por Nora Fernández
Mi madre falleció meses antes de cumplir 90 años. Ella no vivió la guerra, se impresionó de niña mirando en fotos las tragedias y sufrimientos de millones de personas con su padre, fotos de una revista que ella llamaba “el Mundial.” Para mi madre la guerra era lo peor que podia pasar; hablando de cualquier mal siempre agregaba, por lo menos no estamos en guerra. En los ultimos años trataba de explicarle que, aunque nosotros no sufriamos la guerra, muchos la sufrían en el mundo; que vivimos en guerra constante desde el 2001. Mi madre falleció en Girona, España debido al covid-19 y estando en una casa de salud diagnosticada con Alzheimer. Mis conversaciones con ella hace mucho no incluían estos temas. Ella, limitada por su enfermedad, prefería escuchar sobre mi nieta, que lleva su nombre y el mío, o pedacitos de poesías simples y canciones familiares.
La guerra no termina y la guerra económica recrudece, aumentan las sanciones, incluso personales, y el dominio ideológico crece. Independiente de que China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba sean o no una amenaza, se los ataca y cualquier intento de defensa sólo confirma y justifica nuevos ataques. Aumenta el racismo porque la ideología echa raíces en la población. Cuesta entender si acaso la hegemonía de Estados Unidos peligra o si se es esta una estrategia que creando enemigos justifica la guerra eterna. Sea cual sea la verdad los horrores de la guerra son reales, afectan a millones que los sufren. Los temores de mi madre se hacen míos, pero hablar de miedos con mis hijos no es tan fácil, para ellos los miedos sin solución no merecen mención. Mis miedos se vuelven fantasmas que sólo algunas vemos. Sin duda la guerra total será nuclear, exterminadora, pero esta guerra sin fin que involucra a muchos está estratégicamente limitada como para ser “viable.” La propaganda manipula y en su confusión quienes la aceptan alimentan en casa una agresividad que se expresa contra chivos expiatorios elegidos. Muchos directamente se entregan al fascismo. Nadie puede culpar a nadie de no actuar politicamente; falta confianza e interés, la política, manoseada y controlada por servidores del dinero contribuye a la apatía. En este callejón estamos, aceptando situaciones insostenibles como inevitables. Lo que llamamos “democracia” es un circo que le roba a la mayoría el poder de diseñar un futuro posible, sin miedos ni fantasmas, que ponga fin a la codicia y robo corporativo y a la plutocracia.
Occidente enriquece corporaciones vendedoras de armas haciendo guerra, creándoles mercado. La guerra misma “contra el Terror” crea terror, legitima crímenes de lesa humanidad y causa la destrucción de países con intervenciones supuestamente humanitarias. Cuantas hemos visto por televisión, comenzando con Yugoslavia un ensayo de lo por venir. A fines de agosto de este año, EEUU abandona Afganistán con los talibanes pisándole los talones, no hay tiempo ni para recoger todo el arsenal de guerra. Para muchos es un segundo Vietnam, con emergencia final y colaboradores abandonados. Dejar Afganistán no significa volverse sabio: la derrota, transformada en cambio estratégico, les deja la crisis a los vecinos del lugar. Para EEUU se hace difícil, hasta peligroso, aceptar públicamente que el grupo desarapado, creado y financiado por ellos mismos, los obligó a irse. ¿Será este otro trauma en la siquis del conquistador occidental, habituado a la guerra y al pillaje para crear fortuna? Pero los costos de guerra son más que sicológicos y no es fácil esconderlos con juegos de palabras.
