Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT)
5 de agosto de 2020
Artículos de Peter Taaffe y VI Lenin
Hoy, 5 de agosto de 2020, se cumplen 125 años de la muerte de Friedrich Engels (28 de noviembre de 1820 – 5 de agosto de 1895). Para conmemorar este aniversario, volvemos a publicar una reseña del libro Engels – A Revolutionary Life, de John Green (Artery Publications, Londres 2008) que se publicó por primera vez en Socialism Today (revista mensual del Partido Socialista – CIT / CWI Inglaterra & Gales) en 2008, en la que Peter Taaffe examina la vida de “una de las más grandes figuras de la historia de la humanidad”. A esto le sigue un artículo de Vladimir Ilyich Lenin (publicado en el otoño de 1895) tras la muerte de Engels.
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John Green, el autor de este impresionante libro (Engels – Una vida revolucionaria), es digno de elogio por dar vida para los lectores modernos a una de las más grandes figuras de la historia de la humanidad, Friedrich Engels. El libro de Gustav Mayer sobre el mismo tema, escrito en el decenio de 1930, del que el autor admite libremente que se inspira, es excelente sobre la vida y las obras de Engels. Sin embargo, el gran mérito de este libro es que “llena los vacíos” que la edición inglesa de Mayer no cubrió completamente, en particular sobre la personalidad de Engels, su evolución y su relación con Marx.
Las ideas del Partido Socialista (CWI -CIT en Inglaterra y Gales), basadas en el socialismo científico, se identifican como “marxistas”, pero Engels merece estar entre paréntesis con el gran “filósofo del milenio”, el propio Karl Marx. Esto se debe a que no sólo sostuvo a Marx sacrificando sus propias energías para financiar la obra de Marx, sino también por la gran contribución que hizo a sus ideas conjuntas sobre el materialismo histórico, la filosofía, la economía y muchos otros campos, que sentaron las bases de la lucha moderna por el socialismo.
De hecho, en algunos aspectos, Engels se anticipó a Marx en el papel de la clase obrera y el socialismo. Esto se obtuvo gracias a su experiencia en Inglaterra, en particular, a principios del decenio de 1840, del movimiento cartista, el primer movimiento independiente de la clase obrera en la historia. También coincidió con Marx en el análisis de las condiciones en las fábricas y en las ideas de la economía y la filosofía, que son las piedras angulares del marxismo. “Las condiciones de la clase obrera en 1844” es un libro maravillosamente escrito, que puede ayudar a iluminar incluso los problemas del movimiento obrero actual. Complementa los capítulos de Marx sobre la jornada laboral en el primer volumen de El Capital. Sorprendentemente, fue escrito por un joven de 24 años, a partir de sus experiencias en Manchester – donde Engels fue obligado a trabajar en la fábrica de su padre – e invoca la imagen de la China actual. El autor señala que a principios del siglo XIX, “La esperanza de vida en Manchester es de unos 26 años, la cifra más baja desde los años de la plaga”.
Green trae a la vida y explica cómo Marx y Engels, casi al mismo tiempo, evolucionaron desde la aceptación de la filosofía idealista de su gran maestro Hegel a las ideas del materialismo dialéctico. De hecho, Marx y Engels rescataron la “dialéctica” – el método de pensamiento que busca entender el carácter multidimensional de los fenómenos, enunciado por primera vez por los antiguos, los griegos – al refutar el idealismo de Hegel. Ellos dieron “vuelta de revés a Hegel”, de manera que “de estar apoyado sobre su cabeza lo pusieron a descansar firmemente sobre sus pies”.
Las ideas, la conciencia, son expresiones de las fuerzas materiales, que son el impulso conductor de la historia, mientras que Hegel consideraba la evolución de la naturaleza, la humanidad y las relaciones sociales como basada en el desarrollo de las ideas. Las ideas de Marx y Engels, ya sea consciente o inconscientemente, son aceptadas hoy en día por la mayoría de los analistas concienzudos.
