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Perspectivas mundiales: Revolución y contrarrevolución – ¿Quién gana?

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Declaración del Secretariado Internacional del Comité por una Internacional de los Trabajadores, CIT.

 

Más de seis meses de la pandemia y la crisis mundial de COVID han expuesto todo lo que está podrido en esta era de decadencia capitalista. El capitalismo mundial se encuentra en una putrefacta y prolongada agonía de muerte, que está infligiendo miseria a millones de personas en una escala que no se ha visto en toda una era histórica. Las fuerzas productivas de la humanidad se estancan, y los saltos tecnológicos realizados en los últimos años no consiguen aumentar la riqueza material de la masa de la población mundial. La crisis ambiental, reflejada en los recientes incendios e inundaciones, está causando más sufrimiento y trastornos. A nivel internacional, en la mayoría de los países se está desarrollando a una velocidad vertiginosa una crisis económica, política y social que no se había visto desde los años 30. Las horribles consecuencias de estas crisis han demostrado la necesidad crucial de que la clase obrera construya partidos socialistas de masas que ofrezcan una alternativa al capitalismo en una época de decadencia. «La situación política mundial en su conjunto se caracteriza principalmente por una crisis histórica de la dirección del proletariado», escribió León Trotsky en 1938. Palabras que son muy apropiadas para la situación que enfrentamos hoy en día.

 

Las direcciones de los antiguos partidos socialdemócratas y «comunistas» han abrazado el capitalismo. Los que llevan la máscara de la ‘izquierda’ en la dirección de las nuevas organizaciones, como PODEMOS (España), Die Linke (Alemania), el Bloque de Izquierda (Portugal) o Momentum (Gran Bretaña), y los seguidores de Jeremy Corbyn, los han seguido de cerca y se han adaptado al capitalismo. No plantean ni siquiera la idea de que una alternativa socialista es posible. En la mayoría de los países, la mayoría de la burocracia sindical, incluso la de izquierda, se ha puesto en cuarentena y no ha logrado liderar una lucha seria en defensa de los trabajadores y los oprimidos. Cuanto más se ha intensificado la crisis, más a la derecha se han movido los dirigentes de la «izquierda» para acomodar y gestionar el capitalismo y se han doblegado a la presión de llamar a la «unidad nacional».

 

La necesidad de construir nuevos partidos de masas y partidos revolucionarios de trabajadores y jóvenes con un programa socialista; además de transformar los sindicatos en organizaciones combativas de lucha es ahora, a nivel mundial, una tarea histórica urgente para la clase obrera.

Las amargas divisiones de clase que se abren en la sociedad y la creciente polarización que tiene lugar en el interior de las naciones y entre ellas, revelan que estas tareas se plantean con mayor agudeza cada día que pasa. Así lo demuestran los electrizantes acontecimientos que se han desarrollado en el período de elecciones presidenciales de los Estados Unidos y la devastadora crisis que se está desatando en Asia, África y América Latina. La ausencia de tales organizaciones de la clase obrera ha dejado un vacío. En algunos países, esto ha permitido que la derecha y la extrema derecha populista intervengan parcialmente, junto con las medidas cada vez más autoritarias que están introduciendo numerosos gobiernos, que suponen una grave amenaza para los oprimidos. La polarización masiva y los trastornos que se están produciendo, plantean la cuestión de qué fuerzas se beneficiarán de ello.

 

Es necesario que los marxistas y los militantes del movimiento obrero evalúen por qué etapa de la crisis y de la lucha de clases estamos pasando y, al mismo tiempo, tengan una evaluación precisa de la naturaleza de las fuerzas de derecha que se están desarrollando en muchos países. Esto es esencial para prepararse para la intervención activa en las próximas convulsiones y batallas de clase que están pendientes, a fin de ayudar a los trabajadores y a los oprimidos a sacar las conclusiones de cómo se puede derrotar al capitalismo y a la clase dominante.

 

El capitalismo en la crisis más profunda desde los años 30

El capitalismo se enfrenta a su crisis más profunda desde los años 30. El Covid ha sido el «gran acelerador» de todas las características económicas que estaban presentes en la economía mundial antes del inicio de la pandemia. En el mundo neocolonial, especialmente en América Latina y África, se está desarrollando actualmente una crisis de la deuda. Ha llevado al presidente del Banco Mundial a pedir a los bancos y prestamistas estatales chinos que se sumen a un reescalonamiento de la deuda de esos países. Puede que estén dispuestos a reprogramar el pago de la deuda durante un período, pero no los cancelarán totalmente. Japón, la tercera potencia imperialista más grande, está atrapado por una crisis económica. ¡Algunos economistas capitalistas levantaron el espectro de que el Reino Unido se enfrente a su más profunda contracción económica de los últimos 300 años! ¡Recientemente se han consolado de que sólo será la peor recesión desde 1918! Una situación similar, sólo que peor, existe en los Estados Unidos. Aunque oficialmente la tasa de desempleo aún no ha alcanzado los niveles más altos previstos, sigue siendo catastrófica. De los 20 millones de empleos perdidos durante la pandemia, sólo se han «creado» 11 millones nuevos.

