Un medio excepcional para explicar la cima y el abismo de la Revolución Rusa, es sin duda la novela de Isaac Babel, víctima del estalinismo, condenado a muerte por trotskista, espía francés y austríaco, nada más y nada menos, Caballería roja; tengo una versión de Galaxia Gutenberg de 2011.
Corrigiendo los errores procedentes de la censura estaliniana de la versión de la obra en castellano de 1999, al parecer, la presente edición se basa en una rusa aparecida en 2006 en la editorial Vremia, basada a su vez en la edición soviética de 1931, última edición no sometida a los nuevos criterios de falsificación de la historia impuestos por Stalin, pues en las ediciones posteriores de 1933 y 1936 en la URSS, ya, todas las referencias a la actuación de Trotsky en la revolución, fueron suprimidas, y ello, para que mejor se entendiera la historia.
En la edición que tengo de Bruguera de 1982, con traducción de José Laín Entralgo, posiblemente basada en la versión rusa de 1936, las meditadas referencias al organizador del Ejército Rojo, han sido ya suprimidas; la ponzoñosa mano del estalinismo, ha hecho su trabajo” (nota de Pepe Cardona, autor de Stalin, el sepulturero de la revolución).
Añado la que se incluye en FORO COMUNISTA: “Isaak Emanuílovich Bábel fue un escritor, periodista, abogado y activista político soviético nacido en Odesa en el seno de una acomodada familia judía. Los límites impuestos en la Rusia zarista a la educación de los judíos le obligaron a estudiar en casa, formándose con un bagaje cultural impresionante. Participó en la revolución de Octubre y desde el primer momento asumió distintas responsabilidades, estando presente en el frente rumano (en una unidad de cosacos en donde realizó acciones militares heroicas, ante el escepticismo de los cosacos, manifiestamente anti-judíos y no especialmente adeptos a la revolución en sus ideas) y en la guerra ruso-polaca de 1920, como comisario político y periodista.
Apadrinado y protegido por Máximo Gorki, publicó en 1924 “Caballería roja» en la revista LEF, de Vladímir Maiakovski, a pesar de que su estilo y contenidos no gustaba a los jefes militares y al mariscal Budienny en particular. El propio Stalin medió en el asunto a favor de Bábel.
Defensor de los principios de la revolución bolchevique, se forjó enemigos que, tras la muerte de Gorki, consiguieron incluirle mediante falsas denuncias y deformando las razones de sus viajes al extranjero (su mujer e hija vivían en Francia) en un proceso en donde denunció haber sido torturado y fue condenado a muerte, siendo fusilado en enero de 1940 o, según otras fuentes, falleciendo en un campo de trabajo en marzo de ese mismo año.
El feroz cerco imperialista y la presencia constante de oportunistas y burócratas contrarrevolucionarios había conducido a algunos sectores de la URSS a un estado de histeria tal que les impedía diferenciar a sus amigos de sus verdaderos enemigos.”.