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¿Qué puso fin al apartheid sudafricano?

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Deji Olayinka.

Socialist Party (CIT en Inglaterra y Gales). Black and Asian group.

(Imagen: Levantamiento de Soweto. Foto: Wikimedia Commons)

Hace 30 años, el movimiento inspirador de las masas sudafricanas puso fin al horrible régimen del apartheid, proceso que concluyó con la celebración de elecciones en abril de 1994. La mayoría negra pudo por fin votar, y el Congreso Nacional Africano (CNA) fue elegido para el gobierno.

El apartheid se implantó a partir de 1948, codificando y desarrollando 300 años de segregación y explotación utilizadas por el colonialismo y el imperialismo británicos, y antes holandeses. Comenzó cuando los colonialistas utilizaron la fuerza para despojar a la población indígena de sus tierras. El sistema colonial de «reservas» asignó al menos el 87% de la tierra a propietarios blancos, mientras que los habitantes originarios fueron obligados a realizar brutales trabajos de explotación en las tierras robadas por los colonialistas y a vivir confinados en las reservas.

Especialmente a partir de la década de 1880, la clase dominante sudafricana se enriqueció gracias a la explotación de mano de obra barata para extraer oro y minerales, que aportaron el capital utilizado posteriormente para crear la industria manufacturera. Este sistema de mano de obra migrante fue fundamental para la riqueza de los capitalistas sudafricanos. Se podía recurrir a una reserva de trabajadores baratos, precarios y temporales en las reservas para trabajar en las minas y los centros urbanos.

La separación de los trabajadores de sus familias, que quedaban atrapadas en las reservas, significaba que los capitalistas tenían menos presión para conceder viviendas y servicios, y proporcionar bienestar a los enfermos, desempleados y ancianos. Un marxista sudafricano describió las reservas como «vastas barriadas rurales que servían de campos de concentración para los desempleados».

División capitalista

La clase capitalista de Sudáfrica siempre fue demasiado débil para mantener su dominio en solitario. A medida que el capitalismo se desarrolló, creó una sociedad extremadamente polarizada con una clase media minúscula e insignificante, demasiado pequeña y débil para que la clase capitalista pudiera apoyarse en ella como base social, como podía hacer en otros países capitalistas más antiguos de Europa. En su lugar, tuvo que endurecer e imponer deliberadamente las divisiones raciales y conceder privilegios a los trabajadores blancos para cultivar una aristocracia obrera blanca que pudiera formar una base social y política para su sistema.

Se adoptó una amplia gama de medidas para mantener este sistema e impedir que la clase obrera se organizara. Un sistema interno de pasaportes, las pass laws, al que sucedieron las influx control laws, restringían la circulación de los africanos. Esto mantuvo a los trabajadores en las reservas, pero también se utilizó para acabar con los esfuerzos de organización. Miles de huelguistas y líderes obreros fueron prohibidos, «expulsados» de las ciudades y deportados a la fuerza a las reservas.

A pesar de los grandes obstáculos, las masas sudafricanas fueron capaces de construir un movimiento revolucionario con el objetivo de superar la doble opresión que sufrían: tanto la opresión nacional por parte del régimen de minoría blanca como la despiadada explotación capitalista.

Las masas africanas habían luchado valientemente contra la conquista colonial desde el principio; por ejemplo, los pueblos xhosa y zulú tienen una historia heroica de lucha. No hubo periodo sin rebeliones, pero fueron brutalmente reprimidas. En 1960, hubo luchas contra la ley de pases que fueron salvajemente reprimidas. La policía asesinó a 69 personas durante la masacre de Sharpeville, la mayoría por la espalda mientras huían.

Se decretó el estado de emergencia y se prohibió el CNA, principal órgano político en la lucha contra el apartheid. Aunque no se trataba de un programa socialista, los principios básicos del CNA esbozados en la Carta de la Libertad incluían la exigencia de que «la riqueza mineral del subsuelo, los bancos y la industria monopolista pasen a ser propiedad del pueblo en su conjunto» y que la tierra se «reparta entre quienes la trabajan».

Frente a la brutal represión, fue la fuerza del movimiento de la clase obrera sudafricana la que resultó decisiva para derrocar al régimen.

La década de 1960 fue un periodo de auge económico mundial, pero también de movimientos revolucionarios de la clase obrera, que a su vez inspiraron a otros trabajadores a escala internacional.

Los sindicatos

El sindicalismo de masas había intentado crecer en Sudáfrica anteriormente, sólo para ser aplastado: el Sindicato de Trabajadores Industriales y Comerciales en los años veinte, la Confederación de Sindicatos No Europeos en los cuarenta, el Congreso Sudafricano de Sindicatos en los cincuenta. Pero a partir de las luchas y la represión de los años sesenta, el sindicalismo independiente volvió a florecer a una escala sin precedentes.