La cifra del gobierno federal de 12,6 millones de desempleados en septiembre subestima enormemente la realidad de la situación debido a la forma en que se compilan las estadísticas.

 

No hay ninguna perspectiva probable en el futuro inmediato de un regreso incluso al efímero crecimiento que finalmente siguió a la crisis de 2007-08. La economía nunca volvió a los niveles de empleo, el nivel de vida real, la propiedad de la vivienda o la inversión empresarial anteriores a la crisis como porcentaje del PIB. En los cinco años anteriores a la pandemia, el crecimiento que tuvo lugar en la economía de los Estados Unidos fue impulsado principalmente por el gasto de los consumidores y el aumento de la deuda. Esto no se va a repetir en la década de 2020 después de esta caída y la profunda recesión/depresión que existe ahora. Descartamos correctamente una recuperación en forma de «V».

La pandemia ha devastado el mercado mundial de muchos productos avanzados en los que EE.UU. sobresale. El ejemplo más flagrante es la industria de la aviación civil que depende de la demanda mundial. Esto está actualmente muerto ya que la mayoría de los aviones permanecen en tierra. La construcción de oficinas está virtualmente estancada y seguirá estándolo a medida que aumente el número de trabajadores de oficina que trabajen desde casa. El crecimiento limitado tras la crisis de 2007-2008 no fue en la compra de bienes sino más bien en la producción y el consumo de servicios. El crecimiento del empleo fue más pronunciado en los bares, restaurantes, hoteles y otras áreas del sector de los servicios. Gran parte de esto está siendo eliminado por la pandemia y no volverá simplemente. Se estima que el número de ciudadanos estadounidenses que padecerán «inseguridad alimentaria» en 2020 aumentará a 54 millones.

 

Los paquetes de estímulo sin precedentes que el capitalismo ha introducido en todo el mundo no han logrado resolver la crisis. La vuelta a los métodos de tipo keynesiano ha impedido hasta ahora que se produzca un colapso más catastrófico en la economía mundial. Sin embargo, no han logrado resolver la recesión y la depresión en la mayoría de los países, lo que revela las limitaciones del keynesianismo. El capitalismo global en la década de 2020 está a punto de tropezar de una crisis a otra como un borracho que se tambalea por la calle.

 

La agitación en todos los continentes

La crisis económica y las consecuencias de la pandemia han producido agitación en todos los continentes. Es especialmente pronunciado en los EE.UU. donde los acontecimientos ya están dando forma a los eventos mundiales. Al mismo tiempo, la crisis ha provocado convulsiones en el mundo neocolonial. El proceso de desglobalización que se está produciendo ha provocado un aumento de las tensiones y el estallido de una serie de conflictos entre las principales potencias imperialistas, y también entre diferentes países y bloques regionales. Estos conflictos ilustran lo inestable que se ha vuelto el capitalismo. El enfrentamiento entre China y el imperialismo estadounidense no se resolverá después de las elecciones estadounidenses. De hecho, Biden ha denunciado a Trump por ser «demasiado blando» tanto con China como con Rusia. Las tensiones entre China y la India sobre Cachemira siguen aumentando. Putin ha afirmado las intervenciones internacionales de Rusia, pero con una creciente oposición en casa. El enfrentamiento entre Turquía y Grecia, respaldado por Francia, por las reservas de gas plantea la posibilidad de que dos potencias de la OTAN entren en un conflicto militar. Ahora el enfrentamiento entre Armenia y Azerbaiyán por el territorio en disputa de Nagorno-Karabaj amenaza con atraer a Rusia, Turquía e Irán. Continúan las tensiones dentro de la UE que pueden llevar a su ruptura o reconfiguración, con la perspectiva de un Brexit sin acuerdo que amenaza con agravar aún más las tensiones a corto plazo.

 

La crisis económica y de COVID también ha agudizado la cuestión nacional en una serie de países. El aumento del apoyo a la independencia en Escocia es un reflejo de este proceso. También ha visto un aumento del apoyo a la independencia en Cataluña. La agenda nacionalista hindú que persigue Modi en la India está fortaleciendo el sentimiento nacionalista en Tamil Nadu y otros estados. En África, en algunos países como Libia, Etiopía y Camerún, hay una tendencia a la ruptura. En Nigeria y algunos otros países, las fuerzas nacionales y religiosas han cobrado fuerza, especialmente cuando la clase obrera no ha planteado una alternativa. En otras naciones, durante la crisis se han desarrollado una serie de conflictos. El gobierno español está en conflicto con Madrid por el manejo de la crisis, y Macron en Francia está en conflicto con Marsella y otras regiones. Es probable que la tendencia centrífuga de algunos estados de EE.UU. de actuar en oposición a Washington aumente si Trump se hunde y permanece en la Casa Blanca.

