por Celso Calfullan
Lo que quedó claro este domingo 25 de octubre es que no era un pequeño grupo de violentistas o exaltados los que exigían cambios en este país como pretendían hacernos creer la derecha y el gobierno de Piñera, el 78,3% que voto a favor del apruebo a una nueva constitución lo dejo muy claro, un resultado más contundente que este imposible, ha sido prácticamente el conjunto de la sociedad la que está exigiendo cambios profundos.
Estaba claro además que la derecha y el gobierno sabían que serían derrotados, pero nunca se esperaron algo tan contundente, no se esperaban una verdadera paliza. El pueblo chileno dijo basta a tantos abusos y atropellos, ahora no podrán seguir con sus mentiras y sus afirmaciones sobre las mayorías silenciosas que los apoyan, pero que no salen a las calles.
La mayoría del pueblo exige cambios de fondo.
El perfil de los que votaron por el apruebo está claro, de acuerdo a una encuesta de la Cadem, un 69% de ellos está por garantizar los derechos sociales de la población de este país, exigiendo mejores pensiones, una mejor educación y una mejor atención de salud, un 36% voto para que su sufragio ayude a poner fin a la constitución pinochetista y otro 23% lo hizo para garantizar mejores sueldos y una mejor calidad de vida en general.
Con esta contundente votación, quedo claro que la campaña del terror que incentivo la derecha y desde el propio gobierno, no tuvo el efecto que ellos esperaban, los infiltrados incluso de las propias fuerzas policiales, junto al incentivo que hicieron de hechos violentos, que incluyo la quema de dos iglesias católicas, no resulto creíble para mucha gente, que finalmente no cayeron en estos montajes, en estas trampas que buscaban incentivar que la gente por temor terminara apoyando el rechazo al cambio de constitución, algo que finalmente no lograron.
El pueblo y sus anhelos de cambios profundos finalmente termino imponiéndose, sus ansias de tener una sociedad más justa, digna y respeto hacia sus derechos más básicos, logro que esta vez el pueblo no se equivocara, para no dejar el camino despejado a la derecha más reaccionaria para imponer sus planes.
En estas elecciones quedo claro que los trabajadores y sectores populares, en su inmensa mayoría quieren y exigen cambios de fondo, no solo aparentes o cosméticos. La lucha por la dignidad y la justicia no están dispuestos a transarla por nada, la lucha continuara hasta poner fin al abuso y la inequidad existente en este país.
Pero debemos tener claro que este domingo solo se dio el primer paso que había que sortear para cambiar este país, para poner fin a la enorme desigualdad que existe en Chile.
Es inaceptable el poder de veto de la derecha.
No es posible aceptar las normas que rigen a la Convención Constitucional, que pone todo tipo de trabas para que se puedan presentar candidatos independientes, mientras los partidos gozan de todo tipo de privilegios para elegir sus delegados, esos mismos partidos que nos han perjudicado los últimos 30 años y que siempre se negaron a realizar los cambios que el pueblo exigía a gritos en las calles.
Es imposible aceptar que la derecha y sectores conservadores con apenas un tercio de los delegados puedan vetar las decisiones que tomen las mayorías elegidas para hacer esos cambios, como se dice claramente en la ley 21.200 “La convención deberá aprobar las normas y el reglamento de votación por un cuórum de dos tercios de sus miembros en ejercicio”.
Todo lo anterior nos deja claro que la lucha debe continuar, que tenemos la obligación de seguir exigiendo una Asamblea Constituyente libre y soberana, donde realmente participen los trabajadores, pobladores, estudiantes, las mujeres, los jóvenes y pueblos originarios, sin aceptar ningún tipo de veto o tutela, menos todavía que esas vengan del mismo régimen que queremos cambiar.
Junto con exigir una Asamblea Constituyente realmente representativa de los trabajadores y el pueblo en general, tenemos que plantearnos la necesidad de levantar un gobierno de los trabajadores, para poner fin a todas las injusticias del sistema capitalista.
Celso Calfullan