Jano Ramírez. Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.
Si algo nos quedó claro con la implementación de la Ley Corta de Isapres, es que este sistema no está diseñado para protegernos ni para garantizarnos derechos básicos. Está hecho para humillarnos, para reírse en nuestras caras mientras seguimos pagando con nuestra salud y nuestro esfuerzo el precio de un modelo podrido hasta el tuétano.
La supuesta «devolución» que nos prometieron no es más que un chiste de mal gusto. ¿Cómo pueden tener la desfachatez de devolvernos lo que nos cobraron de más en cuotas que en muchos casos no superan los mil pesos mensuales? ¿Qué clase de reparación es esa? Esto no es justicia; es una burla descarada. Es el sistema diciendo: «Acepta lo que te doy y cállate».
Una burla que indigna
Imagínate trabajar toda tu vida, pagar tus cotizaciones religiosamente, confiar en un sistema que se supone debe darte seguridad, solo para que luego te digan que te devolverán en 13 años lo que te robaron. Pero no te devolverán todo de golpe, no. Será a cuentagotas, en montos miserables que no alcanzan ni para cubrir el pasaje de una micro.
Esto no es un error, no es incompetencia. Es una decisión fría y calculada. Es una estrategia para que te canses, para que no reclames, para que sigas resignado. Nos quieren dóciles, obedientes, agradecidos por las migajas que nos arrojan.
La crueldad de un sistema inhumano
¿Sabes lo peor? Que mientras a ti te pagan 800 pesos al mes, los dueños de las Isapres, esos que viven en sus mansiones, siguen lucrando con nuestra salud. Este sistema de salud privada nunca tuvo como objetivo cuidar a las personas; siempre fue un negocio para enriquecer a unos pocos.
Esta crueldad no es casualidad. Es la lógica de un sistema que valora más el dinero que la vida humana. Un sistema donde enfermarse es un lujo y donde los pobres simplemente no importan. Porque, seamos honestos, si importáramos, ¿crees que este sería el trato que nos darían?
Un sistema clasista hasta la médula
Esto no afecta a todos por igual. Si tienes dinero, si puedes pagar un plan premium, las Isapres te tratan como cliente VIP. Pero si eres un trabajador común y corriente, te tratan como basura. Esa es la realidad. Este sistema clasista está diseñado para que los ricos vivan tranquilos mientras nosotros cargamos con el peso de su avaricia.
No es casual que las Isapres se salgan con la suya una y otra vez. Tienen a los políticos de su lado, a los jueces, a los medios de comunicación. Todo está armado para proteger sus intereses y mantenernos en el mismo lugar de siempre: abajo, peleando por sobrevivir.
Ya basta: Es hora de tomar el control
Esto no puede seguir así. No podemos permitir que nos sigan humillando, que nos sigan robando, que sigan jugando con nuestra salud y nuestras vidas como si no importaran. Este sistema está podrido, y no lo vamos a arreglar con parches ni con leyes «cortas» que solo maquillan la injusticia.
La única manera de cambiar esta realidad es construyendo un sistema completamente nuevo. Un sistema donde la salud no sea un negocio, sino un derecho. Donde las y los trabajadores estén en el centro, porque somos nosotros los que movemos el país, los que sostenemos la economía, los que hacemos posible que exista la riqueza.
Y para lograr eso, necesitamos organizarnos. Necesitamos un partido de la clase trabajadora, un partido que no esté al servicio de los empresarios, sino que sea la herramienta de lucha de quienes vivimos del trabajo. Ese partido no solo debe denunciar estas injusticias; debe proponer y liderar un plan real para garantizar una salud digna, gratuita y universal. Un sistema donde las prioridades no sean las utilidades de unos pocos, sino la vida y el bienestar de todos.
La lucha está en nuestras manos
Si no hacemos algo, nada va a cambiar. Los mismos que hoy te pagan mil pesos al mes seguirán manejando nuestras vidas como les plazca. Pero si nos organizamos, si nos unimos, si construimos ese partido que necesitamos, podemos cambiarlo todo.
No podemos esperar que alguien más lo haga por nosotros. El futuro está en nuestras manos, y depende de nosotros levantar la voz, pelear por nuestros derechos y construir un sistema donde la salud sea un derecho real, no un privilegio para unos pocos.
Es hora de poner fin a esta burla, a esta crueldad, a este clasismo. Es hora de levantarnos y pelear. Porque si no lo hacemos nosotros, nadie más lo hará.