Libertad, Socialismo y Revolución (LSR)
Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT) en Brasil.
Vivimos un momento especialmente dramático para los trabajadores y el pueblo brasileño. Desde principios de año un conjunto de tragedias sociales, ambientales, económicas se combinan con la verdadera tragedia política representada por el gobierno de Bolsonaro.
Ya en enero nos encontramos con dos catástrofes criminales devastadoras. Por un lado, el desastre repentino y fulminante, aunque totalmente previsible y, por eso, criminal, de Brumadinho (Minas Gerais). La ruptura de la barrera de la Vale es un crimen gigantesco que llevó a la muerte comprobada hasta ahora de 217 personas, además de otras 87 personas cuyos cuerpos aún no se han encontrado. Las consecuencias para el medio ambiente también son incalculables.
La otra tragedia que marcó el inicio del año ocurrió de forma más lenta, cruel, terriblemente cotidiana y casi invisible. En el primer mes de 2019, según un estudio de la Folha de Sao Paulo, 119 mujeres murieron a causa de su género (femicidio) y otras 60 sufrieron ataques, pero sobrevivieron. En el 71% de esos casos el asesino es pareja o ex compañero de la víctima. Esta tendencia se mantiene.
Estas cifras se suman a la realidad cotidiana del exterminio de la juventud negra en las periferias, las matanzas y la violencia cotidiana muchas veces fatal contra la población LGBT. En el campo hay una escalada de los ataques contra las poblaciones indígenas y campesinas.
Vivimos también la conmoción ante el ataque a tiros en la Escuela Estadual Raúl Brasil en Suzano (San Pablo) que llevó a la muerte de al menos diez personas, entre estudiantes y trabajadores de la escuela. El ataque es una manifestación dramática del agravamiento de la crisis social en la que estamos inmersos.
En este contexto, las escuelas e instituciones educativas se están convirtiendo en un verdadero escenario de guerra. Una guerra que es ideológica y cultural, promovida por la derecha conservadora que quiere promover la censura y persecución al pensamiento crítico, a los profesores y estudiantes. Pero también una guerra en el sentido literal, que ha resultado en víctimas mortales.
Hace poco, las inundaciones, la segregación social y la irresponsabilidad de los poderes públicos llevaron a la muerte al menos a 13 personas en Sao Paulo en medio de las fuertes lluvias. En febrero, en Río de Janeiro, las inundaciones y los mismos factores sociales y políticos ya habían llevado a la muerte a seis personas.
El anuncio del cierre de la empresa de Ford en São Bernardo do Campo, que causará la pérdida de más de 25 mil empleos directos e indirectos también representa un desastre social de grandes proporciones y que no se configura como un caso aislado.
Miles de nuevos desempleados se unen a un contingente que oficialmente llega a 13,1 millones. Pero si tomamos en cuenta, además de los oficialmente desempleados, también aquellos que tienen empleo, pero que necesitarían trabajar más horas y no lo logran y aquellos que necesitan, pero no consiguen buscar empleo, los números son mucho más grandes, llegando a 27,9 millones según el IBGE.
Bolsonaro juega con gasolina en medio del fuego
En ese escenario, el gobierno de Bolsonaro ya tiene sangre en las manos y juega aún más con gasolina en el fuego. Con él, la situación sólo empeora.
Diez semanas después de la toma de posesión, ese gobierno de extrema derecha ya dejó evidente su carácter reaccionario, antipopular, autoritario y de verdadera amenaza a los derechos de todos los explotados y oprimidos en este país.
Incluso con el ex capitán oscilando entre lo tétrico y el ridículo, la gran burguesía brasileña está intentando usar el capital electoral de 57 millones de votos obtenidos por Bolsonaro para promover su proyecto ultra neoliberal de tierra arrasada.
En el centro de esa política está la contrarreforma de la previsión que ataca a los más pobres y atiende sólo a los intereses de los adinerados. En la propuesta del gobierno está subentendida una contrarreforma permanente de la previsión a través de la desconstitucionalización del tema. Con eso no habrá fondo en el agujero en que quieren enterrar nuestros derechos.
