Tesis sobre la unidad del frente proletario
1. El movimiento internacional atraviesa en este momento un período de transición que les plantea a la Internacional Comunista y sus secciones nuevos e importantes problemas tácticos.
Este período está principalmente caracterizado por los siguientes hechos:
La crisis económica mundial se agudiza. El paro aumenta. En casi todos los países, el capital internacional ha desencadenado contra la clase obrera una ofensiva sistemática, cuyo objetivo declarado es, ante todo, reducir los salarios y envilecer las condiciones de existencia de los trabajadores. El fracaso de la paz de Versalles es cada vez más evidente para las propias masas trabajadoras. Es innegable que si el proletariado internacional no logra destruir el régimen burgués no tardarán en estallar una o hasta varias guerras imperialistas, lo que quedó demostrado elocuentemente en la Conferencia de Washington.
2. Las ilusiones reformistas que, a raíz de diversas circunstancias, habían predominado durante una época en las grandes masas obreras, son sustituidas, ante la presencia de duras realidades, por un estado de ánimo muy diferente. Las ilusiones democráticas y reformistas que,
después de la guerra imperialista, habían ganado terreno en una categoría de trabajadores privilegiados, así como entre los obreros más atrasados desde el punto de vista político, se disipan incluso antes de haberse desarrollado. Los resultados de los trabajos de la Conferencia
de Washington les asestarán el golpe de gracia. Si hace seis meses se podía hablar aparentemente con razón de cierta evolución hacia la derecha de las masas obreras de Europa y Norteamérica, en este momento es imposible negar el comienzo de una nueva orientación hacia la izquierda.
3. Por otra parte, la ofensiva capitalista ha provocado en las masas obreras una tendencia espontánea a la unidad que nada podrá contener y que se produce simultáneamente con un aumento de la confianza de que gozan los comunistas por parte del proletariado.
Justo ahora, medios obreros cada vez más importantes comienzan a apreciar la valentía de la vanguardia comunista que entabló la lucha por la defensa de los intereses proletarios en una época en la que las grandes masas permanecían aún indiferentes, es decir hostiles, al comunismo. Los obreros comprenden cada vez más que los comunistas han defendido,
frecuentemente al precio de grandes sacrificios y en las circunstancias más penosas, los intereses económicos y políticos de los trabajadores. Nuevamente, el respeto y la confianza rodean a la vanguardia intransigente que constituyen los comunistas. Reconociendo finalmente la vanidad de las esperanzas reformistas, los trabajadores más atrasados se convencen de que la única salvación que existe contra la expoliación capitalista está en la lucha.
4. Los partidos comunistas pueden y deben recoger ahora los frutos de las luchas que sostuvieron anteriormente bajo las circunstancias más desfavorables y en medio de la indiferencia de las masas. Pero, llevados por una creciente confianza en los elementos más irreductibles, más combativos de su clase (en los comunistas), los trabajadores ofrecen mayores pruebas que nunca de un irresistible deseo de unidad. Integrados ahora a una vida más activa, los sectores con menos experiencia de la clase obrera sueñan con la fusión de todos los partidos obreros. Esperan de ese modo aumentar su capacidad de resistencia ante la ofensiva capitalista.
Obreros que hasta el momento casi no habían demostrado interés por las luchas políticas, ahora quieren verificar, mediante su experiencia personal, el valor del programa político del reformismo. Los obreros afiliados a los viejos partidos socialdemócratas, y que constituyen una fracción importante del proletariado, ya no admiten las campañas de calumnias dirigidas por los socialdemócratas y los centristas contra la vanguardia comunista. Incluso más, comienzan a reclamar un acuerdo con esta última. Sin embargo aún no están totalmente liberados de las creencias reformistas y muchos de ellos conceden su apoyo a las internacionales socialistas y a
la de Ámsterdam. Indudablemente, sus aspiraciones no siempre están claramente formuladas, pero es evidente que tienden imperiosamente a la creación de un frente proletario único, a la formación, por parte de los partidos de la II Internacional y los sindicatos de Ámsterdam
conjuntamente con los comunistas, de un poderoso bloque contra el cual vendría a estrellarse la ofensiva patronal. En ese sentido, esas aspiraciones representan un gran progreso. La fe en el reformismo está desapareciendo. En la situación actual del movimiento obrero, toda acción seria, aun cuando tenga su punto de partida en reivindicaciones parciales, llevará fatalmente a las masas a plantear los problemas fundamentales de la revolución. La vanguardia comunista ganará con la experiencia el apoyo de nuevos sectores obreros, que se convencerán por sí mismos de la inutilidad de las ilusiones reformistas y de los efectos deplorables de la política de
conciliación.
