Patricio Guzmán S.
La falta masiva de alimentos amenaza al mundo. El planeta está en una situación de descomposición social, cambio climático y desastre medioambiental, colapso de la globalización, de sus redes de distribución, fin de la arquitectura financiera que ordenó la economía mundial desde el fin de la segunda guerra mundial y especialmente desde la implosión de la URSS, debilitamiento de la hegemonía del dólar y de los EEUU, surgimiento de China «comunista» como nueva potencia económica global.
Estamos a las puertas de una contracción económica global, posiblemente de una recesión, la hambruna está anunciada por los principales organismos internacionales. Desde la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de la guerra civil y la destrucción por la OTAN de la ex Yugoslavia, no había guerras en Europa. Pero las guerras en Europa están de vuelta, el conflicto belico entre Ucrania y Rusia, el rearme alemán, el fin de la neutralidad de Finlandia y Suecia que han pedido su ingreso a la OTAN, e incluso Suiza que se puede sumar a las sanciones de las potencias occidentales a Rusia muestran el cambio de época.
Diferentes instituciones y organismos internacionales han advertido de la posibilidad de una hambruna que algunos no han dudado en calificar como apocaliptica. El hambre golpeará todos los continentes, incluso a los pobres de los países desarrollados. América Latina es uno de los continentes más amenazados por la hambruna. Pobreza pre-existente, desigualdad agravada por la pandemia de Covid-19, mal acceso a la tierra, a los insumos agrícolas como semillas, fertilizantes, agua, así como la ruptura de cadenas de suministros y comercio internacional. Todos los problemas se han agravado por la guerra en Ucrania. La invasión a Ucrania y las sanciones a Rusia grandes productores de fertilizantes y de granos explican el quiebre del ciclo económico en Ucrania, y la dificultad de producir y exportar. Los precios se han elevado por los sobrecostes de fletes y seguros, y las restricciones territoriales de las zonas donde se desarrolla la guerra ha perjudicado la comercialización mundial del trigo, maíz y aceite de girasol. Además, provoca el alza en el precio de los combustibles, así como sobrecostos de fletes por las restricciones territoriales en varias zonas donde se desarrolla la guerra y la destrucción de la infraestructura ferroviaria y vial, así como el minado de puertos. Todo esto llevará a una masiva falta de alimentos. Esta situación dramática que se está anunciando plantea la cuestión central de asegurar la soberania alimentaria de nuestros pueblos. Vuelve a poner en el centro la cuestión de la reforma agraria, la necesidad urgente de tomar medidas para revertir la creciente desertificación y las consecuencias del cambio climático.
La falta de suministros de alimentos y agua impulsaran agitaciones sociales y políticas, alimentando situaciones de colapso político, Estados fallidos y situaciones revolucionarias de masas de trabajadores y pobres desesperadas y con la voluntad de establecer gobiernos de trabajadores y terminar con la pobreza, hambre, e inestabilidad.
El capitalismo es la raíz del desorden y el caos, acelera con su persecusión implacable del lucro la destrucción de las aguas, la pérdida de la biodiversidad, la contaminación con quimicos toxicos, el desprecio por la sabiduria ancestral y el intento de controlar o destruir las semillas libres de los productores. Hay que reorganizar la propiedad y la gestión de la agrícultura sobre la base de propiedad social, la cooperación y el esfuerzo común colectivo. La asociación de productores libres, las cooperativas, la banca cooperativa , y las empresas de propiedad estatal bajo control de sus trabajadores para la producción de productos como fitting, riego y bombeo, fertilizantes, semillas o plantulas son soluciones probadas que es urgente comenzar a implementar. Un mundo socialista y libre es urgente, posible y necesario.