La economía es el determinante último de la “superestructura política”, el estado, la política, etc., argumentaban Marx y Engels. Esta idea, expresada crudamente por Bill Clinton antes de ser elegido en 1992, “Es la economía, estúpido”, también se da casi por sentado hoy en día. Esto no significa que Marx y Engels tuvieran una cruda posición determinista. Por el contrario, analizaron cómo el Estado – parte de la superestructura política – tenía un efecto y, a su vez, se veía afectado por el desarrollo de los procesos económicos.
Friedrich Engels emerge de este libro como una de las más grandes pero también una de las más humanas figuras del movimiento socialista y del genuino comunismo. De hecho, el mero hecho de esbozar el enfoque de Engels sobre la vida, así como sobre la política, crea en el lector un sentimiento de gran admiración, en particular por los socialistas y marxistas de hoy en día que comparten la visión de Engels para el futuro. Rompió con su pasado burgués para situarse en el punto de vista de la clase obrera en sus ideas, pero también se sacrificó, para dar la financiación necesaria para permitir a Marx continuar su colosal labor y sentar las bases – en particular a través de los volúmenes de El Capital – sobre las que descansa hoy el socialismo científico.
El autor lo compara con el Che Guevara y hay algunas similitudes indudables y sorprendentes. Ambos eran hombres de acción, rompieron con sus antecedentes privilegiados para ponerse a disposición de la clase obrera y los pobres. Eran fieles, tanto a sí mismos como a los procesos económicos y políticos que aceptaban, y eran valientes.
Pero también había grandes diferencias en sus personalidades y particularmente en la historia de estas dos grandes figuras. El Che Guevara, en el momento de su asesinato, no se había liberado por completo de la caricatura del marxismo proporcionada por el entonces movimiento “comunista” mundial, en realidad estalinista. Sin embargo, estaba evolucionando a través de sus propias experiencias hacia una crítica de las ideas del estalinismo y el cuasi estalinismo.
Engels, por otra parte, si hubiera muerto a la misma edad que el Che Guevara, seguiría siendo considerado un gran teórico, así como un luchador por la liberación de la clase obrera. Friedrich Engels tenía una cosa en común con el Che Guevara: participó en grandes batallas en la revolución de 1848, comandando tropas y ganándose posteriormente el apodo de “el general” de Marx, su familia y sus camaradas.
Carácter admirable
A nivel personal también, Friedrich Engels era un personaje admirable. Un matrimonio forzado o relaciones con mujeres de su propio entorno privilegiado no eran para él. Desafió las convenciones capitalistas de la época y a su familia para vivir en primer lugar con Mary Burns, que le afectó profundamente en relación a la lucha nacional en Irlanda en ese momento. Su carácter y temperamento dieron consuelo y alegría a Engels mientras se esclavizaba en las horribles condiciones de Manchester para mantener a Marx y su trabajo intelectual.
Tan apegado estaba a Mary que cuando ella murió, Marx mostró cierto desapego por problemas de dinero y esto llevó a un enfriamiento temporal en su relación, que, sin embargo, no duró mucho. Engels se preocupaba y actuaba por las personas en dificultades en los círculos de emigrantes, a los miembros de la familia de Mary Burns y a muchos otros. Después de la muerte de Mary Burns, el hueco en su vida fue llenado, tras cierto retraso, por su hermana Lizzie, que también fue una feroz luchadora por la liberación nacional irlandesa.
Algunas de las partes más interesantes de este libro son las de la colaboración de Marx y Engels en la división del trabajo en el establecimiento de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT, la “Primera Internacional” – 1864-1876) y la culminación de la labor de este organismo, en cierto modo, en la gran Comuna de París de 1871. Debido a su implicación en los “negocios”, Engels no tomó una posición oficial en los trabajos de la AIT porque esto habría proporcionado munición a sus enemigos de que un “capitalista” estaba involucrado en un organismo dirigido contra el propio capitalismo. Pero su influencia y su trabajo fueron de gran alcance y reveladores. Esto le valió la amarga oposición del estado, particularmente del estado alemán de Bismarck, que desplegó un pequeño ejército de espías para controlar y, si era posible, arruinar el trabajo de Marx y Engels para el movimiento obrero internacional.
