Patricio Guzmán S.
Socialismo Revolucionario, CIT en Chile
Nicolás Maduro ha asumido un nuevo periodo presidencial luego de ganar elecciones que contaron incluso con observadores internacionales, pero le llueven acusaciones por violaciones a Derechos Humanos, vulneraciones a la democracia, corrupción etc. EEUU ha enrolado para esto a muchos países latinoamericanos que anuncian el no reconocimiento al gobierno de Nicolás Maduro, ninguno de los cuales puede exhibir credenciales limpias en los temas por los cuales lo acusan. Washington ha dado un nuevo paso en su campaña para desestabilizar y derrocar al gobierno venezolano, instando a la oposición a formar un gobierno paralelo.
Desde Abu Dabi, el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, dijo a los periodistas que lo acompañan en su gira por Oriente Medio que “el régimen de Maduro es ilegítimo”. La oposición de derecha, envalentonada por Estados Unidos ha llamado a una jornada de protestas el próximo 23 de enero en favor de un “gobierno de transición”. Es decir una convocatoria a la sedición abierta contra el gobierno.
¿Qué está detrás de la inquina de EEUU contra el gobierno venezolano?
Para los Estados Unidos el problema en realidad no es el gobierno de Maduro por sí mismo, sino el petróleo.
Venezuela cuenta con las más grandes reservas de petróleo del planeta con 300.900.000.000 barriles de petróleo a extraer. Le siguen Arabia Saudí con 266.500.000.000 barriles, Canadá con 169.700.000.000 barriles e Irán con 158.400.000.000 barriles. La verdad es que para Estados Unidos el problema más que Maduro es el petróleo. Estamos en medio de una nueva guerra fría entre potencias y el imperio norteamericano necesita un gobierno dócil a sus intereses.
Detrás de los ataques y las sanciones de los Estados Unidos —con la colaboración entusiasta de los países del grupo de Lima— a una Venezuela que se ve imposibilitada de cobrar parte de petróleo que vende, hay un tema del que no se habla: el petróleo y el lugar que ocupa el dólar norteamericano en la economía mundial. La moneda ocupa un lugar central en el poderío económico de los Estados Unidos: aunque la potencia del norte sigue siendo la principal economía y potencia militar mundial, es desafiada crecientemente por otros actores, entre los que destaca China y Rusia. El sistema financiero mundial que consagró la hegemonía en el medio siglo norteamericano está cada vez más en cuestión, especialmente después de la crisis financiera global de 2008 – 2009 y su impacto: gran recesión en la economía mundial —que abrió un nuevo ciclo de bajo crecimiento—, alto endeudamiento, volatilidad en los mercados financieros, conflictos comerciales y recuperaciones signadas por desequilibrios estructurales.
Terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa, el continente estaba en ruinas. Bombardeos masivos a la población civil, decenas de millones de civiles muertos entre las víctimas, incluido el exterminio sistemático de grupos étnicos como los judíos, y la infraestructura por los suelos. Las economías industrializadas más importantes del mundo, los países capitalistas desarrollados centrales y la Unión Soviética sufrían las consecuencias de la barbarie. La excepción eran los Estados Unidos de América, que habían entrado a la guerra con una economía que no salía completamente de la mayor depresión de la historia del capitalismo, y que ocupaba la décima posición entre las economías del mundo. Los Estados Unidos salieron de la conflagración mundial como la mayor potencia militar, con una industria en expansión y la incorporación masiva de la mujer a la producción. El país se había transformado durante la guerra en el principal prestamista y proveedor extranjero para sus aliados. Con la política de Lend and Lease (‘Préstamo y Arriendo’ en castellano) suministraban gran cantidad de material militar a los aliados y los convertían en sus deudores, mientras su industria operaba a plena capacidad y se expandía. En Europa por el contrario los Estados estaban descompuestos o cerca de la descomposición, mientras el este era ocupado por la Unión Soviética y había una gran presión de fuerzas socialistas, de la clase trabajadora, y en muchos países de los antiguos partisanos y resistentes, que no aceptaban simplemente volver al estado de cosas previo a la guerra.
El 8 de mayo de 1945 con la capitulación incondicional de la Alemania Nazi terminaba la II Guerra Mundial en Europa; por su parte, el 14 de agosto de 1945 Japón aceptó la rendición incondicional. La guerra había llegado a su fin en los dos grandes escenarios del conflicto: Europa y Asia.
Las grandes potencias no esperaron el fin de la guerra mundial para establecer un nuevo acuerdo internacional. Sus representantes se reunieron en los Estados Unidos, en Bretton Woods, entre el 1 y el 22 de julio de 1944, en una conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas (los Aliados). De allí surgieron los Acuerdos de Bretton Woods, que consagraron la hegemonía de los Estados Unidos y establecieron instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, desplazando el papel que había jugado e imperio británico como centro financiero mundial. La idea de esta conferencia era que las potencias capitalistas caracterizadas por la competencia, la rivalidad e incluso la guerra, debían alcanzar un acuerdo para una cierta convivencia entre los países, permitir las bases económicas para reconstruir los estados burgueses, reconstruir la infraestructura de los países, relanzar la economía capitalista y hacer concesiones a los trabajadores (lo que cristalizaría en el estado de bienestar) sin lo cual hubiese sido imposible la reconstrucción. Además de su poderío militar, solamente Estados Unidos contaba con la capacidad de crédito para este programa ambicioso, por tanto la conferencia se cerró con el acuerdo que consagró la hegemonía de esta nación de Norteamérica.
