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Dictadura del proletariado. ¿Reforma o revolución?

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— Nikolái Aleksandr Weinbinder —

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¿Qué tan democrática es la democracia burguesa? ¿Por qué la dictadura del proletariado no implica la ausencia de democracia para los trabajadores? ¿Cuál es la diferencia entre la violencia de los opresores y la de los oprimidos?. Estas son algunas de las interrogantes que sirven de eje a la presente nota y que se articulan con la discusión de fondo sobre reforma o revolución.

La expresión “dictadura del proletariado” ha sido frecuentemente tergiversada y demonizada por los detractores del marxismo e incluso también por aquellos partidos de izquierda que claudican en mayor o menor medida frente a las tensiones reformistas que habitan en el seno de la militancia, sin mediar efectiva resistencia a un proceso de socialdemocratización creciente por parte de los cuadros y de las bases. La sola enunciación de la palabra dictadura genera un rechazo instintivo que se acompaña con una carga emotiva capaz de crispar los pelos a quienes la ven como antítesis de la “democracia” y de las libertades individuales. En un marco de situación tendiente a naturalizar el statu quo se intenta cooptar y neutralizar todo aquello que pueda hacer peligrar el orden establecido y resulta predecible entonces que a través de la industria del miedo y juicios morales cargados de ideología se pretenda condenar a la dictadura del proletariado forzando equiparaciones con dictaduras capitalistas o evocando reminiscencias de las purgas de burócratas rusos igualmente indefendibles y reprochables.

Los ideólogos burgueses han sabido maximizar el descrédito del comunismo, al cual también contribuyeron gobiernos transicionales viciados por el típico burocratismo que caracterizó a los estados obreros degenerados de los mal llamados “países comunistas”. Respecto a esto último siempre vale recordar que el comunismo es en realidad un sistema mundial y que por lo tanto hablar de países comunistas es un sinsentido que atenta contra el internacionalismo y las bases del marxismo tal como lo hizo la fallida teoría del socialismo en un solo país. Disgresión mediante, las campañas de difamación y el recorte historiográfico ayudan a explicar la razones por las cuales en nuestros días no se asocie la dictadura del proletariado con la Comuna de París sino por el contrario con oscuros regímenes totalitarios, violencia caricaturizada y recalcitrantes autoritarismos que simbolizan la ausencia de democracia y el terror sobre las mayorías.

Lo cierto es que la dictadura de proletariado no es una forma gobierno sino una forma de estado obrero transicional que desde una perspectiva marxista solo tiene permiso para existir durante la vigencia de la lucha de clases pero que conforme las clases sean abolidas el estado obrero perderá su razón de ser dando lugar a su propia anulación hasta finalmente extinguirse o ser disuelto en un mero órgano administrativo. En contraposición a las características de un estado burgués que tiene aspiraciones de perpetuidad y que se utiliza como un órgano de dominación de clase. Aunque lo justo sería decir que el estado en cualquiera de sus formas siempre sera opresivo por definición y que por lo tanto tampoco caben romantizaciones sobre el estado obrero ya que este no deja de ser también un instrumento de dominación aunque posea la particularidad no menor de ser empleado contra las minorías explotadoras y en beneficio de las mayorías históricamente oprimidas.

En contraposición a lo que dicta el sentido común cabe señalar que el aparato estatal no ha existido desde tiempos inmemoriales sino que por el contrario, la humanidad ha transitado la mayor parte de su historia sin su existencia. Podríamos decir que son un invento relativamente moderno y que su ausencia en el pasado claramente no produjo la extinción de la humanidad tal como pronosticarían algunos contractualistas defensores de Leviatanes. Hay una famosa obra de Engels que examina los orígenes del estado, la propiedad privada y la familia, para quienes quieran profundizar sobre la cuestión. A los efectos de esta nota solo resulta relevante hacer una enumeración de periodos históricos y una caracterización marxista de los estados que permita poner en duda los fundamentos con los que se legitiman y visibilice el carácter clasista usualmente enmascarado con envolturas democráticas.

