sangre.

Sin embargo, para La Habana extendió la mano de amistad en forma de acuerdos y ayuda comercial debido a que la naturaleza del régimen de Castro no amenazaba el gobierno de los burócratas en el Kremlin.

La política internacional es un reflejo de la política doméstica. Hacia 1968, tras la muerte del Che, La Habana intentó suavizar sus relaciones con el imperialismo norteamericano y sus cohortes en Latinoamérica. Esto reflejaba la consolidación del poder de la burocracia y una relajación temporal del boicot comercial por parte de EE.UU. El apoyo cubano a los movimientos revolucionarios internacionales se atenuó. Los intereses del régimen nacional tenían una prioridad más alta que el movimiento revolucionario internacional.

El gobierno mejicano fue el único estado capitalista que mantuvo relaciones diplomáticas con La Habana. Actuó como mensajero entre La Habana y Washington, y continúa haciéndolo hoy. En Méjico, en octubre de 1968, el ejército masacró a más de 1.000 estudiantes. Ni una sola palabra de protesta emanó del Partido Comunista Cubano o del gobierno.

Además, se dio una marcada contradicción en la política que Cuba adoptó hacia los movimientos guerrilleros y las luchas de la clase trabajadora. Cuando explosionaron movimientos de los trabajadores durante la tormentosa década de los 60, Castro y el régimen cubano permanecieron notablemente silenciosos.

Cuando el capitalismo europeo se vio sacudido por la huelga general de 10.000.000 de trabajadores en Francia durante Mayo de 1968, hubo silencio desde La Habana. Ese mismo año Castro apoyó la intervención militar de la burocracia rusa en Checoslovaquia.

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