Engels y Marx, como demuestra este libro, abogaron durante décadas por la independencia política de la clase obrera de los capitalistas. Este fue el caso incluso cuando abogaron por el apoyo táctico y “crítico” a acciones específicas de los capitalistas en ascenso, por ejemplo en la revolución de 1848. Lucharon por un partido independiente de la clase obrera – en el caso de Gran Bretaña durante casi 50 años. Esta es la misma tarea que el Partido Socialista, los socialistas, los sindicalistas y los trabajadores militantes tienen hoy ante sí con el colapso del Nuevo Laborismo en un partido abiertamente capitalista. La diferencia es que el plazo será mucho más corto para el surgimiento de tal formación, como muestran los ejemplos de los primeros pasos de otros países: el desarrollo del partido de la Izquierda en Alemania, la coalición en torno a SYRIZA en Grecia, etc.
Insistiendo en la clase obrera como el principal agente del cambio socialista, Marx y Engels entraron en colisión en la AIT, como es bien sabido, con los anarquistas dirigidos por Bakunin. El autor se equivoca al argumentar que Marx y Engels “subestimaron seriamente el papel de los países socialmente menos desarrollados”. Atribuye el apoyo a Bakunin y a los anarquistas de países como España e Italia en ese momento a la actitud “demasiado crítica” de Marx y Engels y a una “excesiva concentración en la economía”. Pero la verdadera razón por la que los anarquistas encontraron un eco en estos países fue el carácter de la economía de entonces, que estaba relativamente subdesarrollada, con la prevalencia de la pequeña industria y, por lo tanto, la falta de una gran clase obrera unida por la gran industria.
Este era el suelo social sobre el que el anarquismo podía desarrollarse. Incluso en la guerra civil española de los años treinta, el predominio de las pequeñas empresas y, por tanto, la dispersión de la clase obrera, contribuyó a explicar el apoyo a los anarquistas en Cataluña y en otras zonas. La aparición de la industria pesada contribuyó a relegar estas ideas a los márgenes del movimiento obrero.
La socialdemocracia alemana
El trabajo de Engels y la cuidadosa formación de un partido independiente de la clase trabajadora en Alemania, el Partido Socialdemócrata, lo vio emerger como el “partido socialista de masas más fuerte del mundo”. Señaló que incluso las leyes antisocialistas, introducidas en octubre de 1878 por Bismarck, que efectivamente prohibieron el partido hasta 1891, terminaron por fortalecerlo: “El señor Bismarck, que ha trabajado para nosotros los últimos siete años como si le pagáramos por ello, parece ahora incapaz de moderarse en sus esfuerzos por acelerar el surgimiento del socialismo. El autor comenta: “Tiene razón: en el Reichstag, en 1871, sólo había dos representantes del partido, sobre la base de un voto del 3,2%, en 1890, éste pasará a 35, con el 19,9% de los votos, pero en 1912, sólo 17 años después de la muerte de Engels, el partido gana 110 escaños (de un total de unos 400) con el 34,8% de los votos”.
Sin embargo, sin la colosal influencia de Engels, este poderoso partido, después de su muerte, porque la dirección era incapaz de seguir consistentemente su método y el de Marx, no estaba preparado para las enormes convulsiones sociales de la guerra y sus secuelas. En consecuencia, la clase obrera pagó un precio enorme, incluyendo finalmente la destrucción de las organizaciones obreras después de que Hitler llegara al poder en 1933.
Engels, como su historia lo demuestra, estaba preparado para todo tipo de cambios en la situación que enfrentaba el movimiento obrero. El autor se equivoca cuando repite algunas de las leyendas sobre la introducción de Engels a “Las luchas de clase en Francia”, donde parece argumentar contra las “barricadas” – es decir, el arma de la clase obrera y las luchas callejeras – debido a la nueva situación que enfrenta el movimiento obrero. Esto fue interpretado por posteriores renegados del marxismo, como Kautsky, de forma centrista y reformista, de reformas parciales y fragmentarias como el solo método para lograr los objetivos del movimiento obrero. Por el contrario, como señalaron Trotsky y Lenin, Engels se ocupaba de una fase histórica específica. Incluso sus palabras son matizadas, ya que Engels subrayó que las “barricadas” – la resistencia organizada de la clase obrera a la embestida del capitalismo armado dispuesto a destruir los derechos democráticos – serían necesarias en ciertas etapas.