Por sobre todas las cosas tenemos que hacer notar que los estados son producto de la lucha irreconciliable entre clases sociales que van cambiando de nombre y que en los tiempos de Marx se simplifican en burguesía y proletariado. Pero las clases tampoco han existido desde siempre sino que alguna vez tuvimos un llamado comunismo primitivo de sociedades preclasistas, al que luego sobrevinieron diferentes modos producción tales como esclavismo, feudalismo y el capitalismo que perdura hasta nuestros días. La características común de estos últimos tres fue la lucha de clases como motor de la historia. Ese pasaje de sociedades preclasistas a clasistas es el punto de inflexión en el cual la existencia de clases sociales antagónicas se vuelve la norma. Esa lucha de clases tiene un lugar central en el materialismo histórico que constituye el método propio de los marxistas. Y es en el marco de los antagonismos entre opresores y oprimidos donde cobra relevancia analizar el clasismo de estados al servicio mezquinos intereses espurios.

Ríos de tinta se han derramado sobre las justificaciones de los Estados. Siendo las obras de los contractualistas Hobbes, Locke y Rosseau las más conocidas por sus argumentaciones basadas en determinismos sobre la naturaleza humana, cuestiones de seguridad, defensa de la propiedad privada, etc. La historia demuestra que los peores crímenes de la humanidad han sido cometidos por los Estados mediante un accionar que esta más cerca de la barbarie del “estado de naturaleza” que de la civilización y el contrato social con el cual pretendían diferenciarse.

A pesar de ello no se ha logrado hacer mella en el sentido común de las masas para que rompan con la idealización del Estado presentado como garante de la civilización y superación de la barbarie.

Desde una perspectiva marxista la caracterización del Estado como órgano de dominación de clase implica desengañarse sobre fantasías de que el estado somos todos, renunciando a las ilusiones de neutralidad y asumiendo que el Estado es producto de sociedades clasistas con intereses irreconciliables.

Los estados han sido utilizados por las clases dominantes de cada época como instrumentos de opresión para reasegurar los intereses de una minoría privilegiada y someter a las mayorías.

Habiendo hecho esta breve introducción es hora de definir a la dictadura del proletariado como una forma de Estado meramente transitoria que se caracteriza por la previa destrucción del estado burgués y la posterior creación de un estado proletario que responde, en el marco de la lucha de clases, a los intereses de la clase social mayoritaria y oprimida.

De modo tal que la clase oprimida se convierte en clase dominante y crea una nueva forma de Estado sin burguesía. Lo cual no se trata de un simple enroque de banderas como pudiera parecer a simple vista, sino que refiere a un genuino gobierno de las mayorías explotadas que actuan como agentes revolucionarios guiados por una perspectiva internacionalista orientados a extinguir la existencia de clases sociales.

Por otra parte el uso transicional que se hace del Estado nunca deja de tener en miras su extinción ya que el estado en cualquiera de sus formas se vuelve superfluo e innecesario en una sociedad donde no existan las clases sociales. En una sociedad comunista el Estado no tiene razón de existir, pudiendo ser reemplazado por un simple órgano administrativo.

El objetivo de extinguir el propio estado obrero es una de las diferencias más notables con respecto a los estados capitalistas que por el contrario buscan perpetuarse e inculcan el miedo a quienes se atreven a imaginar su ausencia. La dictadura del proletariado, en tanto forma de estado, reconoce que sigue siendo un instrumento opresivo aun estando en manos de las mayorías y planea su extinción refutando todos los prejuicios de estatismo que algunos desinformados le atribuyen a la izquierda.

Otra cuestión que vale aclarar es que Marx no utilizó la expresión dictadura en el sentido literal que significaría el gobierno de una sola persona, sino que lo que plantea Marx es la dictadura del proletariado, es decir, de una clase. Que dicho sea de paso es la clase universal mayoritaria y oprimida de la sociedad.

En los críticos abundan mayormente las objeciones de moralidad burguesa y la aversión mezclada con espanto que genera la connotación negativa que acarrea la palabra dictadura por su peso propio. Entre discusiones de fines y medios se insiste hasta el cansancio en forzar equivalencias con las dictaduras capitalistas teniendo por premisa una falsa duplicidad anclada en las experiencias de lo que se conoció como “comunismo real”.