La propuesta castiga a los más pobres y garantiza los intereses de los más ricos. Ella todavía preserva privilegios de sectores que interesan al gobierno, como en el caso de los militares. El objetivo fundamental es servir a los bancos que se beneficiarán con el crecimiento de los fondos de previsión privada.
Junto con la contrarreforma de la previsión, lo que vemos es el proyecto de profundizar la retirada de los derechos laborales y promover la precarización generalizada de las relaciones de trabajo. La desvinculación general de los gastos de la unión, si se concreta, también puede representar el más duro ataque a la financiación de los servicios públicos de las últimas décadas, algo inaceptable.
El resultado de estas medidas es el aumento de la pobreza y la miseria, la retirada de derechos, el deterioro de los servicios públicos y el empeoramiento de las condiciones de vida. Todo para garantizar los beneficios y privilegios de una pequeña élite de capitalistas nacionales y extranjeros.
Junto con eso, Bolsonaro y su superministro de la justicia Sérgio Moro intentan también aprobar un paquete de medidas en el área de la seguridad pública cuya consecuencia es legalizar la licencia para matar ya concedida informalmente a las policías en muchas regiones del país.
La ampliación de la posesión de armas de fuego a partir de un decreto firmado por Bolsonaro el día 15/01 debe agravar aún más el escenario terrible de violencia y homicidios en el país, alcanzando de forma particularmente grave a las mujeres, negros y negras y población LGBT. ¿Cuántas nuevas tragedias como las de Suzano o aún peores resultarán de esas medidas?
Justicia para Marielle y defensa de los derechos democráticos
Fue en este contexto dramático que se cumplió un año del asesinato cobarde de Marielle Franco y Anderson Gomes.
El asesinato de Marielle buscó dar un mensaje muy claro a todos aquellos que luchan por sus derechos y se atreven a denunciar las injusticias y los desmanes. Marielle era una concejal del PSOL y militante feminista, negra, vivió en una favela, bisexual, trabajadora y socialista. Su asesinato es un crimen contra los derechos democráticos y contra los de abajo que luchan.
La prisión de los ex policías vinculados a las milicias que supuestamente ejecutaron el atentado no nos satisface. La lucha para que se aclare quién ordenó el atentado debe seguir con fuerza. Esta es una de las más importantes banderas de lucha democrática hoy en el país.
Que esa lucha sirva para desenmascarar a los dueños del poder y dinero detrás de la violencia política y social y ayude a frenar la escalada autoritaria y potencialmente fascistizante en Brasil.
Esto es aún más importante en la medida en que crecen las evidencias sobre la intimidad de las relaciones entre el propio presidente de la República y sus hijos (un verdadero clan proto-fascista) con el submundo de las milicias de Río de Janeiro, incluyendo los ejecutores del asesinato de Marielle y Anderson.
Un año después del atentado en Río, el país se ve ante una seria amenaza sobre los derechos democráticos de quienes se atreven a cuestionar el injusto orden social, los dueños del poder y este sistema político y económico fallido.
Las amenazas y atentados políticos se profundizan en el campo, contra líderes indígenas, ambientalistas, campesinos, pero ahora avanzan hacia las grandes ciudades.
El liderazgo de la clase trabajadora y de la izquierda como Guillermo Boulos, del MTST y del PSOL, ha sido objeto de una escalada de amenazas a su vida en la medida en que la canalla fascista se ve con libertad de acción; una vez que el propio presidente de la República no pierde una oportunidad de atacar y amenazar a Boulos y al PSOL.
Las amenazas de criminalización de los movimientos sociales y de declarar al MTST y MST y como organizaciones terroristas, siguen vigentes.
Además, Bolsonaro ya ha dado un profundo golpe contra los sindicatos intentando asfixiarlos financieramente e interferir en su vida interna al prohibir que las mensualidades de los asociados a los sindicatos sean automáticamente descontadas en nómina.