Guerra Interminable: Costos
Los costos de la Guerra Global Contra el Terror, su nombre oficial, en Afganistán, Pakistán, Irak y otros, vienen siendo calculados por el Instituto Watson (Brown University). Conservadoramente, los costos económicos directos (entre 2001 y 2020) se estiman en no menos de U$S 8 billones (8 mil millones de millones). Están incluidos los gastos de los Departamento de Defensa y de Estado de Estados Unidos, el pago de intereses de deuda -porque estas guerras se han costeado con dineros prestados, los pagos por cuidados médicos a los nuevos veteranos, los gastos del programa de Seguridad y Respuesta al Terrorismo en Estados Unidos, y un estimado de obligaciones futuras por el cuidado médico y general de los veteranos de guerra. (1)
Los costos de guerra, ni se limitan a lo económico ni son solo estadounidense, los costos humanos incluyen al menos 801.000 personas muertas consecuencia directa de la violencia de guerra en Irak, Afganistán, Siria, Yemen, Libia y Pakistán. Hay un número mucho más alto de heridos y enfermos resultado de los conflictos. A estos se suman los civiles muertos indirectamente por la destrucción de hospitales, infraestructura y por contaminación ambiental. Debemos agregar a esto los desplazados, millones de personas han tenido que abandonar las zonas de guerra para sobrevivir. Se estima que los desplazados por estas guerras son por lo menos 38 millones de personas de Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen, Somalia, Filipinas, Libia y Siria. Es un número enorme y sólo superado por el número de desplazados que causó la segunda guerra mundial. (2)
Esta guerra tiene costos en pérdida de derechos sociales y políticos básicos en las zonas de conflicto y para la población de Estados Unidos. En las zonas en conflicto estos costos son más fácil de imaginar. Pero, por ejemplo, en Estados Unidos la policía fue militarizada con equipamiento militar transferido por un valor de más de 1.600 millones de dólares, afectando negativamente los derechos sociales y políticas de la población. Aumentó la agresividad policial en parte por el significado mismo de la militarización, además ex militares son preferencialmente seleccionados para puestos policiales al estar familiarizados con el nuevo equipamiento y dirección. La relación misma de la policía con la sociedad civil ha sufrido. La policía no es una fuerza de ocupación y tiene un papel social relevante. La militarización policial ha contribuido al maltrato, particularmente de Afro-americanos y miembros de minorías visible. La tortura y el maltrato legalizados se normalizan. Los inmigrantes ilegales, vulnerables a la detención, sufren confinamiento en un sistema de contención carcelario privado problemático y cuestionado, que enriquece corporaciones. La policía de Texas, grabada recientemente capturando inmigrantes haitianos ilegales a caballo y con lazo, ejemplifica hasta dónde llega el abuso; escenas que nos recuerdan a las persecuciones y captura de esclavos escapados en tiempos de esclavitud, recorren el mundo. Aumentaron, y continuarán aumentando, los niveles de desigualdad en el país, debido al endeudamiento estatal sin precedentes por la guerra. (3)
En términos de consumo de energías fósiles, destrucción y contaminación del medio ambiente, los costos de guerra son enormes. El Departamento de Defensa (DOD) es el mayor consumidor de petróleo del mundo -equivalente a un país como Portugal o Suecia, y por esto es también uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Las guerras de Irak, Afganistán y Pakistán impactaron la ecología natural de esos países. Los vehículos militares consumen un índice alto de combustibles en base al petróleo y producen cientos de miles de toneladas de gases contaminantes (hidrocarburos, monóxido de carbono, óxido de nitrógeno, dióxidos de azufre y de carbono). Se estima que 1.200 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero han sido emitidas por el DOD desde el 2001. La polución emitida por vehículos y armas de guerra afecta la salud de civiles y tropas en las zonas de guerra. Los vehículos levantan polvo, que junto a la polución causan enfermedades respiratorias serias. El agua se contamina en zonas de guerra, parte por el petróleo de los vehículos, parte por el uranio empobrecido de las municiones. A esto se agrega la degradación de recursos naturales y la destrucción de la foresta y de la capa natural que cubre el suelo. Animales y aves afectados, desaparecen – se van o mueren. (4)