Afortunadamente hay corrientes de izquierda que han sabido delimitarse y ajustar cuentas con aquellos hacedores prácticos que disfrazados de marxistas han traicionado la revolución, me refiero en particular al régimen estalinista responsable de la burocratización de la URSS y a sus crímenes que permanecen hoy día como estigmas endilgados maliciosamente a un todo indiferenciado rotulado izquierda.

Es indispensable para proseguir con el análisis de la dictadura del proletariado marcar una diferencia irreconciliable con la dictadura de Stalin, la cual ciertamente nada tuvo que envidiarle a las dictaduras capitalistas a la hora de ahogar la revolución internacional y perseguir a la oposición de izquierda. En contraposición, un ejemplo histórico que si pudieramos considerar genuinamente una dictadura del proletariado fue la Comuna de París.

Otro elemento que hay que tener en cuenta es que en términos marxistas, dictadura del proletariado no significa supresión de la democracia para la clase obrera, pero sí implica necesariamente restricciones y despojar violentamente de privilegios a la burguesía sobre la cual se ejerce la dictadura.

La violencia revolucionaria que es propiamente distintiva de la dictadura del proletariado se diferencia de la violencia general y no admite un vale todo de fines y medios. Pero a la vez tampoco se autoimpone limitaciones que imposibiliten la rebelión bajo la trampa de adaptarse a las reglas morales contrarrevolucionarias establecidas por la burguesía.

En relación a los enfoques moralistas: No se puede aplicar las mismas normas de moral abstracta a los opresores que a los oprimidos. El objeto de esas normas abstractas es precisamente el de impedir la rebelión de los oprimidos contra los opresores.Trotsky

La condena al uso de la violencia revolucionaria es muy frecuente entre reformistas que consideran posibles las revoluciones pacificas. Es por eso que prevalece la filosofía del “mejor no hablar de ciertas cosas”. Especialmente en partidos de izquierda electoralistas que temen perder votos hablando de revoluciones violentas tal como la hacía Marx en el manifiesto.

En los medios masivos de comunicación la dictadura del proletariado y la revolución violenta son temas tabú de los cuales no se habla. Incluso en la prensa de los partidos de izquierda las menciones son episódicas y la describen de forma genérica como régimen transitorio con el fin de garantizar el programa de superación del capitalismo.

Vivimos tiempos en los que dirigentes de izquierda resultan confundidos con socialdemócratas por no atreverse ni siquiera a utilizar una terminología propiamente marxista. Expresiones que en otros tiempos eran corrientes como “clase dominante” hoy ya no se utilizan en medios masivos de comunicación y en su lugar se emplea un lenguaje moderado de apariencia centrista.

Quizás la estrategia pueda parecer acertada desde la perspectiva de un programa transicional como puente en el cual no se levanten consignas, conceptos o expresiones que estén por encima de la condiciones subjetivas de los obreros. Pero de un modo u otro se hace mella de un verso de Lasalle citado por Trotsky: “No muestres solo el fin, muestra también el camino”.

La defensa sin disimulo de la dictadura del proletariado es la prueba de fuego que permite reconocer a un marxista. Y en la medida en que se evita su discusión no solo se impide que surjan interlocutores que permitan la gimnasia de defender posiciones sino que sobretodo se acrecienta su demonización y se consolida un sentimiento de culpa heredada por las tergiversadas prácticas que se le atribuyen en el pasado.

En la medida en que la dictadura del proletariado siga siendo un tema tabú del cual no se habla, difícilmente podamos lograr una desensibilización sistemática de las masas para reducir el miedo y la ansiedad que genera. No hay razones para que aquellos que no tienen por perder más que sus cadenas se inquieten a causa de un vacío de información que les genera temores infundados.

En ese sentido Marx coincidiría en que “ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus aspiraciones”. El postureo moderado y el cálculo de precisión geométrica de las condiciones subjetivas puede dar por resultado tímidas y esquivas construcciones argumentales que se confundan con revisionismo u ocultamiento oportunista e indiferenciable del centrismo.