El autor también se equivoca al presentar a los mencheviques (minoría) de la Revolución Rusa como partícipes de las ideas de Engels en la teoría de las “etapas” de una revolución; primero la “democracia”, luego el “socialismo” después de algún intervalo definido en el futuro. Los bolcheviques son por lo tanto criticados por parecer estar en conflicto con las supuestas ideas de Marx sobre dónde ocurriría primero una revolución. Escribe: “No podemos dejarlos [a Marx y Engels] completamente fuera. Después de todo, sus ideas fueron las que sentaron las bases e hicieron posible la construcción del comunismo como una fuerza y condujeron a las revoluciones subsiguientes.”
Por el contrario, los regímenes que se desarrollaron posteriormente después del aislamiento de la Revolución Rusa – el estalinismo, un régimen totalitario de un solo partido – no tenían nada en común con las ideas de Marx y Engels. Los bolcheviques estaban en lo cierto al comenzar la revolución en Rusia – que era el eslabón más débil de la cadena del capitalismo mundial, como dijo Lenin – pero lo consideraron como el inicio de una revolución mundial. Sólo una revolución exitosa en un país industrial avanzado podría haber sido la salvación de la Revolución Rusa. En aislamiento, Rusia estaba condenada a volver al capitalismo o a ver surgir un estado obrero deformado, aunque los bolcheviques nunca imaginaron que surgiría la monstruosidad del estalinismo. Marx y Engels no podían prever – ni nadie – en el momento en que estaban formulando sus ideas en el siglo XIX de cómo los acontecimientos posteriores podrían funcionar en todos los países.
Lo valioso de este libro no son los últimos capítulos, sino los que muestran la evolución de las ideas que constituyen los cimientos del marxismo, las herramientas con las que se puede forjar un nuevo futuro socialista para la humanidad. Friedrich Engels, una figura histórica destacada, debe ser saludado por derecho propio por grandes obras como “Socialismo Utópico y Científico”, “Anti-Dühring”, “La Guerra Campesina en Alemania”, “La Cuestión de la Vivienda” y muchas otras contribuciones al pensamiento socialista y marxista. Marx fue sin duda el mayor – plenamente reconocido por Engels – en sentar las bases de las ideas que conducirán a una nueva sociedad socialista en el futuro. Pero en su labor se le unió Friedrich Engels, una gran figura para inspirar y educar a las nuevas capas de luchadores socialistas que están surgiendo.
Qué antorcha de la razón se ha apagado!
Qué gran corazón ha dejado de latir! [1]
porVladimir Ilyich Lenin (Otoño 1895)
El 5 de agosto del nuevo calendario (24 de julio) de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable científico y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en común. Por eso, para comprender lo que Engels ha hecho por el proletariado es necesario entender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx para el desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera, con sus reivindicaciones, es el resultado necesario del sistema económico actual que, con la burguesía, crea y organiza inevitablemente al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan actualmente, no por los esfuerzos bienintencionados de algunas nobles personalidades, sino por la lucha de clase del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en esclarecer en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerias productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, del cambio sucesivo en el dominio y en la victoria de una clase social sobre otra. Y esto continuará hasta que desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que dichas bascs sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.
En nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación ha hecho suyos estos conceptos de Marx y de Engels. Pero cuando los dos amigos colaboraban en la década del 40, en las publicaciones socialistas, y participaban en los movimientos sociales de su tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin él, muchos honestos y otros deshonestos, que en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los zares, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Esos hombres no admitían siquiera la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, hubo muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época, y en general los amigos de la clase obrera, sólo veían en el proletariado una lacra y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la indus tria, crecía también esa lacra. Por eso todos ellos pensaban cómo detener el desarrollo de la industria y del proletariado, detener “la rueda de la historia”. Contrariamente al miedo general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en su continuo crecimiento. Cuantos más proletarios haya, tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria, y tanto más próximo y posible ser á el socialismo. Podrían expresarse en pocas palabras los servicios prestados por Marx y Engels a la clase obrera diciendo que le enseñaron a conocerse y a tomar conciencia de sí misma, y sustituyeron las quimeras por la ciencia.
