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CUENTA PÚBLICA DE PIÑERA: EL DELIRIO DE LAS PROMESAS, LA IMPOTENCIA DE LA OPOSICIÓN Y LA PROTESTA POPULAR

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EL PORTEÑO

por Gustavo Burgos

Con un discurso delirante de promesas, llegó al extremo de ofrecer duplicar el Metro de Santiago y desempolvar la vieja promesa de Pinochet de un tren bala Santiago Valparaíso, Piñera demostró que está agotado políticamente, que su gobierno sólo puede mantenerse en base a promesas y que no tiene éxitos que demostrar. 

Con una economía que no crece, con la cesantía disparada y la proyección de una crisis económica internacional, los “Tiempos Mejores” aparecen como una mofa y una provocación. En los últimos minutos resultó evidente que las hojas se enredaron en el telepronter y pasó del cambio climático a la tercera edad y luego al cambio climático nuevamente, demostrando que ni el propio Piñera estaba atento a lo que decía. De lo patético Piñera pasó al bochorno.

La apertura del año legislativo, cambiada de fecha y hora para facilitar la represión a las protestas e intentar aumentar su audiencia, resultó un penoso intento de un gobierno patronal y proimperialista de aparecer como democrático y defensor de los intereses nacionales. Piñera se limitó a comentar los problemas, a expresar deseos y a agitar la idea de que con unidad todos los problemas pueden resolverse. La historia nos demuestra todo lo contrario: ninguna tarea nacional, democrática o social se ha logrado sin lucha y movilización. Contra el impotente discurso oligárquico, los padres de la patria tomaron las armas para expulsar a la Corona española, no figuran uniformados militarmente en los retratos como resultado de una excentricidad. Son las armas las que abrieron las puertas de la independencia y fue la propia oligarquía la que frustró esa independencia con el impotente discurso que ahora Piñera presenta como salida a los problemas nacionales.

Piñera, no puede evitarlo, mintió al describir un crecimiento económico y aumento del bienestar de la población que sólo existe en los textos que preparan sus propagandistas. Y miente porque sabe que nadie puede desmentirlo, porque sus parciales también lo hacen y la oposición aparece interesada en demostrar docilidad y disposición a colaborar con el plan piñerista. En efecto, si dejamos fuera los comentarios del Presidente, sus expresiones de deseos, sus promesas a 30 años, lo único concreto que dijo fue amenazar al Congreso con reducir el número de senadores y diputados –a 40 y 120 respectivamente- y limitar su reelección, antigua propuesta de la UDI y que mereció los entusiastas y vergonzantes aplausos de la bancada del Frente Amplio, la que -salvo Florcita Motuda que fue ataviado como Batman- escuchó la cuenta pública con “sobriedad republicana”, el eufemismo con que disfrazan su obsecuencia.

Hasta acá no hay novedades. La cuenta pública volvió a poner de relieve un gobierno que da tumbos y una oposición incapaz de articular un discurso de unidad y movilización. La novedad se vivió en las calles y se experimentó con movilizaciones fragmentadas que no lograron sobrepasar el descomunal cerco represivo opuesto por el Gobierno. Mil quinientos FFEE, guanacos, zorrillos, helicópetros, se desplegaron contra el puñado de manifestantes que llegamos en Valparaíso a la Plaza Victoria. El despliegue demuestra el miedo que atarviesa a la élite, pero también el terror que logró disuadir a miles a concurrir a protestar.

Las principales organizaciones de trabajadores, de estudiantes, la ANEF e incluso los dirigentes de los partidos que se reclaman de izquierda, PC, PS y Frente Amplio, no asumieron la tarea de sostener la convocatoria a protestar. En el puerto, la determinación de la gobernadora De la Paz de no autorizar la protesta resultó determinante. Que la CUT y las federaciones estudiantiles que todos los años han apoyado estas protestas, no hayan sido capaces de sobreponerse a este escenario resulta impresentable y plantea un desafío al conjunto del activismo de izquierda y de los trabajadores.

Si Piñera se permitió mentir y delirar en la cuenta pública, si la supuesta oposición parlamentaria guardó silencio, se debe a que confía en la capacidad represiva del régimen para silenciar toda forma de protesta.

Vivimos un período de recambio en las organizaciones. Nuevos liderazgos, nuevos espacios superan a los antiguos y se abren escenarios de unidad y movilización en gran parte del país. Valparaíso no es una excepción. Esas direcciones y espacios emergentes no fueron capaces de tomar la conducción de este proceso y golpear, pero hay acumulación de aprendizaje y de fuerzas. Todos aquellos que creemos en la movilización, en la acción directa, en el enfrentamiento físico al régimen para imponer los reclamos de las masas, avanzamos en este nuevo escenario.

La pobreza opositora, la pusilanimidad, el culto “republicano” a las instituciones patronales, ponen a sus sostenedores en un contra pie en la coyuntura. La clase trabajadora es la única que puede dar respuesta a la grave crisis que atraviesa al capitalismo chileno. La clase obrera, constructora de todo en nuestra sociedad, no sólo debe, puede gobernar y para ello debemos disponernos a debatir sobre el poder, sobre política y sobre un plan de lucha, un solo plan de lucha que unifique a los movimientos que de forma dispersa se enseñorean a lo largo de Chile.

En estas movilizaciones encontraremos la respuesta y en esta lucha se irá forjando la dirección política obrera que el proceso demanda. Ayer fuimos gaseados y reprimidos en las oscuras avenidas del puerto, mañana seremos nosotros los que nos impondremos. El futuro es de los trabajadores, a ellos habremos de rendirles cuenta.

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