Esa procrastinación eterna esperando la madurez subjetiva para abrir el dialogo sobre dictadura del proletariado y los bemoles de la revolución violenta perjudica la delimitación concreta entre la izquierda y la centro-izquierda y confunde a los obreros.

Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos solo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente.Marx & Engels

Para quitar algunos de los fantasmas que rodean a la dictadura del proletariado en lo que refiere a la violencia pensemos en que todas las formas de los Estados burgueses, incluso las repúblicas democráticas más modernas, en su esencia son dictaduras de la burguesía disfrazadas con diferentes envolturas.

Si analizamos el concepto abstracto e ideal de democracia vemos que a veces se utiliza como medio y otras veces como fin. El imperativo kantiano de la persona como fin en si mismo ha sido reiteradas veces reemplazado por la defensa del orden social. Y no hay que olvidar que en el surgimiento de la democracia burguesa no han estado ausentes la violencia y la doble moral.

Referirse a «democracia» en términos abstractos sin hacer distinción de clases sociales resulta incompleto, porque alude a la ficción de una sociedad más o menos homogénea sin colisión de intereses opuestos. La lucha de clases sociales es algo inherente y constitutivo de toda sociedad clasista. Para darle mayor precisión a la democracia cabe preguntarnos: «¿Para qué clase y qué programa?”

La noción jurídica y formal de democracia sirve a la burguesía para disimular su dominación y engañar a las masas. Es así que democracia quiere decir algunas veces dictadura de la burguesía, y otras veces significa impotente reformismo que también se somete a esa dictadura de apariencia democrática.

Las instituciones representativas, democráticas en su forma, son en su contenido instrumentos de los intereses de la clase dominante. Ello se manifiesta de manera tangible en el hecho de que apenas la democracia tiende a negar su carácter de clase y transformarse en instrumento de los verdaderos intereses de la población, la burguesía y sus representantes estatales sacrifican las formas democráticas. Es por eso que la conquista de una mayoría parlamentaria reformista es un cálculo de espíritu netamente burgués liberal que se ocupa de un solo aspecto -el formal- de la democracia, pero no tiene en cuenta el otro: su verdadero contenido.Luxemburgo

No existe una “democracia pura” que se eleve por encima de la lucha de clases, salvo en la imaginación de los embusteros que quieren encubrir el contenido clasista de la democracia burguesa. En la abstracción idealizada de democracia liberal encontramos una cáscara que enmascara su contenido real con una pretendida desvinculación de la lucha de clases negando dicursivamente los intereses irreconciliables de clases antagonicas.

Podríamos decir incluso que la democracia burguesa es profundamente antidemocrática y que la democracia proletaria que acompaña a la dictadura del proletariado es en cambio la verdadera expresión de una democracia de las mayorías. Pero lamentablemente hemos visto como la expresion dictadura del proletariado en el imaginario social conduce al prejuzgamiento de la imposibilidad de simultaneidad con una democracia proletaria.

En este último sentido ya mencionamos que no han sido pocos los intentos historiográficos por equiparar la dictadura del proletariado con las dictaduras capitalistas como si se tratase de las dos caras de una misma moneda.

El procedimiento favorito del filisteo moralista consiste en identificar los modos de actuar de la reacción con los de la revolución.Trotsky

Revindicar la dictadura del proletariado y diferenciar la violencia revolucionaria de la violencia general constituye un paso que presupone haberse desprejuiciado sobre estándares morales eternos e inmutables pretendidamente independientes de los intereses de clases. La moral burguesa es contrarrevolucionaria y no puede pesar sobre la conciencia de los trabajadores. Aunque la burguesía y el proletariado puedan llegar a utilizar medios análogos siempre será insoslayable la diferencia entre opresores y oprimidos.