He ahí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por todo obrero; tal es el motivo de que incluyamos en nuestra recopilación — que como todo lo que editamos tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos — un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, se vio obligado por motivos farniliares, antes de terminar los estudios secundarios, a emplearse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Cuando era todavía estudiante secundario, llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios. El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época predominaba en la filosofía alemana la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario. A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado absolutista prusiano, a cuyo servicio se hallaba como profesor de la Universidad de Berlín, su doctrina era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta, y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual existe en el mundo un constante proceso de cambio y desarrollo, condujeron a los discípulos del filósofo berlinés que no querían aceptar la realidad, a la idea de que la lucha contra esa realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante procede también de la ley universal del desarrollo perpetuo. Si todo se desarrolla, si ciertas instituciones son remplazadas por otras, ¿por qué, entonces, deben perdurar eternamente el absolutismo del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una ínfima minoría a expensas de la inmensa mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era idealista. Del desarrollo del espíritu deducía el de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres en la sociedad. Marx y Engels conservaron la idea de Hegel sobre el perpetuo proceso de desarrollo *, y rechazaron su preconcebida concepción idealista; el estudio de la vida real les mostró que el desarrollo del espíritu no explica el de la naturaleza, sino que por el contrario conviene explicar el espíritu a partir de la naturaleza, de la materia. . . Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas. Enfocaron el mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, y comprobaron que, así como todos los fenómenos de la naturaleza tienen causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el de fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de estas últimas dependen las relaciones que se establecen entre los hombres en el proceso de producción de los objetos necesarios para satisfacer sus necesidades. Y son dichas relaciones las que explican todos los fenómenos de la vida social, las aspiraciones del hombre, sus ideas y sus leyes. El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero hoy vemos también cómo ese mismo desarrollo de las fuerzas productivas priva a la mayoría de toda propiedad para concentrarla en manos de una ínfima minoría. Destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende por sí mismo al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo, e inculcar a esa fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica. Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en Manchester, centro de la industria inglesa, adonde se trasladó en 1842 para trabajar en una firma comercial de la que su padre era accionista. Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que recorrió los sórdidos barrios en los que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos su miseria y sufrimientos. No se limitó a observar personalmente; leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como fruto de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba cuál fue el mérito principal de Engels como autor de dicho libro. Es cierto que antes que él muchos otros describieron los padecimientos del proletariado y señalaron la necesidad de ayudarlo. Pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no es sólo una clase que sufre, sino que la vergonzosa situación económica en que se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a darse cuenta de que no les queda otra salida que el socialismo. A su vez, éste sólo será una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales del libro de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas que todo el proletariado que piensa y lucha ha hecho suyas, pero que entonces eran completamente nuevas. Fueron expuestas en un libro cautivante en el que se describe del modo más fidedigno y patético las penurias que sufría el proletariado inglés. La obra constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845, ni después, ha aparecido una descripción tan brillante y veraz de los padecimientos de la clase obrera.
Engels se hizo socialista sólo en Inglaterra. En Manchester se puso en contacto con militantes del movimiento obrero inglés y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. En París, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, Marx también se hizo socialista. Allí fue donde los dos amigos escribieron La sagrada familia, o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx, y que fue publicada un año antes de aparecer La situación de la clase obrera en Inglaterra, sienta las bases del socialismo materialista revolucionario, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un apodo irónico dado a dos filósofos, los hermanos Bauer, y a sus discípulos. Estos señores practicaban una crítica fuera de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actividad práctica y sólo contemplaba “críticamente” el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado como una masa sin espíritu crítico. Marx y Engels protestaron enérgicamente contra esa tendencia absurda y nociva. En nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, exigieron, no una actitud contemplativa, sino la lucha por una mejor organización de la sociedad. Y, naturalmente, vieron en el proletariado la fuerza capaz de desarrollar esa lucha en la que está interesado. Antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado ya en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía politica, en el que analizaba, desde el punto de vista socialista, los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Sin duda, su vinculación con Engels contribuyó a que Marx decidiera ocuparse de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.
