por BASTIAN AROS
Breve comentario a un libro estelar en la obra de un intelectual chileno de origen judío-mapuche. Rafael Abraham Kries Saavedra, Filósofo, Sociólogo y Economista chileno publicó previo a la Crisis de hace una década un libro “La Crisis Perfecta” en que advertía la magnitud y nuevo carácter de los problemas que se despliegan y avecinan a escala global. Si su objetivo era motivar nuevas reflexiones, acá realizamos un primer intento
De la crisis y su origen
El mundo se encuentra viviendo ya un fenómeno de crisis y descomposición que abarca todas las economías y sociedades del planeta, con origen en el centro económico y de poder del mundo moderno, Estados Unidos. Las consecuencias de esta crisis son visibles en las grandes olas de migración climática o por conflictos armados de diversos tipos, además del claro derrumbe y debilitamiento de instituciones, creencias y tradiciones. Es un desequilibrio estrepitoso en la estructura socioeconómica y el ecosistema en desarrollo, y afecta todos los planos del mundo. La COVID 19 sólo la ha hecho evidente.
A pesar de haber evolucionado tecnológica y socialmente de una manera nunca vista, y de haber multiplicado la producción varias veces, siguen existiendo formas de acentuada miseria, explotación y degeneración de la cultura y la civilización. R. Kries le acuña el término de “imposición de una mala vida”.
El impacto de esta descomposición, a nivel global, se expresa entre otras variables en la destrucción del ambiente, el excesivo y desregulado crecimiento urbano, la explosión demográfica y las guerras y genocidios. A nivel de relaciones, el sobreconsumo y la extrema pobreza, la precariedad del empleo o la constricción en la aplicación de medicamentos nuevos para el SIDA, o la utilización de ERNC[1]. Es decir, existen malas condiciones de vida a pesar de existir condiciones para que sea mejor, e incluso necesidades urgentes como es la crisis medioambiental o de salud actual.
La producción mundial ha crecido de forma continua en el régimen del capital, a la par del desarrollo científico-tecnológico, y especialmente en el siglo XX. Ha crecido la riqueza, se ha expandido la demografía e industria, se ha desarrollado un mundo urbano que se sobrepone al viejo mundo rural o campesino y se ha globalizado e internacionalizado el planeta.
Este desarrollo conjunto llevó a la internalización del régimen del capital, el cual caló tan profundamente en todos los aspectos de la vida que llegó a tomar un rol protagónico en esferas más allá de su origen principal, como lo son las relaciones sociales de producción. Especialmente desde la Segunda Guerra Mundial –en fenómenos como el milagro alemán y japonés, junto con la recuperación europea y los procesos de modernización y expansión de la industria–, la fuerza productiva era tan grande que incluso cuestionó la base conceptual del capitalismo, la de la existencia de escasos recursos, medios y bienes. De todas formas, enfrentado a la oposición de buena parte de la humanidad la salida estructural para el capital, en los mercados nacionales, requirió en la 2ª mitad del siglo XX una derrota del movimiento social y cultural.
Esta vez, la nueva crisis que irrumpe no se reduce simplemente a una demanda u oferta de bienes, que podrían desequilibrarse. Ella surge debido a que hoy la estructura de la reproducción de la vida misma está determinada por intereses de apetencia de ganancia que sobrepasan los límites físicos de la naturaleza. Se trata según Kries de que, a la vez, se han creado estructuras de consumo y una dinámica de evolución insostenibles.
El mercado financiero neoliberal y el desequilibrio con la naturaleza
El nuevo desequilibrio comienza con la ruptura del patrón oro[2] en 1971, cuando el dinero pasó de estar respaldado en el metal precioso mencionado, a ser valuado por el propio respaldo del gobierno de los Estados Unidos. Esta expansión financiera de dinero fiduciario propició un crecimiento del mercado internacional y de la producción de los países. El costo de esta expansión sería negar cualquier aspiración a la equidad, aumentar la precariedad de las relaciones, y cerrar las puertas a la autonomía de algunos sectores empresariales.
En ese mismo período, factores medioambientales negativos comienzan a preocupar a la comunidad internacional, y se adquiere una conciencia de regiones de un planeta deteriorándose en todas sus capas, viéndose éstos como degradados y contaminados. Actualmente, el cambio climático, la deforestación y la crisis del agua amenazan ecosistemas enteros, y amenazan con un desbalance ambiental imparable.
Junto con esa expansión vertiginosa de la industria, la tecnología y el deterioro del medioambiente, también evoluciona el mercado financiero: instituciones bancarias y de seguros se vuelven parte hegemónica en los grupos de poder. El “PIB” anual de la humanidad se multiplicó 10 veces en valor en 50 años, en tanto las financieras se sobre-expandían con relación a la industria y distribución de mercancías. La respuesta del sistema a la baja tendencial de las utilidades de la economía real fue un aumento de la circulación y especulación de dinero, y en particular de títulos y valores bursátiles.