¿Eso significa que para alcanzar tal fin todo esta permitido? –nos preguntara sarcásticamente el filisteo, revelando que no comprendió nada. Esta permitido, responderemos, todo lo que conduce realmente a la liberación de la humanidad. Y debido a que este fin solo puede alcanzarse por caminos revolucionarios, la moral emancipadora del proletariado posee por necesidad un carácter revolucionario. Se opone irreductiblemente no solo a los dogmas de la religión, sino también a los fetiches idealista de toda especie, gendarmes filosóficos de la clase dominante.Trotsky

El primer modelo de dictadura proletaria fue la Comuna de París en 1871. Algunas de las medidas tomadas por el gobierno insurreccional fueron la separación de la iglesia y el Estado, salario de obreros para los funcionarios públicos, magistrados electivos y revocables, gratuidad de la educación sin contenidos religiosos, abolición de la policía y el ejército como instituciones autónomas y separadas, etc.

La burguesía no se atreve a reconocer abiertamente que el Estado burgués representa los intereses de una minoría privilegiada, y recurre al artificio de la supuesta neutralidad de un Estado impersonal que se eleva por sobre las clases sociales y es surgido por acuerdo “voluntario” a modo de contrato social tal como vimos en las tesis contractualistas.

Por el contrario, el Estado del tipo de la Comuna actua franca y honradamente asumiendose como la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres, sin ocultar sus propósitos e intenciones ni adoptar eufemismos de barniz almibarado.

En otra latitud y tiempo la dictadura el proletariado tuvo la forma de Soviets como es el caso de la Revolución Rusa. Una dictadura temporal que se ejerce sobre una minoría opresora, y que adquiere diferentes características dependiendo la relación de fuerzas de cada país. Esta nueva forma de estado obrero conjuntamente implica la más amplia democracia proletaria para la clase obrera y el gobierno de las mayorías.

Para la transformación socialista de la sociedad, la clase trabajadora debe concentrar en sus manos un poder tal que le permita aplastar todos y cada uno de los obstáculos políticos que cierren el camino hacia el nuevo sistema. «El proletariado organizado como clase dominante» -eso es la dictadura. Al mismo tiempo es la única verdadera democracia proletaria. Su alcance y profundidad dependen de las condiciones históricas concretas. Cuanto más Estados tomen el camino de la revolución socialista, tanto más libres y flexibles serán las formas que adoptará la dictadura, tanto más ancha y más profunda será la democracia obrera.Trotsky

La utilización estratégica del Estado por parte del proletariado provocó enfrentamientos entre marxistas y anarquistas. Para los primeros se trataba de constituir un estado obrero a los fines de garantizar la transición al comunismo resistiendo a los embates de la contrarrevolución y desarrollando un programa que tenga una perspectiva internacionalista para la superación del sistema mundial vigente.

Los anarquistas, en cambio, proclaman abolir toda forma de Estado de la noche a la mañana en una sociedad sin herramientas para dar un salto de esa magnitud. La discusión entre unos y otros se torna de índole estratégica en lo que refiere al modo de alcanzar el fin común de lograr la futura extinción definitiva de todos los Estados, objetivo que comparten marxistas y anarquistas.

Es necesario, no olvidarse que la moral, el derecho y el Estado son formas de la sociedad burguesa. Y que, aunque el proletariado se vea obligado a utilizar estas formas, esto no significa en absoluto que ellas puedan desarrollarse progresivamente con la adición de un contenido socialista. Ellas no pueden asimilar este contenido y deberán desaparecer a medida que este contenido se realice. Sin embargo, el proletariado debe, en el actual periodo de transición, explotar en beneficio de sus intereses de clase, estas formas heredadas de la sociedad burguesa agotándolas así completamente. Pero para esto el proletariado debe, ante todo, tener una idea muy clara, liberada de todo velo ideológico, del origen histórico de estas formas. El proletariado debe adoptar una actitud fríamente crítica, no solamente frente a la moral y al Estado burgués, sino también frente a su propio Estado y a su propia moral proletaria. Debe ser consciente, para decirlo de otra forma, de la necesidad histórica de su existencia pero también de su desaparición.Pashukanis

Los marxistas no tenemos la premura poco realista de prescindir en forma inmediata del Estado, esos anhelos anarquistas ponen de manifiesto una incompatibilidad en términos estratégicos, y sólo sirven para aplazar la revolución socialista postergándola indefinidamente hasta alcanzar una quimérica homogeneidad de condiciones subjetivas.

