Comité por una Internacional de Trabajadores, CIT-Chile.
El viernes 18 de octubre de 2019 está marcado como el día en que empieza un proceso revolucionario de grandes dimensiones en Chile, una movilización masiva, donde millones de jóvenes, trabajadores, mujeres, pobladores y organizaciones sociales salieron a las calles a manifestarse contra los abusos permanentes y la enorme desigualdad creada por el sistema neoliberal imperante. La bronca acumulada durante tres décadas se hizo presente en esas grandes manifestaciones callejeras. Este 18 de octubre se cumplen tres años desde esa gran explosión social y es bueno que intentemos sacar algunas lecciones del octubre chileno.
“No son 30 pesos, son 30 años”.
La desobediencia civil partió en Santiago, la gota que colmó el vaso fue el aumento de 30 pesos en el transporte público, la protesta se extiende rápidamente como una mancha de aceite por todo el país. Lo que quedó claro es que el pueblo trabajador no estaba dispuesto a tolerar más abusos. La protesta popular dejo al descubierto una crisis institucional del gobierno y del conjunto de la casta política.
No era la primera vez que un alza de los pasajes ha desatado la ira y la protesta popular en Chile, es necesario recordar la «revolución de la chaucha» cuando los días 16 y 17 de agosto de 1949 ante el alza del transporte público, decenas de miles de Santiaguinos se lanzaron a las calles enfrentando incluso las balas y la muerte para protestar, en plena vigencia de la llamada Ley de defensa de la Democracia bajo el gobierno de derecha del radical Gabriel González Videla.
La explosión social que vimos en octubre de 2019 era algo inevitable, esto representaba la acumulación de demasiados años de abusos, como salarios miserables que ganan la mayoría de los trabajadores chilenos, junto a pensiones de hambre, en uno de los países más caros del mundo.
A lo anterior hay que sumar una educación privada y cara, con jóvenes endeudados de por vida, con una salud pública que han destruido, para hacer negocios con las clínicas privadas, con las AFP robándonos por décadas, para finalmente entregar pensiones miserables, los demás empresarios robándonos con las cuentas de la luz, el agua, el gas, con la colusión de los precios en las farmacias, los supermercados y un largo etcétera, esto en algún momento tenía que reventar.
La gran codicia de los empresarios y capitalistas finalmente termino rompiendo con la paciencia de la gente, de los jóvenes, del pueblo que ya se aburrió de tanto abuso y de tener que aceptar las miserables condiciones de vida en que nos tienen sumidos desde la dictadura hasta estos días. La rebelión y la desobediencia civil es un derecho que tienen los pueblos cuando están siendo abusados y reprimidos en forma permanente por quienes controlan el Estado.
Los trabajadores tenían que tomar el control de la sociedad.
Ese era el momento para que los trabajadores y sus organizaciones sindicales dieran una contundente respuesta, ponerse a la cabeza de este movimiento para conducir el movimiento hacia la toma del poder. Las luchas espontaneas no bastan para dar conducción y producir los cambios que necesita la clase trabajadora.
Ni la enorme represión desplegada por el gobierno de la derecha encabezado por Piñera fue capaz de frenar las luchas, carabineros, PDI y contingentes de las fuerzas armadas no fueron capaces de frenar las manifestaciones que se estaban realizando, bajo la presión de las masas finalmente tuvieron que ser devueltos a sus cuarteles.
Las masas movilizadas exigían la renuncia de Piñera, en los hechos el poder estaba en las calles y no en la Moneda, solo era cosa de empujar un poco más para que el gobierno de Piñera dejara de existir.
Ese era el momento de llamar a levantar un gobierno encabezado por los trabajadores y las organizaciones sociales que estaban dando la lucha en las calles. El capitalismo demostró ser incapaz de solucionar ninguno de los problemas que tiene la clase trabajadora, la única alternativa real era apuntar a construir una sociedad socialista democrática para contraponer a este sistema de injusticias y desigualdad social.
