Patricio Guzmán S.
La reacción está en una campaña histérica para impedir que se apruebe la nueva Constitución, un esfuerzo basado inicialmente en un esfuerzo para desprestigiar a la Convención Constitucional y su trabajo, sacando de contexto a algún personaje como «el pelao Vader», o alguna convencional con una imagen pintoresca tal como la tia Picachú, así como los poquísimos que levantaron propuestas de izquierda revolucionaria como María Rivera.
Luego una vez aprobado el texto constitucional. Quedaron fuera de la Carta Magna propuesta aspiraciones como la renacionalización del cobre, y la del litio o la evaluación y aprobación de los tratados internacionales como el TPP con plebiscito ciudadano. Sin embargo, la nueva Constitución representa un enorme avance sobre la Constitución de la dictadura de Pinochet, garantiza los reconoce los derechos sociales y civiles, como la educación, la salud y la previsión y otros nuevos; los derechos de la naturaleza, y básicos para los animales. Por supuesto reconocer no es sinónimo de garantizar, es necesario contar con los recursos con los que financiar los derechos para garantizarlos.
Pero incapaces de atacar el texto de la nueva propuesta lo que han hecho los reaccionarios es difundir ampliamente falsedades y mentiras, y propalarlas sin pudor por la redes sociales y con spots televisivos. Una de las falsedades es que hay que rechazar para reformar, pero rechazar significa que nos quedamos con la Constitución de Pinochet y Ricardo Lagos. Al mismo tiempo vuelven sobre las campañas del terror, advertencias que si se aprueba la nueva Constitución Chile se hundirá en el caos, en la crisis económica. Incluso algún personaje ha amenazado de muerte publicamente a ex convencionales como Atria o Bassa, y ha ofrecido asesinar a 3 mil personas si triunfa el Apruebo.
De acuerdo con el Servel los aportes de la campaña del Rechazo suman un total de $110.673.400 mientras que los de la campaña del Apruebo solo llegan a $766.363. Se ve claramente a quien apoyan las grandes fortunas económicas, para mantener sus exhorbitantes priviegios.