5. Cuando comenzó la protesta organizada y consciente de los trabajadores contra la traición de los líderes de la II Internacional, estos disponían del conjunto del mecanismo de las organizaciones obreras. Invocaron la unidad y la disciplina obrera para intimidar despiadadamente a los revolucionarios contestatarios y quebrar todas las resistencias que les
hubiesen impedido poner al servicio de los imperialistas nacionales la totalidad de las fuerzas proletarias. La izquierda revolucionaria se vio así forzada a conquistar a cualquier precio su libertad de propaganda, a fin de dar a conocer a las masas obreras la traición infame que habían
cometido (y que continúan cometiendo) los partidos y sindicatos creados por las propias masas.
6. Tras de asegurarse una total libertad de propaganda, los partidos comunistas en todos los países se esfuerzan actualmente en realizar una unidad tan completa como sea posible de las masas obreras en el terreno de la acción práctica. Los dirigentes de Ámsterdam y de la II Internacional también predican la unidad, pero todos sus actos son la negación de sus palabras.
Al no lograr ahogar en las organizaciones las protestas, las críticas y las aspiraciones de los revolucionarios, los reformistas, ávidos de compromisos, tratan ahora de salir del callejón sin salida en el que se encuentran, sembrando la desorganización y la división entre los trabajadores saboteando su lucha. Desenmascarar en este momento su reincidencia en la traición es uno de los deberes más importantes de los partidos comunistas.
7. La profunda evolución interior provocada en la clase obrera de Europa y
Norteamérica por la nueva situación económica del proletariado obliga también a los dirigentes y los diplomáticos de las internacionales socialistas y de la internacional de Ámsterdam a colocar en un primer plano el problema de la unidad obrera. Mientras que, entre los trabajadores
que justo ahora acceden a una vida política consciente y que aún no poseen experiencia, la consigna del frente único es la expresión sincera del deseo de oponer a la ofensiva patronal todas las fuerzas de la clase obrera, esa consigna sólo es, por parte de los líderes reformistas, un nuevo intento de engañar a los obreros para conducirlos por el camino de la colaboración de clases. La inminencia de una nueva guerra imperialista, la carrera de armamentos, los nuevos tratados secretos de las potencias imperialistas, no solamente no decidirán a los dirigentes de la II Internacional, de la Internacional II y ½ y de la internacional de Ámsterdam a dar la voz de alarma y colaborar efectivamente en la tarea de lograr la unidad internacional de la clase obrera, sino que suscitarán infaliblemente entre ellos las mismas disensiones que en el seno de la burguesía internacional. Ese es un hecho inevitable dado que la solidaridad de los “socialistas” reformistas con “sus” burguesías nacionales respectivas constituye la piedra angular del reformismo.
Esas son las condiciones generales en medio de las cuales la Internacional Comunista y sus secciones deben precisar su actitud en relación con la consigna de la unidad del frente obrero.
8. Considerando mucho lo ya dicho, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista estima que la consigna del III Congreso Mundial de la Internacional Comunista, ¡Hacia las masas!, así como los intereses generales del movimiento comunista, exigen que la Internacional Comunista y sus secciones apoyen la consigna de la unidad del frente proletario y encarnen su realización. La táctica de los partidos comunistas se inspirará en las condiciones particulares de cada país.