 

Batallas de clase y rebeliones

Ya hemos visto estallar grandes batallas de clases, e incluso múltiples levantamientos, en una serie de países como consecuencia de la crisis sanitaria y económica. En otros, como Francia y los EE.UU., se han producido movimientos de huelga más pequeños pero significativos. La tremendamente inspiradora sublevación unificada en el Líbano ha continuado durante doce meses. El Líbano se enfrenta a la bancarrota económica y a una crisis recurrente. La movilización masiva contra la clase dirigente, la corrupción, los bancos, el sectarismo y los líderes políticos sectarios ilustra los procesos de revolución en marcha. El movimiento en curso en Bielorrusia contra el régimen de Lukashenko, las huelgas generales y las manifestaciones masivas en Bolivia, en Ecuador, Argelia, el Iraq y Hong Kong, junto con las protestas juveniles sin precedentes en Tailandia y las huelgas y manifestaciones en el Irán, ilustran la naturaleza del período en que nos encontramos y la demanda de cambio y fin del sistema tal como está. Los levantamientos sociales del movimiento Black Lives Matter (BLM), en particular en los EE.UU., Gran Bretaña y otros lugares, también fueron parte de este proceso.

Los grandes movimientos de masas y las revueltas que han surgido se desarrollaron espontáneamente desde abajo, en su mayoría sin organización por parte del proletariado, y se caracterizan por la ausencia de partidos de masas de la clase obrera. A menudo han planteado la demanda de «revolución» o la eliminación del poder de los regímenes existentes. Se han caracterizado en gran medida por una fuerte polarización de clase y la demanda de cambio, mayor igualdad y democracia, pero sin un programa socialista completo para el derrocamiento del capitalismo. El carácter espontáneo de los movimientos en muchos de los países en que se han producido les ha permitido avanzar durante un período. A menudo, las organizaciones reformistas o estalinistas no estaban al frente para frenarlos. Esto, por supuesto, no siempre será el caso en los futuros movimientos y explosiones sociales. El carácter espontáneo que han asumido ha sido (en ese sentido) durante un período, la fuerza de estos movimientos. Esto se reflejó en la huelga general de Bolivia, en la que la dirección de los sindicatos y de los movimientos sociales se vio obligada a reunirse debido a la presión de las masas desde abajo. Sin embargo, este movimiento masivo fue cancelado por la dirección y se llegó a un compromiso podrido, en lugar de llevar el movimiento adelante y permitir que la clase obrera y las masas tomaran el poder en sus propias manos.

 

Sin embargo, estas luchas también han demostrado ahora los límites de un movimiento espontáneo. La falta de una organización o partido con un programa y una estrategia claros para hacer avanzar y derrocar los regímenes gobernantes, y sustituirlos por una democracia obrera y un programa socialista revolucionario, actúa ahora como un obstáculo importante que debe superarse. Esta debilidad supone una amenaza para estos trastornos revolucionarios.

 

La falta de una base social de los regímenes en los que estos movimientos han estallado apunta a que estos trastornos se prolonguen durante un período de tiempo relativamente largo. Inevitables flujos y reflujos en el movimiento de masas tendrán lugar. Los movimientos pueden agotarse y cansarse durante un período. Esto puede permitir a un régimen decrépito aferrarse al poder durante un tiempo. Alternativamente, el poder puede pasar a «nuevos gobiernos» o regímenes en actos cosméticos de fachada en los que se hacen pequeños cambios, aparte de permitir que la clase dirigente gane tiempo. En Hong Kong, a pesar de algunas continuas protestas, el régimen chino está reforzando paso a paso su control y aumentando la represión.

En el Líbano, hubo un intento de formar un nuevo gobierno encabezado por Mustapha Adib en agosto. Se pretendía que fuera un gobierno de «consenso». Un ex diplomático y embajador en Alemania, Adib, contaba inicialmente con el respaldo de todos los partidos políticos sectarios existentes en el Líbano. Sin embargo, como consecuencia de la explosiva situación, se vio obligado a dimitir. La iniciativa de «reconstrucción» de Macron no ha llegado a buen puerto. En Malí, en agosto, los militares intervinieron, con cierto apoyo popular, tras meses de protestas contra el gobierno de Keita. Pero casi inmediatamente se planteó la cuestión del carácter del gobierno de transición, especialmente el papel de los militares. Algo similar ocurrió en Sudán, el año pasado, donde las protestas tuvieron lugar en agosto en el primer aniversario del gobierno de transición.

Sería un error pensar que los movimientos y luchas espontáneas de masas – o incluso la ira y la presión de las masas – sin liderazgo y un programa coherente y completo, no tienen ningún efecto. Pueden obligar a la clase dominante a hacer algunas concesiones por un período. Esto puede tener un efecto crucial para aumentar la confianza y el ánimo de los trabajadores y la juventud en lucha. En Gran Bretaña, Johnson fue obligado a hacer 11 vueltas en U en 8 meses! Más que suficiente para haber derribado el gobierno si existiera una oposición política combativa, en lugar de la nueva dirección del Partido Laborista de derecha, liderado por Keir Starmer. En Chile, tras el movimiento de masas, el régimen de Piñera se ha visto obligado a conceder un referéndum para cambiar la constitución, aunque sobre una base fraudulenta y antidemocrática, y también a permitir que los trabajadores retiren el 10% del dinero ahorrado en su fondo de pensiones. Estas demandas fueron originalmente rechazadas implacablemente por su régimen. En algunas situaciones, los levantamientos masivos espontáneos pueden derrocar los regímenes existentes, pero entonces la pregunta se plantea crudamente: ¿qué sigue? Esto se ilustra en el levantamiento en Kirguistán. Sin consolidar el poder en manos de la clase obrera y romper el control de la clase dominante, la contrarrevolución capitalista puede desarrollarse. Esto fue ilustrado por los acontecimientos que se desarrollaron en Portugal después de la revolución de 1974.

