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Cuarto Retiro del 10% e inflación: La paradoja de Epiménides

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La inflación no es un fenómeno local ni tampoco puntual causado sólo por el retiro de los 10% de los fondos de AFP; es un problema sistémico global derivado de la crisis del capital por su naturaleza de acumulación desenfrenado y dependiente de las variaciones del dólar.

  • Sole SF
  • Lanueve.info febrero 15, 2022

Epiménides (siglo VI AC) afirmó que todos los cretenses eran mentirosos y él mismo era cretense. El análisis de esta afirmación genera múltiples contradicciones con respecto a la verdad y la mentira; hoy la política sigue esas reglas y se nos presenta con una lógica algo paradójica. Los discursos se presentan cubiertos de mentirosas proclamas democráticas y frente a ello, la dialéctica como método en búsqueda de la verdad, debiera ser la base de todo proceso social.

Un escenario político que improvisa

El Estado chileno está atravesando tensiones sobre cómo enfrentar los efectos de la crisis socioeconómica mundial. Ha respondido con una seguidilla errática de medidas insuficientes, con una premura por re-impulsar la circulación del capital y generar un nuevo ciclo de plusvalor a costa de la vida de los más pobres. Hoy estamos en una etapa donde las cifras de contagios diarios por covid-19 llegan a más de 36 mil casos con una positividad de 26,12%; en un escenario de anarquía capitalista; la alternativa del canibalismo de los fondos previsionales aparece como una anfibología “salvación/condena” frente a una ausencia total de otras medidas inmediatas.

Desde el segundo semestre del 2021 el desarrollo de las medidas políticas fueron diversas; la oposición  (FA y PC) propusieron un impuesto a la renta sobre el cuarto retiro a quienes ganen más de $2,5 millones de pesos mensuales con límite del monto a retirar de 100 UF (3 millones de pesos), posición que finalmente no prosperó en la Comisión de Constitución al declararse inadmisible. Si bien, la idea era “beneficiar a los más pobres a través de la inversión en más gasto social”; bajo esta modalidad hay graves contradicciones, como por ejemplo ser efectivo a partir de mayo del 2022 –la Declaración de Impuesto a la Renta se realiza hasta el 30 de abril- y que se financiaba a costa de los recursos de los trabajadores-, frente a las altas ganancias e incluso fuga de capitales en manos de la gran empresa privada-.

A su vez, el oficialismo presentó un Proyecto de  Ley Corta de Pensiones para subir el monto de la  Pensión Básica Solidaria (PBS) de $164.356 a $177.000 mensuales y extender la cobertura del Aporte Previsional Solidario (APS) del 60% al 80% de los pensionados –proyecto que está entrampado en el congreso hasta el día de hoy-. Si analizamos la idea de ampliar el Pilar Solidario, en el fondo sólo implica que los pensionados en la línea de la pobreza queden una fracción mínima sobre la misma -dada la insuficiencia del alza- y el inyectar USD$ 1100 millones directo a las AFP terminaría constituyendo casi una compensación para mantener los márgenes de ganancias privados; no obstante y a pesar de las críticas, Piñera logró promulgar su Ley de Pensión Garantizada Universal (PGU) el pasado 26 de enero, beneficio que consiste de una pensión de $185.000 otorgada a los pensionados de 65 años o más que pertenezcan al 60% más pobre y sin PBS o APS; ley que nuevamente no soluciona el problema de fondo por varias razones. Posee una brecha de género contra las mujeres de 5 años sin derecho a optar al beneficio, una mejora ínfima con respecto a la PBS, se financia en su mayoría a través de impuestos regresivos (IVA que golpea los ingresos más bajos producto de la inflación), no toca a las AFP dado que es administrado por el Instituto de Previsión Social (IPS), no está indexada a la inflación o a una canasta vital (perderá valor rápidamente) y aunque estuviese ajustado a una canasta vital, según un informe del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), el 80% de los mayores de 60 años toma siete o más fármacos diariamente y de acuerdo al último estudio de la discapacidad en nuestro país, el 39% de la población adulta mayor presenta problemas de discapacidad. En resumen, medidas insuficientes.