Tal como nos informa el Dr Kries en el mercado financiero, hoy, se transa una riqueza nominal estimada en diez veces la producción de bienes físicos en el planeta, considerando su transporte y distribución. Por ejemplo, en 2010 en la City de Londres se transaban valores dinerarios superiores a US$ 1,5 billones, siendo el 70% de ellos títulos[3]. Esta magnitud es caso el doble del PGB de Gran Bretaña.
No sería correcto culpar al mercado internacional de este tremendo desequilibrio, sino más bien a los mecanismos financieros sin control, constituidos en el sistema de asignación de valores del régimen del capital. Para el 2009, del orden de los US$ 700 billones eran completamente inmateriales, su valor se materializaba exclusivamente en bonos, títulos y papel monetizado. Hoy el dinero inmaterial ubicado en programas de computadores se estima en un 80 % de la masa de dinero total. Este desequilibrio entre riqueza nominal dineraria y su contrapartida de bienes y servicios disponibles, y teniendo ambas casi la misma validez en el mercado, nos plantea un problema nunca antes visto por la humanidad.
Si hace 70 años se producía globalmente un millón de toneladas de todo tipo de agentes tóxicos o nocivos para la salud y el desarrollo del cuerpo, actualmente se produce como efecto directo o indirecto del aparato productivo y nuestro consumo cifras 400 veces superiores a esa, con efectos a futuro que aún no conocemos o visibilizamos. Informes sobre contaminación atmosférica cifran, en Europa, 350.000 muertos al año como consecuencia directa de esta polución. Aparecen nuevas epidemias producto de sequías o clima extremo, y también se ven favorecidas las enfermedades por entornos sumidos en la pobreza, insalubridad y procesos productivos nocivos.
Algunos grupos han afirmado y demostrado con estadísticas que la sociedad humana ha sobrepasado la “capacidad de carga”. Es decir, cada año consumimos más que aquello que producimos, y que es posible regenerar. En fin, la devastación del entorno sociológico, ambiental y sociológico es tan grande, que es posible por grupos poner en duda los logros de la civilización y la matriz productiva, y amenazar la cultura, enfrentados a un sistema y modelo de relaciones que amenaza la vida.
El valor del dinero y el sistema financiero
Para hacer circular una mercancía que posee el valor de US$ 1 en el actual estadio de desarrollo del sistema no nos basta con disponer de US$ 1 en dinero equivalente, sino debemos utilizar 3 a 4 veces esa cantidad. De modo que cuando una persona tiene en sus manos una cantidad de dinero, a la que atribuye la capacidad de permitirle apropiarse de un objeto, existen otras 3 personas que tienen similar ilusión, la cual una sola está en capacidad de materializar. (R. Kries).
La promesa contenida en todo medio de pago es la debilidad del sistema financiero, ya que éste es incapaz de solventarse a sí mismo, por lo que una sola presión fuera de balance destruiría este valor ficticio basado en la confianza, y llevaría a otro desorden del sistema de intercambios reales.
“La sociedad contemporánea capitalista, debido a los desequilibrios y contradicciones llevados a cabo dentro de sí misma, requiere –de nuevo contradictoriamente con el ideal de un Estado lo más reducido posible– permanentemente la acción del Estado para reestablecer el equilibrio a nivel político (y también económico). Más allá: “El mercado contemporáneo sobrevive y a duras penas, única y exclusivamente por la permanente presencia compensatoria de los aparatos políticos institucionales, nacionales y supranacionales.” (R. Kries).
Parte importante de la lógica de esta estructura de internacionalización y transnacionalización de empresas –denominada multinacionalización del capital– es que ella implica que la mayoría de los países traslada su excedente a un pequeño grupo de países que hacen de eje acumulador impositivo.
“En la segunda década del s XXI la acumulación en la estructura estado-nación puede ser resumida en la existencia de tres circuitos concéntricos, todos en torno a un eje pero simultáneamente ejerciendo como circuitos en sí mismos. Uno constituido por EEUU y el resto de países del planeta, articulado tal como el sistema solar en grupos de proximidad y complejidad productiva. Un segundo circuito, interno al anterior, con China en el centro y las regiones y países del resto del planeta, en articulaciones de mercado fundamentalmente de bienes materiales, al modo de satélites de un planeta de gran tamaño. Finalmente, un tercer círculo, igualmente interno a los anteriores, con Alemania y Francia y otro par de países-centro en una red compleja de dependencias productivas materiales e inmateriales, así como financieras. (R. Kries).”
La pandemia mostrando las contradicciones sistémicas
Actualmente nos encontramos en pleno desarrollo de una de las pandemias más grandes del último tiempo, la cual nos ha orillado a un claustro semi-permanente, ha puesto en jaque nuestro sistema de salud y nuestro modelo económico en general. Ella ha hecho visible, una vez más, cómo este modelo que por un lado aboga por la reducción del Estado y el fomento único de la empresa privada como modo de organización de la producción y distribución de los recursos de nuestro país; a la vez necesita de este mismo Estado cuando ocurren situaciones que afectan su frágil estabilidad económica.