 

La Teoría Monetaria Moderna no es una alternativa

Las concesiones o los giros en U de la clase dirigente pueden envalentonar al movimiento de masas en ciertas condiciones, especialmente cuando está en ascenso. Sin embargo, en esta era de agonía capitalista, no estamos en un período de reformas sostenidas que sean posibles. Esto es algo que los partidarios de la «nueva izquierda» de la «Teoría Monetaria Moderna» (TMM), como la economista estadounidense, Stephanie Kelton, no logran comprender. Como los líderes de los partidos de la «nueva izquierda», permanecen prisioneros dentro de los confines del pensamiento capitalista. Ni siquiera se plantean la idea de que un sistema social y económico completamente diferente – el socialismo – es posible, como lo hicieron en el pasado incluso los reformistas y socialdemócratas de viejo estilo. Sueñan con el regreso a la época dorada del auge y el ascenso del capitalismo, que pertenece a una época pasada. Al definir la TMM en una entrevista con ‘The Intercept’ en marzo de 2020, Kelton argumentó: «Bueno, de hecho, la TMM es casi un proyecto totalmente descriptivo… Pero la TMM se trata sobre todo de ayudar a la gente a comprender mejor la naturaleza del sistema monetario que tenemos hoy en día… No tenemos tipos de cambio fijos y ¿cómo podemos aprovechar mejor el sistema monetario del espacio de políticas para construir una economía mejor? Eso es esencialmente de lo que se trata la TMM». En otras palabras, ¡administrar mejor el capitalismo! En la práctica, significa manejar la miseria. Cualquier programa que vaya en interés de la clase obrera se encontrará con la resistencia y el sabotaje de los mercados y el capitalismo.

 

El papel de los sindicatos y la construcción de oposiciones de lucha

A medida que la crisis económica y sanitaria se ha profundizado, la mayor parte de la «izquierda», incluida la intelectualidad «de izquierda» y la dirección de los sindicatos ha sido empujada más a la derecha a los brazos de la clase capitalista. La aparición del Secretario General de la TUC en las escaleras del 11 de Downing Street en Londres – la residencia del ministro de finanzas británico – desfilando junto con el canciller conservador y el líder de la organización patronal, la CBI, apoyando la política económica del gobierno, ilustró esto gráficamente.

En Nigeria, la dirección de los sindicatos ha suspendido recientemente la huelga general contra el aumento de los precios del combustible y la electricidad. Firmaron un documento en el que se aceptaban «las terribles circunstancias financieras de la federación que impiden cualquier capacidad de sostener cualquier subsidio a los combustibles y que, por lo tanto, hacen inevitable su desregulación». Las draconianas leyes laborales introducidas por Modi en la India y otros ataques a los derechos de los trabajadores no han sido combatidas por la burocracia sindical ni por el PCI [Partido Comunista de India] o el PCI (M)[Partido Comunista de India-Marxista]. Su llamamiento a la huelga general no irá seguido, como es habitual, de una campaña significativa. En España, el gobierno del PSOE/PODEMOS ha sido apoyado por la burocracia de CCOO y UGT.

Bajo la presión de la clase obrera, algunos sectores de la burocracia sindical pueden ser obligados a organizar alguna acción, como hemos visto recientemente en Alemania, Sudáfrica e Irlanda. En Austria, la crisis y la ola de despidos han provocado protestas, que podrían dar lugar a huelgas e incluso a ocupaciones. Sin embargo, el papel podrido que ha desempeñado la mayoría de la burocracia sindical durante esta crisis ha sido un freno para el desarrollo de mayores movimientos obreros y ha permitido a la patronal y a la clase dirigente pasar a la ofensiva y atacar los derechos y las condiciones de los trabajadores. Esto pone de relieve la necesidad de luchar en los lugares de trabajo para movilizar a los trabajadores en la lucha por transformar los sindicatos en organizaciones combativas. Esta es una tarea crucial en esta crisis, en la que el CIT y otros pueden desempeñar un importante papel de ayuda, como lo ilustra el trabajo del NSSN (Red nacional de delegados sindicales) en Inglaterra, Gales y Escocia.

El lanzamiento por parte de la ultraderecha VOX en el estado español de un «sindicato» que denuncia a los sindicatos existentes como herramientas del gobierno es una advertencia, aunque no es seguro que esto tenga mucho eco. El paramilitarismo de extrema derecha, RSS, en India, controla una de las mayores organizaciones sindicales, la Bharatiya Mazdoor Sangh (BMS). Estas advertencias subrayan la importancia de construir grupos de oposición combativos en los sindicatos. Cuando esto se bloquea, pueden ser necesarias otras iniciativas para organizar a los trabajadores que quieren luchar.