9. En Alemania, el partido comunista, en la última sesión de su consejo nacional, se pronunció por la unidad del frente proletario y reconoció la posibilidad de apoyar un “gobierno obrero unitario” que estaría dispuesto a combatir seriamente contra el poder capitalista. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista aprueba sin reservas esta decisión, persuadido
de que el partido comunista alemán, salvaguardando su independencia política, podrá de ese modo penetrar en sectores más vastos del proletariado y fortalecer allí la influencia comunista.
En Alemania en mayor medida que en otras partes, las grandes masas comprenden cada vez más que su vanguardia comunista tenía razón al negarse a deponer las armas en los momentos más difíciles y denunciar la inutilidad absoluta de los remedios reformistas en una situación que
únicamente la revolución proletaria puede resolver. Perseverando en esta actitud, el partido alemán no tardará en ganar para sí a todos los elementos anarquistas y sindicalistas que han permanecido hasta ahora al margen de la lucha de masas.
10. En Francia, el partido comunista engloba a la mayoría de los trabajadores políticamente organizados. En consecuencia, el problema del frente único asume un aspecto algo diferente del que presenta en otros países. Pero también en Francia es preciso que toda la responsabilidad de la ruptura del frente obrero recaiga sobre nuestros adversarios. La fracción
revolucionaria del sindicalismo francés combate, con razón, contra la escisión en los sindicatos y defiende la unidad de la clase obrera en la lucha económica. Pero esta lucha no se detiene en el umbral de la fábrica. La unidad también es indispensable contra la ola de reacción, contra la
política imperialista, etc. La política de los reformistas y de los centristas, tras haber provocado la escisión en el seno del partido, amenaza ahora la unidad del movimiento sindical, lo que prueba que, al igual que Jean Longuet, Jouhaux sirve, en realidad, a la causa de la burguesía. La
consigna de la unidad política y económica del frente proletario contra la burguesía es el mejor medio de acabar con las maniobras de escisión.
Cualesquiera que sean las traiciones de la CGT reformista que dirigen Jouhaux, Merrheim y consortes, los comunistas, y con ellos todos los elementos revolucionarios de la clase obrera francesa, se verán obligados a proponer a los reformistas, ante toda huelga general, ante toda manifestación revolucionaria, ante toda acción de masas, la unidad en esa acción y, tan pronto como los reformistas la rechacen, deberán desenmascararlos ante la clase obrera. De ese modo, la conquista de las masas obreras apolíticas nos será más fácil. Es evidente que este
método de ningún modo implica para el partido francés una restricción de su independencia y no lo comprometerá, por ejemplo, a apoyar al bloque de las izquierdas en el período electoral o a mostrar exagerada indulgencia con respecto a los “comunistas” indecisos que no cesan de deplorar la escisión de los socialpatriotas.
11. En Inglaterra, el Labour Party reformista se había negado a admitir en su seno al partido comunista en las mismas condiciones que a las otras organizaciones obreras. Pero bajo la presión de las masas obreras, cuyas aspiraciones ya hemos señalado, las organizaciones obreras londinenses acaban de votar la admisión del partido comunista en el Labour Party.
Al respecto, Inglaterra constituye evidentemente una excepción. A raíz de algunas condiciones particulares, el Labour Party forma en Inglaterra una especie de coalición que incluye a todas las organizaciones obreras del país. En este momento es un deber para los comunistas exigir, por medio de una enérgica campaña su admisión en el Labour Party. La reciente traición de los líderes de las tradeuniones en la huelga de los mineros, la ofensiva
capitalista contra los salarios, etc., provocan una considerable efervescencia en el proletariado inglés. Los comunistas deben esforzarse a cualquier precio en penetrar en lo más profundo de las masas trabajadoras con la consigna de la unidad del frente proletario contra la burguesía.
