Inicio Historia y Teoría ¡Que poco sabemos de Historia de Chile! (I)

¡Que poco sabemos de Historia de Chile! (I)

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por Felipe Portales

En las escuetas referencias históricas dadas por el Gobierno sobre las anteriores Constituciones -en su campaña informativa sobre el proceso constituyente- aparece un grave error respecto de la Constitución de 1925. Este es, que señala que dicha Constitución fue escrita por 122 personas. En realidad, aquella fue escrita por 15 personas:

Arturo Alessandri y otras 14 designadas a dedo por él. Recordemos que desde marzo a octubre de 1925, Alessandri gobernó sin Congreso Nacional. Este había sido disuelto por el golpe del 5 de septiembre de 1924; pero Alessandri, al volver a Chile de su breve autoexilio (“mandado a llamar” por un nuevo golpe militar en enero de 1925) lo mantuvo disuelto; por lo que gobernó cual dictador, a través de decretos-leyes.

Lo peor del caso es que tanto los militares reformistas como el mismo Alessandri se habían comprometido a convocar a una Asamblea Constituyente (¡sí!) para aprobar una nueva Constitución; promesa que (como tantas otras en nuestra historia…) fue abandonada en el camino. Y recurrió al mismo camino de Pinochet de designar a dedo a quienes la elaborarían, con dos diferencias importantes. Una que se cuidó de dar apariencias de pluralidad al incluir un comunista (Manuel Hidalgo) y un independiente (Roberto Meza Fuentes) en el grupo. Y otra, que él mismo participó del grupo y no como cualquiera, sino imponiendo sus puntos de vista en las materias más trascendentes como lo han revelado posteriormente dos de sus miembros: Carlos Vicuña Fuentes y Enrique Oyarzún.

Pero mucho más antidemocrático aún fue el hecho de que la gran comisión designada también a dedo por Alessandri –integrada por 122 personas- para aprobar o rechazar el texto ¡fue conminada bajo amenaza militar de aprobar sí o sí dicho texto! Así, luego que surgieran crecientes críticas a su carácter autoritario-presidencialista, tomó la palabra el comandante en jefe del Ejército –y miembro también de la Comisión-, Mariano Navarrete, quien señaló:

“No hay necesidad de ser un gran constitucionalista para declarar, sin temor de equivocarse, que los resultados del sistema parlamentario han sido desastrosos para el país (…) El país está harto de la politiquería mezquina y quiere, una vez por todas, tener un Gobierno fuerte, capaz de orientar los destinos de la Nación hacia una era de progreso y bienestar social. Los dirigentes de los diversos partidos políticos en que está dividida la opinión pública deben aprovechar en esta ocasión las múltiples lecciones objetivas que han recibido desde el 5 de septiembre hasta el día de hoy. De ellas deben deducir lo que el país quiere como, asimismo, inclinarse respetuosamente ante su voluntad soberana, pues de otro modo tendremos a corto plazo que hacer, bajo la presión de la fuerza, las reformas que, en representación del pueblo, ha reclamado de modo tan significativo el elemento joven del ejército (…) ¿Qué ocurriría, señores, si las esperanzas de la juventud fueran defraudadas en esta ocasión? No quiero hacer pronósticos desagradables. Dejo a vuestro ilustrado criterio la tarea de formular la contestación de esta delicada pregunta” (Mi actuación en las Revoluciones de 1924 y 1925; Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2004; pp. 304-5).

Obviamente, la Comisión se sometió de inmediato a tan grave conminación y la Constitución fue “aprobada” tal como la redactó, en definitiva, Alessandri. Posteriormente dicho texto fue ratificado por un plebiscito “trucho”, análogo al de 1980, en que de acuerdo a Carlos Vicuña: “Alessandri se dedicó a ganar la votación contra viento y marea (…) llenó el país a costa del Estado de una propaganda tendenciosa y profusa. Comprometió autoridades (…), empleados, funcionarios, movilizó el ejército y los policías y persiguió con mano de hierro la propaganda que los partidos políticos pretendieron hacer (el Conservador, Radical y Comunista se declararon en contra) (…) En Santiago los meetings fueron disueltos por la policía y los oradores radicales arrastrados a la prisión” (La tiranía en Chile; Lom Ediciones, 2002; p. 314).

Finalmente, hubo un “plebiscito” que se efectuó con un voto transparente (¡como la “consulta” de la dictadura en 1978!) al hacerse con cédulas de colores: rojo, para el texto impuesto por el Ejército en la Comisión; azul, para un régimen parlamentario modificado; y blanco, para el rechazo de ambos. De todas formas, de un total de 302.304 inscritos, solo 127.509 (el 42,18%) votó a favor del texto de Alessandri, el cual obtuvo el 93,9% de los sufragantes.

Este fue, en síntesis, el origen “democrático” de la Constitución de 1925…

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