A estos proyectos de último minuto, se sumaron otras indicaciones no resueltas, como la del jefe de bancada de la DC Gabriel Ascencio que sumó indicaciones relativas a una mayor responsabilidad de las AFP en materia de rentabilidad negativa y el cambio en la edad de de jubilación con PBS para las mujeres desde los 60 años; o las indicaciones de la bancada de la Federación Regionalista Verde Social para reducir de la Tabla de Mortalidad (de 110 a 85 años) y flexibilidad del Pilar Solidario para Rentas Vitalicias.

Otros sectores de derecha han desplegado una política de “encubrimiento de causas, falsedad sobre la real magnitud del problema y medidas que afectan gravemente a la clase trabajadora”. Tenemos al ex ministro Ignacio Briones con declaraciones falsas sobre que el 3/7 de las razones de la inflación son internas y más del 50% son por exceso de liquidez producto de los retiros de fondos; o por ejemplo, el Banco Central que en su último Informe de Política Monetaria (IPoM) del 2021, informaba un alza inflacionaria con graves efectos en la economía nacional y sobre la cual sólo ha reaccionado con constantes alzas de tasa de interés, llegando al 26 de enero con un nuevo ajuste a una tasa de 5,5% y en un panorama donde el IPC al cierre del 2021 se anotó un alza interanual de 7,2%. Podemos también recordar al actual Ministro de Hacienda Mario Marcel, otrora presidente del Banco Central (BC) en su férrea oposición al cuarto retiro en la Comisión de Constitución, señalando que era innecesario y que el país estaba entrando en una fase de recuperación importante.

No obstante, si analizamos el impacto del último retiro y si consideramos que el alza del IPC a julio 2021 fue de 0,8% -que fue más alto-, se evidencia un efecto de alza temporal y baja posterior para continuar con una tendencia al alza sostenido. Si bien la inyección de capital líquido circulante de forma natural genera una inflación, el efecto del shock por el retiro de fondos no tiene más allá de una duración en el tiempo de 3 a 4 meses y posteriormente esa liquidez se extingue volviendo a la tendencia a seguir la curva al alza. La pregunta es, “¿Son los retiros del 10% causantes de la inflación como nos lo presenta el Estado burgués?”. No necesariamente, dado que el uso de estos recursos es mixto; o sea, son usados tanto para el consumo como para cubrir pasivos (pagar deudas). Podemos inferir que los retiros del 10% no son los únicos causantes de la inflación, entonces, ¿qué otro factor causa este fenómeno? Para ello debemos realizar un análisis más profundo.

Teoría del valor, la inflación, efectos sociales y la dolarización de la economía

En la obra El Capital de Marx, se identifica al valor como el  principio  regulador  de  la economía  capitalista en función a la relación valor-trabajo y cómo estas influyen en las relaciones sociales en el modo de producción capitalista. En esta teoría la mercancía tiene un valor producto del trabajo empleado en su creación y ese valor se expresa de forma monetaria en un precio -este último puede variar por la oferta y demanda-, donde la premisa fundamental es que el trabajo genera valor. A su vez, el dinero surge a medida que evoluciona el intercambio de mercancías, generando una división mercantil entre mercancía (con valor de uso) y dinero (encarnación del valor). El dinero ha evolucionado históricamente; desde dinero metálico puro (oro), moneda metálica subsidiaria, y papel moneda de curso obligatorio. El primero tenía un valor propio intrínseco, la segunda en donde el metal –plata o cobre- representa una fracción del oro en equilibrio (valor representativo); no obstante, el último tiene una particularidad de no expresar su propio valor, sino el valor del oro –el denominado patrón oro-.