12. En Italia, el joven partido comunista, que ha mantenido hasta ahora una de las más intransigentes actitudes con respecto al partido socialista reformista y a los dirigentes socialtraidores de la Confederación General del Trabajo (cuya traición a la revolución proletaria está ahora definitivamente consumada), emprende, sin embargo y ante la ofensiva patronal, una
enérgica agitación a favor de la unidad del frente proletario. El ejecutivo aprueba totalmente esta táctica de los comunistas italianos e insiste en la necesidad de desarrollarla aún más. El Comité Ejecutivo está convencido de que el Partido Comunista Italiano, si da pruebas de suficiente perspicacia, se convertirá, para la Internacional Comunista, en un modelo de
combatividad marxista y, al denunciar implacablemente las vacilaciones y las traiciones de los reformistas y de los centristas, podrá proseguir una campaña cada vez más vigorosa entre las masas obreras por la unidad del frente proletario contra la burguesía.
Es obvio que el partido italiano no deberá descuidar ningún detalle de su tarea de ganar para la acción común a los elementos revolucionarios del anarquismo y del sindicalismo.
13. En Checoslovaquia, donde el partido agrupa a la mayoría de los trabajadores políticamente organizados, las tareas de los comunistas son, en ciertos aspectos, análogas a las de los comunistas franceses. Al afirmar su independencia y romper los últimos nexos que lo vinculan con los centristas, el partido checoslovaco deberá difundir la consigna de la unidad del frente proletario contra la burguesía y denunciar el verdadero papel de los socialdemócratas y de los centristas, agentes del capital. Los comunistas checoslovacos también intensificarán su acción en los sindicatos, que están en gran medida en poder de los líderes amarillos.
14. En Suecia, el resultado de las últimas elecciones parlamentarias le permite a un partido comunista numéricamente débil desempeñar un papel importante. Branting, uno de los líderes más eminentes de la II Internacional y a la vez presidente del consejo de ministros de la
burguesía sueca, se halla en tal situación que la actitud de la fracción parlamentaria comunista no puede serle indiferente para la constitución de una mayoría parlamentaria. El Comité Ejecutivo estima que la fracción comunista no podrá negarse a conceder, bajo ciertas condiciones, su apoyo al gobierno menchevique de Branting como, por otra parte, lo hicieron
correctamente los comunistas alemanes con ciertos gobiernos regionales (Turingia). Pero eso no quiere decir que los comunistas suecos deban perder en lo más mínimo su independencia o se abstengan de denunciar el verdadero carácter del gobierno menchevique. Por el contrario, cuanto más poder tengan los mencheviques, en mayor medida traicionarán a la clase obrera, y los comunistas deberán esforzarse en desenmascararlos ante las masas obreras.
15.- En Estados Unidos comienza a realizarse la unión de todos los elementos de izquierda del movimiento obrero sindical y político. Los comunistas norteamericanos tienen de ese modo la ocasión de penetrar en las grandes masas trabajadoras y de convertirse en el centro de cristalización de esa unión de las izquierdas. Formando grupos en todos los lugares donde haya comunistas, deberán asumir la dirección del movimiento de unidad de los elementos revolucionarios y difundir enérgicamente la idea del frente único (por ejemplo por la defensa de
los intereses de los parados). La principal acusación que lanzarán contra las organizaciones de Gompers será que estas últimas se niegan obstinadamente a constituir la unidad del frente proletario por la defensa de los parados. Sin embargo la tarea esencial del partido, consistirá en
ganar a los mejores elementos de las IWW.
16. En Suiza, nuestro partido ya obtuvo algunos éxitos en esta campaña. La propaganda comunista por el frente único obligó a la burocracia sindical a convocar a un congreso extraordinario que se llevará a cabo próximamente y donde nuestros amigos podrán desenmascarar las mentiras del reformismo y desarrollar la mayor actividad por la unidad revolucionaria del proletariado.
17. En una serie de países, el problema se presenta, según las condiciones particulares, bajo un aspecto más o menos diferente. Pero el Comité Ejecutivo está convencido de que las secciones sabrán aplicar, de acuerdo con las condiciones específicas de cada país, la línea de conducta general que acabamos de trazar.