Dicho de otro modo, no discrepamos con los anarquistas en cuanto a la abolición o extinción del Estado en todas sus formas. Lo que afirmamos es que, para alcanzar esta meta, el proletariado necesita el empleo temporal del aparato estatal en una forma revolucionaria y transitoria contra los opresores, combatiendo la contrarrevolución de la burguesía y desarrollando un programa.

La dictadura del proletariado no es una «forma de gobierno», sino justamente una forma o tipo de Estado. Y su rasgo distintivo es la violencia revolucionaria en contraposición con hipótesis reformistas kautskianas o bernstianas que siguen presentes hoy en día en las variantes políticas de centro-izquierda. Estas posturas en clave pacifista históricamente han sido demostradas inconducentes y han alimentado ilusiones utópicas sobre revoluciones no-violentas.

Kautsky ha tergiversado del modo más inaudito el concepto de dictadura del proletariado y ha convertido a Marx en un vulgar liberal, es decir, él mismo ha descendido al nivel de un liberal que pronuncia frases triviales sobre la “democracia pura”, embelleciendo y encubriendo el contenido de clase de la democracia burguesa y rehuyendo, ante todo, al empleo de la violencia revolucionaria por la clase oprimida. Al “interpretar” así el concepto de “dictadura revolucionaria del proletariado”, excluyendo la violencia revolucionaria de la clase oprimida contra sus opresores, Kautsky bate el record mundial de deformación liberal de Marx. El renegado Bernstein es solo un cachorro comparado con el renegado Kautsky.Lenin

En el proceso revolucionario se hace uso de la fuerza estatal, para liquidar el derecho de propiedad, abatir el régimen burgués y resistir a la contrarrevolución. Tengamos en consideración que cada país tiene su propia burguesia, y que a su vez hay paises opresores y oprimidos.

Cuando pensamos en alcanzar la propiedad colectiva de los medios de producción y hablamos de una dictadura del proletariado debemos tomar en cuenta que el proceso revolucionario no se desarrolla en todos los países al mismo tiempo y que será atacado violentamente por potencias extranjeras y el capital financiero para intentar desmoronar cualquier gobierno obrero que haga peligrar sus intereses.

Esto ocurre porque el comunismo es un sistema mundial que solo puede desarrollarse como superación del capitalismo en el plano internacional. Y por lo tanto la revolución que comienza en un país busca provocar revoluciones en los demás países hasta hasta lograr expandirse a las grandes potencias.

La inevitabilidad de que la revolución sea violenta viene dada por la propia violencia de la burguesía que recurre a guerras y genocidios para instalar sus planes económicos y desarticular movimientos revolucionarios. Ser marxista es ser lo suficiente realista como para advertir que los opresores van a pelear por conservar sus privilegios de las peores formas que podamos imaginarnos.

Desde el punto de vista de las “verdades eternas”, la revolución es naturalmente “inmoral”. Pero eso solo significa que la moral idealista es contrarrevolucionaria, es decir, se halla al servicio de los explotadores.Trotsky

Las objeciones morales a la dictadura del proletariado provienen de su demonización convertida en sentido común de acuerdo a los parámetros de moral burguesa. Toda moral es clasista aunque se pretenda universal, eterna e inmutable. Ese conglomerado de prejuicios resulta incapaz de hacer distinciones entre la violencia de los opresores y la violencia de los oprimidos. De manera que sitúan ambas en un plano de igualdad sobre la base de un puritanismo cínico moralizador que al momento de agudizarse la lucha de clases sus propios predicadores incumplen.

La clase dominante impone a la sociedad sus fines y la acostumbra a considerar como inmorales los medios que los contradicen. Tal es la función principal de la moral oficial.Trotsky

Tal como se menciono anteriormente las revoluciones inevitablemente son violentas, no por elección ni por antojadizas, sino por imposición de la dinámica de la lucha de clases que no se somete a criterios morales ni preferencias individuales. Basta con ver la historia para descubrir que la burguesía ha recurrido incluso al fascismo y a las guerras imperialistas para llevar adelante la contrarrevolución y preservar la sociedad de clases. No en vano se dice que el capitalismo es el genocida más respetado del mundo.