Más de dos millones exigieron el fin del gobierno de Piñera y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. A estas maravillosas movilizaciones, siguieron los llamados a protestas y huelgas masivas. La revuelta se produjo durante el despliegue de soldados en las calles y una brutal represión, que no se había visto desde la oscura época de la dictadura.
La necesidad de una Asamblea Constituyente Revolucionaria.
Se necesitaba una Asamblea Constituyente Revolucionaria. No se podía confiar en Piñera ni en los partidos que son parte del sistema para convocar una Asamblea Constituyente democrática. Era necesario elegir democráticamente comités en todos los lugares de trabajo, comunas y regiones, vinculados a nivel de todas las ciudades y a nivel nacional, era la única forma de garantizar la convocatoria de una Asamblea constituyente revolucionaria y genuinamente democrática.
Este movimiento masivo fue un levantamiento espontáneo y una muestra de la enorme rabia acumulada. No fue iniciado o dirigido por ningún partido u organización social. La ausencia de un partido de masas de la clase obrera con un programa socialista revolucionario para llevar adelante el movimiento, fue la principal debilidad del estallido social. En ese momento era urgente canalizar el movimiento revolucionario para derribar a Piñera y a la clase dominante chilena, para establecer un gobierno de la clase obrera y los pobres, con un programa socialista para romper con el capitalismo, pero lamentablemente nos quedamos a medio camino.
La traición empieza el 15 de noviembre de 2019.
La casta política corrupta toma la iniciativa y 15 de noviembre el Congreso anunció un Acuerdo Nacional por la Paz, con el claro objetivo de frenar las protestas populares que ya llevaban un mes. No dejo de llamar la atención que fuera el Congreso el que tomara esta decisión, una de las instituciones menos representativa del movimiento que se había originado el 18 de octubre.
Los sondeos de opinión demostraban que los parlamentarios son los que tenían y tienen la peor evaluación entre la población con suerte llegan a un 4% de aprobación. Por otro lado los sondeos demostraban que el rechazo al Presidente Sebastián Piñera estaba cercano al 80%. Ninguna de estas dos instituciones gobierno y Parlamento tenía la legitimidad para conducir un proceso constituyente. El Acuerdo del Congreso tenía como principal objetivo salvar a Piñera y bloquear un genuino proceso por una Asamblea Constituyente.
Fueron millones de manifestantes en las calles los que forzaron a la casta política a aceptar la necesidad de una Nueva Constitución. La rebelión popular encabezada por la juventud precarizada de la clase trabajadora, lograron desatar los amarres que vienen desde la transición de la dictadura cívico militar. El pueblo trabajador y la juventud han tocado apenas una pizca de su poder. Pero solo con eso ya nada volverá a ser como antes.
Necesitamos una Constitución que garantice los Derechos Sociales. Que garantice buenas pensiones con un Sistema de Reparto, Solidario y financiamiento tripartito. Que garantice la atención de Salud para todos, así como la Educación pública, la vivienda y el empleo. Que ponga fin al deterioro del medio ambiente, la creciente contaminación y privatizaciones abusivas del agua y el mar, por ejemplo.
En Chile, la mayoría de los partidos políticos se sumaron al mal llamado “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución”, a excepción del Partido Comunista, que se mostró indeciso sobre dicha decisión. Pero a pesar de todo, la traición se puso en marcha.
El gobierno de Piñera masivamente rechazado se salva gracias a los partidos de la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio. El primero fue el Acuerdo por la Paz en el Congreso asegurando un proceso constituyente sin Asamblea Constituyente, con elección según la misma lógica de la ley de partidos actuales.
Pero a pesar de todo el conjunto del régimen está cuestionado por el grueso de la población, la clase trabajadora y especialmente los jóvenes encabezan las movilizaciones con reivindicaciones claras contra el capitalismo neoliberal que ha precarizado la vida y no ofrece un futuro a la juventud.
Las aspiraciones socialistas y democráticas de los pueblos de Chile largamente aplastadas han aflorado a la luz pública en todo esplendor. Falta que estos movimientos gigantescos encuentren su cauce en su propia organización política independiente de la casta política corrupta que nos ha gobernado por los últimos 30 años.