 

Estados Unidos: un precursor para la década de 2020

Las erupciones económicas, sociales y políticas que tienen lugar en los Estados Unidos son un presagio de los trastornos sociales y de clase que sacudirán a todos los continentes y países en la década de 2020. Los acontecimientos en el país imperialista más poderoso están teniendo efectos pronunciados a nivel internacional y darán forma a los acontecimientos mundiales en el próximo período junto con los acontecimientos en China. Las elecciones presidenciales más polarizadas de los últimos decenios se están celebrando actualmente en un contexto de enfrentamientos, incluso armados, en varios Estados. El terremoto político que se está produciendo con un alto nivel de polarización social y de clase incluye elementos de guerra civil, que no se resolverán con quien gane las elecciones. La elección se ha visto sumida en la confusión como resultado de que Trump se contagiara con  COVID-19. Numerosos giros y vueltas, crisis constitucionales y batallas, están a punto de tener lugar. Si Trump no se ha recuperado del virus, es seguro que habrá más confusión y trastornos.

 

La clase capitalista estadounidense, en general, quiere que Trump se vaya. Están movilizando sus fuerzas para tratar de asegurar su derrota. La filtración de sus declaraciones de impuestos, la declaración de cientos de generales retirados en apoyo de Biden, y los ataques a él en los medios de comunicación son todos indicios de esto. Las encuestas nacionales apuntan a su derrota. Sin embargo, una victoria de Biden está lejos de ser segura, en esta etapa. La estrecha ventaja de Biden en muchos estados indecisos, la debilidad de la campaña y el programa de Biden, y la naturaleza totalmente antidemocrática del sistema electoral del Colegio Electoral, todo ello significa que no se puede excluir un segundo mandato para Trump.

Además, las declaraciones y acciones sin precedentes de Trump y su maquinaria, de que puede no aceptar el resultado y negarse a aceptar la derrota, significan que un resultado impugnado podría estallar en un conflicto social masivo que incluya enfrentamientos armados. En el amargo debate presidencial, la negativa de Trump a condenar a los supremacistas blancos e instar a la milicia «Proud Boys» a «retroceder y mantenerse al margen», indica que se está preparando para plantear una lucha. Trump tiene claramente un «plan de juego» para impugnar el resultado: impugnar los votos por correo, el uso de la supresión de votantes, pasar la elección de los delegados del Colegio Electoral del voto popular a las legislaturas estatales o a los gobernadores y, en última instancia, pasar la elección del presidente al Congreso.

 

La carrera de Trump para conseguir que la vacante de la Corte Suprema sea ocupada por la archi reaccionaria, Amy Coney Barrett, es parte de su esquema. También se ha retrasado por contagio de COVID-19 por tres senadores republicanos. Los votos en el Senado tienen que ser en persona, lo que significa que Trump ha perdido la mayoría para forzar la nominación a menos que se cambien las reglas del Senado.

Si Trump puede salirse con la suya en su plan de juego para mantenerse en el poder es otra cuestión, pero si Trump lo intenta, es probable que estalle una situación y un conflicto masivamente polarizados. La mayoría de la clase dirigente está desesperada por evitar esto y puede recurrir a utilizar secciones del estado para derrocar a Trump, si es necesario. Un sector del Partido Republicano se ha manifestado en contra de Trump y teme una reacción violenta. Si Trump se mueve en esta dirección, habrá una reacción feroz contra él y el Partido Republicano, profundizando la polarización que ya existe.

Increíblemente, Biden levantó el espectro de que el ejército sea movilizado para escoltar a Trump desde la Casa Blanca. ¡El presidente del Estado Mayor respondió diciendo que no sería su responsabilidad hacer esto, sino la de los servicios de seguridad o los mariscales de policía! ¡El drama que se desarrolla en esta elección hace que la presidencia de Francis Underwood en ‘Houses Of Cards’ parezca un modelo de gobierno tranquilo, consensuado y honesto!

 

Si los eventos se mueven en esta dirección, provocarán trastornos masivos dentro de los EE.UU., incluyendo enfrentamientos armados y la posible invocación de la Ley de Anti-Insurgencia y el despliegue del ejército. Las milicias derechistas pro-Trump han surgido en varios estados – con el asentimiento o el tweet de aprobación de Trump.

 

Tales milicias han existido antes en los Estados Unidos. Antes de la elección de Obama, se estimaba que existían hasta cincuenta. Después de la elección de Obama, el número aumentó a más de 200. Hoy en día se han formado aún más. En respuesta a esto y a los brutales asesinatos de la policía más recientes, también se han formado milicias negras, como los «Minnesota Freedom Fighters», que consideran que su papel es «defender la comunidad».

El impacto de tales acontecimientos se sentiría a nivel internacional y dañaría enormemente la credibilidad del imperialismo estadounidense, especialmente en el mundo neocolonial. Sin embargo, esta es la naturaleza del período en el que hemos entrado.

