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El fenómeno Milei

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(Imagen : Javier Milei. Wikimedia Commons)

Alrededor del mundo se debate acerca del fenómeno Milei.

Muchos intentan explicaciones como, el despilfarro de los gobiernos progresistas junto a la corrupción y la mucha injerencia del estado en la economía.

Otros, porque llega gente a los gobiernos con antiguas recetas de la misma economía, intentando arreglar las cosas. Proponen entonces recortes del gasto para bajar la inflación, pero estos recortes siempre van orientados al gasto social y en un sistema democrático, estas prácticas generan un gran malestar social y así caen gobiernos y vienen otros y las cosas no mejoran.

Aparecen entonces, estos personajes populistas extremos que, con un discurso contra la delincuencia, contra las castas políticas, contra la corrupción, contra el aprovechamiento político y prometiendo enderezar el rumbo del pais, bajar la inflación y crear nuevos empleos y por supuesto, combate de frente a la delincuencia y narcotráfico.

Muchos no se explican, como es que la gente llegó a elegir a un personaje como Javier Milei para gobernar Argentina.

Para algunos sectores más extremos de la derecha, la explicación es que los gobiernos “socialistas” llevan a la ruina a los países, ahogan la iniciativa privada y emiten mucho dinero sin el respaldo productivo, produciendo así un colapso. Por lo tanto, se necesita un gobierno de mano dura que no se asuste por tomar medidas radicales.

Otros analistas nos explican que, la gente está tan cansada de los gobiernos de derecha y de “izquierda” que terminan votando contra todos y eligen así a tipos rupturistas que les venden un discurso donde todo se solucionará, como Milei, Bolsonaro y Kast en Chile.

El problema es que, no importa el gobierno que asuma en cualquier país de Latinoamérica, sea de derechas, sea de los llamados “progresistas” o extremos como La Libertad Avanza de Argentina, todos sin excepción intentan solucionar los problemas bajo el paraguas del sistema capitalista.

Y la crisis que atraviesan la gran mayoría de las naciones, son justamente por el sistema capitalista. Un sistema que dejó ser progresista, un sistema que en poco más de 200 años ha agotado su rol revolucionario y ya no es capaz de seguir desarrollando las fuentes productivas, debido a sus contradicciones internas. La concentración del capital cada vez en menos manos junto a la insalvable tendencia a la caída de la taza de beneficios donde gigantescas multinacionales, manejan mucho más capital que el ingreso total de muchos países.

La llamada democracia occidental, no es otra cosa que la representación de una pantomima democrática.

Estamos asistiendo a la degradación moral y social de un sistema que no tiene salida más que las guerras, la hambruna y envía a importantes sectores sobre todo de la juventud a los brazos del narcotráfico y las bandas delictuales.

Incluso en los países desarrollados, se intenta implementar políticas de ataque a los niveles de vida de clase trabajadora, recortes en los beneficios sociales, educación y viviendas.

Lo concreto es que ninguna de estas recetas pueda dar solución a la grave crisis en que nos hallamos inmersos y que cada día se incrementará más.

Junto a la caída de los mal llamados “socialismos reales”, se produjo también un abandono de las ideologías de clase por parte de los partidos tradicionales de la clase trabajadora, surgieron nuevas propuestas de la social democracia y los partidos comunistas, la idea era darle un rostro más democrático al sistema, hacerlo más “humano”, apelando al buen corazón de los más poderosos para que acepten repartir sus enormes ganancias con los más pobres.

La gran tragedia hoy en día para las clases trabajadoras del mundo, es que, no existen organizaciones de clase que las representen.

No es verdad que los y las trabajadoras no quieran luchar, hemos visto en los últimos años grandes manifestaciones y estallidos sociales en diferentes partes del mundo, antes de la pandemia asistimos a levantamientos como en Ecuador, Chile, Colombia. Grandes manifestaciones de protestas en Francia, en Norte de África y hasta en países del medio oriente como Sudán, Argelia, Irak y el Líbano.

Todas estas luchas se han dado en un contexto de profunda decepción del sistema institucional, pero al no contar con una dirección política que marque el rumbo, inevitablemente decaen y las elites vuelven a tomar el control, como ha pasado en Chile.

La falta de partidos de la clase trabajadora revolucionarios, es lo que ha posibilitado el ascenso al poder de la nueva ultra derecha con claros signos antidemocráticos, lo cual representa un grave peligro para todas las organizaciones sociales que trabajan fuera de la institucionalidad y más grave aún, la proliferación de bandas y mafias de delincuentes que reclutan entre los jóvenes más pobres a sus “soldados” haciendo que la sociedad en su conjunto caiga cada vez más en un pozo sin fondo.

Todas las medidas de fuerza y represión no pueden contra este flagelo, al contrario, lo empeoran.

Es tiempo de reflexionar y trabajar de manera unitaria, sacar las conclusiones de los tiempos que vivimos y organizar de manera urgente un verdadero partido revolucionario que tenga como fin último la transformación de la sociedad, derrotando al sistema capitalista para instaurar una sociedad socialista, democrática, ecológica, equitativa donde la clase trabajadora con sus organizaciones tengan el control de la producción, la distribución de las mercaderías que se fabrican y también el control de comercio internacional.

Mientras las burguesías controlen la banca, el acceso al crédito y el comercio mundial, no habrá solución a los problemas de la clase trabajadora.

Solo una sociedad socialista puede dar solución real a los problemas de falta de viviendas, a una educación de calidad, atención de salud integral al reflorecimiento de la cultura, la ciencia y el arte al servicio de la humanidad, al pleno respeto de nuestros pueblos originarios a su cultura y a su cosmovisión del mundo.

Esa es la gran tarea que tenemos por delante, si no queremos desaparecer de la faz de la tierra como humanidad.

SOCIALISMO O BARBARIE  

Hoy tiene más vigencia que nunca esta frase pronunciada por Rosa Luxemburgo

 

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