Nuevos ataques, aún más duros, vendrá principalmente si el movimiento sindical asume una posición firme contra la reforma de la previsión, un objetivo central y estratégico del gobierno.
La lucha por la garantía del derecho de organización y movilización de la clase trabajadora y de todos los oprimidos del país es tarea central en este momento.
Lame botas del imperialismo
La vergonzosa visita de Bolsonaro a Estados Unidos e Israel, junto con su papel en el intento de golpe e intervención militar en Venezuela, reafirman el carácter reaccionario y peligroso de ese gobierno no sólo en relación al pueblo brasileño, sino de toda América Latina y de las causas justas y democráticas en todo el mundo.
Bolsonaro firmó acuerdos que sólo sirven al imperialismo, como en el caso de la Base de Alcántara y otros acuerdos comerciales. Se prestó un papel ridículo de subordinación y sumisión a los intereses imperialistas.
Ya comprobamos el potencial extremadamente peligroso del eje formado por Trump, Bolsonaro y el presidente derechista de Colombia Ivan Duque en lo que se refiere a la soberanía del pueblo venezolano y de toda América Latina. A ellos se suman otros gobiernos derechistas, como el de Piñera en Chile, en torno a la articulación reaccionaria que llaman Prosur.
Su intento de intervención y golpe en Venezuela, fracasó hasta el momento, pero sigue siendo un peligro real que debe ser rechazado por toda la izquierda y los movimientos sociales de todo el mundo. Las declaraciones de Bolsonaro y Trump en la visita del brasileño dejaron en evidencia los riesgos existentes.
Corresponde al pueblo venezolano, con la solidaridad y apoyo de los trabajadores en todo el mundo, enfrentar su crisis y señalar salidas políticas para su país. La interferencia del imperialismo de Estados Unidos sólo sirve para agravar la crisis, impedir la construcción de una alternativa de izquierda al propio Maduro y pavimentar el camino hacia un gobierno derechista, reaccionario y autoritario, mucho peor a la situación actual.
A los trabajadores y al pueblo brasileño sólo nos cabe la tarea de resistir contra cualquier aventura militar golpista que sólo sirve al imperialismo y a las clases dominantes, a los saqueadores de América Latina.
Conflictos dentro del gobierno y entre los poderes
A pesar de la ofensiva política reaccionaria de Bolsonaro y de los sectores de ultraderecha en Brasil, los primeros cien días de gobierno han sido marcados por una crisis en las huestes bolsonaristas que dejan evidentes sus debilidades, contradicciones y divisiones.
Hay una fuerte unidad de la clase dominante brasileña e imperialista en torno a la defensa de la contrarreforma de la previsión del ministro Paulo Guedes. Para aprobarla esa elite económica no dudaría cubrirse la nariz, los ojos y oídos ante los abusos y arbitrariedades promovidos por Bolsonaro y sus partidarios.
El problema está cuando justamente el carácter arribista e inconsecuente del bolsonarismo amenaza la aprobación de la propia reforma que la burguesía tanto desea.
Ya son innumerables las situaciones de conflictos internos, disputas por hegemonía y peleas entre sectores del gobierno y de las instituciones brasileñas. A partir de la caída del ministro Bebianno (acusado por corrupción, al desviar fondos públicos para el partido de Bolsonaro), los conflictos dentro del gobierno continuaron involucrando a los generales y los seguidores de Olavo de Carvalho en varios temas centrales: relación con Congreso, intervención en la crisis venezolana, cargos en el ministerio de la educación, etc.
Además, esos conflictos se extienden por las instituciones de la república. Hay una crisis abierta entre Bolsonaro y Sérgio Moro, por un lado, y el presidente de la Cámara Rodrigo Maia, personaje central en el esfuerzo de aprobación de la reforma de la previsión. Crece en los mercados la percepción de que Bolsonaro es inepto para garantizar la aprobación de la reforma.