La situación objetiva en los EE.UU. está pidiendo a gritos la formación de un nuevo partido obrero de masas. La capitulación de Sanders al Partido Demócrata, y su negativa a dar los pasos necesarios para formar tal partido, en 2016, fue una oportunidad perdida. La profundización de la crisis social y económica desde entonces hace que esta tarea sea aún más urgente ahora. Un partido independiente de la clase obrera ganaría hoy el apoyo de millones de personas. Más del 50% de los jóvenes en los EE.UU. ahora ven la idea del socialismo favorablemente. Esto representa un cambio radical en la sociedad de EE.UU., aunque muchos no entiendan todavía lo que es el socialismo. Mientras que en el pasado el socialismo era un «freno a la conversación», hoy es un «inicio de conversación», como dijo Howie Hawkins, el candidato del Partido Verde en las elecciones presidenciales.

El comprensible sentimiento de millones de personas de sacar a Trump y un estado de ánimo de «menor maldad» en las elecciones llevará inevitablemente a una reducción del potencial de votos para la campaña de Howie Hawkins. Pero la necesidad de un partido obrero de masas en los EE.UU. se planteará aún más agudamente después de las elecciones, quienquiera que gane la presidencia. Algunas de las fuerzas atraídas a la campaña de Hawkins, junto con otros, especialmente los sindicalistas de base y los activistas del BLM, podrían convertirse en un punto de referencia para una campaña para construir un nuevo partido de los trabajadores después de las elecciones.

 

El carácter de la derecha populista y la extrema derecha

La polarización dentro de la sociedad estadounidense y la ausencia de un partido obrero de masas plantean importantes cuestiones de importancia internacional sobre la naturaleza de las fuerzas de derecha que han surgido en torno a Trump. Esto es parte de un proceso internacional que tiene lugar en muchos países. Las desesperadas condiciones sociales que han surgido y la ausencia de una alternativa socialista de masas han dejado un vacío. La extrema derecha y la derecha populista de algunos países han hecho importantes avances y han aumentado su apoyo, principalmente en el plano electoral. Es importante distinguir entre los partidos de la derecha populista, como Forza Italia, en Italia, el Partido de la Libertad FPÖ, en Austria, y National Rally, en Francia, y los partidos y organizaciones de extrema derecha con un elemento o núcleo fascista más fuerte.

En Europa, el ultraderechista VOX, en el estado español, con sus orígenes en la Falange fascista, es ahora el tercer partido más grande, con 50 escaños en el parlamento. Su base, en este momento, está principalmente entre la clase media, las fuerzas de seguridad y los grupos católicos romanos de extrema derecha. En Italia, los fascistas Fratelli d’ Italia (Hermanos de Italia) han ganado recientemente el control de una segunda región. En Alemania, el populista de extrema derecha AfD (Alternativa para Alemania) se convirtió en el mayor partido de oposición a la coalición de Merkel, pero ha perdido terreno durante la pandemia. Los partidos de extrema derecha utilizan una retórica populista que ha sido incorporada en algunos países por los partidos burgueses tradicionales de derecha. La derecha populista y los partidos de extrema derecha tienen sus propias características en cada país, pero a menudo se ven afectados por escisiones y divisiones cuando crecen.

El crecimiento de estos y otros partidos ha ido acompañado de un aumento de las medidas autoritarias y de la represión por parte de numerosos gobiernos durante la crisis de COVID-19. Este ha sido el caso de los países imperialistas, como los EE.UU. bajo Trump, y Gran Bretaña bajo Johnson. El primer ministro conservador ha introducido ahora una legislación que prohíbe el uso de la enseñanza «anticapitalista» y «extremista» en las escuelas. Su intento de nombrar a partidarios de la derecha para dirigir la BBC, y el regulador estatal de comunicaciones, Ofcom, son un eco del intento de Trump de llenar la Corte Suprema con partidarios de la derecha.

Los poderes represivos promulgados por estos y otros gobiernos, incluyendo mayores poderes a la policía y amenazas de usar el ejército, incluyen un elemento de métodos parlamentarios bonapartistas – de gobernar por decreto y despojarse de los controles parlamentarios. Esto ha producido divisiones abiertas dentro del Partido Conservador y la clase dirigente en Gran Bretaña.

En los EE.UU., Trump ha sido capaz en gran medida de tomar el control del Partido Republicano y desplazarlo dramáticamente a la derecha. Mientras que el Partido Republicano se ha desplazado a la derecha antes, la profundidad de la crisis y las características políticas de Trump le dan una magnitud diferente. Las milicias y el crecimiento de grupos de teoría conspirativa anteriormente oscuros, como QAnon, son expresiones de la desesperación a la que se ven empujadas capas de la sociedad como consecuencia de la crisis. Sin exagerar su crecimiento, QAnon está ganando influencia incluso dentro del Partido Republicano. Mientras que la mayoría de los republicanos no lo están apoyando abiertamente, están recurriendo a él para obtener algún apoyo, y es probable que algunos partidarios de QAnon entren en el Congreso. Hay ecos del crecimiento del misticismo y las ideas religiosas alrededor de Rasputín, en Rusia, antes de la revolución de 1917. Esto ilustra el callejón sin salida en el que se encuentra ahora la sociedad capitalista.