De 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades.
Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la “Liga de los Comunistas” que les encargó expusieran los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que apareció en 1848. Este librito vale por tomos enteros: inspira y anima, aún hoy, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.
La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de Europa occidental determinó que Marx y Engels regresaran a su patria. Allí en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta Renana, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos eran el alma de todas las aspiraciones democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ambos defendieron hasta sus últimas consecuencias los intereses del pueblo y de la libertad, contra las fuerzas de la reacción. Como se sabe, éstas triunfaron, Nueva Gaceta Renana fue prohibida, y Marx, que durante su emigración había perdido los derechos de súbdito prusiano, fue expul sado del país; en cuanto a Engels, participó en la insurrección armada del pueblo, combatió en tres batallas por la libertad, y una vez derrotados los insurgentes se refugió en Suiza, desde donde llegó a Londres.
También Marx fue a vivir a Londres; Engels no tardó en emplearse de nuevo, y después se convirtió en socio de la misma casa de comercio de Manchester en la que había trabajado en la década del 40. Hasta 1870 vivió en Manchester, y Marx en Londres, lo cual no les impidió estar en estrecho contacto espiritual: se escribían casi a diario. En esta correspondencia los amigos intercambiaban sus opiniones y conocimientos, y continuaban elaborando en común el socialismo científico. En 1870, Engels se trasladó a Londres, y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron esa vida intelectual compartida, plena de intenso trabajo. Como fruto de la misma surgió, por parte de Marx, El Capital, la obra más grandiosa de nuestro siglo sobre economía política, y por parte de Engels, toda una serie de obras más o menos extensas. Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels esclarecía en sus obras, escritas en un lenguaje muy ameno, polémico muchas veces, los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y el presente, inspirándose en la concepción materialista de la historia y en la doctrina económica de Marx. De estos trabajos de Engels citaremos la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía, las ciencias naturales y la sociología)**, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en San Petersburgo, 3a ed. de 1895), Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892)[2], un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra)[3], sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda[4], y finalmente, dos artículos, cortos pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducción rusa de V. Zasúlich, Ginebra 1894)[5]. Marx murió sin haber podido terminar en forma definitiva su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, estaba concluida en borrador, y después de la muerte de su amigo, Engels emprendió la ardua tarea de redactar y publicar los tomos II y III. En 1885 editó el II y en 1894 el III (no tuvo tiempo de redactar el IV[6]). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó conrazón que, con la edición de los tomos II y III de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el cual, involuntariamente, grabó también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, esos dos tomos de El Capital son la obra de los dos, Marx y Engels. Las leyendas de la antiguedad relatan diversos ejemplos de emocionante amistad. El proletariado europeo puede decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones superan a todas las conmovedoras leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Siempre, y por supuesto, con toda justicia, Engels se posponía a Marx. “Al lado de Marx — escribió a un viejo amigo suyo — siempre toqué el segundo violín.”[7] Su afecto por Marx mientras vivió, y su veneración a la memoria del amigo desaparecido fueron infinitos. Este luchador austero y pensador profundo, tenía una gran sensibilidad.
Durante su exilio, después del movimiento de 1848-1849, Marx y Engels se dedicaron no sólo a la labor científica. Marx fundó en 1864 la “Asociación Internacional de los obreros”[8] que dirigió durante un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de la “Asociación Internacional” que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero inclusive después de haber sido disuelta dicha asociación en la década del 70, el papel de Marx y Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas iban en constante y rápido aumento, a pesar de las persecuciones gubernamentales, como los representantes de países atrasados, por ejemplo españoles, rumanos, rusos, que se veían obligados a estudiar minuciosamente y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.