Neta Crawford explica los efectos de estas guerras en el medio ambiente y el cambio climático. Las fuerzas armadas de EEUU dependen del petróleo, la energía fósil es vital, tanto que no podría ser un poder dominante en el mundo sin esta energía. Sus bases y
560 000 instalaciones alrededor del mundo consumen el 30 por ciento de la energía total, el 70 por ciento restante se usa en operaciones, vehículos y equipamiento. Mi vehículo de uso diario, dice Neta, rinde hasta 100 millas por galón de gasolina, es un híbrido eléctrico, pero un vehículo militar consume de 2,4 a 5 galones de combustible por milla. Es un consumo enorme; los vehículos militares son pesados, blindados y van cargados de armas. La ironía es que EEUU se asegura acceso y mantiene el flujo de petróleo ocupando áreas estratégicas, pero al hacerlo consume petróleo de una forma impresionante. La guerra es una forma de proyectar poder, nada proyecta poder como el despliegue militar. (5)
Ganancias Corporativas
Ya en 1935, el Mayor General de los Estados Unidos Smedley Butler describe la guerra como el mas viejo y vicioso artificio para ganar dinero. Para la mayoría, explica, esto no es visible porque son engañados por la propaganda y un falso patriotismo. Pero el grupo con acceso y beneficiado sabe muy bien de que se trata. Durante la Primera Guerra Mundial surgieron 21.000 nuevos millonarios y multimillonarios que admitieron en sus declaraciones de impuestos, los menos deshonestos, gigantescas ganancias de guerra. No sabremos nunca sobre los demás, los que falsificaron sus declaraciones. Pero cuantos de esos millonarios y multimillonarios habrán cargado un rifle, cavado una trinchera, sufrido hambre, pasado noches sin dormir, noches de miedo, evitando balas. Cuantos mataron con su bayoneta al enemigo. Cuantos heridos o muertos en batalla. Ninguno, dice. Una realidad similar emerge de la Guerra Global Contra el Terror: quienes se enriquecen con la guerra, generalmente no la sufren. (6)
Los grandes contratistas juegan hoy un papel central en la provisión de trabajadores para el combate directo, suministros, servicios logísticos y de armas a las fuerzas de la coalición y a los nuevos gobiernos, en Irak y Afganistán. El papel de estos contratistas ha crecido tanto que para el 2011 eran más los empleados de contratistas privados involucrados en la guerra de Irak y Afganistán, que el personal militar uniformado. En el 2019 por cada miembro de las tropas de EEUU había 1.5 contratado -los contratados sobrepasaban en un 50% a las tropas en el Comando Central de EEUU (USCentcom). Más de la mitad del presupuesto del Departamento de Defensa se lo llevan hoy los contratistas militares. El 2001 se llevaban $140.000 millones de dólares americanos, pero para el 2019 la suma alcanzaba los $370.000 millones. Aunque los contratistas se adueñan de crecientes sumas de dinero, el personal contratado por ellos recibe baja paga por largas horas de trabajo en abismales condiciones; hay serios abusos y mínima protección legal y laboral. Más de la mitad de estos trabajadores eran nacionales del país huésped o de una tercera nación –estos últimos enfrentando brutal explotación (7).
Pronto el crecimiento de contratos privados traspasa la esfera militar: se privatizan la Central de Inteligencia (CIA), la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y hasta el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Hoy los empleados de contratistas privados sobrepasan a los del gobierno de Estados Unidos en operaciones de inteligencia. La privatización beneficia contratistas privados y el Pentágono particularmente a los proveedores de armas. En octubre del 2001, el entonces vicepresidente de Boeing Harry Stoneipher le dijo a Wall Street Journal: “la billetera está ahora abierta –cualquier miembro del Congreso que no vote por el dinero que necesitamos para defender este país va a tener que buscarse otro trabajo el próximo noviembre.” (8)