18. El Comité Ejecutivo estipula como condición rigurosamente obligatoria para todos los partidos comunistas la libertad, para toda sección que establezca un acuerdo con los partidos de la II Internacional y de la Internacional II y ½, de continuar la propaganda de nuestras ideas y
las críticas de los adversarios del comunismo. Al someterse a la disciplina de la acción, los comunistas se reservarán absolutamente el derecho y la posibilidad de expresar no solamente antes y después sino también durante la acción, su opinión sobre la política de todas las organizaciones obreras sin excepción. En ningún caso y bajo ningún pretexto, esta cláusula
podrá ser contravenida. Mientras preconizan la unidad de todas las organizaciones obreras en cada acción práctica contra el frente capitalista, los comunistas no pueden renunciar a la propaganda de sus ideas, que constituye la lógica expresión de los intereses del conjunto de la
clase obrera.
19. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista cree útil recordar a todos los partidos hermanos las experiencias de los bolcheviques rusos, cuyo partido es el único que hasta ahora ha logrado vencer a la burguesía y adueñarse del poder. Durante los quince años transcurridos entre el surgimiento del bolchevismo y su victoria (1903-1917), éste nunca dejó de combatir a los reformistas o, lo que es lo mismo, al menchevismo. Pero durante ese mismo lapso de tiempo los bolcheviques suscribieron acuerdos en varias ocasiones con los mencheviques. La primera escisión formal se produjo en la primavera de 1905. Pero bajo la influencia irresistible de un movimiento obrero de vasta envergadura, los bolcheviques formaron ese mismo año un frente común con los mencheviques. La segunda escisión formal se produjo en enero de 1912. Pero desde 1905 hasta 1912, la escisión alternó con uniones y acuerdos temporales (en 1906, 1907 y 1910). Uniones y acuerdos que no se produjeron solamente después de las peripecias de la lucha entre fracciones sino sobre todo bajo la presión de las grandes masas obreras iniciadas en la vida política y que querían comprobar por sí
mismas si los caminos del menchevismo se apartaban realmente de la revolución. Poco tiempo antes de la guerra imperialista, el nuevo movimiento revolucionario que siguió a la huelga del Lena originó en las masas proletarias una poderosa aspiración a la unidad que los dirigentes del menchevismo se dedicaron a explotar en su provecho, como lo hacen actualmente los líderes de las internacionales “socialistas” y los de la internacional de Ámsterdam. En esa época, los bolcheviques no se negaron a constituir el frente único. Lejos de ello, para contrarrestar la diplomacia de los jefes mencheviques adoptaron la consigna de la “unidad por la base”, es decir de la unidad de las masas obreras en la acción revolucionaria práctica contra la burguesía. La experiencia demostró que esa era la única táctica verdadera. Modificada según la época y los lugares, esta táctica ganó para el comunismo a la inmensa mayoría de los mejores elementos
proletarios mencheviques.