Entonces, según la teoría del valor, el valor de las mercancías depende del trabajo y los precios determinan la cantidad de dinero –una cantidad circulante finita-; pero, frente a la posibilidad de imprimir mucho más billetes sobrepasando su respaldo en oro –oro como materialización de valor de trabajo-, se provocaría también un incremento del nivel general de precios. En este sentido, la inflación expresa un desequilibrio entre la producción y la circulación del dinero, un aparente divorcio entre los valores y los precios. Además, el capitalismo al no poder generar valor en función productiva, la gran masa del capital acumulada se orienta a lo financiero con la idea de generar más valor en comparación con el primero. En esta etapa donde el capital financiero trata de dar una salida a la sobreacumulación, existe una marcada especulación en torno a inmensas masas de capital ficticio con la falsa idea de que el dinero puede generar más valor y reproducirse a sí mismo. Sin embargo, el mismo desarrollo mercantilista y de globalización tensionan al medio ambiente y su propia capacidad de renovación de sus recursos y el resultado conjugado es fatal: una creciente producción y una limitada capacidad de consumo solvente que genera una incontenible acumulación de la masa de capital, que causa caída paulatina del plusvalor y de la tasa de ganancia –eue impacta en detrimento de la fracción destinada al pago de la fuerza de trabajo, o sea bajos salarios-. Esto deja ver la contradicción fundamental del sistema capitalista, entre el carácter social de la producción y la apropiación individual del producto en la desproporción entre producción y consumo, en la contradicción entre capacidad de producción y capacidad de consumo solvente de los trabajadores.

El auge de la economía norteamericana en el mercado global derivó en la hegemonía del dólar; el patrón oro del dólar estuvo presente desde 1944 (Acuerdos de Bretton Woods) hasta 1971, donde el foco era la estabilidad del dólar para restablecer las relaciones comerciales de postguerra. El tipo de cambio entre dólar y oro generaba una contención financiera evitando las políticas expansivas por el límite cuantitativo del metal precioso. Pero a partir del 1971 la salida política a los déficits fue emitir dinero sin respaldo en oro. Las constantes expansiones de la base monetaria fue significativa generando un impacto mundial. Durante 1960 a 1970 aumentó un 51%, entre 1970 a 2000 aumentó un 688%, y entre el 2000 a 2010 aumentó un 231%; en resumen: de 1960 a 2020 acumuló una expansión desde 50.000 millones de dólares a más de 5 billones. Es decir, 100 veces más, un espectacular 10.000%. Tras la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), el resto de los países petroleros acordaron la comercialización exclusiva del petróleo en dólares de Estados Unidos. Este sistema de petróleo por dólares generó una gran demanda artificial de dólares en todo el mundo, y a medida que la demanda de petróleo aumentaba también lo hacía la demanda de dólares. Estados Unidos recibió el beneficio de ser el dueño exclusivo de este nuevo patrón monetario y ello le permitió ejercer un gran dominio sobre la economía mundial; empero, el valor de la divisa quedó sujeto a una extrema volatilidad, especulación artificial e impacto de los cambios medioambientales en el mercado energético. La última gran crisis financiera norteamericana fue la denominada Crisis Subprime (2007 y 2008) y su salida fue un proceso de reestructuración mundial y una profundización del neoliberalismo, junto a políticas expansionistas del crédito y del dólar; reestructuración que fue posible dada la derrota histórica de clase obrera con la caída de los regímenes del denominado bloque socialista y la quiebra de sus economías, permitiendo así un nuevo ciclo de flujo de capital, pero asociado a una caída de los salarios e intensificación del trabajo, la privatización del patrimonio estatal, las reservas de energía, recursos naturales y materias primas mediante amplios TLC. Este proceso expansionista, por su naturaleza, no pudo sostenerse indefinidamente y en estos años estamos comenzando a evidenciar su agotamiento, que se expresa en una agresiva agudización de la estrategia de explotación que genera el aumento de la precarización de las condiciones laborales; o sea, que la crisis es sostenida por la masa obrera y llevó a alzamientos sociales en varios países de Latinoamérica y el mundo.

