por Gustavo Burgos, El Porteño.
La movilización de los camioneros, una tímida y más bien irritante acción dispersa y carente de mayor conducción política, sirvió para terminar de delinear a las claras el carácter patronal del Gobierno. Si hace unos días Boric se jugó a salvar al capital financiero poniendo todo su capital político contra el 5º retiro, el día de ayer quedó marcado a fuego la mano distinta: cuando se movilizan los estudiantes secundarios se les reprime enérgicamente. Por el contrario al gremio patronal del transporte, como a las marchas del Rechazo, se le pone Carabineros para proteger sus acciones, exactamente como se ha venido haciendo desde 1990. Pusilanimidad ante el patrón, implacable brutalidad contra el explotado: no otra cosa es el régimen. Pero en estas movilizaciones no se juega solo la decadente popularidad de Apruebo Dignidad , también se comienzan a prefigurar los rasgos centrales de un nuevo escenario de la lucha de clases, uno en el que de un lado los trabajadores comienzan inorgánicamente aún a levantarse formando una nueva dirección política —frente a la masiva cooptación del régimen a las organizaciones de izquierda— y del otro, el sensible desarrollo de una corriente fascista…