El itinerario del Acuerdo por la paz y la pandemia.
Originalmente el plebiscito para aprobar si se quería una nueva constitución y cual sería la composición de la Convención Constitucional se cambió del 26 de abril al 25 de octubre del 2020 debido a la pandemia.
Lo que quedó claro el domingo 25 de octubre es que no era un pequeño grupo de violentistas o exaltados los que exigían cambios en este país como pretendían hacernos creer la derecha y el gobierno de Piñera, el 78,3% que voto a favor del apruebo a una nueva constitución y lo dejo muy claro.
La mayoría del pueblo exige cambios de fondo.
El pueblo y sus anhelos de cambios profundos finalmente termino imponiéndose, sus ansias de tener una sociedad más justa, digna y respeto hacia sus derechos más básicos, logro que esta vez el pueblo no se equivocara, para no dejar el camino despejado a la derecha más reaccionaria para imponer sus planes.
Para muchos era imposible aceptar que la derecha y sectores conservadores con apenas un tercio de los delegados pudieran vetar las decisiones que tomara la mayoría.
Las elecciones del 15 y 16 de mayo 2021 y la derrota de la casta política.
El Acuerdo del Congreso estaba lleno de trampas, primero se votó un plebiscito con voto voluntario (25 de octubre 2020) en que la gente debía votar si quería mantener o cambiar la Constitución, y otro voto era para decidir si debía discutirse la nueva carta constitucional en una Convención Constitucional mixta (mitad de miembros designados por el congreso y mitad elegidos por los ciudadanos) o en una Convención con el 100% de sus miembros elegidos por voto universal. Estaba claro que no se trataba de una Asamblea Constituyente libre y soberana ya que había temas que no se podian discutir como los Tratados Internacionales de Libre Comercio que amarran el modelo económico social chileno a los intereses de las multinacionales y los países capitalistas desarrollados. Además, se incorporó la norma de aprobación por dos tercios, o dicho de otra manera que con un tercio la derecha podía bloquear la aprobación de cualquier artículo de la nueva Constitución y para aprobar las normas de funcionamiento de la Convención.
Los resultados de las elecciones celebradas el fin de semana 15 y 16 de mayo de 2021 en Chile terminaron con un inesperado golpe a los aparatos políticos tradicionales al servicio de la clase dominante. Estos resultados de alguna manera constituyen una continuidad con el levantamiento social iniciado en octubre de 2019. En este movimiento masivo se pusieron en marcha millones de personas exigiendo derechos sociales, laborales y democráticos negados durante décadas de capitalismo neoliberal salvaje. El movimiento social se desarrolló sin la conducción de partidos políticos ni de los grandes sindicatos. La revuelta encabezada por la juventud trabajadora entró en reflujo, aunque nunca fue derrotada propiamente, con el “Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución” en noviembre de 2019 de la gran mayoría de las fuerzas políticas del Congreso. Este acuerdo fue un salvavidas para el gobierno derechista de Sebastián Piñera y desde marzo de 2020 con la llegada de la pandemia de Coronavirus a Chile.
Plebiscito de salida, gana ampliamente el rechazo.
El 4 de septiembre recién pasado las fuerzas avanzadas de la sociedad chilena han sufrido una innegable derrota en el plebiscito de salida sobre la propuesta de nueva Constitución.
Esto fue un jarro de agua fría para el movimiento, el desconcierto y la frustración se generalizaron entre los activistas sociales y políticos de izquierda. El miedo le ganó a la esperanza, y la burguesía jugó muy bien sus cartas apelando a las emociones atrasadas, a la xenofobia, al racismo, al miedo de perder la casa, al temor al desempleo y al caos. El Rechazo significa que de momento todo seguirá igual; mala salud, malas pensiones, pésima educación pública, dificultad para acceder a la vivienda propia y seguirá el abuso y destrozo de la naturaleza.