La huelga portuaria de Durban de 1969 fue un paso fundamental para aumentar la confianza de los trabajadores, que desembocó en huelgas nacionales que alcanzaron su punto álgido con las huelgas de Natal de 1973.  En esta lucha desempeñaron un papel importante varios activistas que, más adelante en la década, pasarían a formar la Tendencia Marxista de los Trabajadores (Marxist Workers’ Tendency – MWT), la organización hermana integrante del CIT en  Sudáfrica. Esta experiencia demostró el poder del trabajo organizado y en 1974-75 la afiliación a los sindicatos negros se duplicó y triplicó.

En 1976, el régimen del apartheid sobrevaloró su control y ordenó que se enseñara afrikaans -una lengua asociada al apartheid y al colonialismo holandés- a todos los niños. Los jóvenes de los institutos de Soweto se alzaron valientemente en huelgas y protestas contra esta política y el apartheid. Cerca de la mitad de la población negra de Sudáfrica tenía menos de 16 años, por lo que fue un momento clave. En respuesta a los llamamientos de sus hijos, los trabajadores de Soweto y de toda la región se declararon repetidamente en huelga, en las primeras huelgas políticas desde la prohibición del CNA. La represión fue brutal y más de 1.000 trabajadores y jóvenes fueron asesinados en 1976.

Hubo una breve pausa antes de que la clase obrera y sus organizaciones -sobre todo los sindicatos- se levantaran de nuevo en una lucha de masas. El régimen del apartheid intentó hacer concesiones para limitar las aspiraciones del movimiento sindical. En 1979, aceptó el derecho legal de los africanos a formar sindicatos. Los trabajadores de color, indios y africanos se unieron en la acción. Es importante señalar que, por primera vez desde la década de 1940, entre los nuevos afiliados a los sindicatos había un pequeño número de trabajadores blancos que habían reconocido que sus intereses de clase coincidían con los de las masas, no con los de la patronal blanca. Entre 1979 y 1983, la afiliación sindical pasó de 70.000 a 300.000 personas. El impulso iba en aumento. En 1979, 1980 y 1981 hubo 101, 207 y 342 días de huelga.

Tras las revueltas de Soweto, se creó el Congreso de Estudiantes Sudafricanos. En 1982 ya habían adoptado el lema de la «acción obrero-estudiantil». Los jóvenes hicieron campaña con un objetivo revolucionario sobre cuestiones sociales generales como los altos alquileres y los costos del transporte, etc., explicando que estas luchas sólo pueden ganarse de forma sostenible uniéndolas a la batalla política por la transformación socialista de la sociedad. Habían utilizado instintivamente el método de transición de Trotsky.

La década de 1980 fue un período de lucha de masas que condenó al régimen del apartheid. El régimen recurrió desesperadamente a la represión para detener el movimiento, pero eso no hizo más que reforzar la oposición. En mayo de 1985 se volvió a decretar el estado de emergencia, pero el movimiento obrero lo desafió y formó el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU).

Socialismo

En 1987, el COSATU celebró un congreso bajo el lema «Socialismo significa libertad» y adoptó la Carta de la Libertad del CNA como manifiesto político del movimiento sindical. El COSATU unió a 2 millones de trabajadores, negros y de color, en las fábricas y centros de trabajo. Con esta fuerza, las masas podrían acabar con el régimen del apartheid.

Los dirigentes del CNA señalaron cuatro pilares de lucha: el aislamiento diplomático (que incluía embargos económicos y de armas), el boicot deportivo y cultural, la lucha armada y la lucha de las masas dentro del país.

Aunque todas ellas tuvieron su efecto, fue realmente la última de ellas, concretamente la acción de la clase obrera, la que resultó decisiva para acabar con el apartheid. Los dirigentes del CNA temían y siguen temiendo la iniciativa independiente de la clase obrera como clase, por lo que restaron importancia a su papel fundamental.

Para gran parte de la dirección del CNA, la lucha armada se entendía como un medio de presionar al régimen para llevarlo a la mesa de negociaciones. Los paramilitares del CNA llegaron a matar a civiles negros con sus tiroteos y bombardeos.

Estaba claro que la autodefensa armada y organizada democráticamente por el movimiento tenía un papel que desempeñar, sobre todo en las huelgas y manifestaciones para protegerse del terror estatal, las redadas policiales, las detenciones por la ley del pase y las expulsiones forzosas, etc. Pero fue la propia lucha de masas, y no simplemente la lucha armada, la que pudo acabar con el régimen del apartheid.

La valiente lucha de masas y las huelgas de los trabajadores sudafricanos atrajeron el apoyo del movimiento obrero internacional. En Gran Bretaña, el Partido Socialista (entonces llamado Militant) apoyo las demandas de los trabajadores e impulsó vínculos directos con los sindicatos para apoyar las luchas obreras: vínculos entre fábricas, visitas de intercambio entre representantes de los trabajadores y la formación de comités de sindicatos internacionales.

Los trabajadores del sindicato con base en el aeropuerto de Heathrow ayudaron a introducir literatura de contrabando en Sudáfrica. En reuniones a pie de fábrica, los trabajadores acordaron métodos para apoyar el movimiento contra el apartheid; en muchos casos se organizaron boicots obreros para impedir la manipulación de productos sudafricanos. Esto era importante, ya que el capitalismo sudafricano contaba con el apoyo de las potencias imperialistas.