El problema de reforma o revolución, de objetivo final y movimiento es, fundamentalmente, bajo otra forma, el problema del carácter pequeñoburgués o proletario del movimiento obrero.Luxemburgo

Sería una ingenuidad o una expresión de deseo creer que por medio del reformismo con solo luchas sindicales y parlamentarias los capitalistas pudieran resignar sus privilegios de clase sin ofrecer resistencia y, más aún, entregar plácidamente los medios de producción para socializarlos y ponerlos a producir bajo gestión obrera con miras a una sociedad sin clases sociales. Este tipo de transformaciones y bajo esas formas tan ideales solo pueden darse en la imaginación de pequeñoburgueses o en las ensoñaciones de algún filántropo.

Para dejar de espantarse con la estigmatizada dictadura del proletariado es necesario valerse de los aprendizajes históricos que llevaron a su formulación y principalmente, desengañarse de las fábulas del reformismo y las objeciones de la moral burguesa.

Quien no quiera retornar ni a Moisés ni a Cristo ni a Mahoma, ni contentarse con una mezcolanza ecléctica, debe reconocer que la moral es producto del desarrollo social; que no encierra nada invariable; que se halla al servicio de los intereses sociales; que esos intereses son contradictorios; que la moral posee, mas que cualquier otra forma ideológica, un carácter de clase.Trotsky

La fantasía de que mediante reformas legislativas en el marco de la democracia burguesa podamos alcanzar una sociedad más justa es algo ya refutado por la historia y la experiencia de cada día. Esto no implica un desinterés por las libertades democráticas, sino la toma de conciencia de que las transformaciones estructurales son por vía revolucionaria.

El proletariado no puede conquistar el poder dentro del marco legal establecido por la burguesía. ‘Los Comunistas declaran abiertamente que sus fines sólo pueden ser alcanzados destruyendo por la fuerza las condiciones sociales existentes’. El reformismo intentó explicar este postulado del Manifiesto sobre la base de la inmadurez del movimiento en aquel momento y el desarrollo inadecuado de la democracia. El destino que sufrieron las «democracias» italiana, alemana y muchas otras demuestra que la «inmadurez» es el rasgo distintivo de las ideas de los reformistas mismos.Trotsky

Tengamos en consideración que las leyes ni siquiera expresan la realidad, esto lo podemos ver en la supuesta libertad que tienen los obreros de vender su fuerza de trabajo, es una libertad formal, una libertad jurídica, una libertad ficticia. Para los desposeídos urgidos de satisfacer sus necesidades más básicas la consecuencia de no venderse como una mercancía (dejandose explotar a costa de acrecentar al capital) se convierte en la posibilidad concreta de literalmente morir en las calles ya sea de hambre, frío o indiferencia, obturando cualquier concepto fetiche de libertad o igualdad.

Frente a esta palpable sentencia de muerte cualquier idea jurídica de libertad se desvanece reducida a la libertad de comercio y su lugar es ocupado por la necesidad de sobrevivir en una sociedad sin escrúpulos donde se le reclama al obrero no solo que desista de denunciar la explotación escondida en los libros contables, sino que además agache la cabeza mostrandose agradecido ante tal o cual miserable explotador o sindicato de burócratas que deja caer las migajas para su subsistencia. El papel que ejerce la burocracia sindical para la contención de la clase obrera es un factor clave a tener en cuenta.

También se utiliza frecuentemente el sufragio para hacer referencia a la igualdad (formal) de que el voto del proletario vale 1 y el voto del burgués también. Pero cuando pensamos en que el burgués tiene la posibilidad de invertir millones de dólares en campaña para inclinar la votación hacia el candidato de su preferencia, pareciera más que evidente que esa supuesta igualdad se pierde, por no decir directamente que nunca existió. A la famosa frase del mayo francés que decía “nuestros sueños no caben en sus urnas” la podríamos parafrasear diciendo que: la revolución real no cabe en ninguna urna.