Hasta el diario Folha de S. Paulo (a pesar de ser tan atacada por el bolsonarismo) exige pragmatismo del gobierno en su relación con el Congreso. En otras palabras, en la práctica, exige el tradicional juego de «llevarlo allí, darlo aquí» en la política brasileña para garantizar la aprobación de las reformas neoliberales.
El conflicto y las divisiones son aún más amplios e involucran a todos los poderes de la república. El grupo de trabajo de la Operación Lava Jato fue sorprendido con dos grandes derrotas en el Supremo Tribunal Federal. El primero se refería al fondo de 2.500 millones de reales (U$ 654 millones) que querían embolsar para sus actividades y el segundo a la decisión de que los delitos de corrupción que involucran financiamiento de campañas deben ser tratados en el Tribunal Superior Electoral y no en el sistema de justicia ordinaria.
El juez Bretas de Lava Jato en Río de Janeiro respondió con una acción de impacto para intentar recuperar el prestigio de la Lava Jato y promover una contraofensiva. Es lo que estuvo detrás de la prisión del ex presidente Michel Temer, un notorio corrupto conocido como tal desde hace décadas sin que jamás hubiera sufrido ninguna acción por parte de la justicia.
Estas crisis, conflictos y divisiones reflejan la putrefacción del sistema político brasileño. El Bolsonarismo no vino para acabar con la «vieja política», sino para envejecerla aún más.
El papel de los movimientos organizados de la clase obrera y de todo el pueblo oprimido y explotado de este país es aprovechar esta situación e imponer su agenda y su proyecto en las calles, en las movilizaciones, y de esta manera imponer una derrota al gobierno en el caso de la reforma de la seguridad social y, en consecuencia, poner en jaque a todo este gobierno reaccionario.
Construir una salida por la izquierda
En la hipótesis de un agravamiento de la crisis del gobierno Bolsonaro, la burguesía ya trabaja con posibles salidas por la derecha y ellas pasan por una profundización de las amenazas autoritarias y represivas.
El Vicepresidente General Hamilton Mourão ha tratado de mostrarse públicamente como una voz sensata y razonable en medio del aventurerismo irresponsable de Bolsonaro, su clan familiar protofascista y sus secuaces derechistas.
Mourão como portavoz del grupo de generales en el primer escalón del gobierno puede convertirse en una salida política que los capitalistas pueden empezar a apostar. El resultado no sería, en hipótesis alguna, mejor para el pueblo y los trabajadores brasileños.
Nuestra tarea inmediata es organizar la lucha para derrotar la reforma de la previsión. Esto sólo se hará con movilización de calle, con organización por lugar de trabajo, con todo tipo de acción de concientización y organización por la base.
Las movilizaciones del 8 de marzo, con la lucha de las mujeres, del 14 de marzo, exigiendo justicia por Marielle, del día 22 de marzo, involucrando a los sindicatos y movimientos contra la reforma de la seguridad social, acumularon una fuerza importante que necesita multiplicarse y generalizar en la lucha contra los ataques de Bolsonaro.
Nuestro objetivo inmediato debe ser el de construir las condiciones para una huelga general masiva, activa y potente, capaz de dar un mensaje bien claro a los diputados y al gobierno: ¡no aceptaremos que acaben con nuestro derecho a la jubilación! No aceptaremos ataques a nuestro derecho de organización y lucha y a nuestras libertades democráticas.
Con esa resistencia, estaremos construyendo las bases para una renovación política de la izquierda brasileña, superando las ilusiones en la conciliación de clases que marcaron los gobiernos del PT. Es así que estaremos acumulando fuerzas para construir una alternativa política para el país, una alternativa de poder basada en la clase obrera y en el pueblo organizado. Una alternativa que debe presentar un programa anticapitalista y socialista para la solución de la grave e histórica crisis brasileña. ¡Manos a la obra, ni un minuto a perder!
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