Si para enfrentar al virus actual que produce esta Pandemia -similar en modo de contagio a la influenza- se requieren medidas de higiene de alto nivel, una infraestructura de transporte público y oficinas de atención a público adecuados a la distancia social, un sistema de salud capaz de enfrentar una alta demanda, y en último caso la capacidad de realizar una cuarentena total -o casi total- en los territorios más afectados, ¿cómo ha sido posible que nos haya golpeado con esa intensidad?
¿Cómo se ha desarrollado o se ha hecho posible tal situación?
Ninguna de las tareas anteriores se ha llevado a cabo como es debido, con decisiones por parte del gobierno ligadas a modelos económicos que poco y nada comprenden y/o entregan herramientas para enfrentar problemas de esta índole, pues el bienestar social no es y jamás ha sido la piedra angular de los modelos que siguen nuestros gobernantes.
Un sistema de salud paupérrimo, infraestructura de transporte público donde las personas deben viajar uno junto a otro, y una economía que no permite que una gran parte de la población realice una cuarentena efectiva, más allá de las recomendaciones abstracta y dictámenes administrativos; una vivienda en malas condiciones, el vivir del día a día y otros hechos nos dejan en claro que, a pesar de las grandes cifras y menciones que se hacen de nuestro país como uno en vías de desarrollo, seguimos siendo extremadamente frágiles como sociedad.
Epílogo
Esta serie de desequilibrios de largo plazo en el proceso de valoración del capital y de uso irracional de los recursos llevan a tener una relación terrible con la naturaleza, que posee leyes propias independientes de la voluntad humana.
De hecho, las grandes recesiones han sido valoradas como positivas ecológicamente, miradas exclusivamente desde el punto de vista ambiental, ya que esta menor producción genera una menor depredación de los recursos y contaminación del ambiente. Se puede apreciar también ese desequilibrio en la valoración al buscar alternativas energéticas, por ejemplo, la insistencia en la adopción de energías nucleares a pesar de su evidente riesgo o el uso del Fracking. Existe una visión cuantitativa cerrada en los niveles directivos del sistema que no recoge y valora adecuadamente los problemas sociales, culturales y naturales.
“Sin embargo la efervescencia social que involucra a unos y otros sectores, como acción y reacción a nivel planetario y ya no focalizado –dado que la saca fuera de control de los escenarios previstos por quienes hoy dominan el planeta, lo que puede desembocar en crisis políticas agudas–, surge del agravamiento de los niveles de desempleo y la precariedad, particularmente acentuados en los grupos etarios entre 15 y 25 años, el deterioro de las condiciones de vida que la polarización social, la polución y la recesión que se acentúan, y el desencanto de cada vez más amplios sectores sociales con las promesas fallidas del sistema.” (R. Kries).
Chile es un caso donde se puede apreciar este enorme desequilibrio financiero, a la vez de evidenciar cómo esta serie de problemas inherentes al desarrollo del régimen del capital llevan a una inevitable crisis de legitimidad de las instituciones, la política, el sistema económico, etc.
Este desequilibrio financiero se puede ver en el caso icónico de las AFP, que según el investigador de la fundación Sol Mariano Kremerman, administran el 75% del PIB chileno. En ellas sus ganancias en el año 2019 superaban los 500 millones de dólares, y sin embargo, las pensiones (su función principal) promedian $320.000 para hombres y $128.000 para mujeres.
Tomando en cuenta que la mayoría de los estudios asignan el costo de vida en Chile en un promedio entre los $450.000 y los $600.000, nos encontramos ante un sistema financiero muy rentable, pero completamente inútil en el cumplimiento de su supuesto deber.
Otro desequilibrio financiero se halla en el hiper-inflado mercado de bienes raíces, donde la vivienda aumenta su valor por estímulos del mercado financiero, continuamente, y ya se encuentra catalogada como inalcanzable una vivienda para la mayoría de los jóvenes en el rango etario mencionado anteriormente, e incluso varios años más adelante.
El año pasado ocurrió el estallido social que todos conocemos, el cual presenta ribetes sociales, económicos, de desarrollo sostenible y equidad. Se ha intentado responsabilizar a distintos sectores políticos, a fallas puntuales de mercado e incluso intervención extranjera, pero la realidad es que solo es el estallido de uno de los países donde el modelo neoliberal se inserto más profundamente en sus venas, y es también el resultado de una Crisis sistémica perfecta.
Hoy, una pandemia que no puede ser enfrentada bajo los parámetros del modelo que llevamos a cabo, las guerras continuas y los crímenes raciales y de odio, así como la aparición de grupos fascistas en varios países; nos demuestran que, a pesar de todo el avance histórico de la humanidad, muchas de sus conquistas de democracia, equidad y libertad, no están plenamente aseguradas.
[1] Energías Renovables No Convencionales.
[2] Llevado a cabo por Richard Nixon con consejo de Milton Friedman.
[3] Refiriéndose a títulos o promesas de dinero o valor.