El resultado del plebiscito de salida recuerda bastante la situación que vivimos cuando Sebastián Piñera ganó la elección presidencial para su segundo mandato con una amplia ventaja, pero es necesario recordar como rápidamente se fueron generalizando protestas hasta que en octubre de 2019 desembocaron en un levantamiento social generalizado.
La crisis política que se abrió con el estallido social que comenzó en Octubre de 2019, no se ha cerrado, las demandas del levantamiento del pueblo no han sido resueltas. Este levantamiento fue duramente reprimido con abusos sistemáticos a los derechos humanos, asesinatos, mutilaciones oculares, violaciones y otras violencias político sexuales. Las demandas que llevaron a millones de personas, especialmente jóvenes y mujeres a las calles, obligaron a la casta política a llegar a un acuerdo y abrir un proceso constituyente acotado, limitado por temas que no podían entrar en la discusión y con acuerdos con supra mayorías de dos tercios, que los bloques PS y FA en la Convención se negaron a modificar.
Las dos derechas hicieron bien su trabajo reaccionario.
El rechazo a una propuesta de nueva constitución ganó en el plebiscito y por ende la mantención de la Constitución del 80. Esto desde el punto legal, pero todos reconocen que esto no tiene viabilidad política, la Constitución de la dictadura ha perdido completamente legitimidad. Incluso la mayoría de las fuerzas de la derecha y la ex Concertación que promovieron el Rechazo dicen que el proceso constituyente debe reiniciarse. Si se considera que por treinta años esos sectores se negaron a reemplazar la Constitución de la dictadura, y se limitaron a hacerle cambios que no modificaron nunca el Estado subsidiario, su carácter neoliberal, es una derrota para ellos que en su campaña por el Rechazo no pudieran reivindicar como han hecho por tres décadas el discurso de defensa del texto de 1980, por el contrario llamaban a votar Rechazo para elaborar una nueva Carta Magna que dejara satisfechos a todos. En los últimos años Chile ha pasado por una revolución cultural y social que no se borrará por el resultado de este plebiscito. Chile cambio, y hay cosas en que no habrá marcha atrás.
Si nuevamente las dos derechas se emborrachan con su triunfo, no entenderán el malestar de la sociedad, el cansancio con los abusos, la desigualdad social record en nuestro continente y conseguirá la inestabilidad permanente, ese abismo que siempre les ha provocado pánico y que sin embargo parecen convocar.
Para nosotros en el campo del pueblo trabajador, la lucha por una nueva Constitución seguirá en el centro, para acabar con el Estado subsidiario y el capitalismo neoliberal, y abrir camino hacia políticas públicas de carácter socialista y popular. Ahora necesitamos reponer nuestras fuerzas y el estado de ánimo para reasumir las luchas y la presión social.
La revuelta popular nunca fue derrotada
Es importante subrayar que lo que permitió desbloquear el camino hacia una nueva Constitución fue la revuelta popular, que nunca fue derrotada a pesar de la represión criminal, entró en reflujo debido al pacto del Congreso del 15 de noviembre y la llegada de la pandemia de Covid.
Nuestro mayor problema es que no construimos una alternativa político social bien reconocida e implantada en barrios y lugares de trabajo o estudio, con activistas capaces de conversar con colegas y vecinos, desmontar las campañas de falsedades, impulsar y sostener los estados de opinión anti sistémicos. Construir esa nueva representación política del pueblo trabajador, así como los otros sectores oprimidos y abusados.
Algunas razones para una derrota anunciada
El esfuerzo para desprestigiar la Convención Constitucional comenzó desde antes de su instalación: las fake news, las falsedades y las mentiras descaradas fueron constantes. Pero no se podía esperar «juego limpio» de una clase dominante que no ha vacilado en dar golpes de Estado y cometer masacres para defender sus intereses.
En el plebiscito de entrada el voto era voluntario, en cambio en el plebiscito de salida el sufragio era obligatorio. De hecho el número de votos rompió toda la participación previa. El voto del pueblo despolitizado, no movilizado fue decisivo.
