Iain Dalton.
Socialist Party, CIT en Inglaterra y Gales.
«Déjenme hablar con franqueza. Los libaneses no esperan resultados fructíferos de esta reunión. En opinión del pueblo libanés, esta reunión será como las anteriores. Y después, será como antes, o quizás peor», estas fueron las palabras del primer ministro libanés, Hassan Diab. Él habló en una cumbre de líderes políticos libaneses el jueves 25 de junio con la intención de buscar una solución a la crisis actual del país.
La crisis económica, social y política se ha profundizado durante la pandemia Covid-19. El hambre y la incapacidad de proveer incluso una subsistencia básica a muchos les obligó a salir a las calles a protestar a principios de abril.
Desde entonces, la moneda se ha devaluado aún más. En la última semana, ha pasado en pocos días de 6.000 liras libanesas a dólares americanos, a 7.000 liras por dólar. Esto significa que un trabajador con el salario mínimo recibirá menos de 100 dólares al mes.
Como advertimos en artículos anteriores , sin el desarrollo de una lucha unida de la clase trabajadora, el peligro de una nueva polarización sectaria está presente en la situación dada la desesperación de la gente. Los partidarios de los grupos chiítas pro-gobierno, Hezbollah y Amal, fueron filmados en las protestas de hace varias semanas, cantando sobre las figuras religiosas suníes. También se han registrado enfrentamientos sectarios en las últimas semanas.
También se ha intensificado la represión contra las protestas. Las protestas renovadas hace quince días llamaron a las nuevas elecciones un «golpe». Muchos manifestantes están siendo detenidos por el delito de ‘insultar al presidente’, lo que puede conllevar una sentencia de dos años.
La situación de los trabajadores migrantes también es extremadamente precaria. Diez mil inscritos en los vuelos de vuelta a casa, mientras que cientos de trabajadores han sido abandonados por sus empleadores en las puertas de sus embajadas.
Callejón sin salida
Pero el gobierno libanés está en un callejón sin salida. Mientras que todavía tienen en curso las negociaciones con el FMI para nuevos préstamos, estos vendrían con condiciones, incluyendo una mayor privatización y ataques a los puestos de trabajo del sector público y los salarios. Estas medidas se llevarán a cabo sin duda en nombre de la lucha contra la corrupción, pero son sólo una forma de transferir la explotación y el enriquecimiento de las camarillas políticas del país, haciendo que los trabajadores paguen el precio.
Como en muchos países del mundo, la participación de China en el Líbano aumentó en los últimos años, incluyendo las donaciones del EPP (Equipos de Protección Personal) durante la crisis actual. China es ahora la principal fuente de importaciones del Líbano, con más de 2.000 millones de libras al año. Al igual que en algunos países del sur de Europa, existe la percepción de que China, al menos a corto plazo, tal vez sea un prestamista más indulgente. La retórica y la hostilidad de EE.UU. hacia Hezbolá (debido a sus vínculos con el régimen iraní) puede terminar empujando al gobierno libanés, del que Hezbolá forma parte, a los brazos de China.
Sea cual sea la forma en que el gobierno pueda obtener ayuda financiera, terminarán, tarde o temprano, haciendo que la clase trabajadora pague las deudas. Los ataques a los salarios y a las condiciones de los trabajadores organizados en los sindicatos independientes, llevarán a estos a la primera fila de la lucha. Esto abre el potencial de una resistencia de la clase obrera más organizada contra el gobierno.