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El bajo nivel del periodismo de la televisión chilena

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Un circo pero de muy baja calidad

El bajo nivel del periodismo de la televisión chilena

Luis Espinoza Garrido*

La situación política nacional, así como los cambiantes rasgos que emergen en el plano  mundial, generan en la gente una normal inquietud por informarse, sin embargo, en los noticiarios de la televisión del país solo encuentran un conjunto de falsedades muy bien ordenadas y recodificadas tras el único objetivo de confundir y desorientar.

Cualquier telespectador de noticias no puede saber en qué momento el periodista que entrega una información variará de contenido y pasará a cumplir el papel de anunciador de un producto que puede ser una cecina, un comestible o una oferta de minutos de una compañía de telefonía móvil. Es la degradación máxima de una profesión que se supone es seria y que muchos y muchas justifican como el ineludible costo para “estar al aire”. Si un profesional que estudió unos cinco años en una universidad tiene que rebajarse a tal nivel, nadie puede esperar que vaya a tener una posición de neutralidad en relación con los intereses de quienes están auspiciando un programa. Así se cuecen las habas en los programas de la televisión y los que podrían ser simples anécdotas en lo referente a la farándula, en lo relativo a los noticiarios es grave al constituir una operación que surge  impulsada con una intencionalidad muy concreta, que no es otra que reconstruir la realidad acorde con los intereses de los propietarios de los medios o de los que anuncian y, por lo tanto, sostienen económicamente los programas.

Es bochornoso y lamentable que algunos profesionales que estudiaron cinco años en la universidad, intercalen temas serios con el anuncio de una cecina, con la excusa de promover a quienes les pagan sus salarios.

La estrategia que se aplica no es exponer una mentira, sino funcionar con la verdad a medias y sobre la base de una reconstrucción de los hechos. Así, la gente que observaba las noticias la noche del pasado 29 de marzo se quedó con la imagen de una turba asaltando un pacífico edificio del centro de Santiago de manera inexplicable, que no fuese el  afán vandálico de los estudiantes. Solo algunos medios y de manera superficial, posteriormente repararon en la obscena conducta de un sujeto bastante drogado que mostraba sus genitales a jóvenes secundarias, lo que  no justifica la reacción estudiantil, pero obviamente, constituye el relato completo de un lamentable suceso. De esta manera, no se duda en manipular datos para elaborar un relato ideológico que acomoda la realidad a un mensaje dominante al que adhiere la casi totalidad de los canales de televisión del país y que constituye una dimensión del abuso y la falta de ética que reina en el país. Un triste papel que cumplen los periodistas, mayoritariamente egresados de los colegios del barrio alto de Santiago y que muestran gran consecuencia con la clase  social de la cual proceden. Por lo tanto, la  gran sumisión que muestran a los empresarios no es solo por el afán de servir a quienes, en los hechos, les cancelan los salarios, sino que mantienen una gran coincidencia en lo político, por lo que sienten que están cumpliendo con un deber, inclusive algunos creen que es un “apostolado”. 

La hegemonía de las ideas empresariales  en los noticiarios de la televisión chilena es absoluta, inclusive en aquellos que con gran alarde se declaran independientes. Nadie que se declare contrario al “mercado” o a la chacota podría aparecer en las pantallas.

La gran ignorancia de las y los periodistas chilenos

es una ventaja que la Derecha sabe aprovechar

Los propietarios de los medios televisivos, así como los anunciantes, necesitan que las y los periodistas que están en la conducción o relatos de los noticieros sean cercanos políticamente a sus intereses. Nadie que manifieste tener ideas críticas con los “mercados” o el gobierno de turno podría estar delante de una pantalla con tan alta audiencia y tan estratégica posición. Eso significa que no se elige a quienes tienen mayor conocimiento o capacidad, sino a las o los que comulgan con el “patrón”, de lo contrario sería imposible que estuviesen en un equipo de noticias, incluso en uno que fuese de poca audiencia. Eso significa que lo mejor del periodismo chileno no está en los noticieros de la televisión aunque por la visibilidad se puede decir que si están los más famosos y famosas que adquieren la rara categoría de “rostros”, una calidad construida para entregar atributo de credibilidad por el solo hecho de salir en forma permanente en las pantallas, por lo tanto, el público cautivo termina familiarizándose con una cara y una voz. Así, el periodista, cual integrante de la farándula termina como anunciador de productos o posando para comerciales.

No obstante, el poco conocimiento y la falta de cultura se notan en especial cuando deben abordar temas de mayor complejidad y, en el último tiempo, ha sido la guerra en Ucrania la ocasión para que se muestre en gran magnitud la ignorancia de las y los periodistas de la televisión. Además, la adhesión incondicional a la operación montada por “Occidente”, ha convertido en una charada patética el conjunto de datos que  ensalzan a Volodímir Zelenski como un héroe mundial y a Putin como un real vampiro sediento de sangre. Algo que una persona con un mínimo criterio sabe que no puede ser cierto y que la situación es diferente.

En fin, un cuadro que muestra igual parcialidad en relación con el tema mapuche, con las marchas estudiantiles, la Convención o los migrantes. La inexistencia de una red de comunicación alternativa y crítica, le confiere una mayor relevancia que la que tienen a las estaciones televisivas y es evidente que tal falencia coopera para que se imponga el relato de la clase dominante y, si bien es cierto, las redes sociales han logrado neutralizar el mensaje alienante, es obvia la necesidad de construir un aparato comunicacional que responda a los intereses populares. Una tarea pendiente que en la medida que demora en implementarse, permite la presencia sin competencia de la prensa empresarial.

* Periodista, director del Semanario SurAndino.

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