Involucrados en algunas de las milicias están grupos como el «Fondo de Libertad de Michigan», que fue creado en 2012 por los empleadores para presionar por una legislación antisindical. QAnon y otros tienen una agenda claramente de derecha. Sin embargo, algunos atraídos por las protestas contra la cuarentena en los EE.UU., y en otros lugares, son atraídos de manera confusa por la oposición al confinamiento y las consecuencias desesperadas que ha tenido en millones de trabajadores y los pobres. Esto también es alimentado por la falta de confianza en el gobierno, o en que sus medidas serán efectivas. Las fuerzas de la extrema derecha han intervenido de forma populista y han conseguido cierto eco entre una capa relativamente pequeña, en esta etapa.

En el mundo neocolonial, la represión brutal ha sido promulgada e incluso ha ido más allá. El Primer Ministro de la India, Modi, promulgó una viciosa y draconiana ola de represión antes y durante el período de cuarentena. Sri Lanka, tras la elección de Gotabaya Rajapaksa, tiene en marcha el modelo de un régimen dictatorial militar de facto. Brasil tiene ahora más personal militar dirigiendo departamentos y oficinas gubernamentales que los que existían bajo la dictadura militar! En Bolivia y Ecuador, Morales y Correa han sido excluidos de las próximas elecciones, después de que se hayan iniciado procesos legales falsos en su contra. Sin embargo, parece probable que el MAS gane las elecciones en Bolivia, reflejando la débil base social del gobierno de derecha que se instaló después del golpe de facto contra Morales. Si la derecha aceptará esta probable derrota es otra cuestión.

 

El crecimiento de la extrema derecha y la tendencia hacia métodos de gobierno más autoritarios representan importantes amenazas para la clase obrera y plantean con urgencia la necesidad de que ésta tome las medidas necesarias para combatirla. Es comprensible que algunos jóvenes y activistas vean en estas tendencias la perspectiva de una amenaza fascista similar a la que se desarrolló en los decenios de 1920 y 1930. Algunos han llegado a denominar a Trump y a sus partidarios «fascistas». Bolsonaro, en el Brasil, y Modi, en la India, suelen ser denunciados como fascistas. Este sentimiento es una respuesta comprensible de quienes desean luchar contra estos regímenes reaccionarios y represivos.

Sin embargo, para combatir la amenaza que representa la extrema derecha y la introducción de un régimen cada vez más autoritario, es importante que los marxistas y la clase obrera tengan una estimación y evaluación exactas de esos regímenes y acontecimientos. Esto no significa subestimar su amenaza, sino ser capaces de hacer frente a lo que representan y combatirlos.

 

El fascismo en los años 20 y 30

El fascismo, tal como se desarrolló en los decenios de 1920 y 1930, tenía características y objetivos muy específicos, aunque en cada caso representaba una forma especial de reacción. En las condiciones que se desarrollaron en los decenios de 1920 y 1930, adquirió rápidamente una base de masas entre los sectores pequeñoburgueses, los más oprimidos de la clase obrera y algunos trabajadores desmoralizados. El término «fascista» se originó en Italia bajo la dirección de Mussolini y luego se desarrolló en Alemania y España. El fascismo tenía un objetivo muy específico de destruir y atomizar las organizaciones de la clase obrera. Como señaló Trotsky, la dictadura de Primo de Rivera en España (1923-30), a pesar de su naturaleza reaccionaria y represiva, no era lo mismo que los movimientos y regímenes fascistas de masas que llegaron al poder más tarde.

El fascismo surgió como consecuencia de la crisis social que se había desarrollado y de la amenaza de que la clase obrera tomara el poder. Se debió al fracaso de la clase obrera de esos países para tomar el poder como resultado de las políticas y programas equivocados de los partidos obreros de masas que existían entonces. Los partidos socialdemócratas y comunistas permitieron el triunfo de los fascistas. En particular, en Alemania, se debió a la negativa de los dirigentes comunistas y del SPD a formar un frente unido para combatir a los fascistas.

La profundidad de la crisis política y social, y el temor a nuevas explosiones revolucionarias, hizo que, para la burguesía de esos países, la democracia parlamentaria ya no fuera un sistema de gobierno fiable para el capitalismo. La clase capitalista, por lo tanto, finalmente puso su peso y apoyo detrás de los fascistas y les permitió llegar al poder.

En Alemania, el partido nazi ganó su base de apoyo más fuerte en las zonas rurales y en las ciudades más pequeñas donde la clase obrera y sus partidos eran más débiles. En general, en las grandes zonas industriales, el dominio fascista sólo se logró después de que Hitler llegara al poder en 1933, como resultado de la intimidación brutal del Estado y las fuerzas auxiliares fascistas. Los partidos de la clase obrera todavía ganaron 13 millones de votos en noviembre de 1932 en las elecciones de Alemania. Los votos para los fascistas se dispararon en las elecciones de julio de 1932 a 13,7 millones, antes de caer a 11,7 millones, cuatro meses después. Los nazis nunca ganaron la mayoría absoluta, en noviembre de 1932 los partidos obreros obtuvieron más de 1,5 millones de votos más que los fascistas. El aumento del voto nazi fue principalmente el resultado del colapso de los liberales de clase media, los nacionalistas moderados y los desempleados en los brazos de los fascistas, que estaban desesperados como resultado del colapso económico.