Por el contrario, muchas de las clases capitalistas apoyaron internacionalmente el régimen del apartheid hasta que sintieron la seguridad de que sus intereses económicos serían protegidos por los dirigentes del CNA. La primera ministra británica Margaret Thatcher y el presidente estadounidense Ronald Reagan vetaron la imposición de sanciones económicas a Sudáfrica por parte de la ONU.

Sanciones

La clase capitalista de Gran Bretaña y Estados Unidos era la más implicada económicamente, por lo que no aplicaron sanciones hasta muy avanzada la década de 1980. Incluso entonces, se aseguraron de que las sanciones fueran lo suficientemente leves como para no perjudicar gravemente las inversiones de sus empresas multinacionales.

Desde principios de la década de 1980, los capitalistas, enfrentados a un creciente movimiento de masas que parecía que iba a hacer insostenible el apartheid, trabajaron para desradicalizar a los dirigentes del CNA, intentando garantizar que su explotación capitalista pudiera continuar.

Los dirigentes fueron empujados a conversaciones secretas para aislarlos de los miembros de base y los activistas. La esposa de Nelson Mandela, Winnie, reconoció que lo habían trasladado de Robben Island a la prisión de Pollsmoor en 1982 para desconectarlo del resto del movimiento.

Incluso antes de que el CNA accediera al gobierno en 1994, la Carta de la Libertad fue abandonada en favor del diluido Programa de Reconstrucción y Desarrollo socialdemócrata. Éste, a su vez, fue abandonado en 1996 y sustituido por un programa de gobierno totalmente neoliberal. La dirección del partido, incluido Nelson Mandela, no quería promulgar nada que rompiera con los intereses capitalistas. Estaba claro que el CNA obtendría una victoria aplastante gracias a ese programa popular. Y así, en un intento de reducir la presión para promulgarlo, se manipularon los resultados electorales para darle una mayoría inferior.

El final de la era del apartheid se produjo en el contexto del colapso de la Unión Soviética y otros estados estalinistas. Con ello llegó un periodo de triunfalismo ideológico por parte de los capitalistas, y un retroceso ideológico para la clase obrera a nivel internacional.

Los estados estalinistas no eran socialistas, estaban gobernados por una élite totalitaria privilegiada que dirigía las cosas según sus propios y estrechos intereses. Pero los regímenes se basaban en economías planificadas nacionalizadas, cuya existencia era la prueba de una alternativa a la economía capitalista.

Los estalinistas del Partido Comunista Sudafricano y otros miembros del movimiento abogaban por un planteamiento en dos fases, limitando el movimiento antiapartheid a la lucha por los derechos democráticos y las reformas dentro del capitalismo y oponiéndose al cambio socialista, ampliamente reconocido como necesario entre la clase obrera y la juventud, hasta que el capitalismo sudafricano pudiera desarrollarse plenamente. Nuestro compañeros en Sudáfrica se opusieron a este planteamiento, reconociendo que el capitalismo, al dejar la riqueza y el poder en manos de la élite capitalista, no podía producir el cambio necesario.

En su panfleto de 1994 «De la esclavitud a la destrucción del apartheid», el Secretario Político del Partido Socialista Británico, Peter Taaffe, se preguntaba: «¿Cuánto tiempo pasará antes de que un gobierno del CNA envíe unidades de la policía y el ejército contra los trabajadores en huelga o los habitantes rebeldes de los municipios africanos? El gobierno de coalición, con el CNA como mayoría, estará sometido a implacables presiones contrarias y contraclasistas. Mandela y la derecha del CNA ya han doblado la rodilla ante el capitalismo, tanto dentro del país como a escala internacional» (Ver “The Negotiated Settlement and the 1994 Elections” en marxistworkersparty.org.za).

La predicción de Peter se confirmó de la manera más horrible con la masacre de Marikana en 2012, cuando 34 mineros en huelga de la mina de platino Lonmin fueron asesinados por la policía. Cyril Ramaphosa, el actual presidente del CNA de Sudáfrica, era entonces uno de los principales accionistas de Lonmin. Hoy está claro que los problemas vividos bajo el apartheid no se han resuelto bajo el capitalismo. La tasa «oficial» de desempleo entre los sudafricanos negros es del 37,6%, las masas negras siguen excluidas, los blancos ocupan el 65,9% de los puestos de alta dirección y existe una amplia pero precaria «clase media» negra.

En mayo de este año, el CNA perdió su mayoría por primera vez, para ser sustituido por un Gobierno de Unidad Nacional, un intento de aportar estabilidad política a un país que sigue asolado por una enorme desigualdad y una brutal explotación capitalista.

Fueron las masas trabajadoras las que pusieron fin al apartheid, y serán las masas trabajadoras las que impulsen la transformación socialista de la sociedad en Sudáfrica y en todo el mundo.

 

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