Un elemento clave en esta arquitectura es que el dólar se convirtió en la divisa internacional indiscutida. Mientras el resto de monedas se basaban en la confianza, es decir, eran fiduciarias sin respaldo concreto en metal precioso, el dólar sí tendría respaldo en oro, y podría ser intercambiado por oro por los bancos centrales de otros países. Se estableció un tipo de cambio fijo pero ajustable con una banda de fluctuación del 1% con el dólar estadounidense, y una cotización fija en oro a $35 dólares la onza. Estados Unidos tomaba la responsabilidad de mantener estable la cotización ajustando la oferta de dólares para mantener la confianza en la futura continua convertibilidad.
Con el dólar ocupando un doble papel de moneda nacional e internacional, el tesoro norteamericano puede producir grandes cantidades de moneda pero solamente una parte de esa masa se refleja en presiones de inflación en los propios EEUU, el resto de la inflación se traspasa al mundo. Es el sueño de pibe de la maquinita de producir dinero. El limite mayor para este juego financiero era la convertibilidad en oro.
Sin embargo para 1958, con el acuerdo plenamente operativo, y nuevas economías desarrolladas recuperadas en competencia, los EEUU estaban experimentando un persistente déficit en la balanza comercial. Estados Unidos podía paliar este déficit produciendo dólares, pero con una masa creciente de dólares en circulación el respaldo metálico era insuficiente.
“Pero Bretton Woods no salvó al capitalismo mundial para siempre. El acuerdo, con sus tipos de cambio fijos, la supremacía del dólar y de las instituciones internacionales bajo control de los EE.UU. parecieron funcionar durante la Edad Dorada de 1946 a 1965, principalmente debido a que la rentabilidad del capital estadounidense después de la guerra fue muy alta, y también aumentó rápidamente en Europa y Japón, con su excedente de mano de obra barata y nueva tecnología americana”. [1]
Fin de la convertibilidad del dólar
La guerra de Corea y luego la guerra de Vietnam aumentaron el déficit e hicieron insostenible la situación porque el exceso de moneda no permitiría hacer frente a las solicitudes de oro de acuerdo con la convertibilidad. El dólar en circulación aumentaba y las reservas de oro disminuían; Estados Unidos no podía cumplir con la convertibilidad acordada en Bretton Woods.
El 15 de agosto de 1971 el presidente Richard Nixon anunció el “fin de la convertibilidad” del dólar en oro, terminando con el sistema diseñado en Bretton Woods. Se acababan 27 años de estabilidad financiera basada en el sistema de tipos de cambio fijos que ligaban al dólar y al oro. En EEUU diseñaron un nuevo respaldo a su moneda basado en el comercio internacional del petróleo. Llegaron a un acuerdo con Arabia Saudí, el principal productor de petróleo entonces, para que este producto central de la economía mundial se comercializara solamente en dólares de Estados Unidos, a cambio de protección. El mismo esquema se impuso en todo el comercio internacional de petróleo. Fue el origen de los llamados petro-dólares. Esto aseguró que el dólar ahora convertido en moneda fiduciaria, es decir basada en la fe pública, siguiera cumpliendo el doble papel tan provechoso para Estados Unidos. Sin embargo, con un sistema más inestable hemos visto mayor emisión inorgánica de moneda, y ha alentado crisis financieras recurrentes.
“Para entender mejor lo que ocurrió en 1971 es bueno hacer un corto repaso. Desde un punto de vista histórico, lo mas destacado del periodo de 1945 a 1971, es decir desde el acuerdo de Bretton Woods hasta el anuncio por Nixon del fin de la convertibilidad del dólar en oro, es que no se produjo ninguna crisis bancaria en el sistema financiero internacional, excepto una en Brasil en 1962 (ver el libro “Understanding Financial Crises” de Frankin Allen y Douglas Gale). En cambio, tras la rotura del sistema financiero y monetario ligado al oro, la economía global aceleró su crecimiento económico, pero también lo hicieron los desajustes monetarios que coincidieron con graves crisis bancarias. El sistema bancario escandinavo a principios de los años 90, la crisis bancaria japonesa de los años 90, la rotura del Sistema Monetario Europeo (SME) de 1992-1993, la crisis de México y el “efecto Tequila” de 1994, la grave crisis asiática de 1997, con los bancos y las divisas locales desplomándose, el “default” de Rusia de agosto de 1998 y la posterior quiebra del Long Term Capital Management que necesitó un rescate de la FED, la también crisis en Brasil en el mismo año, el corralito argentino de 2001-2002 o las más recientes crisis subprime de 2008 (Lehman Brothers) o la crisis bancaria europea que empezó en 2010 y aun no ha finalizado, son episodios que reflejan la inestabilidad tras el fin de la convertibilidad del oro de 1971”. [2]
Entretanto EEUU pasó de ser el principal acreedor de mundo a convertirse en el primer deudor, y el dólar se ha ido persistente e inexorablemente devaluando, de manera que tener localmente alternativas para el comercio y como monedas de reserva es claramente buena decisión económica. Si a eso se suma el uso y abuso de sanciones económicas de Washington —que impide a países como Venezuela cobrar sus ventas que por ser en dólares pasan por los bancos de EEUU—, ha resultado que los propios norteamericanos han estimulado la búsqueda de alternativas. Por ello China se preparó durante años hasta que lanzó el petro Yuan con respaldo en oro y en América Latina tenemos a Venezuela que hizo lo suyo con la cripto-divisa Petro.