La salida frente a la inflación

Evidenciamos que la naturaleza misma del capitalismo es  inestable, poco fiable y con tendencia al estancamiento y que cada cierto tiempo encuentra una vía de escape como la financierización y generación de ilusión de beneficio cortoplacista; pero que al final de estos ciclos de “escape” se termina dañando más a sí mismo y al medio ambiente. Frente a este escenario, surge la amenaza del ascenso de la derecha fascista, la fragmentación del centro político y el aumento de tensiones geopolíticas como síntomas de la descomposición del capitalismo. A su vez, el estancamiento genera una ola de políticas proteccionistas y de desglobalización “parcial” que impacta a las economías dependientes del gran capital (países en vías de desarrollo y fundamentalmente a economías extractivistas como la chilena). Resultado de ello es la entrada en un proceso de shock de oferta negativo que se caracteriza por un aumento de precios de insumos para la producción de bienes, baja de la producción, desvalorización de la fuerza de trabajo y alza de precios; situación que deriva en ese temido fantasma de la inflación. A este proceso económico social se le denomina estanflación -PIB congelado y aumento del IPC- y representa un estadio previo a una recesión económica.

Ahora bien, la inflación no es un fenómeno local ni tampoco puntual causado sólo por el retiro de los 10% de los fondos de AFP; es un problema sistémico global derivado de la crisis del capital por su naturaleza de acumulación desenfrenado y dependiente de las variaciones del dólar; que nos lleva a reconsiderar la cita de Marx: “La producción capitalista no desarrolla, entonces, la técnica y la combinación del proceso de producción social; agota al mismo tiempo las dos fuentes de dónde surgen las riquezas: la tierra y el trabajador”, o sea, coloca en jaque la fuente misma de la generación del plusvalor hasta su aniquilación. Por otro lado, frente al proceso inflacionario chileno, el Banco Central sube la tasa de interés hasta un 4,0%, lo que podría detonar una próxima recesión y crisis de endeudamiento similar a la de los años 80, situación que oculta realmente la insostenibilidad del modelo.

Entrar en un proceso de estancamiento y recesión, aumentaría la carestía de la vida de la clase trabajadora –situación que empeoraría frente a nuevas pandemias y/o crisis medioambientales-. Como contraposición de esta perspectiva, un resultado positivo sería la agudización de la consciencia y lucha de clases en regiones y países que sean objeto de una mayor precarización de las condiciones laborales y se reconozca que las consecutivas “oxigenaciones” al gran capital han sido permitidas debido a la carencia de una programa revolucionario con bases obreras y socialistas contra el capitalismo y su crisis inevitable.

El problema de la crisis económica mundial es altamente complejo y no tiene otra perspectiva de salida que la transición del capitalismo al socialismo y que dada, las condiciones catastrofistas, deben existir las garantías de que este sea un proceso irreversible que ponga la economía para siempre en función de los trabajadores y que oriente el desarrollo de las fuerzas productivas lo más pronto posible hacia la seguridad alimentaria y la autosuficiencia material de la sociedad. A su vez, reconocemos que la inflación no puede aumentar infinitamente, porque implicaría llevar al proletariado a su extinción –o a un límite cercano- que implica también poner en peligro la existencia misma de la burguesía en su relación simbiótica parasitaria respecto de la clase trabajadora.

Considerando el panorama de bancarrota actual, el programa de lucha contra la inflación debiese contemplar como mínimo la expropiación de los grandes capitales, la expropiación del sistema financiero y pensiones bajo control obrero, la recuperación de los recursos naturales sin indemnización, el control de la producción y precios para frenar la inflación y generar un shock positivo de oferta que permita aumentar el alcance del salario y pensiones con la baja del precio de bienes de consumo, la abolición de impuestos regresivos como el IVA (que impactan a la clase más empobrecida) y su reemplazo por impuestos progresivos a las grandes fortunas privadas no expropiables, medidas de pleno empleo mediante el reparto de horas de trabajo entre ocupados y desocupados sin rebaja de sueldo, el término de la contratación informal y precarizada, la expropiación sin indemnización de la seguridad social bajo control obrero (salud, educación, vivienda, cuidados, etc.) y la indexación del salario al costo de la canasta familiar ampliada, entre otras medidas.

La crisis actual no es sanitaria, son los estertores de la etapa terminal del capitalismo.

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