20. Al adoptar la consigna de la unidad del frente proletario y admitir acuerdos entre sus diversas secciones y los partidos y sindicatos de la II Internacional y de la Internacional II y ½, la Internacional Comunista evidentemente no podrá dejar de establecer acuerdos análogos a
escala internacional. Con respecto a la cuestión del socorro a los hambrientos de Rusia, el Comité Ejecutivo le ha propuesto un acuerdo de la internacional sindical de Ámsterdam. Ha renovado sus propuestas en vistas a una acción común contra el terror blanco en España y Yugoslavia. Actualmente, somete a las internacionales socialistas y a la internacional de
Ámsterdam una nueva propuesta respecto a la labor de la Conferencia de Washington, la que no puede sino precipitar la explosión de una nueva guerra imperialista. Pero los dirigentes de esas tres organizaciones internacionales han demostrado que, cuando se trata de actos, renuncian
totalmente a su consigna de unidad obrera. En consecuencia, la tarea precisa de la Internacional Comunista y de sus secciones será la de revelar a las masas la hipocresía de los dirigentes obreros que prefieren la unión con la burguesía a la unidad de los trabajadores revolucionarios y, al permanecer en la Oficina Internacional de Trabajo adscrita a la Sociedad de Naciones, participan por ello en la conferencia imperialista de Washington en lugar de llevar a cabo una enérgica campaña contra ella. Pero la negativa ante nuestras propuestas no nos hará renunciar a la táctica que preconizamos, táctica profundamente acorde al espíritu de las masas obreras y que es preciso saber desarrollar metódicamente, sin tregua. Si nuestras propuestas de acción común son rechazadas, habrá que informar de ello al mundo obrero para que sepa cuáles son los reales destructores de la unidad del frente proletario. Si nuestras propuestas son aceptadas, nuestro deber consistirá en acentuar y profundizar las luchas emprendidas. En los dos casos, es importante lograr que las conversaciones de los comunistas con las otras organizaciones despierten y atraigan la atención de las masas trabajadoras, pues es preciso interesar a estas últimas en todas las peripecias del combate por la unidad del frente revolucionario de los
trabajadores.
21. Al establecer ese plan de acción, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista trata de llamar la atención de los partidos hermanos sobre los peligros que pueden presentarse. Todos los partidos comunistas se hallan lejos de ser lo suficientemente sólidos y organizados y de haber vencido definitivamente a las ideologías centristas y semicentristas. Pueden producirse excesos que provoquen la transformación de los partidos y grupos comunistas en bloques heterogéneos e informes. Para aplicar con éxito la táctica propuesta es preciso que el partido esté fuertemente organizado y que su dirección se distinga por la perfecta claridad de sus ideas.
22. En el propio seno de la Internacional Comunista, en los grupos considerados, con razón o sin ella, como derechistas o semicentristas, existen indudablemente dos corrientes. La primera, realmente emancipada de la ideología y de los métodos de la II Internacional, no ha
sabido, sin embargo, despojarse de un sentimiento de respeto hacia el antiguo poder organizativo y querría, conscientemente o no, buscar las bases de un entendimiento ideal con la II Internacional y, por consiguiente, con la sociedad burguesa. La segunda, que combate el radicalismo formal y los errores de una pretendida izquierda, se inclinaría por imprimir a la
táctica del joven partido comunista mayor flexibilidad y capacidad de maniobra a fin de permitirle llegar más fácilmente a las masas obreras. La rápida evolución de los partidos comunistas impulsó algunas veces a esas dos corrientes a unirse, es decir a formar una sola. Una atenta aplicación de los métodos indicados anteriormente, cuyo objetivo es proporcionarle a la
agitación comunista un apoyo en las acciones de masas unificadas, contribuirá eficazmente al fortalecimiento revolucionario de nuestros partidos, ayudando a la educación experimental de los elementos impacientes y sectarios liberándolos a la vez del peso muerto del reformismo.
23. Por unidad de frente proletario es preciso entender la unidad de todos los trabajadores deseosos de combatir el capitalismo, incluidos, por lo tanto, los anarquistas y los sindicalistas. En varios países, esos elementos pueden asociarse útilmente a las acciones revolucionarias. Desde sus comienzos la Internacional Comunista siempre preconizó una actitud amistosa con respecto a esos elementos obreros que superan poco a poco sus prejuicios y
adhieren al comunismo. Los comunistas deberán en lo sucesivo acordarles mayor atención dado que el frente único contra el capitalismo se halla en vías de realización.
24. Con el objeto de fijar definitivamente el trabajo ulterior en las condiciones indicadas, el Comité Ejecutivo decide convocar próximamente a una asamblea extraordinaria en la cual estarán representados todos los partidos afiliados por el doble de delegados del número ordinario.
25. El Comité Ejecutivo dedicará la mayor atención a todas las gestiones efectuadas en el sentido que acabamos de indicar y solicita a los distintos partidos un informe detallado de todos los intentos realizados y de los resultados obtenidos.