La importancia que ocupa el comercio en dólares del petróleo en todo este diseño, quedó patente con las invasiones de Irak y Libia, países que se atrevieron a vender su petróleo en otras divisas, y cuyos gobernantes pagaron su audacia con sus propias vidas. El impulso a la desestabilización y guerra civil de Siria, país que también tiene petróleo aunque en menor cantidad que su vecino Irak pero que sobretodo ocupa un lugar de importancia en la geopolítica de la región árabe, formó parte del conflicto emprendido por Estados Unidos y sus aliados occidentales para controlar la región petrolera.
Giro hacia América Latina
Ahora EEUU pone mayor atención en nuestro continente: están preocupados por la creciente presencia China. En este contexto Cuba, Venezuela y Nicaragua (con el plan de un nuevo canal transoceánico financiado por China) aparecen como amenazas para el viejo dominio sin adversarios de importancia para Estados Unidos.
El trasfondo necesario para entender todos los conflictos geopolíticos actuales es que EEUU ha desatado una guerra comercial mundial especialmente con China. Detrás, están la amenaza que siente Estados Unidos a su posición de potencia dominante, sus retrocesos ante China en el comercio global, la tasa de crecimiento del gigante asiático persistentemente superior al crecimiento de la potencia norteamericana y el peligro de que China le tome la delantera tecnológica mediante su programa “Made in China 2025”, además del papel renovado de Rusia como potencia. EEUU está muy preocupado por la decisión china de pasar de ser un país cuyo crecimiento se basa en ser la manufactura del mundo gracias a la mano de obra barata, para convertirse en una economía de ingenieros y alta tecnología. Este es el trasfondo de las declaraciones de Donald Trump acusando a China de robo de tecnología; Wilbur Ross declaró que la estrategia china era “aterradora”: “Ellos han sido la fábrica del mundo y ahora quieren ser el centro tecnológico de mundo.”
Para asegurar su hegemonía en el continente latinoamericano, Washington puso en marcha un esfuerzo para instalar gobiernos alineados con su política, que ahora se distancia del discurso tradicional del libre comercio si éste no le favorece. Los gobiernos llamados progresistas han sido barridos, con el uso y abuso de maniobras sucias para dejar fuera de juego a líderes díscolos, como Lula, Correa y Kirchner.
La inevitable derrota a estas alturas de Washington y sus aliados en la guerra civil Siria, y la decisión de Donald Trump de sacar a las fuerzas armadas de este país muy probablemente marcan su reorientación hacia el continente latinoamericano, su “patio trasero” tradicional que siente también amenazado por la creciente presencia China. La guerra civil Siria es parte de un conflicto geopolítico mayor por el control del petróleo y de sus flujos financieros y comerciales. Dentro del esquema dólar-petróleo que hemos comentado, Venezuela ocupa un lugar central por sus enormes reservas petroleras; por ello está en la mira de Washington, que quiere sacar al chavismo del poder y colocar en su reemplazo un gobierno obediente que garantice el traspaso de esta enorme riqueza a favor de sus intereses. Ello explica la guerra económica, las persistentes campañas mediáticas e incluso el intento de asesinato de Nicolás Maduro. Como hemos explicado, además de su valor central como mercancía energética, el petróleo es fundamental para garantizar el respaldo al dólar como divisa internacional.
EEUU tiene amenazado su lugar económico y militar en el mundo y no está dispuesto a ceder este lugar. Venezuela es ahora una ficha importante en esta guerra fría. El problema pues no es el gobierno Maduro por sí mismo, ni la democracia o los Derechos Humanos, ¡lo que está en juego son las gigantescas reservas de petróleo de Venezuela!
[1] Michael Roberts. Keynes y Bretton Woods 70 años más tarde. http://www.sinpermiso.info/textos/keynes-y-bretton-woods-70-anos-mas-tarde
[2] Marc Garrisait. Historias de bolsa: el fin de la convertibidiad de dólar a oro de 1971. http://investorsconundrum.com/2016/09/11/8454/