Negocios son negocios, pero la privatización no viene sola. Viene acompañada de fraude, falta de transparencia, responsabilidad y efectividad. Para Estados Unidos, explica W.D. Hartung, la solución es reducir gastos de guerra y aumentar el papel de la diplomacia buscando soluciones no militares. Hacerlo requiere limitar el poder de las más grandes corporaciones provedoras de armas del país -Boeing, General Dynamics, Lockeheed Martin, Raytheon, Northrop Grumman. Juntas han contribuido $285 millones de dólares a campañas políticas desde el 2001, más de $ 2,500 millones de dólares de cabildeo y cuentan con más de 700 cabilderos en el Congreso mismo. La puerta giratoria, de representantes de corporaciones a posiciones de poder en el gobierno y viceversa, tendría que cerrarse, pero cerrarla no es fácil. La “polinización entrecruzada” permite que los 8 generales que comandaron las fuerzas americanas en Afganistán entre el 2008 y el 2018 fueran a servir en los Directorios de 20 corporaciones, enriquece políticos, generales y corporaciones al tiempo que aumenta la corrupción. Lloyd Austin, general de 4 estrellas que estuvo a cargo del Comando Central de los EEUU (USCentcom) se retira y va a ocupar un puesto en el Directorio de Raytheon, multimillonaria contratista del Departamento de Defensa de EEUU con el que gana 1.7 millones de dólares. El General es para Raytheon una buena inversión, pues hoy está a cargo de la Secretaría de Defensa del gobierno de Joe Biden y es miembro de su Gabinete. (7, 9)
Todos perdimos en la Guerra Contra el Terror. Los países atacados y su población que sufre destrucción directa de sus hogares y espacios, heridos, muertos, sobrevivientes traumatizados, refugiados y desplazados de guerra. Sufrieron las tropas al ejercer violencia, y al ser heridos, traumatizados o muertos. Perdieron los estadounidenses todos, incluso si aún no lo saben, su sociedad es más brutal, desigual, opresiva, deshumanizada, endeudada -la deuda gastada en crímenes de guerra es un robo a cada habitante para asegurarle ganancias a corporaciones, políticos y militares corruptos. Su país desatiende sus necesidades básicas y enriquece corporaciones productoras de armas. El mundo entero pierde también, directamente por la destrucción del medio ambiente, el aceleramiento del cambio climático, la contaminación del agua, el suelo y el aire, bienes comunes de la humanidad. Y ha perdido al ser testigo de estos crímenes y abusos. En este proceso que sospechamos comenzó con una mentira conveniente, creando enemigos para tener excusa de atacar, y consumir vehículos, armamento y municiones de guerra, que el estado paga para amedrentar al mundo con su presencia militar -su proyección de poder. En inglés Butler decía “War is a Racket.” “La guerra es un tinglado” diríamos en español, un armazón, un teatro para engañar, uno que beneficia solo a los pocos que saben muy bien de que se trata y lo que está sucediendo. Un tinglado para ganar dinero.
Referencias
(1) Watson Institute, Brown University Costs of War, Budgetary, Economic Costs: https://watson.brown.edu/costsofwar/figures/2021/BudgetaryCosts
https://watson.brown.edu/costsofwar/costs/economic
(2) Watson Institute, Brown University Costs of War, Human Costs: https://watson.brown.edu/costsofwar/costs/human
(3) Watson Institute, Brown University Costs of War, Social Costs: https://watson.brown.edu/costsofwar/costs/social
(4) Watson Institute, Brown University Costs of War, Environmental Costs:
https://watson.brown.edu/costsofwar/costs/social/environment
(5) Neta Crawford, Conference September 11, 2019: Costs and Consequences of US Post-9/11 Wars: Focus on Climate Change, video:https://www.youtube.com/embed/vkOeVZRJBYs?version=3&rel=1&showsearch=0&showinfo=1&iv_load_policy=1&fs=1&hl=es-ES&autohide=2&start=3214&wmode=transparent
(6) Major General Smedley Butler (1935), War Is A Racket,
https://www.ratical.org/ratville/CAH/warisaracket.html#c1
(7) Watson Institute, Brown University Costs of War, Corporate power, profiteering, and the “Camo Economy.” https://watson.brown.edu/costsofwar/costs/social/corporate
(8) Watson Institute, Brown University Costs of War, Profits of War: Corporate Beneficiaries of the Post-9/11 Pentagon Spending Surge. W.D. Hartung (2021).
(9) William Hartung (2021) How Corporate Profiteers Won the War on Terror, Common Dreams, https://www.commondreams.org/views/2021/09/21/how-corporate-profiteers-won-war-terror