Un referéndum sobre el gobierno de Boric.
Por otro lado votar Apruebo a muchos les parecía una suerte de referéndum, se confundía con votar a favor del gobierno de Boric que ya no es popular, según los sondeos conserva solo un tercio de apoyo ciudadano. Especialmente porque no han cumplido las amplias expectativas cuando Boric y su coalición ganó el gobierno.
El gobierno de Boric, es un ejecutivo débil que ha aparecido más preocupado de dar buen examen de madurez que de afrontar rápidamente los grandes problemas que enfrenta al día a día la población pobre, más atrasada y despolitizada.
La amplia derrota en el plebiscito con 62% de los votantes resulta frustrante especialmente porque hace poco más de un año la oposición a la Constitución del 80 la opción Apruebo nueva Constitución de entrada llegó al 78%, y que esta fuera redactada por una Convención completamente electa por voto universal, con paridad de género y representación de los pueblos originarios. Posteriormente en la elección de convencionales, el rechazo a las cúpulas políticas tradicionales arrasó en la elección a la Convención Constitucional, que se llenó de mujeres e independientes de izquierda. Sin embargo se echó de menos un proyecto común de país, fue la suma de muchas agendas de identidad parciales.
No a la recuperación del Cobre
Uno de los grandes errores de la convención fue que no aprobó la recuperación del cobre y otras riquezas básicas. Eso sembró muchas dudas que la derecha ayudo a incrementar sobre la manera en que se iban a financiar los derechos sociales incluidos en la nueva Constitución. Además permanentemente las dos derechas se presentaron como garantes de la patria y sus símbolos. La recuperación de nuestras riquezas naturales a las que ellos se oponen además de permitirnos proyectar un nuevo modelo de desarrollo social, hubiera desenmascarado el carácter anti nacional de las fuerzas conservadoras y la burguesía en Chile y su falso patriotismo.
Cierres de campaña del Rechazo y la celebración.
Los cierres de campaña del Rechazo fueron pobrísimos, sin capacidad de movilizar masas, por el contrario los del Apruebo en muchas partes fueron gigantes. Después del amplio triunfo del rechazo en todo el país no hubo prácticamente ninguna celebración.
Una nueva revuelta social, acompañada también por el pueblo que votó rechazo, es ahora muy probable, no mañana por supuesto pero recordemos el triunfalismo de la derecha tras la amplia victoria de Piñera en su último gobierno, del propio Piñera incapaz de reconocer el descontento en ascenso que sus propios asesores, posteriormente despedidos, le advertían. Mientras insistía en un Chile distinto al resto de América Latina, un “oasis de tranquilidad”.
Tenemos una crisis económica y social, global, en desarrollo. Nuestra élite no es capaz de responder a las principales necesidades y aspiraciones del grueso de la población en un contexto recesivo mundial que pinta mal. El gobierno de Boric de por sí débil quedará en peor pie ahora, y tomará más el salvavidas de plomo de los restos de la Concertación, es decir se derechizará más aún.
Peligro de ascenso de la ultraderecha
El voto del rechazo tiene componentes racistas, xenófobos, misóginos y de miedo al futuro y al cambio. En la situación muy difícil que se aproxima, de inestabilidad, de caída del empleo o el aumento de la informalidad, tenemos el caldo de cultivo para el populismo de extrema derecha, como ya hemos visto en Brasil con Bolsonaro y en EEUU con Trump. El malestar social, se traducirá en el ascenso de la ultraderecha que nos parece inminente. Será facilitado por la debilidad de Boric, y su gobierno vacilante.
Los únicos que pueden frenar un giro a la ultraderecha son los trabajadores y la juventud, levantando una alternativa política de izquierda, claramente representativa de los intereses de clase trabajadora, levantando un claro programa socialista democrático, que apunte claramente a una sociedad más justa y solidaria, que erradique los abusos y la enorme desigualdad de esta sociedad capitalista neoliberal.
Comité por una Internacional de Trabajadores, CIT-Chile.