La lucha sindical y la actividad parlamentaria poseen una importancia inmensa en la medida que despiertan en el proletariado la comprensión, la conciencia socialista y lo ayudan a organizarse como clase. Pero apenas se las considera como instrumentos para la socialización directa de la economía, no solo pierden su efectividad sino que dejan de ser un medio para preparar a la clase obrera para la conquista del poder.Luxemburgo

Los utópicos reformistas intentan ocasionalmente vestir el ropaje de marxistas revolucionarios mediante la utilización de una fraseología seudosocialista, y profesan discursos socialdemócratas repletos de demagogia y falsas promesas que acompañan con rimbombantes cuentos sobre imaginarias revoluciones pacíficas y progresismo. Valdrá desenmascararlos a tiempo como lo que son, unos “mencheviques” centristas que no solo reniegan de la revolución sino que además la obstaculizan contribuyendo al sostenimiento de la burguesía y la miseria de lo existente.

Es justamente la adhesión a la dictadura del proletariado lo que permite diferenciar en forma determinante a un marxista de un centro-izquierdista y un anarquista. La socialdemocracia y el anarquismo constituyen las dos grandes tergiversaciones que compiten con el marxismo y que tanto daño han hecho al movimiento obrero debido a sus debilidades estratégicas.

Cuando un reformista cuestiona la estrategia de un partido revolucionario ocasionalmente hay algo que subyace oculto, tácito y nebuloso, más precisamente, la idea de que unos y otros tienen el mismo objetivo, pero que la manera de llegar a dicho objetivo es distinta. Esto es completamente falso y merece una delimitación inmediata, el objetivo reformista es colocar parches al capitalismo paliando la lucha de clases sin abolirla, por ende, es de esperar que les resulte incomprensible la estrategia de quienes cuestionan las raíces mismas del sistema y tienen como fin una sociedad comunista.

“Ningún orden social desaparece de escena antes de agotar sus potencialidades latentes. Sin embargo, aún un orden social anticuado no cede su lugar a un orden nuevo sin oponer resistencia. Un cambio de régimen social presupone la lucha de clases en su forma más cruda, es decir, una revolución. Si el proletariado, por una razón u otra, se muestra incapaz de derrocar con un golpe audaz al perimido orden burgués, entonces el capital financiero en su lucha por mantener su dominio inestable no puede hacer otra cosa que convertir a la pequeño – burguesía, la que ha empobrecido y desmoralizado, en el ejército fascistaTrotsky

No se puede esquivar la dictadura del proletariado en el camino de la revolución proletaria internacional si verdaderamente lo que se quiere es construir una nueva sociedad en vez de emparchar la existente.

El socialismo es el período histórico intermedio que separa la sociedad capitalista y la sociedad comunista y en el cual el Estado adoptará la forma de dictadura del proletariado. Este período político de transición tendrá una duración variable que dependerá del triunfo de la revolución proletaria mundial.

El desarrollo de un programa transicional dará lugar a la contrarrevolución de la burguesía, que buscará impedir por todos sus medios cualquier intento de darle impulso a la revolución tanto en el plano nacional como internacional.

Si la dictadura del proletariado tiene en general un sentido, es precisamente el de armar a la vanguardia de la clase con los recursos del Estado para rechazar toda amenaza.Trotsky

La historia nos aporta pruebas de que un Estado obrero puede ser atacado por 14 ejercitos imperialistas. Eso es un botón de muestra sobre la importancia que tiene adoptar una configuración política obrera del Estado en forma transitoria. Y tambien nos enseña sobre la necesidad de que las fuerzas de coerción esten controladas democráticamente por los obreros para evitar desviaciones.

El comunismo es una posibilidad histórica del movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Incluso es una necesidad urgente teniendo en cuenta el peligro que representa el capitalismo para la existencia de la humanidad.

Por eso hay que tomar nota de las enseñanzas que nos dejaron las experiencias anteriores como la Comuna de París para poder así sacar las conclusiones que nos permitan hacerle frente a la más salvaje barbarie de la burguesía que ha demostrado no tener reparos morales de ningún tipo para preservar su sociedad de clases incluso con las mayorías en su contra.

¡Quien se incline ante las reglas establecidas por el enemigo no vencerá jamás!.

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