Marx y Engels, que conocían el ruso y leían las obras aparecidas en ese idioma, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Antes de ser socialistas, los dos habían sido demócratas y el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política estaba profundamente arraigado en ellos. Este sentido político innato, agregado a una profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles en el aspecto político. Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la más viva simpatía. Y por el contrario, era natural que la intención de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos — la conquista de la libertad política –, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechosa e incluso fuese considerada por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. “La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo”, enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar determinados derechos políticos. Además, Marx y Engels veían con toda claridad que una revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de Europa occidental. La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, no hizo, por supuesto, más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria. Sólo una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea. Por lo mismo, Engels, deseó fervientemente la instauración de la libertad política en Rusia, pues también contribuiría al éxito del movimiento obrero en Occidente. Con su muerte los revolucionarios rusos han perdido al mejor de sus amigos.
¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maes tro del proletariado!* Señalaron más de una vez que, en gran parte, debían su desarrolío intelectual a los grandes Lilósofos alemanes, y en particular a Hegel. “Sin la filosofía alemana — dijo Engels — no existiría tampoco el socialismo cientifico.”[9]
** Es un libro admirablemente instructivo y de rico contenido[10]. Por desgracia sólo se ha traducido al ruso una pequeña parte de esta obra, que contiene un esbozo histórico del desarrollo del socialismo (Desarrollo del socialismo cientifico[11], 2a ed., de Ginebra, 1892).
NOTAS
1. Las palabras citadas en el epígrafe al artículo Federico Engels las tomó V. I. Lenin de la poesía del poeta ruso Nikolái Alexéievich Nekrásov En memoria de Dobroliúbov.
2. Se refiere a la obra de F. Engels Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.
3. Se alude al artículo de F. Engels “La política exterior del zarismo ruso” (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXlI), imprimido en los dos primeros números de la revista Sotsial-Demokrat de 1890 bajo el título “La politica exterior del Imperio Ruso”.
Sotsial-Demokrat: revista literaria y politica editada por el grupo “Emancipación del Trabajo” en 1890 en Londres y en 1892 en Ginebra; en total se publicaron cuatro números.
4. Lenin alude al artículo de F. Engels “Contribución al problema de la vivienda”. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.)
5. Se alude al artículo de F. Engels, “Acerca de las cuestiones sociales en Rusia” y el epílogo a dicho artículo. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII y XXII.)
6. En consonancia con una indicación de F. Engels, V. I. Lenin llama cuarto tomo de El Capital a la obra de C. Marx Teorías de la plusvalía. En el prefacio al segundo tomo de El Capital, Engels escribió: “Me reservo el derecho de publicar la parte crítica de este manuscrito en concepto de IV volumen de El Capital, con la particularidad de que se suprimirán de él numerosos pasajes, agotados en los tomos II y III”. Sin embargo, Engels no tuvo tiempo de preparar para la prensa el IV tomo de El Capital. Teorías de la plusvalía se publicaron por vez primera en alemán redactadas por K. Kautsky en 1905-1910.
7. Se alude a la carta de F. Engels a I. Ph. Becker del 15 de octubre de 1884.
8. Asociación Internacional de los Obreros (I Internacional): se trata de la primera organizacion internacional del proletariado fundada en Londres por Marx en otoño de 1864. La I Internacional encabezada por Marx y Engels dirigia la lucha económica y politica de los obreros de los diferentes paises, realizaba la lucha enconada contra la corriente antimarxista del proudhonismo, bakuninismo, tradeunionismo y lassalleanismo, fortaleciendo la solidaridad obrera internacional. La I Internacional dejó de existir en realidad en 1872 despues de la Conferencia de la Haya y fue disuelta oficialmente en 1876. Como lo señalaba Lenin, la I Internacional “sentó los fundamentos de la organización internacional de los trabajadores para preparar su ofensiva revolucionaria contra el capital”. (V. I. Lenin, Obras Completas, t. XXIX.)
9. Véase F. Engels, “Prefacio a La guerra campesina en Alemania. (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
10. Se alude a la obra de F. Engels Anti-Dühring.
11. Con este título se publicó en la edición rusa de 1892 la obra de F. Engels Del socialismo utópico al socialismo científico, basada en tres capítulos del libro de F. Engels Anti-Dühring.