 

El sesgo «anticapitalista» de la propaganda fascista, tanto en Alemania como en Italia, que era necesario para ganar el apoyo de los que estaban impulsados por la desesperación y el fracaso de los partidos de la clase obrera para ofrecer una alternativa, fue desechado una vez en el poder. El club fascista de las Tropas de Asalto de las SA fue utilizado para aplastar y atomizar a la clase obrera y sus organizaciones. Sin embargo, la purga de las SA en 1934 en la «Noche de los Cuchillos Largos» significó un cambio, ya que la dictadura se convirtió en un gobierno burgués reaccionario. Como resultado, su base de masas comenzó a disminuir. El régimen se apoyó entonces en los efectos y consecuencias de la victoria de los fascistas en la conciencia política, y en el miedo al aparato represivo.

 

La amenaza de la derecha hoy – La necesidad de una alternativa socialista

En general, hoy en día, la base social de los movimientos fascistas de masas, como se vio en Alemania, Italia y España en los años 20 y 30, no existe como entonces. Grandes sectores de las capas anteriormente pequeño burguesas están en proceso de proletarizarse y a menudo se radicalizan políticamente hacia la izquierda. Además, los sectores más previsores de la clase capitalista también han aprendido de la historia y de la experiencia de los fascistas en el poder. La clase capitalista alemana pagó un precio por permitir que los fascistas llegaran al poder. Los políticos burgueses perdieron el poder ante el estado fascista por un período. La clase gobernante pagó un alto precio tanto económico como por la derrota en la guerra. La perspectiva de que tal resultado se repita de una forma u otra, hará que la clase capitalista, en general, no permita que las fuerzas fascistas de masas lleguen al poder.

 

Sin embargo, esto no significa que la clase dominante, cuando se vea amenazada, no esté dispuesta a recurrir a medidas drásticas si no tiene otra alternativa. En la década de 1970 en toda América Latina, volvieron a gobernar por la espada en una serie de brutales dictaduras militares-policiales. En general, éstas carecían de la base de masas de la que disfrutaban los fascistas, aunque se apoyaban especialmente en la clase media y en los sectores lumpenizados de los pobres urbanos. En Chile, el régimen de Pinochet también disfrutó del apoyo de un importante auxiliar fascista, Patria y Libertad.

 

Hoy en día, la magnitud de la crisis económica y social está teniendo un efecto devastador en los sectores de la clase media, y también está dando lugar a un ejército de reserva masivo de desempleados en muchos países. A partir de esto, es posible que en algunos países se desarrollen fuerzas de extrema derecha o incluso fascistas más sustanciales sobre una base mayor que la que se ha visto en las últimas décadas. Estas pueden ser utilizadas como un arma auxiliar por la clase dominante contra la clase trabajadora. Hasta qué punto esto se desarrolla depende de la capacidad de la clase obrera y los socialistas para construir partidos y organizaciones que puedan ofrecer una alternativa. El reciente surgimiento de partidos, grupos y milicias de extrema derecha es una advertencia para la clase trabajadora.

 

El brutal régimen de Modi en la India ilustra el peligro que existe en algunos países. Modi dirige el BJP – el mayor partido del mundo con más de 100 millones de miembros – y está apoyado por el paramilitar Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS – ‘Organización Nacional de Voluntarios’) con un gran núcleo fascista del que el propio Modi es originario. El ambiente nacionalista hindú que su régimen está azotando, y los brutales ataques especialmente contra los musulmanes y otras minorías, están siendo seguidos ahora por salvajes ataques contra los derechos de los trabajadores y los campesinos.

Estos desarrollos reflejan la naturaleza altamente polarizada del período en el que hemos entrado. Una lucha entre los elementos de la revolución y la contrarrevolución se está desarrollando a nivel mundial. El ritmo de este conflicto puede variar de un país a otro, pero está presente en todo el mundo. Cambios extremadamente rápidos pueden tener lugar en el ritmo de la lucha de clases. La velocidad de los acontecimientos que se desarrollan en esta crisis es una de sus características centrales. A medida que estallan nuevas explosiones sociales, debemos estar preparados para nuevas formas de organización, asambleas y comités de acción que se lancen durante la lucha.

 

Los socialistas revolucionarios deben estar preparados para intervenir en los acontecimientos y, cuando sea posible y relevante, iniciarlos. En la situación explosiva que se está desarrollando, incluso los pequeños grupos revolucionarios pueden tener un gran impacto, con intervenciones audaces, tácticas y propuestas concretas de acción y lucha.

 

Los grupos y partidos socialistas revolucionarios entran en este período de agitación con fuerzas relativamente pequeñas. Sin embargo, esto no significa que vayan a seguir siéndolo. Con las tácticas, estrategias, eslóganes, programas e intervenciones audaces adecuadas, las pequeñas organizaciones pueden experimentar un crecimiento explosivo. Pueden ganar a los sectores más avanzados y combativos de la clase obrera y de la juventud que buscan un camino para escapar de la era distópica del capitalismo en la que hemos entrado. El CIT y los socialistas revolucionarios enfrentan una responsabilidad y oportunidad histórica para intervenir activamente en los tormentosos eventos que están teniendo lugar; y así construir una alternativa socialista más poderosa.

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